lunes, 28 de noviembre de 2011

El discurso

*ACLARACIÓN: la tauromaquia la detesto, me repugna, pero solo trato de ver la incongruencia de los discursos. 

Es difícil hablar de forma coherente. El otro día discutía con personas en mi puesto de trabajo sobre la tauromaquia, tema que llegó hasta nuestro lugar de labores por al fiestas de Quito, fiestas en las que se la practica. Colegas renegaban de la crueldad del espectáculo que significa torturar a un animal mientras vitorean a un hombre que perfora la piel del animal hasta matarlo. Cuando terminó la conversación fuimos a almorzar: todo pidieron un pedazo de carne asada de almuerzo. El matadero del que vino la carne es un lugar en el que cientos de vaca escuchan una tras otra como perforan el cráneo de sus similares, la adrenalina corre por sus cuerpos contaminando la carne ingerimos. "Esto es diferente, comemos carne para alimentarnos", me dicen luego que yo mencionara esto con la intensión de reavivar el debate; pero de alguna manera que le perforen el cráneo una vaca (que se muere) no les parece tan cruel como el hecho de matarla a estocadas (donde también se muere), y eso que al menos en la segunda muerte tiene el chance de asesinar a su verdugo. 

La tauromaquia siempre ha sido un tema muy ambiguo para mi porque me parece tan hipócrita de mi parte protestar en contra este acto si igual sigo comiendo carne; en una fiesta taurina no muere ni la quinta parte de vacas que mueren en nombre de la alimentación, una verdadera masacre, pero no veo a nadie quejándose al respecto, eso sí, las parrilladas están llenas de personas que se lavan las manos diciendo que "es diferente", sólo porque se esta alimentando. Sólo a un vegetariano podría aceptarle una puteada al respecto, pero ni tanto, porque si tanto a favor de la vida están (y ojo que esos son sus argumentos) no debería comer pan. El pan está hecho con huevo, que es la vida truncada de un pollo en crecimiento: "pero no matamos al pollo, simplemente impedimos que se desarrolle", me dicen. Hay otra acción similar: el aborto. 

"El aborto es diferente porque estamos hablando de la vida de un ser humano. Estás truncando la vida de un ser humano", me dijeron una vez que mencioné lo del pollo, así como mostrando cierta superioridad de la raza humana sobre los pobre e indefensas aves, ovíparos que en primer lugar se reprodujeron porque teníamos ganas de pan y huevo y los pusimos a parir como locas a las gallinas. ¿De repente el ser humano es mejor que un pollo? Yo no he visto a ningún pollo golpear a sus gallina y a sus polluelos porque llego borracho en la noche a la casa; tampoco he visto a un pollo ordenar el fusilamiento de un grupo de pollitos y mucho menos los he visto apuñalando a gallinas por el hecho de irse a reproducir con otros. No, eso sólo lo hacemos los "decentes humanos", la raza superior.

"Hay que respetar la vida", nos dicen todos en todos lados, nos lo dicen a través de mensajes de televisión que son grabados en casettes de videos (o cd) que son elaborados en china, en fábricas en las que las personas trabajan a 18 centavos de dólar al día, dinero que no le alcanza para comprar un plato de comida y con lo que se fabrica una muerte lenta, pero aún así no se dejará de grabar el mensaje. 

Los defensores de la naturaleza hacen protestas y pancartas para pedir que salvemos los bosques, escriben mensajes en gigantescas cartulinas que adquieren gracias a que se talan arboles para fabricar la cartulina. 

Somos los jueces, redentores y verdugos nuestras acciones, dueños de un discurso incoherente pero incoherencia a la que defendemos con esa ímpetu con la que nos sentimos decentes, gente que se preocupa, que no permanece indiferente ante la destrucción de los bosques, antes el hambre de las personas ni ante la matanza indiscriminada de los animales; pero tampoco paramos de escribir carteles, comprar productos a bajo precio hechos en países sub empleadores ni dejamos de comer carne. Usted y yo somos los culpables de toda esta mierda, no piense lo contrario.  

viernes, 25 de noviembre de 2011

Aprender a reírse

No sería la primera que un chiste le jode la vida a alguien. Yo creo que Javier Genovez Solano jamás imaginó que el presidente del Ecuador iba a leer su broma y tomársela en serio: "Ave Mashi Rafael, los que te vamos a matar, te saludamos", ni siquiera es un: "maldito, vas a morir". Lo cierto es que Genovez, aparte de ganarse el limón de oro, se ganó una detención policial.

El mismo día, el de la detención, recordé y busque en Internet esa noticia que hace algunos mese leí: a Barack Obama le llegan 30 amenazas (como mínimo), al día; eso significaría que sí él siguiense las doctrinas de nuestro país, 30 personas serían detenidas todos los días. Pero no, y ojo que no estoy diciendo que el servicio secreto de Gringolandia no se tome en serio estas amenazas, pero el presidente al menos no manda a investigar a cada uno de ellos.

La diferencia entre el presi gringo y el nuestro es que el uno está consciente de que una figura pública será siempre objeto de burlas, malos deseos y comparaciones, el otro no, peor, se las toma a pecho, a pesar de pregonar el "infinito amor". Pero ojo, no es solo el presi, el ecuatoriano promedio aún no ha aprendido a burlarse de si mismo y de sus problemas.

El otro días no más, Daniel Sais, maestro y músico argentino que reside en la calurosa perla del pacífico, recibió duras críticas por un comentario que escribió en su cuenta en twitter. Sí, su comentario fue cruel pero gracioso, lo que es la base del humor negro. Yo me reí, no fue así con una señora que trabaja en la televisión que se tomó a pecho el comentario del músico y lo tildó de machista insensible.

De repente llegó a mi mente la luz: es por eso que el humor local es tan precario; es por eso que la fórmula que David Reinoso interpreta en Vivos, formula que para serles sincero ya me tiene las gónadas hinchadas, tiene tanto éxito. Su humor no es un humor reflexivo, es una burla del estereotipo del ecuatoriano, estereotipo que a la final y con la dirección incorrecta, es aplaudido por quienes lo ven.

Estoy seguro de que los show de George Carlin hubiesen sido un fracaso aquí, ¿quién hubiese aguantado que este señor se burle de ellos y les diga en la cara lo estúpidos que son? Lo mismo hubiese sucedido con Lenny Bruce (que de paso tuvo problemas en su propio país por su frontalidad), y ni hablar de Bill Hicks, acá en este puerco pedacito de tierra que llamamos país, nunca hubiese llenado una sala porque nadie está listo para que un hombre les diga en la cara que los no-fumadores son tremendo maricas.

El humor ofende, esa es la clave de la fórmula apelativa para que la gente reaccione; la comedia debe ser un instrumento no sólo de entretenimiento, que es muy válido, si no también de reflexión.

En Ecuador jamás será así porque nadie tiene el valor de reírse de las situaciones más crueles. Ojo, no estoy diciendo que hay que quedar indiferentes ante las mismas, sólo ver el lado más absurdo, reír y reflexionar.

No soy ningún cómico, aunque me encantaría serlo. Hace unas semanas le hice esta confesión a un brillante escritor y amigo que conocí por twitter, le dije que encantaría pararme un escenario a burlarme de las personas. Él y yo reímos porque sabíamos que detrás de ese deseo mío había grandes barreras que cruzar.

Es por eso que yo pienso que la ofensa es al menos aquí en este remedo de país, un cumplido. El otro día escribí en este blog sobre Benedicto y su absurdo drama con Benneton. Un tipo comentó (en el anonimato claro está), que yo era un enano mental. Su ofensa fue un cumplido porque sé que eso era lo mejor que yo iba a sacar de una persona incapaz de verle lo absurdo de las situaciones.

Por eso es que Genovez debe ver a su aprensión como una ovación de pie de un pueblo de 14 millones de habitantes, incluido su mandatario, el mismo que seguirá ofendiéndose cada vez que uno le señale, de forma satírica, las cosas que hace mal.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

A cuatro grados


Hoy leí algo interesante: Facebook dejó obsoleta esa teoría que las personas estamos a 6 grados de separación unos de los otros; la red social, esa que es odiada y adorada, nos ha acercado 4.47 grados entre nosotros, es decir, estamos a cuatro seres humanos de quien siempre quisimos conocer (al menos en teoría).

Curiosamente el día anterior había leído la historia de un chico que cumplió su fantasía sexual  -ser parte de una orgía- gracias unas “amigas” que hizo a través de Facebook.  Él contactó a  dos jóvenes que le prometían lo que el tanto deseaba. Poco iba a saber este adolescente que esa experiencia sicomorboarrechoafectiva se iba a convertir en las peores 48 horas de su vida: pasó dos días maniatado y siendo lacerado porque las jóvenes promiscuas que resultaron ser parte de un culto satánico-sexual. 

La gente está bien jodida de la cabeza y en realidad cada vez le veo menos positivismo a esto de estar “más cerca”. En teoría lo estamos, digitalmente al menos, porque una vez que apagamos el ordenador, una vez que esas fotos que vemos se convierten en experiencias, somos inválidos emocionales incapaces de saber cómo reaccionar si alguien de verdad se nos acerca; eso sí, para aquel instante ya habrás pensado unos tres tweets irónicos sobre ese encuentro casual.

Las redes sociales nos han juntado a los sínicos, amargados, fresas, yuppies, hippies, hipster, concainómanos y cómicos, nos han enfrascado en especie de condón digital, una barrera que más vale no romper porque si no seremos maniatados y cortados por un par de locas satánicas, o algo peor.

Cuando pienso en esas experiencias que no me sucedieron a mí, pero que pudieron, recuerdo con cierta nostalgia el tiempo en que éramos pequeños teníamos que luchar para sortear el miedo y aproximarnos a alguien y, aunque parezca prehistórico, entablar una conversación que no requiera un tiempo de espera para la réplica. Al menos antes la gente te dejaba de hablar o simplemente no te daba la palabra y uno entendía “sí, no quieren acercárceme”, pero hoy no es así. Hoy cualquiera te acepta una solicitud de amistad y sin más preámbulos se convierte indirectamente en parte de tu vida; indirectamente también, en teoría, se acerca un grado más a ti, eso muy a sabiendas de que tu jamás tendrás intenciones de conocer al contacto en persona.

Esos dos grados que Facebook se jacta en haber acercado a las personas son para mí a la inversa: Mark Zuckerberg logró aislarnos dos grados más. Las personas (y me incluyo) pasamos más tiempo viendo lo que nuestros contactos en el celular hacen, que viendo lo que sucede a nuestro alrededor; cada vez más la polio verbal se acentúa en nosotros y nos vamos convirtiendo en una especie de inválidos sociales incapaces de hacer contacto visual con alguna persona.

De pequeño recuerdo que la gente se citaba a pelar en alguna calle cuando había lago de que discutir, hoy debaten en Twitter sin siquiera darse la cara; antes había que inventarse una excusa para salir con alguien que te agradaba y ver si tendrías la oportunidad de verla de nuevo, hoy pedimos el pin y acosamos en Facebook (hay incluso personas que mantienen relaciones vía internet).

No sé de qué grados de acercamiento nos estará hablando el señor Zuckerberg porque él mismo es incapaz de relacionarse con el mundo exterior sin antes ponerle a sus experiencias un filtro de instgram. Síi bien ahora dialogamos más con personas afines a nosotros, dialogamos con fantasmas, espectros e ideas que creamos de quien esperamos esté del otro lado del mensaje pixeleado; sorpresa que nos hemos de llevar cuando descubramos que del otro lado del ordenador esos mensaje sexis que hablaban de la promiscuidad de una joven de cintura de 45 cm y busto de 95, vienen en realidad de una gorda que no se pude ni parar de la cama, y eso en el mejor de los casos porque también puede que sea un hombre.

Así de cerca estamos los unos de los otros….

viernes, 18 de noviembre de 2011

Benedicto vs Benetton

Benetton lanzó una campaña que conmocionó al planeta: líderes mundiales dándose un beso en la boca, una interesante y bien lograda (en lo que a montajes de photoshop concierne) analogía del choque de ideas. Pero Benetton logró lo que se proponía, atención. Todos los medios de comunicación cayeron como borregos ante la prefabricada polémica (ver si los publicistas de acá aprenden como si hace su trabajo).

Pero lo que me llamó la atención de las múltiples reacciones ante las publicidades, fue la más radical de todas, la del Vaticano, entidad que no sólo condenó la gráfica en la que aparecía Benedicto XVI dándose un beso con el imán de la Mezquita de Al-Zahat, sino que logró hacer que retiren la imagen de los líderes espirituales luego de que amenazaran con demandar a la casa de modas. De repente me vino la luz: ¿cómo una entidad como el Vaticano, esa que hasta el cansancio “promueve” el perdón y la tolerancia, demandaba a una compañía? ¿Dónde está el perdón y la tolerancia en una demanda?

Entiendo que el Papa Palpatine necesite de mucha publicidad para borrar de las mentes de las personas esa cara de pervertido que tiene, pero al menos hubiese dado un ejemplo de tolerancia con el simple hecho de decir: “no, no me gusta, pero los perdono”. ¿No fue el líder de este culto fanático el que perdonó a los que lo mataron? Y ojo que hay una gigantesca diferencia entre lo uno y lo otro.

Lo cierto es que el Vaticano, como empresa, tiene que cuidar la imagen de su líder, y quizás ahora contraten a los publicistas de la campaña de Benetton para lograr mejorar la imagen de esta entidad financiera que de verdad está a la baja: entre escándalos y declaraciones de Stephen Hawkings sobre la inexistencia de Papito Dios, cada vez menos gente se come el cuento, o la hostia.

Que la iglesia reaccione de tal forma ante una campaña publicitaria es aún peor para ellos: cada vez pierden más ese carácter divino que en un principio los caracterizaba y los humaniza más; los humaniza desde lo errores que es lo más triste (para ellos).

¿Qué tiene de malo un beso? ¿Desde cuándo la demostración más universal de cariño se convirtió en un “pecado”? Pero lo que más me perturba, ¿es acaso el hecho de una conciliación de ideas entre dos cultos religiosos algo tan malo?

Mientras que el Vaticano lucha y paga abogados para salvaguardar la imagen del líder de su compañía, miles de personas alrededor del mundo lidian con problemas reales como el hambre, la falta de trabajo o con la derrota de la selección nacional de fútbol, todos litigios mortales que en mi humilde opinión, merecen mucha más atención que un viejo con complejo de deidad ofendido porque no tolera la idea de besarse con un hombre, incluso cuando el mundo entero sabe que es mentira.

(Y asqueroso yo que le dedico un post a este imbécil.)

lunes, 14 de noviembre de 2011

Es cuestion del tamaño

Las medidas nos atormentan: 90, 60, 90; poseer una estatura de más de un metro ochenta, que mi cintura no pase de los 50 centímetros; que esto sea lo suficientemente grande para impresionarlas.

Hablaba el otro día con una amiga y discutíamos la valía de los tamaños: uno ve a un enano con una Ford F150 en la que tiene que montarse utilizando una escalera, ¿cual es el punto de tener un carro así si no vas a poder manejarlo fácilmente? Pero la respuesta es obvia: esos 55,000 dólares de maquinaria gringa son el substituto de los 20 centímetros de altura que le faltan para ser un ser humano promedio.

Uno habla del ser humano promedio, ese que usted y yo somos, y nos damos cuenta que la vida es una competencia: uno debe de una u otra forma resaltar, llamar la atención para ver si alguien se lo quiere comer. No se engañe, los hombre no fueron hasta la cima del Everest o a la Luna porque deseaban cagarse de frio o ver si había algo allá arriba: lo hicieron solo para probar que eran mejores que los demás y así se atosigados por fanáticas que buscarían entregarse a ellos por sus proezas.

Los hombre no creamos las olimpiadas por el hecho que queríamos ensalzar el espíritu humano a través de la competencia sana y deportiva, lo hicimos porque queríamos, en una disciplina u otra, demostrar que somos machos alfa y dignos sujetos de reproducción.

Si ustedes ven, ese cotejo machista de comentaristas deportivos no hacen sino ensalzar las "proezas" masculinas y ojo que las mujeres hace exactamente lo mismo que los hombre pero no reciben tanta atención ¿Por qué? Es muy obvio ¿no? 


Uno como sujeto en edad reproductiva tiene que resaltar del resto: esos que son atractivos no necesitan más que poner el rostro para encontrar pareja; por eso es que no hay magnates pinta o ¿acaso usted, lectora femenina, hubiese siquiera pensado acercase al desgarbado de Bill Gates sin antes saber los millones que tiene? (Conteste con sinceridad que nadie la va a escuchar).

Inconscientemente, cuando uno ve a Usain Bolt corriendo los 100 metros en 9,56 segundo se asombra, pero en realidad lo que uno está pensado (muy en el fondo de nuestros instintos): a este tipo lo va a recibir tanta atención femenina. Eso es lo que uno admira, nada más.

Uno ve a hombres subiendo montañas, lanzándose de edificios sin paracaídas, prendiéndose en fuego, inventando nuevas empresas, comprando los carros más caros, las cadenas más brillantes y acaparando las mayores fortunas y todo porque le hacían falta un par de centímetros de altura o al interior de los pantalones.  

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La razón

De existir una raza alienígena que monitoree a la tierra a través de sus transmisiones televisivas estaría decepcionados de una especie que transmita un show como Jersey Shore. Es peor, yo creo estaría deseosos por venir a colonizar a una especie que puede pasar media hora viendo a un poco de simios esteroidales cortejar a esos seres llamados "Snooki".

Sí, yo vi un capitulo de esa serie y por eso sé de lo que hablo. No voy a ser tan hipócrita como para decir que no lo he visto. Lo que la gente no sabe es que estos (si se pueden llamar) seres humanos ganan 150,000 dólares por capitulo. Sí, usted y yo, prole que ahorramos para comprarnos un carro y dilatamos los pagos años mil, tendríamos que trabajar dos décadas para reunir el dinero que esta gente gana en un solo episodio (show pasan tomando y asistiendo al gimnasio). 

Lo mismo pasó con la gente de Friends, Jennifer Aniston y compañía, ellos llegaron a ganar un millón de dólares por episodio. Yo no sabría como gastarme un millón de dólares si lo tuviese, es más, mi sueldo no me permite siquiera imaginarme como luce un millón de dólares billete sobre billete. 

Hay un dicho: "el trabajo dignifica a las personas", pero sigo sin entender como es que trabajar 14 horas diarias para que después no te alcance para darle lujos a tu familia, sea algo digno. Con esto no quiero justificar el robo, pero la idea de arrebatar las cosas por la fuerza tiene mucha lógica cuando existe la premisa que sin importar cuanto trabajes nunca vas a conseguir las cosas que quieres, porque siendo sinceros no hay nadie que no quiera un Ferrari. 

Y de repente a mi mente viene la metáfora del tráfico: mi mamá y yo somos los que respetamos la fila del tráfico, somos de los que nos calamos los 20 minutos de columna, esperando que sea nuestro turno para girar en una intersección. Pero existen los que giran en doble columna, esos que llegan sorprendiendo al sujeto que esperó 15 minutos a poder girar, se le atraviesan, obstruyen su salida y salen rápido del trafico sin tener que haberse calado todo el malestar de hacer columna (debería haber alguna ley que permita chocar a esta gente). El hecho es que ellos, los infractores, se salen con la suya mientras que lo demás, los que jugamos por la reglas, seguimos en el tráfico esperando a que la vía nos de una oportunidad de seguir. 

La vida no es muy distinta al tráfico: la prole somos los que estamos en la fila mientras las estrellas de la televisión y el deporte son lo que avanzan en doble columna. ¿Oportunistas? quizás, no lo sé. 

Lo que sí sé es que pagar 180 millones de dólares por el pase de Cristiano Ronaldo del Manchester United al Real Madrid, es una cachetada al hambre mundial. 

De la nada los jóvenes ya no sueñan con buscar la cura para el cáncer, sino en ser la estrella invitada para hacer de frontman de una iniciativa contra la enfermedad: siendo la estrella de la campaña puedes costear el tratamiento, siendo doctor quizás ni trabajo encuentres.

Y es que la gente que está encargada de pagar el sueldo de Cristiano Ronaldo y Jennifer Aniston les conviene que seamos sumisos a su idea de felicidad, por eso nos tiene entretenidos con su juego y con su silicona, añorando formar parte de ese jet set: el entretenimiento es su respuesta, el camino la felicidad, porque si dejásemos de ver el fútbol y las sitcom nos daríamos cuenta que nos están haciendo un examen de próstata: ellos tienen la plata, ellos están en el poder, ellos nos pagan poco y así seguirá porque a ellos les conviene. Mientras tanto, y con el doctor palpánmdonos la próstata, gritamos gol y nos reímos de la insípida broma escrita por guionista y dicha por la boca de una voluptuosa y mal actriz (se escuchan las risas pre-grabadas). 

Uno busca razones para entender porque el mundo está como está y la razón es una sola: somos incapaces de apagar la maquina del entretenimiento para despertar del sueño americano, para entender que la culpa de que las cosas estén como estén es sólo nuestra por aceptar las cosas, por conformarse con soñar en pertenecer al jet set antes que cuestionarnos lo mal que está ganar 150,000 dólares por protagonizar una serie en la que el estado de ebriedad es el denominador común. 

Ojalá exista un raza extraterrestre viendo nuestro planeta a través de la televisión y que ya estén programando la invasión, sólo así creo que contemplaríamos la posibilidad de apagar la televisión para huir de ellos y tratar de sobrevivir a la colonización. Pero ni así, yo creo que las personas verían por televisión la invasión, se desinformarían a través de la noticias pero cuando se aburran de ver lo mismo y lo mismo, el mismo alien disparando a los soldados, cambiarán a Jersey Shore (risas pre-grabadas). 

viernes, 4 de noviembre de 2011

Cualquier idiota

Kevin Carter tomó en 1993 una perturbadora foto que remeció las conciencias de las personas sobre la problemática del hambre a nivel mundial. Estoy hablando de la gráfica que ganó el premio Pulitzer de fotografía de 1994: era la foto de una pequeña que se arrastra sobre una planicie africana mientras un gallinazo esperaba a que la misma fallezca para poder comérsela. La fotografía tiene poder, tiene responsabilidades que la exceden, y no cualquier idiota que se cuelga una cámara al cuello puede decir que es fotógrafo, no al menos que esté dispuesto a cargar con las responsabilidades que deberá cumplir con la historia.

Pero hoy tenemos Instgram, un programa de filtros fotográficos que satura, desenfoca y embellece las gráficas, un programa que en lo personas me parece una patada a las gónadas. Hoy cualquier idiota con un iphone y este programita, se cree un sensible artista que por tomar fotografías a sus zapatos y a los andróginos y escuálidos de sus amigos, se cree fotógrafo. Déjenme decirles que solo son una tracalada de piltrafas, focas aplaudiendo su ineptitud y enriqueciendo el bolsillo del capital gringo que produce más y más programas para “tunear” fotos. No, se los repito, no son fotógrafos.

Hoy en día cualquier idiota se cree no sólo fotógrafo, sino en la capacidad de hacer cualquier cosa: como tenemos el GPS ahora cualquiera se cree chofer de cooperativas, claro que cuando estrelle el bus porque en realidad no lo supo manejar, se dará a la fuga para no hacerse responsable de los muertos sobre la carretera; cualquier idiota con lentes Wayfarer y camisa de cuadros se cree intelectual; cualquier tarado que ha escuchado toda la discografía de los Beatles se cree en derecho de ser crítico de música; cualquier idiota y drogadicto que sabe tocar la guitarra ya se cree artistas. El mundo está lleno de idiotas que se creen personas: cualquier tarado con un título de cuarto grado universitario (y doctorado honoris causa), no sólo se cree el último gran empresario del país sino que se cree un revolucionario con aspiraciones a presidente de la república. Le digo algo: ni García Márquez ni Steve Jobs tuvieron un puerco cartón universitario.

Con lo último me desvié un poco del tema, pero sigo en la misma línea: hoy los idiotas son más, son mayoría, y como vivimos en un sistema tan caduco y absurdo como la democracia, tienen la razón.

Pero sí, cualquier idiota hoy en día puede ganar protagonismo: ya no hace falta tener talento, solo ser idiota y nosotros celebramos el hecho. Cualquier payaso que haga el ridículo en Youtube, si vive en EE.UU., puede ganar millones y hacerse famoso, cualquier drogodependiente que tuitee estupideces se convierte en tuitstar (y créalo o no, en Colombia y México esta gente gana plata promocionando productos); hoy cualquier boba con ganas de operarse el busto y mostrarlo en TV ya es presentadora de programa de variedades; y en un país como el nuestro, cualquier idiota que se caló 5 años de estudio y un masterado ya es tildado de genio y profesor non-plus-ultra en una universidad de pacotilla, universidades que son incapaces de hacer investigación y aportar con algo de interés al país ni a la humanidad.

Yo no estoy pidiendo profesionalización, la profesionalización con un titulo no solo es burdo sino que inútil, lo que pido es gente comprometida con la realidad y que deje de hacerse fantasías en sus cabeza: no porque andan tomándole fotos a sus amigos con ropa de otros amigos que se creen diseñadores, van a ser fotógrafos profesionales de estudio. Ya quisiera yo que venga Annie Leibovitz a enseñarle a esta gente lo que creatividad es.

Esos seudo fotógrafos son los mismo que el 30 de septiembre del 2010 se escondieron en sus casas, guardaron su cámara bajo llave y rogaron que nada les pase, eso hacian mientras un amigo y compañero, Gerardo Menoscal (responsable también por la foto del policía que lo quemaron durante una protesta de la FEUE en Guayaquil) y yo, respiramos gas pimienta de los policías que se tomaron en el puente de la unidad nacional. A él y a mi se que se nos quisieron arranchar las cámaras por fotografiar uniformados que se llevaban personas que protestaban en su contra. Gerardo es solo el que trabajó a mi lado, pero hubo cientos de verdaderos fotógrafos que recorrieron las calles cuando el 30-S sucedía, eso mientras los demás “fotógrafos” se escondían en sus casa.

Y si, cumpliendo con los cánones de mi generación, la generación de los idiotas, yo también soy un idiota que porque tiene un blog cree poder opinar y más aún, que los demás tiene la obligación de leerlo.