miércoles, 20 de agosto de 2014

Groserías

No me gusta el feminismo. Al menos el radical. Lo digo desde lo más misógino de mi persona, desde el rincón más cochino de todo lo mal que me gusta tratar a las mujeres. No de una forma denigrante y mucho menos física, solo con ese cariño que no encuentra otra forma de desfogue ni expresión más que en la grosería. 

Digo que odio al feminismo porque a mi siempre me a gustado decirle a las mujeres lo mucho que me gustan sus nalgas, con toda la intensión de enfatizar en eso bonito de su anatomía, y a ellas les ofende todo esto. 

Estoy en contra de toda forma esquiva del idioma, de ese 'quisiera ser un pez, para clavar mi nariz en tu pecera', que por más prosa que tenga Juan Luis Guerra, no es sino una forma 'formal' de decir 'te la quiero clavar'. Sí, la primera tiene todos los dotes de lo que una persona que domina el idioma puede alcanzar, pero no deja de significar lo segundo. 

A mi no me gusta irme por la tangente y en vez de decir 'quisiera hacer contigo lo que la primavera le hace a los cerezos', digo: 'lo que daría por ver ese culito'. Tácheme de misógino, de machista, de mirar como un objeto a las mujeres (que no lo hago), pero no me puede decir mentiroso. 

Creo que no me falta idioma para encontrar bonitas formas de hablar de la 'pecera' y la 'primavera', pero prefiero no hacerlo. Toda esa carga de misticismo que le mete mi género para hacer de las suyas con el femenino, me enferma. Me enferma porque entre flores, canciones de Arjona y poesía de pueblo, todo eso bonito que resultaba ser el cortejo no quedó más que para protocolo de fotos en Instagram. 

No con todo esto vengo a decir que uno deba hacer de su galanteo una cosa de piropos, esa mierda de jerga que en realidad degrada a la mujer. Lo que le digo es que sea sincero, que le diga a la mujer lo que quiere, lo que le gusta de ella y lo mucho que le agrada almorzar o cenar con ella. Ellas no piden más. Al menos por un buen rato. 

Cuando usted la cague, admítalo, pida perdón y si su disculpa es recíproca, tendrá más oportunidades. Sino, siga con su maldita vida así esa mujer haya sido lo más lindo que haya intentado comerse en la vida. No le de más vueltas al asunto y, por lo que más quiera, no hable mal de ella. ¿Qué sacamos los hombres haciendo mierda a las mujeres? Nada. Nada más que gritarle al mundo que uno lo tiene chiquito y se quiere desquitar con el resto. 

Pero si usted quiere a una hembra, hágaselo saber con groserías, con una nalgada y con un verso sacado de una canción de reguetón escrita por un lerdo (pero usted hágalo con conocimiento de causa). No le diga que la ama, eso es mediocre, hágaselo bien que es mejor; y acuérdese de su cumpleaños. Deje de andar con boberías y prometer cariño para esta vida la otra. Usted prometa lo que puede dar: palos mediocres, buena comida y cero violencia. Si no puede con lo último, mejor vaya y siga corriéndose la paja. Esto último es lo que más felices hace a las 'feminazis', porque a estas lo que más les excita es que a la mujer no se la toque 'ni con el pétalo de una rosa'. Y ellas están mal. 

martes, 12 de agosto de 2014

No a los 'tributos'

Nunca he creído que imitar sea un talento, de hecho lo considero un plagio. Peor, bailar como Michael Jackson no le hace bien al baile. El adicto a las cirugías plásticas ya dejó su marca, para bien o mal, en la forma que la gente se mueve. Repetir una y mil veces al tipo no aporta con nada positivo a la danza, y no me importa cuanto se diga que es por rendirle un homenaje a su arte. Eso significa que no se tiene el talento para pensar pasos de baile propios. 

Por eso es que show de televisión que premian a los mejores imitadores me dan asco, y aún más repudio me da la persona que quiere vivir bajo la sombra de alguien a quien dice admirar, pero no hace más que lucrar del trabajo ajeno de alguien que si le metió mucha cabeza para lograr algo original. Es enfermizo. 

Es por eso que no hay peor evento que un 'tributo': una serie de sujetos que, en nombre de rendir 'homenaje' a un artista en particular, cobran por repetir, y muchas veces repitiendo mal, las canciones de artistas de toda índole. 

En nombre de 'acá nunca vendrán esos artistas', hemos profanado toda la idea de lo que un concierto se supone es: tributo a Sabina, a Soda Estero, Oasis, Alicen In Chain, Linkin Park, Sabina (que de por si el tipo ya es una mala imitación de si mismo hace 20 años), y ha habido valientes que ajenandose a todo criterio, forma y fondo, le hacen tributos a Arjona. Los primeros son solo gente con mal criterio, los segundo ya son enfermos desquiciados que no quieren sino seguirle jodiendo el gusto al mundo. 

Y en una escena musical tan jodida como la local, entiendo que mucha gente con buenas ideas y mejor acordes, recurra a los tributos para ganar algo de plata haciendo lo que les gusta. Entiendo, no justifico. Los entiendo porque acá se le da muy poca cabida, incluso con la ley de 1x1, a los artistas locales, esos que, (algunos) teniendo todo lo que se necesita para ser grandes (menos el marketing), no quedan sino para teloneros de un extranjero. Y eso si da pena. 

También los artistas locales, muchas veces, piden que los apoyen porque son 'made in Ecuador' y eso es tan basura com lucrar de los tributos. Si tocas bien, se lo reconocerá, sino, no. Aunque quizás esta ley no aplica en un país con tan malos gustos como el nuestro. 

En fin, el tributo no es sino una forma de piratería de la que lucran los bares, de las que se aprovechan muchos artistas y de la que disfrutan miles de personas que, en una mentira colectiva, no hacen sino jugar a la idea de que están escuchando la banda que tanto les gusta. 

Quizás hacer tributos no está mal, pero no cobren por hacerlos. ¿De eso se trata un homenaje, no? ¿De rendirle respeto a quien admiras?  Y eso no tiene nada de malo. Hasta los más grandes artistas han hecho homenajes (covers) de canciones ajenas, solo que ellos si le pagaron los respectivos derechos, a la disquera y al artista (que fueron lo que metieron plata y cabeza para hacer un producto tan bueno), para lucrar de la misma. 

lunes, 4 de agosto de 2014

Estoy bien

La selfie le ha quitado lo divertido a la soledad. Ahora ese retrato auto-complaciente que uno se hace con el celular puede ser considerado un hito histórico y hasta 'genial', pero lo cierto es que no hay nada más feo que tomarse una foto solo.

La selfie no es más que uno de los tanto síntomas de esta generación que no hace sino aparentar un perpetuo estado de bienestar. Entre los filtros y el retoque, salir mal en una foto es solo posible para los veteranos de guerra deformados por alguna explosión. Uno vive con la presión constante de enseñarle al mundo lo bien que se está, aunque no lo esté. Si no, pregúntele a cualquiera: '¿Cómo estás?'; la respuesta inmediata será: '¡Bien!', sin siquiera pensarlo, reflexionarlo o sentirlo. 

Estar bien. ¿Qué es estar bien? No lo sé, pero todos lo están. Todos desde la vitrina de sus vidas le hacen ver al mundo tal cual uno se quiere vender. Tal y como si conocer gente se tratara de marketing. Ahora me toca vender la marca 'Jorge Delgado', más allá de lo profesional, sino como ser humano. Pero no lo hago, no porque no quiera, sino por pereza. 

Yo nunca estoy bien. Siempre estoy enfermo y me la paso angustiado, estresado y mal genio. Pienso mucho las cosas y le doy mil vueltas en la cabeza a mis problemas. Es un laberinto de las psiquis que me hace entender cosas, pero me jode muchas más. Y es que yo vivo sugestionándome con el mundo que me rodea, con las cosas que leo y con la basura que veo. 

Lo más probable es que usted no esté bien, pero quiere decirle al mundo que sí, por lo que sube una foto a su instagram con el fin de llenarse de likes, de esa aceptación que no es más que un placebo de la felicidad y de ese bienestar que uno busca proyectar. Si lo consigue, hay un momento de paz, si no, venga que se viene la depresión. Deje de tomarse las fotos al espejo y de ponerle filtros a las selfies; deje de engañar al mundo. 

El otro días leía que se había hecho un estudio que comprobaba que la gente que más selfies se hace son las que menos sexo tienen. Eso tiene lógica, porque tomarse estas fotos es muy parecido a masturbarse. Igual, no se quién carajo es que hace estos estudios que cada vez suenan menos convincentes. Pero de ser así, a mi me hacen falta muchas selfies.