viernes, 29 de abril de 2011

Placeres inconfesos

Lo más seguro es que usted se ha masturbado. No lo va a aceptar, jamás lo confesará, pero lo ha hecho. No lo acepte, está bien, nadie lo obliga a confesar las cosas que lo deleitan. Usted no es diferente de quien disfruta de andar por la vida ilusionando a jovencitas para después dejarlas; eso, sin jamás perder la cara de imbécil que lleva puesta. Todos, absolutamente todos, tenemos placeres que negamos confesar, y mucho peor, aceptar.

Lo más seguro es que usted esté en contra de la tauromaquia, en contra de las peleas de gallos; pero más de una vez se ha atragantado hasta decir basta con un buen lomo, o ha ido al KFC más cercano a pedir una cubeta llena de alitas de pollo. Usted jamás va a aceptar que los sentimientos de un animal no le pueden importar menos; al menos no lo va aceptar con un pedazo de bife chorizo en la boca.

Las prendas de marca que tiene en su guardarropa, esas Ralph Lauren, Tommy Hilfiger, Nike y Adidas, son las mismas que usted viste cuando va a esos cocteles y reuniones en los que, fervientemente, condena a muerte el trabajo infantil y la explotación laboral. Pero usted sabe que esas prendas que viste fueron hechas en Bolivia, en Vietnam y en China, pagándole a niños 18 centavos por un día de trabajo de 18 horas. Póngase la mano en el pecho, a usted no le importa lo que le pase a esos niños siempre y cuando usted se vea bonito en el espejo.

A nosotros no nos interesa el proceso, si no el resultado: que las cosas nos salgan bien a nosotros. Es por eso que nos empecinamos en hacer que la personas que nos guste termine con su pareja actual: lo que nos interesa es que se quede con nosotros. Es por eso que convencen a menores de edad para que dejen de ser vírgenes; lo que uno quiere es quitarse las ganas que le tiene. Es por eso que decimos que la camisa que llevaos puesta era la última de la percha, porque uno no quiere ver que alguien más la cargue puesta. Es por eso que siempre decimos que no hemos desayunado, para así, no tener que compartir con nadie, ese postre que tanto nos gustas.

Pero jamás confesaremos que de verdad disfrutamos que las cosas nos salgan bien solo a nosotros; ese es un secreto que nos llevaremos a la tumba.

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