No me gusta el feminismo. Al menos el radical. Lo digo desde lo más misógino de mi persona, desde el rincón más cochino de todo lo mal que me gusta tratar a las mujeres. No de una forma denigrante y mucho menos física, solo con ese cariño que no encuentra otra forma de desfogue ni expresión más que en la grosería.
Digo que odio al feminismo porque a mi siempre me a gustado decirle a las mujeres lo mucho que me gustan sus nalgas, con toda la intensión de enfatizar en eso bonito de su anatomía, y a ellas les ofende todo esto.
Estoy en contra de toda forma esquiva del idioma, de ese 'quisiera ser un pez, para clavar mi nariz en tu pecera', que por más prosa que tenga Juan Luis Guerra, no es sino una forma 'formal' de decir 'te la quiero clavar'. Sí, la primera tiene todos los dotes de lo que una persona que domina el idioma puede alcanzar, pero no deja de significar lo segundo.
A mi no me gusta irme por la tangente y en vez de decir 'quisiera hacer contigo lo que la primavera le hace a los cerezos', digo: 'lo que daría por ver ese culito'. Tácheme de misógino, de machista, de mirar como un objeto a las mujeres (que no lo hago), pero no me puede decir mentiroso.
Creo que no me falta idioma para encontrar bonitas formas de hablar de la 'pecera' y la 'primavera', pero prefiero no hacerlo. Toda esa carga de misticismo que le mete mi género para hacer de las suyas con el femenino, me enferma. Me enferma porque entre flores, canciones de Arjona y poesía de pueblo, todo eso bonito que resultaba ser el cortejo no quedó más que para protocolo de fotos en Instagram.
No con todo esto vengo a decir que uno deba hacer de su galanteo una cosa de piropos, esa mierda de jerga que en realidad degrada a la mujer. Lo que le digo es que sea sincero, que le diga a la mujer lo que quiere, lo que le gusta de ella y lo mucho que le agrada almorzar o cenar con ella. Ellas no piden más. Al menos por un buen rato.
Cuando usted la cague, admítalo, pida perdón y si su disculpa es recíproca, tendrá más oportunidades. Sino, siga con su maldita vida así esa mujer haya sido lo más lindo que haya intentado comerse en la vida. No le de más vueltas al asunto y, por lo que más quiera, no hable mal de ella. ¿Qué sacamos los hombres haciendo mierda a las mujeres? Nada. Nada más que gritarle al mundo que uno lo tiene chiquito y se quiere desquitar con el resto.
Pero si usted quiere a una hembra, hágaselo saber con groserías, con una nalgada y con un verso sacado de una canción de reguetón escrita por un lerdo (pero usted hágalo con conocimiento de causa). No le diga que la ama, eso es mediocre, hágaselo bien que es mejor; y acuérdese de su cumpleaños. Deje de andar con boberías y prometer cariño para esta vida la otra. Usted prometa lo que puede dar: palos mediocres, buena comida y cero violencia. Si no puede con lo último, mejor vaya y siga corriéndose la paja. Esto último es lo que más felices hace a las 'feminazis', porque a estas lo que más les excita es que a la mujer no se la toque 'ni con el pétalo de una rosa'. Y ellas están mal.
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