jueves, 26 de diciembre de 2013

Celos

Decía una mujer que odio: 'los celos son para los que dudan de que esa persona te ama'. Es una frase imbécil pero ahora último la he escuchado mucho. Es porque la gente tiende a repetir todo lo que escucha sin siquiera detenerse a preguntarse lo válido del hecho.

Los celos son la reacción más cálida y tierna que hay. A uno le suben el ego y le dan a entender que así sea para joderle la vida a uno, hay alguien que tiene miedo de perderte. Sí, suena muy cursi, pero es que los celos también son la cosa más cursi que hay.

La rabieta reclamona, mientras no incluya grito, es bonita. Un padre cela a su hija porque sabe que hay mucho hijueputa en las calles queriendo comércela, por lo que los celos tienen algo realmente humano que tiene que ver con la protección.

Una madre cela a su hijo de la caderona en minifalda que se sienta en el regazo del 'niño' que ella sentaba en su regazo, y lo hace porque tiene miedo que esa mujer arruine la vida que ella germinó.

Una chica cela a su pareja porque sabe que, bien en el fondo, nadie es propiedad de nadie, y lo que quiere salvar es la mayor parte de tiempo junto a la persona que la tiene gozando, horizontal y verticalmente.

Todos hemos celado a quien no nos corresponde porque es nuestra naturaleza desear lo que no tenemos. Con las redes sociales los celos se han vuelto algo cotidiano, ahora que podemos ver la vida de quien nos atrae en vitrina, cada foto que sube alguien abrazado de alguien que no seamos nosotros, es motivo de celos.

Pero yo hablo de celos, de esa inocente reacción de temor ante el arrebato de la personas que queremos. Sí usted, en cambio, hackea celulares, jala del pelo a su novia o la golpea, o está pendiente de todo lo que ella hace porque no soporta que nadie la vea, usted no es un celoso, es un imbécil enfermo que merece un tiro en la sien.

Pero no vine acá a destilar odio, como de costumbre. Vine a hablar de lo bien que se siente que lo celen. No que le revisen el celular, que le reclamen por cada foto o que le hagan berrinches en público; hablo de celos, de la reacción de agonía inexpresable al ver lo que no se puede tener. Porque si usted reclama, hágalo de forma inteligente. Todo lo demás es un espectáculo horrible que nadie quiere ver.

Usted cele, pero en silencio. Cómase las uñas y envíe indirectas pero nada más. Los celos son un juego en el que las mujeres nos llevan a delantera. Los hombre somos discapacitos emocionales y por ende nuestra reacción en la misma situación es primitiva, estúpida, insípida: uno o se queda callado y se aleja, o hace un berrinche borracho. Solo esas dos opciones. Y ambas son horrendas.

Pero si tiene la oportunidad de que lo celen, disfrútelo. No le digo que sea un hijo de puta reberbero que de ilusiones falsas, solo disfrútelo cual karateka que debe agarrarse los huevos para no saltar de la alegría cada que gana una pelea.

Deje de repetirse a si mismo que los celos son horribles y, de una vez por todas, admita que usted se siente el más Brad Pitt-Gosling-Clooney cada que se cala una tierna rabieta.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Pagar por ver porno

Me atrevo a decir que lo chinos salvaron al mundo. Sin la esclavitud asiática, ¿cómo compraríamos televisores de menos de 1000 dólares? Nuestro estilo de vida se sostiene sobre la miseria de las masas.

Escribo este post desde una Mac que de seguro fue construida con el sudor de trabajadores asiáticos mal remunerados, suicidas en potencia, resentidos con la vida pero con un compromiso laboral insostenible en los estándares occidentales. Yo no quiero pagar mucho por una computadora porque me criaron mal, tratando de siempre sacar más provecho por nada de esfuerzo.

Uno le regatea a los paisanos de las tiendas por precios menores: 'que la cebolla está muy cara', pero lo decimos porque nosotros no nos agachamos a recoger miles de tubérculos a cambio de centavos. A nosotros la míseria ajena nos es indiferente con tal de suplir nuestro caprichos.

Entonces: ¿por qué carajo pido que respeten mi trabajo si yo no lo hago con el ajeno? Hoy me citaron en un colegio porque querían cambiar de proveedores de servicios fotográficos para la graduación de lo bachilleres, pero si estrellaron contra el piso cuando les dije la tarifa. Acostumbrados a pagar un quinto de lo que ya les cobraban, ellos recibían un trabajo de mierda y quería uno mejor sin tener que pagar más por el mismo. En conversación quedó el asunto porque, por política profesional, yo no regateo.

Estamos tan acostumbrados a pedir siempre más por menos; hemos perdido por completo el valor del trabajo, de lo que significa esforzarse porque, como les digo, vivimos en un mundo sostenido sobre la miseria de los demás, escudados sobre la idea de que: 'yo me merezco lo mejor'. Pues déjeme decirle que usted no se merece un culo.

Usted no paga lo que debe por las cosas que recibe: mientras que un agricultor del café gana en Italia 800 dólares la hora de trabajo, acá es o no hacen ni rompiéndose la espalada tres meses seguidos, pero jamás podrá pagar eso porque usted no está dispuesto a pagar 14 dólares por una tasa de expreso, y no lo quiere pagar porque es un hijo de puta.

Uno se la pasa la vida reclamando porque reconozcan su trabajo y no es capaz de reconocer el de otros, todo porque 'usted merece lo mejor'. No, deje de regatear, si le cobran caro por algo es porque es vale el maldito trabajo. Punto. No le de más vueltas al asunto, y si no, siempre encontrará a un imbécil que trabaje por la tarifa que ofrece, pero a cambio recibe un trabajo de mierda, como esas tablets chinas de menos de 80 dólares. Ojalá le explote el aparato en las manos, cabrón.

Tan acostumbrados a recibir todo a bajo precio que nos la pasamos buscando como hacer que nos den todo lo que nos gusta, gratis. Por eso nos encanta Cuevana: ver lo último del cine sin tener que pagar nada, olvidando que para poder tener ese espectáculo fílmico, hubo que pagarle a miles de personas para que se esfuercen en dar el producto final. Si usted no paga, no habrá como hacer más de las películas que le gusta ver. ¿Paradójico, no?

Usted ve todo lo que le gusta de forma gratuita, como el porno. Desde que está el internet se considera un imbécil al que tiene que pagar por ver porno: existe Youporn, Xvideos, Fuq y miles de sitios más que nos ponen en una palestra a todas las acróbatas horizontales que deseamos ver, pero nunca pagar por el vouyerismo. Y en este hábito las chinas (asiáticas) también son las que han salvado al mundo.

Pero la justicia es casi poética: usted ve porno porque necesita tener material para masturbarse, y si se masturba es que no tiene sexo, y no tiene sexo, lo más probable, es por se un hijo de puta tacaño que no quiere invertir en darle comodidades a una mujer decente que, además de cariño, les de placer. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

El reguetón es el nuevo punk

Daddy Yabky es el nuevo Iggy Pop y Don Omar es el nuevo Joe Ramone. Me pienso tragar todas mis palabras y dejar mi ego en el suelo con lo que voy a escribir, pero: el reguetón es el nuevo punk.

Sí, como lo leyó, y espero que siga leyendo. Nada puede frenar a este género y cada vez tiene más fans, tal y como los Beatles en su tiempo o The Ramones en el suyo; Nirvana en los 90, o Ray Charles en los 50. Y en cada época hay quienes dicen que 'esa música de moda es una mierda'. En la actual, somos usted y yo lo que le hacemos muecas al reguetón, pero este reirá al último.

¿Por qué decir que el reguetón es el nuevo punk? Porque representa la misma decadencia que cada generación adora. En los 70 no había nada más decadente que punk, ahora lo es el reguetón.

Cuando el garage rock arrojaba a su hijo bastardo, el punk, todos le hacían muecas al género que representaba el volatil deseo de rebeldía y que-me-importismo de la juventud; esa necesidad por expresarse en contra de un modo de vida establecido y de ir más allá de los límites de la tolerancia. Vestidos con atuendos que en aquel entonces parecían lo más decadente del mundo, hoy, años después, cuando su mensaje e importancia es entendida, los adoramos.

En los 60 la  música celebraba las drogas y en los 80 se inclinó en contra del status quo; ya para los 90 la música representaba esa incomodidad juvenil con el estilo de vida. Pero nada de esto le concierne a Latinoamérica porque nosotros solo somos mercado de tendencias que los gringos nos imponen, hasta que llegó el reguetón.

Sexo, mujeres sudadas, hombres reventados a músculos y usando gafas del sol en la noche; herederos del hip-hop gringo pero con un giro caribeño, caliente como el clima de donde se origina y representante, género abanderado de una generación reprimida.

No por nada la gente grita la lírica de estas canciones a todo pulmón. Los hombres someten verbalmente a las mujeres, tal y como siempre lo desean pero las miles y cientos de campañas en contra de la violencia femenina, les han enseñado que no deben hacer; por eso se desquitan de las mismas en la pista de baile. Las mujeres, menean la cadera con soltura, rozando los muslos en pantalón ajeno, todo con ese permiso lírico que les da el género y el estilo de baile, libres de su propia vergüenza infundada por sus madres. Decadencia pura, lo que nos encanta.

Los gustos musicales populares dictaminan la ideología de una generación y marcan el camino hacia la forma de pensar de los año venideros. Sí en los 80 era 'Anarchy in the UK', hoy es 'eso en cuatro no se ve', un canto a la resignación, a como se toma la vida como viene, siempre y cuando venga y sea divertida.

Nada podemos hacer para suplir el gusto de las masas por la decadencia. No por nada las mujeres adoraban ver a Morrison embolarse en el escenario, y por eso mismo es que adoran ver a René Pérez bailando sin camiseta en el escenario.

Nada podemos hacer para detener esto, pero solo quiero vivir lo suficiente como para ver la clase de excusas que los adultos de mi generación le darán a sus hijos y nietos sobre como conocieron a sus parejas. Los abuelos que fueron jóvenes en los 60 juran que jamás la fumaron, los de los 80 le atribuyen todo a los errores de la juventud y al espíritu rebelde; los de los 90 dicen que simplemente fueron inamaduros. Ya quiero ver como le explican a sus nietos que a su abuela la conocieron punteándosela en medio de una discoteca en una fiesta que nada tiene que nada tiene envidiarle a las que montaban los de Möltey Crüe, quienes ahora, como lo serán en su respectivo tiempo los reguetoneros, son rockeros respetados.   

viernes, 6 de diciembre de 2013

'Mandela cambió al mundo'

Hoy anunciaron que el equipo campeón del mundial de fútbol de Brasil 2014 recibirá 35 millones de dólares. En la radio lo discutían con fervor, no con indignación, que es lo que me provoca saber la cantidad de dinero que dan por patear un balón, sino con el fervor de justicia que se hace con los sacrificados jugadores.

Es imbécil la forma en la que el dinero se reparte en el mundo, y no con esto quiero sonar como hippie vago de 'Occupy Wall Street', porque yo si creo que debe haber gente que tenga más dinero que otros, pero no que se lo despilfarre en idioteces.

La Fifa es de esas entidades contra las que, de existir James Bond, el agente pelearía. Son perversos, manipuladores, despilfarradores de recursos en nombre del regocijo de un espectáculo planetario. Porque nadie niega que el fútbol es divertido, en especial con payasos como Messi y Cristiano Ronaldo en la cancha.

Pero en un mundo como el nuestro, en donde al día miles de niños mueren por no tener acceso a tratamientos, en donde los crímenes raciales siguen dando de que hablar (en pleno siglo 21), darle 35 millones de dólares a poco más de 30 personas que conforman un equipo de fútbol (compuesto por jugadores y técnicos que tienen una media de sueldo de más de 5000 dólares mensuales), es imbécil.

El último mundial de fútbol se lo realizó en Sudáfrica, nación infectada de problemas sociales, en donde Nelson Mandela, que ayer falleció, medio hizo algo para que el mundo (los blancos) entiendan que los negros también son personas. Fue en este país el mundial en el que más robos hubo, y no solo a personas: miembros de la selección argentina de fútbol y otras delegaciones fueron víctimas de las 'nación de Mandela'. Una nación llena de necesidades pero que se dio el lujo de pagar millones de millones de dólares para acuñar un evento mundial que, como dicen los rumores, les resultó en pérdida. Eso sí, a la Fifa en ganancia.

Yo digo que los jugadores fueron víctimas de la 'nación de Mandea' porque los países no son el pedazo de tierra que simbolizan, sino la gente que lo habita. Y, aparentemente, el sudafricano promedio es una mierda. Y si no vea las fotos que el 'Bang Bang Club' sacó durante el final de Appartheid.

Hoy, Irina Borkova, directora general de la UNESCO, otra entidad posible villana de Bond, salió a decir que 'Mandela cambió el mundo'. Que idiota.

Mandela se murió y el mundo sigue siendo la misma, o peor, pocilga. Un mundo en donde pagarle 35 millones de dólares a una caterva de idiotas patea-balones, se ve con regocijo y no con indignación.