lunes, 21 de octubre de 2013

Pensar diferente

Yo soy de los que firmemente cree que el aborto no solo se lo debe legalizar, sino promover. De alguna forma hay que hacer que la gente deje de parir tanto. Se acerca diciembre con esto toda una camada de miseria humana inundará la urbe: niños semidesnudos, guiados por una madre gorda escondida detrás de los árboles, saldrán a mendigar todo eso que, ellos dicen, a nosotros nos sobra.

Por cosas así es que yo pienso como pienso. Soy de los que cree que la vida es una mierda, un error de cálculo, una falla de fábrica, una mutación de la naturaleza que, con suerte, se extinguirá a finales de siglo. Pero ese soy yo y no tengo forma de convencerlo  usted de lo contrario, que me encantaría, me entienda. Es más, yo defiendo esa manía de las personas de aferrarse a la existencia y compadezco, es más, apoyo el deseo imperioso de las masas de querer vivir en paz. Pero igual augurio la extinción.

Me encartaría que usted entienda mi punto de visa, pero no lo va a hacer, y eso está en parte bien, porque las diferente posturas son lo que hacen que esta puerca raza de nosotros, haya conseguido algo de avances en la historia.

Es como si la iglesia hubiese seguido imponiendo su punto de vista en el mundo y entonces las ciencia no hubiese podido avanzar para enmendar enfermedades que antes se las atribuía al diablo; si no le hubiesen dado una voz a los negros en EEUU, quizás aún se estarían sentando en la parte de atrás de un bus; sí nos hubiésemos puesto a obedecer casa cosa que los españoles nos imponían, aún seguiríamos viviendo en una colonia de ellos. Y ninguna de estas tres cosas son buenas. Bueno, quizás si viviéramos en colonia española no nos tocaría pedir visa para viajar, pero ese no es el punto.

Imponer una sola opinión, un solo punto de vista, siempre nos lleva a sesgar las perspectivas a atrofiar el progreso. Dicho esto, me preocupa de sobremanera la posición tomada por el presidente de la república sobra las personas de su partido que piensan distinto a él sobre el tema del puré de bebés. A quienes piensan distinto a él las calificó de traidoras, y aquí es donde su figura de poder empieza a preocupar, porque hoy quizás se pida sanción para sus partidario; mañana puede que se silencie a la población en general, todo porque no se sigue una linea ofcial. Esto preocupa. Eso y que el presidente tiene pésimo gusto musical.

Acá en el país con la tasa más alta de maternidad juvenil, la única opción que las mujeres tienen es parir, eso porque el estado no les da alternativas ni educación para evitarlo. Y vaya usted a saber que la falta de opciones es senda cagada, una cagada casi tan grande como la vida que tanto defienden.

Pero quizás, ya reflexionando un poco más a fondo, acá lo que se defiende no es la vida, sino la maquinaria de parir futuros electores, niños que crezcan en las condiciones de vida más precarias, resentidos con el mundo y con la clase pudiente; maquinitas de asentir con la cabeza y de aceptar todo proyecto, incluso cuando están en lo incorrecto, que pueda proponer un gobierno con una curiosa y deplorable posición frente al puré de bebés. Eso es aún más peligroso. 

lunes, 14 de octubre de 2013

Civil War: cuando los héroes oscurecen

El otro día entregaban el Nobel de literatura a una canadience que, les soy sincero, me enteré que existía al saber del galardón que le entregaban. Hace mucho que no me pongo a ahondar en las librería a ver que es lo que hay, y mucho menos a leer un libro extenso, no por vago, que sí lo soy, pero por falta de tiempo. Lo curioso de esto es que me he vuelto más consumidor de la cultura pop, de la 'literatura menor que son los cómics y el manga. Les juro, hay genios por esta parte de las artes. Genios de peso. 

Ahora último estoy obsesionado con las historias de Mark Millar, que entre sus títulos más 'destacados', están las historietas de Kick Ass, ya en la pantalla, pero que tiene (y enfatizo en su grandeza) como Red Son, un distopía del universo de Superman, mi cómic favorito, Old Man Logan, que relata los sucesos finales del Universo Marvel y, la que puede ser, después de Watchmen, el arco de historietas más grande, Marvel: Civil War. ¿Cuándo íbamos a pensar que los héroes iba a terminar luchando a muerte entre ellos por escalrecer o guardar su identidad secreta? Y eso es solo el inicio. 

Porque Civil War (2006 - 2007) es más que una historieta, es una radiografía de una sociedad (spoilers) 

La historia empieza con una reality show de superhéroes mediocres en búsqueda de la fama. Su aventura los lleva a enfrentarse a villanos más allá de su alcance, lo que resulta en la masacre de niños en un colegio. ¿Reality de personas mediocres? ¿Matanzas escolares? Millar es un genio que engloba los dramas de un país y los llena de personas con súper poderes tan solo para llevar todo a figuras poéticas. Y esto lo pongo de preámbulo para que entienda la capacidad metafórica de este señor. Porque, en realidad, la historia que más disfrute, fue lo que engloba a Civil Wars. 

Tras la vergüenza de la guerra en Irak, toda la fe que los americanos depositaba en su gobierno se desplomó. Muchos empezaron a ver como todas esas figuras que durante años creían se levantaban en nombre del bien y de lo correcto, no era más que intereses de un estado y un ejército que solo respondía a intereses económicos. El pueblo, en su derecho, empezó a querer saber quienes eran las personas detrás del gobierno que movían los hilos que manejan al estado. Esa nación, EEUU, la gran nación por la que millones de personas han muerto, llevaba una máscara y todos querían saber quien la portaba. 

Civil War inicia con la premisa de que el daño causado por esos seres que alguna vez las personas idolatraban, debía tener responsables. Así es como el gobierno dispone la 'Ley de registro de súper humanos', un acta que obligaba a todos los superhéroes a revelar su identidad y trabajar para el estado, para y por sus intereses. Así, los héroes se dividen en dos bandos: Tony Star, el empresario, el representante del capital, que esta del lado del estado, que, está de más decir, lo apoya; y el Capitán América, que representa a las personas, al pueblo que quiere seguir en el anonimato (y ojo que esto toma mayor relevancia con el escándalo del espionaje). 

Pero de alguna forma, el pueblo en general, esa fracción de la población a la que no representa el Capitán América, está desencantada con los que alguna vez fueron sus ídolos, los aborrecen, los consideran, tanto al capital como a sus soldados (y ojo que el Capitán América es un soldado), sus enemigos. Les temen. 

Millar engloba una situación en la que los alguna vez ídolos, son ahora los enemigos del pueblo; de la masa que, descontenta, oscurece la figura de los héroes al punto de aborrecerlos. ¿No es eso lo que está pasando en el mundo? 

En el 2007, Millar planteaba un drama de la lucha de la privacidad, del desencanto de los ídolos, de una lucha de poderes llena de traidores en la que, como en el cómic se explica, no hace más que destruir el país y a la población a la que alguna vez los héroes juraron prometer. 

Curiosamente, el penúltimo tomo de esta gran historia, contada en casi 300 páginas, Narra una historia muy lenta, en donde vemos a un Tony Stark, el percursor de esta normal, la ley del registro, y el multimillonario, figura primordial del capital estadounidense, arrepentido. El le habla a la nada, al vacío y le pide perdón a alguien, a quien en principio fuera su amigo: el Capitán América, muerto. El símbolo de un país destruido por su capital. El símbolo de soldados entregados a la muerte en pie de los intereses creados; el símbolo de cómo el paternalísmo social puede llegar a ser tan peligroso. Y todo esto en un cómic. 

Millar ha creado una historia salvajemente compleja, llena de matices que me siguen apareciendo cada que repaso las hojas (PDF) del cómic. Un retrato de una sociedad que se cae a pedazos porque los ídolos que ellos admiraban, las personas y entidades a las que deben seguir, se están matando las unas a las otras. 

Y quien me venga a decir que Millar no escribe tan bien como Alice Munro (Nobel 2013), se puede ir al carajo. 

viernes, 4 de octubre de 2013

La pobreza que no erradicará el Yasuní

El stand-up es difícil, en especial en un lugar lleno de idiotas como es el Ecuador. Que el Moflólogo tenga lleno total dice todo lo que uno debe saber sobre gustos locales.

Eso me llena a entender un poco más el porque los comediantes, en su mayoría latinos, hacen la comedia que hacen. Mientras que Chris Rock usa los estereotipos de los negros estadounidenses para enfatizar en su idiotez, Emilio Lovera celebra la capacidad alcohólica de los venezolanos. Mientras que, en vida, Bill Hicks utilizaba la intolerancia de los católicos para remarcar los ímbéciles que son, Laureano Marquez hace ovación a esa capacidad infinita de ignorancia de los sudaca.

Es como si el latino estuviese orgulloso de la mierda que es, de lo desordenado que es, de lo ignorante, intolerante, mal educado, incumplido, retrasado, que es. Porque lo somos.

Porque, aceptémoslo, somos una nación de ignorantes; personas consumidas por la rutina de una perpetua crisis económica y resentidas contra un sistema que no entendemos ni queremos comprender. Buscamos ídolos, mesías en todos lados, líderes que nos guíen por un sendero, preferiblemente una carretera de hormigón, hacía un futuro en donde las masas se beneficien del trabajo de unos pocos. Porque lo gratis siempre es bueno (y este es el modus vivendi del latino).

Y por eso es que le sonreímos a la promesa del fin de la pobreza. Esa que ya la hicieron en la década del 70 durante el Boom Petrolero y que nos la vuelven a hacer hoy con otra especie de Boom Petrolero. Cuarenta y tantos años nos sodomizan con el mismo cuento, y esto es solo posible porque somos ignorantes e imbéciles, y esa es otra clase de pobreza.

Acá nos importa más el posible billete que nos ingrese, pero sin importar que se descubra el pozo petrolero más grande del mundo en las Galápagos, y lo explotemos, nada de ese dinero le quitara la vagancia y desdén a los funcionarios públicos ni los hará más coordiales. O menos prepotentes.

Ningún pozo petrolero hará que la gente deje de cruzar la calle sin usar los pasos peatonales, o lanzarse al tráfico en plena luz verde; ninguna refinería hará que las oficinas públicas contesten el teléfono durante un partido de la selección, o hará que la gente deje de perseguir ambulancias para sortear rápido el tráfico, o hará que los buseteros dejen de coger pasajeros fuera de las zonas de embarque; no hay .

No hay mina de oro negro que haga que los empleadores no exploten laboralmente a sus empleados, o dejen de abusar de ellos por el mero hecho de remunerarlos con un sueldo que, si la ley no estipulara un mínimo, le pagaría aún menos; no hay forma de evitar que los niños prefiaran jugar al fútbol o robar antes que estudiar y prepararse; esto también es pobreza, y de la peor; todo el petroleo del Yasuní o del mundo nos la va a a erradicar.

Somos una nación de idiotas y por eso creemos que el petroleo es la solución a todo. Nuestros políticos son como esos comediantes de stand up que repiten una mil veces ese chiste, se vanaglorian de la ignorancia de la gente, solo que en vez de risas, reciben más votos.

Esa esa la clase de gente de la que nos sentimos orgullosos, de la que hacemos chiste y le seguimos dando alas, y es por eso que el país seguirá en la mierda mientras las personas sigan encontrando graciosos los chistes de Marquez, Lovera y la Mofle. Y esa, es la peor clase de pobreza. 

martes, 1 de octubre de 2013

La mayonesa en la TV

Sabemos los gordos el poder de la mayonesa: un brebaje tapa arterias que perenniza la vergüenza de sacarse la camiseta en la playa; un adereso capaz de quitarle el mal sabor a la beteraba y llevar a toda hamburguesa a convertirse en la más sublime de las experiencias. Y sin importar las lonjas que a uno le cuelguen, el gordo sabe que no hay comida chatarra que esté completa sin el elemento amarillo. 

Porque uno bien sabe lo que hace cuando baña a las papas fritas con calorías y grasa saturada, uno bien sabe el daño que le hace a su imagen y, por consecuente, a su vida sexual. ¿Por qué seguimos hechándole mayonesa a la hamburguesa? Porque nos gusta. 

Uno bien podría reclamare a la persuasiva publicidad esa dependencia, pero luego uno recuerda que no hay nadie poniéndote un arma en la cabeza a la hora de aceptar que te agranden el combo en la cadena de comida rápida de tu elección. Uno se come la mierda que quiere porque le gusta como sabe y, aunque no está dispuesto a vivir cómodo con las consecuencias, más nos puede la grasa saturada. 

Los que si ponen pistolas en la cabeza son todos los malandros a los que la ley pareciera amparar. Pero afianzar leyes que los penalicen más no importa, la ley que hay que poner en pie es esa en la que no puede haber más comerciales de comida a la que la mayonesa le hace un bien, esa comida rápida, esa que tanto amamos, y que ahora, de cierta forma, deberemos comer con vergüenza. 

Ahora la comida chatarra también es enemigo del pueblo, que lo es, pero lo amamos, y no se trata de estigmatizar a este enemigo, aislarlo y señalarlo como malo, simplemente la población sola debe darse cuenta el daño que causa, y alejarse de él, cosa que no va a pasar porque es nuestro mejor enemigo. 

Prohibir los comerciales de comida rápida en la la TV es realmente imbécil, porque uno debe tener la potestad de elegir lo que es bueno o malo, más no que nos lo impongan, o nieguen porque una o más personas así lo quieran. Cada uno debe de ser capaz de decidir si le quiere o no poner mayonesa a su hamburguesa. Déjennos lamentarlo en paz durante la temporada de playa.