domingo, 30 de octubre de 2011

El amor de mi vida

Ves a una pareja de ancianos cogidos de la mano, él, impotente desde hace más de dos décadas y ella, una víctima más de la gravedad, son el centro de atención de hombres y mujeres que creen que el amor es posible; ellos lo lograron: el amor existe.

Nadie se detuvo a pensar si esa pareja de ancianos es feliz o si simplemente están junto porque ninguno de los dos tiene el valor de decir que ya no se aguantan. Esto es mucho más creíble que lo primero. En sus pervertidas mentes lo único que pueden pensar es que esa pareja son el uno para el otro, que ambos, años atrás, encontraron al amor de sus vidas.
El amor es una reacción química del cuerpo la que permite que la raza se siga procreando. Dicho esto, el amor es la respuesta que encontró la naturaleza para que nosotros las personas sigamos poblando el planeta.

Sí, la afirmación es un poco cruel y deja de lado todo ese misticismo con el que las superproducciones hollywoodenses han cubierto a las relaciones de pareja. En fin, hablar de amor es entrar a debatir un tema en el que todos creemos tener la razón, un tema del que todos hemos sido participes en algún momento de nuestra vida y del que desgraciadamente todos quieren opinar.

Pero el amor es un problema en si; por amor se han tomado las peores decisiones del mundo, y creo que todos concordamos que una persona enamorada tiene la capacidad de discernimiento y raciocinio de un orangután hambriento.

Son cinco millones de años de evolución y los humanos aún seguimos enamorándonos. Es una vergüenza.

Por amor es que la gente se casa, deja todo abandonado y se embarca en la odisea de convivir con una persona a la que empezará a conocer cuando deje sus calzoncillos tirados en la mitad del cuarto; por amor es que la gente confía y “olvida” ponerse condón; por amor es que la raza está como está: mujeres altas y de kilométricas piernas se enamoran de enanos desabridos con los que decidirán procrear hijos que por razones obvias, saldrán más pequeños que ella acabando así con décadas de buenos genes, todos tirados a la basura. El amor es una enfermedad mental que hace que seamos incapaces de tomar las decisiones correctas.

¿Cuantos jóvenes no habrán dejado una beca en el extranjero por quedarse con la pareja que un año después le pondría los cachos y acabaría con su relación y la vida profesional del que alguna vez fuera su amante?

Y a la larga la culpa es de nosotros, somos los únicos responsables de mal interpretar esa idea del amor: las películas tienen mucha responsabilidad también en este asunto, son historias que se saltan de momentos felices en momentos felices y que construyen una realidad paralela que incluso tiene un final feliz (o triste). Porque el amor no son si no más que instantes: una caricia en un momento justo, un beso tierno o violento en el instante preciso; un gesto de cariño que antecede a una velada de perversiones (y es aquí donde interviene la parte química). Instantes, el amor es solo instantes, no una eternidad de felicidad tal y como en las películas.

Es por eso que las relaciones que duran son las que no se basan en instantes sino en complementos: las parejas que abandonan lo irrazonable de los momentos para convertirse en indispensables extensiones de la persona (y como idiota yo también creo tener la razón en el asunto).

Ahora, la próxima vez que estés sentado frente a esa pareja que tanto deseas, recuerda: abre los ojos, mírala bien, por más que sepa hacer bien las cosas en la cama, por más que cumpla tus caprichos y aberraciones, ella es la misma que no tolerará calzoncillos sucios en la cama; lo más probables es que como estás enamorado ni siquiera veas que ella en realidad es una mujer fea, y vamos a ver como le explicas a tu mamá que ella va a tener nietos feos. Sí, esa es a la que tanto llamas "el amor de mi vida".

lunes, 24 de octubre de 2011

Otros muertos

A Muamar Al Gadafi lo mataron de un tiro en la cabeza después de recibir una paliza en público. A mi no me importa en lo más mínimo lo que le pasó a este señor, no por insensible si no que no representa ninguna puerca influencia en mi vida ni en los que me rodean. De hecho, el único motivo por el que lo nombro es porque en el medio para el que trabajo me tocó escribir una página entera de él y recoger reacciones de las personas que criticaron la forma en que este caudillo murió.  Hay quienes se horrorizaron con la forma en que los rebeldes libios acabaron con el ex dictador pero yo de verdad los entiendo, yo hubiese hecho lo mismo.

Pocas cosas me emputan tanto como el puritanismo de la gente. Esos que criticaron la paliza que le metieron al señor con pinta de reguetonero chiro eran los mismos que celebraran la incursion de la OTAN (entiéndase bombardeos) a Libia. Sí, así de incoherentes son: celebran la masacre que ocurrió en ese horrible país pero condenan la "brutalidad" de un grupo de personas contra un hombre que socavó a un país por más de 40 años.

Coincidencia o no, este ha sido el año de las "célebres muertes". En los últimos meses hemos sido testigos de las defunciones de algunos "personajes": ahora fue Gadafi, también lo mataron a Bin Laden, Steve Jobs corrió con la mala suerte de morir en el año que más tiranos fueron ejecutados (aunque hay quienes dicen que Jobs no era ningun santo. Nunca lo sabremos). Ahora, muchas personas toman posturas con estas defunciones incluso sabiendo que no representan en sus vidas lo más mínimo (incluso la de Jobs).

Es como un mecanismo de defensa que usamos: debemos siempre cuestionar la muerte y siempre cuestionar a los muertos ajenos, de alguna forma tener un opinión sobre un drama ajeno nos hace olvidar lo problemas personales.

Recuerdo en el colegio discutíamos sobre eutanasia y sobre lo mal que tratan a los ancianos en los asilos de Alemania, pero nunca nos obligaron a cuestionarnos si era normal que tanto niño pida caridad en nuestras calles, o si era necesario indignarnos por la impunidad del sistema legal ecuatoriano.

No se cual es la fascinación de las personas por los fallecido, no la entiendo en realidad. Yo he fotografiado y escrito sobre muertos porque es lo que la gente lee (o al menos ojea), eso y sobre los videos porno de los famosillos.

Ver fotos de Gadafi desagrandose mientras un par de libios bailan de alegría nos parece inhumano, leemos la noticia el diario de camino al trabajo sin observar que fuera de la ventana hay un niño de 8 años pidiendo caridad y que no tendrá futuro. Indignarse por el enturbado muerto está bien, la indiferencia por el futuro del infante también está bien.

Somos mojigatos que nos tildamos de moralistas siempre que el problema no nos concierna a nosotros. El aborto les produce repulsión: ¿como una madre va a acabar con la vida de un indefenso feto?, dicen todos esos que llevan denarios y crucifijos pero ninguno de ellos va a donar un puerco centavo para la crianza, educación y alimentación de ese niño que en el peor de los casos tendrá una vida miserable. Cuando el problema es ajeno toda decisión es cruel. Así de incoherentes son.

Mientras en los hogares más opulentos siguen retorciendose de las nauseas y el asco que le produce ver a un grupo de personas celebrando la muerte de un genocida, les es indiferente el hecho que la paga que le dan a sus sirvientas no le alcance para costear la correcta alimentación de su hijo (el de la sirvienta me refiero). Ese niño que tuvo que parirlo porque un grupo de puritanos no la apoyó en la decisión más coherente, es el mismo niño que desnutrido por no tener alimentos ingresará a un hospital que su madre (una sirvienta) no puede costear. Ese niño fallecerá (hay muchos casos así), pero nosotros seguimos horrorizandonos por esos otros muertos de los que si vale la pena discutir. 

viernes, 21 de octubre de 2011

Plazos

Todos los meses me llama una mujer a mi teléfono, ella me explica paso a paso lo que quiere que haga y a donde tengo que ir. Ella es la que me cobra el saldo pendiente de la tarjeta de crédito. Sí, todos los meses me llama; quizás ya sea hora de hacerme amigo de ella.

El plazo que tengo para pagar mi tarjeta vence justo unos días antes de mi quincena, casi como una advertencia tácita: “no te gastes la plata que tienes deudas que pagar”. La cancelación de esa deuda también tiene un plazo porque si no la pago los hijos de puta del banco agregarán un valor más (el interés) a los que tan elegantemente llaman “saldo pendiente”.

Vivimos de plazo en plazo, cumpliendo con nuestro deber de responder a quien tengamos que responder en el momento exacto que ellos esperan que respondamos: el banco añora que los 15 pague mis deudas, los profesores esperan que entregue los trabajos en la fecha que estipularon; tu pareja espera que cada mes recuerdes el aniversario de su relación para así recibir un regalo; tu jefe espera que entregues sus encomiendas en la fecha exacta que el estipuló como límite exacto para que la compañía, (medio de comunicación, empresa) siga funcionando a ritmo continuo. Plazos.

Uno debe llegar a tiempo al trabajo, eso sí, no hay hora de salida, pero si no cumples con lo estipulado (8 horas), te descuentan el sueldo. Tu hijo, hermano y/o entenado debe llegar todos los días a tiempo al colegio y deberás recogerlo a una hora específica también. Si no lo haces tal cual está indicado en el horario, eres un mal padre, padrastro y/o hermano.

Y llegamos a mi punto: el problema de no poder cumplir con los plazos es el convertirte en esa tiránica, incumplida e irresponsable persona que nadie quiere tener a su lado. Nadie quiere contratar a un tipo que no entrega sus encomiendas a tiempo ni graduará a alguien que no presenta los deberes; nadie querrá estar junto a un novio que no entrega regalos cada 15 del mes y ninguna tarjeta dará crédito a alguien que no paga sus deudas a tiempo.

Aquí, en este mundo de plazos, nadie tiene tiempo a ver él porque uno no pudo cumplir con la fecha establecida, tampoco es que alguien le importe. Si fueras alguien importante no deberías cumplir los plazos sino que los establecerías a tu gusto.

Plazos: ese invento macabro con el que nos distraen a diario para que no tengamos tiempo de detenernos de pensar lo absurdo que es tener que revisar casa 15 minutos ese aparatito que llevamos en la muñeca, el reloj, para saber si estamos tarde para ir a algún lugar a hacer algo que no queremos hacer. La vida es sencilla, nosotros nos complicamos inventando esa cosa llamada tiempo (les cuento un secreto: no existe).

Ahora, sí hay un plazo que se debe cumplir a raja tabla, que se debe respetar como si fuese (y lo es) sagrado; estoy hablando de ese plazo que se cumple mensualmente cada 28 días y que nos asegura que podemos seguir siendo los cabrones irresponsables que somos ya que no habrá una boca más que alimentar. Recuérdalo.

domingo, 16 de octubre de 2011

21 descubrimientos ecuatorianos

*insprado en la columna de Gustavo Gómez, para Soho Colombia*

1) Que los sábados al medio día no se enciende el televisor (a menos que se tenga televisión por cable).

2) Los taxímetros son un mito.

3) Que el cabello crece más rápido si es cortado cuando hay luna llena.  

3) Que forrar de plástico los muebles hará que se conserven intactos.

4) Nadie esta obligado a entregar factura.

5) Se escribe: Ciber-café y es un lugar donde se hacen llamadas.

6) Si se calienta todos los días el aceite para freir chancho no hay necesidad de cambiarlo en dos meses.

7) Que nadie te negará un poquito de arroz para el caldo.

8) El borojó es el equivalente al viagra.

9) Que uno puede edificar casa donde le de la gana porque previo a las elecciones legalizan los terrenos para ganar más votos.

10) Que batir a los bebés hace que les de sueño.

11) Los descuentos del 50% sólo aplican para mercadería que lleva más de un año sin venderse.

12) El encebollado es el remedio más efectivo contra la resaca.

13) Que las marchas y plantones no solo hacen más seguro al país sino que también curan el cáncer.

14) Toda rubia es gringa.

15) Los cheques son comestibles.

16) No importa que el equipo de fútbol tenga los mismos jugadores desde hace un año, si el equipo pierde es culpa del técnico.

17) Los jueces pueden leer El Quijote y sacar un resumen de más de 150 hojas, en una noche.

18) A la universidad se va a sacar título, no a aprender.

19) Que uno nunca sabrá lo que come si pide chaulafán de 1 dólar.

20) Todo presidente sabe exactamente las deciciones que mejor le hace al país solo después de que terminó su periodo de mando.

21) Sí, un ecuatoriano, Pedro Vicente Maldonado, descubrió la planta con la que después harían caucho...

viernes, 14 de octubre de 2011

Logros insignificantes

En el 2007 me gradué del colegio y como todo púber hambriento de conocimiento, como adolescente maravillado con las historias de un barbudo que recorrió el continente en moto, me contagié de sentido nacionalista que hizo que rechazara la idea de irme a estudiar al extranjero. Yo, el patriota con ganas de convertirse en mártir me quedaría en el país apoyando a la educación nacional, demostrando que no es cuestión de abandonar el país para crecer; para demostrar que el que quiere puede.

Hoy tengo 22 años y abandoné dos carreras antes de enbarcarme en el estudio a distancia el mismo que me parece absurdo e ineficiente. Aún no doy señales de conseguir un título universitario. Eso sí, tengo 375 seguidores en Twitter, un trabajo con remuneración aceptable y un carro que aunque viejo, es mío. Esos son mis logros.

Si a los 17 que abandoné el colegio me hubiesen dicho que esta sería mi condición a las dos décadas dos años, no lo hubiese creído. Para esta edad yo no solo ya habría tenido un titulo universitario si no que ya hubiese recorrido sudamérica y hubiese triunfado en dos revoluciones. Lo cierto es que soy mas prole que el prole promedio: el horario de trabajo que alguna vez juré no respetar dicta mis días y mis horas, mis ratos libres y mis actividades. Aunque me gusta mi profesión sigo siendo el empleado que juré jamás sería.

El otro día revisando mi closet descubrí que ya tengo un termo, dos corbatas y zapatos de suela, ahí descubrí que aquel soñador que alguna vez conocí en el colegio, había desaprecido,;ya no estaba ahí, murió el día que abandonó la primera carrera para dedicarse a ganar dinero para tener un poco de libertad. De todas formas el yugo paternal es algo del que no nos libramos sino hasta recibir la primera quincena. Luego los meses solo contarán de 15 días en 15 días. Me deprime solo pensarlo.

Por eso es que cuando veo que nada en mi vida salió como yo esperaba, intento animarme repasando los minúsculos logros que tengo: tengo trabajo y un sueldo, algo que en este país si cuenta como logro, mi carro, que recién terminé de pagar, ya es mío (tres hurtas para mi), si bien ni tengo un cartón que me acredita como periodista, lo soy.

Alguna vez Jhon Lenon dijo: a working class hereo is something to be; él lo dijo sabiendo que el día que muera la lápida de su tumba sería venerada por décadas por quienes somos sus fans; los demás working class heroes serán los que mantendrán limpio los alrededores de sus aposentos. Lo cierto es que nadie venera a los "héroes de la clase trabajadora" porque ninguno de nosotros es un héroe en realidad. Ninguno de nosotros tiene logros que valga la pena resaltar.

Uno espera siempre cosas grandes para si mismo cuando es un niño, uno nunca dice que quiere llegar a ser la cajera de un banco o la recepcionista de una oficina, uno dice que quiere llegar a ser el mesero de McDonals ni el periodista que pone la radio mientras habla el alcalde, no; uno siempre espera llegar a ser la persona que debía todas las miradas al llegar; pero no lo somos.

Eso pequeños logros por los que sacamos pecho, de los que nos enorgullecemos, no son nada en realidad. A mi nadie me felicita por desvelar conspiraciones del gobierno; los que te felicitan al graduaste y obtener un título son los mismo que te negaran un puesto de trabajo. Los logros grandes son los que cambian las vidas de las personas hasta los cimientos y en verdad yo no veo como el recibir un cheque cada quincena nos haga mejores personas ni mejore el mundo.

Ya tengo 376 seguidores en Twitter. Sí ya estoy un paso más cerca de hacer el mundo un lugar mejor.


Pero al final de todo, yo no quiero hacer del arreglar el mundo, el mundo ya está jodido. A mi lo único que me importa es que al final de todo, mi mamá no se sienta decepcionada de mí. Hasta ahora no he ningún puerco mérito para enorgullecerla.

martes, 11 de octubre de 2011

El reality

Ya no tengo ganas de encender el televisor, lo hago por costumbre más que nada. Es como si el ruido de los programas me arrullara para dormir, pero en realidad no veo el contenido. En la televisión no hay nada que ver porque en el mundo no hay nada que ver: los programas son un termómetro de lo que sucede en la actualidad, un reflejo de la realidad, y la realidad es un puerco concurso de popularidad.

El pasado domingo mi ciudad, Guayaquil, cumplió 191 años de "independencia". El berreado Malecón Simón Bolívar fue una vez más la tarima en la que los seudo políticos del medio dimitieron por ver quien congregaba más personas a sus actos de homenaje a la ciudad. De repente lo que se decía un homenaje a la ciudad se convertía en un concurso de popularidad. *aplausos*

Las masas se han convertido en un sinónimo de calidad: si tiene muchos seguidores, muchos fans, mucha gente que le sigue la corriente, eso es ser bueno. Por eso es que Arjona es "mejor" artista que Luis Alberto Spinetta, o al menos eso dice la Billboard cuando califica de exitoso al incongruente guatemalteco. 

Lo curioso, penoso y preocupante es cuando esta enfermedad, la populitis, abandona el universo del entretenimiento y llega a la política (que siempre a sido así). Las decisiones más importantes que se toman en el país se las ejecuta como un reality show: se exhibe a los políticos mientras intercambian peyorativos, y nosotros maravillados .

Ese es el problema del show de la democracia: se trata de una votación de popularidad, la gente vota por lo que quiere, no por lo que necesita. Los medios no contribuimos mucho en mejorar las cosas puesto que somos simples reproductores de un mensaje y damos un mórbido protagonismo a los personajes que más atención atraen, más no a los que más ideas aportan.

Es por eso que es mejor mostrar a un tipo bailando en una tarima que a un humanista debatiendo, y claro, si es de transmitir un debate debe ser uno en el que participen personas que se sacarán los ojos verbalmente. No importa que debatan sobre los problemas de la educación del país, no, nosotros lo que queremos ver es aun millonario que, tras ser acusado de no pagar impuestos, se descontrole se ponga rojo y esté apunto de darle un infarto mientras sus demás opositores se ríen.

La democracia es un show mediatico que no funciona. Las masas son muy volátiles, se dejan llevar con tanta facilidad que nunca serán capaces de escoger lo que necesitan. Nunca lo harán, nunca.

No estoy diciendo que debamos vivir en una dictadura, porque ¿qué es peor que un solo tipo acaparando todas las malas decisiones y nosotros sin capacidad de impedirlo? Lo que digo es que tener la libertad de escoger es tener la opción de equivocarse.

Es tan fácil elegir mal cuando estamos en un constante debate de popularidad: realities que te exigen salvar a tu personaje favorito que a la larga no se diferencia en mucho la política, porque a la larga los politiqueros nos piden su aprobación y nosotros se la damos, los salvamos de ser eliminados del programa. Al fin del año, los "artistas", esos que más discos venden, lo que más pasan en la radio, lo que la gente más pide que suenen, actúen y demás, son galardonados con estatuillas, palomitas de maíz dorados y cualquiera de esas vainas que les dan, y nosotros nos comemos el cuento que se está premiando a un producto de calidad, y nos enorgullecemos. Votamos, elegimos por algo bueno, por algo que es de calidad.

Lo difícil es que al menos uno puede apagar la radio, uno puede elegir no ver televisión, pero en la vida real no hay botón para apagar el show del mundo en el que uno no es un mero espectador sino un participante anónimo, uno que quiera o no debe participar de es reality show.

Así que envie un mensaje al 2880 con las palabras: ME JODÍ, para que se gané un pase de cortesía para disfrutar del show en primera fila. Quiera o no igual va a tener un puesto en el show y al menos que sea uno en primera fila. 

martes, 4 de octubre de 2011

Apellidos

Nunca he digerido a Jodorowsky. Todo ese cuento de la sicomagia, de la filosofía de borracho amanecido, no la digiero, no la paso, no la trago.

Hay mucha gente que alaba a este hombre, que idolatra y venera las palabras que nacen de sus dedos: "se tu mismo", tal y como si fuera la idea más original del mundo; pues déjeme decirle señor de apellido europeo que la publicidad se le adelantó muchos años: el "se tu mismo" ha sido la estrategia más usada por publicistas para que la gente use sus productos y se sienta original. Quizás Jodorowsky es un publicista con un producto que se vende bien y como casi todo producto popular, es un mal producto.

Quizás la gente toma en cuenta a Jodorowsky por eso, por su apellido raro. Si uno de mis paisanos, un cholito de la calle al que llamaremos Juan Piguave, dijese lo mismo que este seudo chileno, nadie lo tomaría en cuenta. Que sabe un Piguave de la vida, un Jodorovsky sí, su apellido es casi tan impronunciable como la primera vez que leíste el apellido de Dostoievski (ambos suenan similar), de ley sabe de la vida, de ley tiene algo importante que decir.

A la larga uno con un apellido como Delgado no tiene nada que hacer en este mundo. Mi apellido no señala nada, no indica una presencia absoluta, no suena europeo y por ende la gente nunca me tomará en serio sin importar que diga las cosa más profundas del mundo (que no lo hago).

No hay que engañarse, somos un pueblito que se cree país y donde aún creemos en la omnipotencia de un apellido.

No menosprecio la obra de Peter Musfeld, el artista alemán radicado en mi ciudad (que tampoco considero un maestro), pero si se hubiese llamado Pedro Aguirre aún seguiría mendigando para vender sus cuadros.

A la larga mi apellido es una maldición (no es que me avergüence de ser quien soy), pero es una maldición en todo sentido. Mi papá es una leyenda viviente del deporte y yo llevo su mismo nombre. Mi nombre, aunque sin "potencia" aparente, siempre me antecedió. La gente siempre esperó más de mi de lo que yo en verdad era o podía ser (al menos en el mundo deportivo).

Mi apellido me trajo muchas concesiones y consideraciones, muchas más de las que hubiese querido, muchas menos de las que en realidad mi papá se merecía, pero cuando finalmente abandoné el universo deportivo me di cuenta que el nombre de papá solo era una palanca si me dedicaba a ser deportista: acá en el mundo de las letras, del periodismo y demás, son otros los apellidos concesionados; pero apellido en fin. No vale el talento, no vale el esfuerzo, solo que tengas apellido de líder editorial o un patronómico impronunciable.

Por eso es que mi plan en esta vida, si es que en algún momento entro en la demencia de tener un hijo, es irme a Rusia, al campo, allá adentro donde hay espigadas rubias con apellidos de doce letras (once consonantes y solo una vocal, esos que necesitas una clase de un día para aprender a pronunciarlo), hacerle un hijo (que de paso nazca allá para que no tenga problemas de Visa ni nada por el estilo) y luego traérmelo al Ecuador. Acá, con su apellido de doce consonantes y una vocal será todo un galán (hay muchas chicas que querrán su apellido), y sí, cuando desee escribir filosofía de cajón yo no me molestaré cuando me pregunte si puede omitir el apellido Delgado y solo firmar con el patronómico materno. No, no me molestaré, lo entenderé con tal que me convide las regalías de los miles de dólares que ganará vendiendo libritos con frases que nadie entiende ni cree, pero repiten como loros para sentirse inteligentes y profundos.