jueves, 28 de junio de 2012

Súper poderes

Cuando ves Superman lo primero que piensas, y nadie me puede decir que no, es "¿por qué no hay un héroe verdad en el mundo?". No hablemos de los bomberos, esos a lo que todos le han inflado el ego a punta de halagos sobre lo desinteresado de su trabajo (que no está mal) pero sigue siendo su trabajo; hablemos de súper héroes: Batman (no Robin que es una mierda), Superman, Spiderman, Iron Man o hasta Sentella, en el peor de los casos.

Como todo ser humano, yo lo que quiero es un mundo tranquilo donde vivir, pero como buen máquina de transformar oxígeno en dióxido de carbono no quiero mover un dedo para hacerlo. No me considero un mala persona, tampoco buena, pero al menos no ando quemando vivos a jóvenes a los que le quiero robar el celular. 

Pero volviendo a los héroes, uno lo que quiere es alguien que nos salve. Claro, uno no quiere ser el salvador, al menos no de adulto, no cuando ya tiene trabajo y todo te da pereza. Pero secretamente, con cada noticia, uno desea que algún meteorito traiga un bebe esteroidal que nos salve, que nos cobije bajo su tutela de niño bueno y traiga paz mundial. No va a pasar. 

Superman no va a venir a la tierra porque estamos solos en este puto universo; Batman no va a rescatarnos porque, siguiendo la lógica del cómic, ningún millonario panzón e idiota va a ponerse en el tope del edificio del banco de la Previsora para controlar el crimen de esta ciudad. Él prefiere seguir cultivando banano y gastar la plata lanzándose para presidente. 

Pero no estamos del todo desamparados, en el mundo actual si hay súper poderes, en especial es súper poder adquisitivo, como el de Alvarito, Gates o Silm, ese poder que les permite ganar más dinero que usted, su papá, su abuelo y yo juntos para cuando haya dejado de leer este párrafo. Ellos lo pueden adquirir todo. Y el que no me diga que eso es un poder: jódase. 

Y regresando a los Comics, Ben Parker le dijo a Peter, solo unos momentos antes morir: "un gran poder viene con una gran responsabilidad"; pero no, con 6'000.000,000 millones de dólares la irresponsabilidad resulta divertida ¿o no? 

Usted y yo sabemos lo que queremos es poder, no volar ni dispara rayos por los ojos porque, seamos realistas, aunque podamos volar los gringos nos van a pedir visa (eso si es que no nos bombardean en el aire), y además no hay párpado que aguante rayos láser incandescentes, porque lo que serías es un ciego. Uno lo que quiere es el poder de Ryan Golsing de hacer gritar a la mujeres cuando pasa a su lado, arrancar los suspiros que Brad Pitt causa en las cuarentonas desahuciadas con marido con panza bielera; uno lo que quiere es tener esa capacidad de entrar a un almacén a decir "dame esto, esto, esto y esto, y quédate con el cambio". Y el que diga que no, está mintiendo o es un idiota. 

Porque mientras usted esté bien, el mundo se puede ir al carajo, repítalo conmigo, no se haga el digno, usted lo sabe. Aunque tenga todos los poderes de Superman o las habilidades de un Jedi, se moriría de la pereza de ir respondiendo a cada grito de ayuda y pasaría en casa, usando la mirada calórica para calentar el canguil, la súper velocidad para ir a "pegarse un cuchci" en el baño durante los comerciales, y la 'la fuerza' para atraer el control remoto cuando está lejos del velador. Usted lo haría, yo lo haría. 

Y cuando lo pienso, quizás por eso es mejor que no tengamos súper poderes, porque con poderes normales, siendo la raza que somos, nunca los usamos para otra cosa que no sea nuestra conveniencia: JLo usa sus súper nalgas para hacer millones y comprarse pendejadas, Sinatra usó su súper voz para lo mismo; John Holmes usó su súper miembro para tener sexo como idiota y steve Jobs usó su súper 'labia' para vendernos reproductores de MP3 de 600 dólares. Ninguno contribuyo positivamente con la humanidad. 

De existir la super velocidad, los robos y violaciones aumentarían alarmantemente; con la invisibilidad tendrían que despenalizar el acoso sexual para bajar la cantidad de procesos que se generarían. No olvidemos lo que sucedería en caso de que exista la súper fuerza, donde pasaríamos siendo golpeados por mandriles sin cerebro que todo lo consiguen 'por la fuerza', y con la telepatía la violación debería de cambiar de forma penal para poder ser procesada. Esa es la clase de personas que tuviésemos en un mundo como el del Capitán Marvel y Galactus. 

Pero si me dan a escoger un poder, uno solo, uno que me haga feliz, sería tener la pomposa habilidad de que cuando 'lo pida', no me lo nieguen.

martes, 26 de junio de 2012

El éxito

El simple hecho que exista competencia me enferma. Pero me enferma en serio. Toda mi vida hice deporte competitivo y sufro de síndrome de colon nervioso, por lo que en los instantes previos a la competencia mientras todos calentaban, yo me sentaba en una esquina, contraído, con la panza hecha un bulluco y sin poder estirarme debido a que tenía el colon inflamado. Para cuando llegaba el partidor tocaba fingir que no pasaba nada, me lanzaba a competir y bueno, el resultado era obvio: perdía.

Pero más allá del hecho de mi enfermedad, la competencia me enferma en el sentido figurativo. La competencia nace como una forma civilizada de demostración del macho que más testosterona tiene. En la igualdad de géneros, las mujeres, en todo su derecho, disfrutan de lo recreativo de la competencia departiendo entre ellas; pero lo cierto es que la competencia es un invento masculino por demostrar quien es el macho alfa.

Está en la naturaleza: el rinoceronte o antílope con el cuerno o cachos más grandes; el pavo real con el plumaje más bonito, el pajarito que mejor nido hace; todos compiten por ser elegidos por las hembras de su especie. La competencia nace de la necesidad reproductiva, del animal que está listo para "esparcir su semilla", por lo que podemos resumir que la competencia nace de nuestra necesidad de tener sexo. Que mierda.

Pero el problema resulta en que de toda competencia arroja uno o más perdedores. En el mundo animal, diferente al nuestro, el que pierde solo busca alguien más con quien procrear y si no lo logra, bueno, sus genes no eran lo suficientemente buenos. En nuestra realidad, la competencia trae consecuencias mucho más comprometedoras, en especial cuando e nombre del éxito se cometen las atrocidades más grandes, como tunear carros con halógenos para llamar la atención y poder 'triunfar en el apareamiento'.

El capitalismo es el hijo prodigo de la competencia: un sistema social en el que se pude llegar a lo más alto del escalafón social siempre cuando se este dispuesto, a través de un amplio conocimiento de la estrategia, a atropellar a todo el que se atraviese. En ese caso se escapa de mi entendimiento como es que Alvarito Noboa sigue en lo alto de la cadena capitalo-evolutiva si cada vez que abre la boca vemos su "genialidad".

Se supone que para ahora deberíamos haber sorteado la barrera evolutiva y superar nuestros instintos animales, pero no, hasta ahora seguimos compitiendo en lugar de llegar a consensos: aún tenemos fronteras, las personas siguen hablando de "mi gente" en vez de "la gente"; el capital se perfila como el defensor absoluto de ese interés propio, o de un significativo conglomerado de personas (entiéndase países) y en nombre de ser la nación más exitosa del mundo, socavamos a todos los países vecinos y sus personas. Acá es donde nos vemos afectados todos los que estamos debajo de la frontera gringa, entiéndase "los países en desarrollo".

Esto no se trata de defender a un sistema como el comunismo, socialismo o ninguna de esas vainas; es estúpido pensar que todos somos iguales cuando no es verdad. Desde nuestra fisionomía hasta inteligencia, la superioridad existe, el problema es cuando existe el interés por el éxito de por medio y la condescendencia queda de lado. Aunque existan entes superiores, la perfección de un sistema social se conseguiría al mantener un equilibrio de todo lo que nos rodea, sostener el sistema en donde las jerarquías se mantengan sin atropellar a los subordinados, es decir, sin atropellar a los que sufrimos del colon. Pero esto no va a pasar.

Nosotros nunca vamos a dejar de competir porque el éxito resulta mucho más satisfactorio que nada. La atención recibida por los vencedores diluye cualquier razonamiento, ellos son el ejemplo a seguir, lo que preocupa, porque seguir el ejemplo de Cristiano Ronaldo significa que dará una generación de niños cabeza-hueca de buen peinado. Eso es lo que muchos desean ser; eso es tener éxito en este mundo.

Atrás quedaron la competencia de pomposos nidos de los pajaritos por salvar la especie, nosotros dejamos de ser una especie para convertirnos en una plaga consume recursos: hace mucho dejamos de ser humanos y nos convertimos en una especie de zombies hambrientos de un ideal de éxito que no es más que una idea distorsionada de lo que se suponía fuera un acto de reproducción.

En ese caso, en 'la competencia de la vida', yo voy perdiendo. Mi colon no me deja ser persona, no me deja correr esos riesgos que a las mujeres les atraen, tampoco me deja disfrutar de todos lo manjares que  esta raza ha fabricado. Por suerte (gracias a la involución), las féminas perdieron ese olfato que les permitía detectar los genes malos, porque yo estoy lleno de esos. Ahora solo me queda apuntalarle a la suerte, ver si es que el Santo Capitalismo me bendice con ese poder absoluto que el dinero otorga. Que asco. Yo de verdad preferiría volver a esa búsqueda de éxito como los rinocerontes o antílopes, en donde se busca la macro cualidades como señal de éxito. De alguna forma, ver quien de nosotros tiene el miembro más grande me parece una forma de competencia más civilizada que esto de andar comparando cuentas bancarias.

jueves, 21 de junio de 2012

Permisos

Lo que uno menos espera es que las cosas pasen: envías unos papeles a EE.UU. con el mismo desgano esperanzado, casi mecánico, con el que depositas los cupones en las ánforas para el sorteo de un carro en un mall. La sorpresa es cuando, un mes después, ya ni recordabas lo que habías hecho, y recibes un mail, una confirmación en la que te aprueban como Staff de prensa del Comic Con 2012 que se realizará el 15 de julio en San Diego, California. Por unos minutos eres feliz.

Ahora, tienes la libertad de ir a ese lugar, codearte con la marea de geeks, nerds y fans más grande del mundo, pero recuerdas que no tienes visa, nunca has tenido.

Aprediado por los plazos, a todo motor tramitas los permisos y buscas la forma de que te concedan el permiso de ir a pisar suelo gringo. Así fue como encontré la visa de periodista, un papel que para ser tramitado debes cancelar 160 dólares pero que de presentar los papeles indicados, es imposible que te lo niguen. Por otro instante eres feliz.

Los días pasan y empiezan a llegarte los boletines de prensa de las cosas que habrán: exposiciones de zombies, flashmobs de Star Wars, convenciones de ánimes; tu no tienes tiempo de emocionarte porque aún no has completado los papeles para la visa y el reloj corre en tu contra. Por un momento te desesperas.

Luego recuerdas que para ir necesitas donde quedarte. Investigas y te das cuenta que la habitación de hotel más barata que encuentras está a 175 dólares la noche. Son 5 días que tienes que estar allá, piensas "es un valor a pagar por estar en una misma sala de conferencia con Stan Lee, quizás hasta una entrevista le saques". Haces la reservación.

Los días pasan y la señora a la que le encargaste el presupuesto del pasaje para viajar hasta allá no contesta. Haces los cálculos y sabes que vas a gastar todo el dinero que no tienes, pero tu sigues creyendo en la causa. Deliras en las noches soñando, departiendo tus pensamientos entre la gente que conocerás, las fotos que harás y las cosas que aún te faltan por hacer. La visa es lo primero que te atormenta cada vez que dejas de pensar en las poses que harás junto a los zombies. Por un momento te duermes.

A inicios de esta semana me llegó la noticia: el pasaje está a 1400 dólares, dinero que no tengo y aunque dilate el crédito, no tendría para pagar el hospedaje. Comienzas a resignarte.

Los dias trancurren, con las noticias del día olvidas por momentos que estuviste a un paso de irte a un evento al que siempre quisiste asistir, a conocer a los autores que siempre quisiste entrevistar, a pisar el suelo que nunca pudiste aterrizar.

Para entonces habrás cancelado la cita en el consulado, la reservación en el hotel y los intentos por convencerte que lo habías logrado. Luego suspiras al entender que no adquiriste esa deuda; te salvaste de un año repreciones alimenticias autoinfringidas, todo con tal de ahorrar dinero para pagar ese iluso viaje. Por un momento te resignas por completo.

Hoy te llega un correo, otro de los tantos boletines del Comic Con, esos en los que se habla de la charla de William Shatner y del cronograma de presentaciones de películas de súper héroes, pero no, este es diferente. Lo lees y se te hace un nudo en la garganta, te deprimes mientras contestas que no, no serás parte del grupo de periodistas que entrevistará a George R.R. Martin (el autor de Game of Thrones). No dices el porqué de tus motivos.

En el mail ellos no entenderán que eres ecuatoriano, que tu tienes que pedir permiso para poner un pie en casi todos los países decentes del mundo, tampoco dirá que ganas sueldo de periodista, esa profesión de la que a veces dudas pero que es la misma que te hace tener esa clase de oportunidades y permisos para entrevistar a estas personas. Porque aquí es donde se presentra la tragedia: aunque los tengas, los permisos, habrá cosas que hagan tus anhelos imposibles. En un mail no les puedes explicar eso, y aunque lo hagas, no, no entenderán. Por un momento tragas ese nudo en la garganta. Ahora sí, sigue con tu vida. 

miércoles, 20 de junio de 2012

Mecanismo de defensa

Lo que más asombra del caso del Quicentro Sur es la reacción de las personas durante la balacera que se dio durante el robo; esa reacción está grabada en video. No digo que liberar a los siete posibles implicados en el caso sea poca cosa, pero acá la liberación de detenidos por 'falta de pruebas' se ha hecho tan común que uno solo lo espera. Este hecho solo corrobora una cosa: el que se queda preso en el Ecuador es un idiota.

En los medios se abusa de la palabra zozobra para describir la condición en la que los ecuatorianos vivimos, olvidando que uno tiene este sentido de supervivencia que lo conduce a desarrollar una apatia frente a todos los hecho reportados. Imagino como una balacera en un mall de Suecia sería no solo noticia internacional, sería también una ruptura en la normalidad de su aburrida vida. Acá es una más que se le suma a los tiroteos del paradero en la Metrovía el mes pasado, a la del Hospital Militar hace unos años y a la que ayer se registró en el hogar de un policía en el sur de Guayaquil. Esas son las últimas que recuerdo.

Mi vieja sigue horrorizada con todas las cosas que suceden. Ella, acostumbrada a vivir en un país decadente pero "teóricamente seguro, delira al ver que uno tienen que trabajar a pie en una ciudad dónde se atropellan una promedio de 5 personas al día. Yo camino todos los días por las calles y voy siempre con mi cámara al hombro, lo que me convierte no solo en una posible estadística de personas arrolladas por los carros sino también en una posible víctima del hampa (otra de esas puercas muletillas de las que los periodistas abusamos). Por mi parte, intento convencerme que me da igual.

A veces siento envidia por mis compañeros de estudio, a ellos no les interesan las noticias (lo que me hace preguntarme ¿para qué carajo sigo escribiendo?). Ayer, mientras la redacción para la que trabajo sufría porque, estando próximos a cerrar la edición del diario, a Julian Assange se le ocurrió pedirle asilo a la embajada de este puerco país en Londres. Digo que siento envidia de mis compañeros porque cuando me excusé con ellos ya que no iba a poder asistir a la sesión de fotos que habíamos programado para esa hora, ellos ni siquiera tenían idea de quien es Assange, ahorrándose toda la vergüenza, indignación y frustración que los que algo sabemos de política internacional, sufríamos.

Porque a la final creo que la única forma de hacer tolerable la estancia en este país es no estar al tanto de lo que aquí sucede. Uno la tiene jodido porque vive de estar pendiente de las noticias. Quizás por eso es que la mayoría de mis colegas que conozco manejan la ironía muy bien, es ese mecanismo de defensa que usamos para reírnos de la desgracia de vivir acá; y aunque no estamos tan jodidos como en México, al menos allá a los comunicadores no los tildan de sensacionalistas, tergiversadores de la información ni desestabilizadores de la patria por reportar lo que está sucediendo. Allá es peor: son degollados por los mismos protagonistas de las historias que escriben.

En México, como acá, hay cientos de balaceras grabadas por cámaras de seguridad como las que registraron el tiroteo del Quicentro. Quizás esos videos son los que hay que enseñarle a Assange, para ver si se asusta y se queda por allá. Quizás a el lo que lo atrae es el hecho de venir a cumplir su condena a las prisiones de acá, dónde, como los del Quicentro, cualquiera evade la ley. Si a él se le ocurre pedir asilo en el país, luego de utilizar por primera vez uno de los lindo baños de las gasolineras de por acá, de ley se regresa. Si eso no funciona, después de que lo lleven al primer mitin político a comer hornado, le da tifoidea y ahí si no tiene opción más que regresarse. Él entenderá que 'no atenderse' en los hospitales del seguro también es un mecanismo defensa. 

domingo, 17 de junio de 2012

Tetas

El mundo seguirá rumbo al fracaso mientras la publicidad y la prensa, los canales de televisión y los padres de familia se vean obligados a encontrarle sinónimos a la palabra "tetas". Nadie quiere aceptarlo, pero el mundo entero está obsesionado con las tetas.

Dígale chichis, busto, mama, pecho, 'bubis' (para los más imbéciles), lo que usted quiere decir es tetas: acumulaciones de grasa sobre la cavidad torácica de la anatomía femenina que han sido responsables de más discusiones de pareja, choques e impúdicos pensamientos que cualquier otra parte de la anatomía. 

Irónicamente, las mujeres se toman el tamaño del busto a pecho. Para ellas hablar de tetas es casi tan complejo como para los varones hablar de su pene. Las mujeres se acomplejan por el tamaño de sus pechos, sufren por no tener más o por no tener dinero para ponerse más. Lo que ellas no entienden es que, pequeñas o grandes, y aunque haya algunos hombres que digan tener preferencia, tetas son tetas y para nada sirven. 

Sí, hay pocas cosas ta bonitas en este mundo como un par de 'chichis' (discúlpenme la grosería), que ven la luz a través de un escote. No lo digo como morboso, machista o nada por el estilo, solo digo lo que todos pensamos. De hecho, no importa que frente a usted, señorita, se encuentre el caballero más cabelloroso que conozca, si usted va con un buen escote, nada decente cruzará por la mente de tal hombre. Se lo garantizo.

Pero volvamos al punto: las tetas son inútiles (al menos socialmente). Las hay planas e inexistentes, con algo de relieve pero incapaces de hacer sombra, hay de las que hacen sombra y de las (favoritas de García Marquez) que caben la palma de la mano; las hay de las medianas y firmes (pero también las hay aguadas), así como grandes y bien puestas (como también aguadas); las hay gordas y enormes, caídas y viejas; incluso hay amorfas.Tetas hay para todos los gustos pero sin ningún propósito. 

Alguna vez escribi sobre la fascinación mórbida de los hombres por las nalgas femeninas, en este caso, no así como con las tetas, llegué a la conclusión de que su función era el de proteger la cavidad anal; hablemos claro, la nalga sirve para defecar pero que increíblemente nosotros le habíamos encontrado el gusto a la carne que se acumula debajo de la cintura. Con las tetas es distinto, ellas están ahí para ser aprovechadas por la cría que la portadora de las mismas engendre; esa cría succionará la leche materna de aquellos pechos, son para él, no para nosotros, lo que lo hace aún más bizarro. Las tetas sirven para un propósito completamente distinto que para el que la sociedad les ha dado. 

Lo que emputa del asunto es nuestra respuesta animal ante estos bultos de grasa sobre el pecho de una mujer: bajamos la velocidad en el tráfico para poder contemplarlas, tomamos fotos al 'lindo paisaje' para poder después hacer zoom en la gráfica donde aparecía esa chica de pechos grandes; somos incapaces de configurar pensamientos coherentes cuando tenemos un par de estas adelantes. Somos unos idiotas. Andrés Borbor lleva años poniéndonos a voluminosas mujeres de amplio pecho en la publicidad para seamos incapaces de cuestionarnos lo exorbitante de los precios que nos toca pagar por cada llanta que le compramos; las tetas son el recurso más bajo de la publicidad subliminal. Aún así caemos.

Yo entiendo que nuestro fanatismo por los pechos nace de una necesidad biológica por encontrar una pareja que sea mucho más capaz de reproducirse que otra (tal cual comportamiento animal), pero tanto la publicidad como las mujeres han encontrado la forma de utilizarlas para hacer lo que desean: los unos para vendernos un producto, las otras para hacer lo que deseen de nosotros. ¿No me cree? Analíselo y recuerde cuantas veces le ha cedido el puesto, comprado una cerveza y se ha reído de los malos chistes de una mujer con tetas grandes. Haga el mismo cálculo para las de busto pequeño. De nada. 

Pero aunque uno analice, razone y le de mil vueltas al asunto; por más que entiendas y comprendas que las tetas son para los bebés y no para los adultos; sin importar cuanto discurso feminista, charlas anti acoso sexual y\o discurso de pudor nos dicten, acá, hombres y mujeres reaccionaremos siempre de la misma forma: las damas envidiarán a esas señoritas que a los 60 años tendrán problemas de columna, las llamaran perras por haberse ganado la lotería genética y ellas no; los hombres, por nuestro lado, nos idiotizaremos y nos reiremos de sus malos chistes con tal de tener un par de segundos más para contemplarlas, a las tetas digo, no a las mujeres. Así de imbéciles somos. 

Y aquí la desgracia más grande de una mujer de senos grandes: ella nunca sabrá si es que los hombres la encuentra interesante para conversar o simplemente la están morboseando. De nada. 

miércoles, 13 de junio de 2012

Si a Nadal le hubiesen robado su reloj en Guayaquil

Para que Rafico Nadal venga al país primero tendrán que pasar 30 años. Imagino que alguna tarjeta de crédito deberá organizar un evento de lanzamiento para que necesite que una estrella de antaño venga dar caridad mediática al tercer mundo. Cual rockero de los 70 que visita el Ecuador en nuestro tiempo, los dientes del tenista deberán ser sostenidos por Corega, solo así se le ocurriría venir por estor lares. Él aceptará el partido amistoso porque en su país nadie lo toma en cuenta.

Nadal llegará al país en un vuelo de Iberia, y como viene por acá se sentará al lado de algún migrante que todavía no ha descubierto el desodorante. El tenista llegará al ya obsoleto aeropuerto de Chongón y en la terminal, el oficial de aduana, un policía recién egresado de la academia, no lo reconocerá. El uniformado lo enviará pasar por un escáner para ver si es que no trae alguna vaina escondida en el cuerpo. Sí, las drogas aún serán ilegales para esa época. En el cuarto, un oficial superior lo reconocerá y le pedirá disculpas al tenista para después dejarlo salir al pabellón donde recogen a los pasajeros. Nadal tendrá que sortear a los miles de familiares de los migrantes que llegaron junto con él en el vuelo. Por un momento se emocionará pensando que los carteles y globos que sostienen son para recibirlo a él, pero no es así. 

Los mediocres periodistas deportivos, esos que se escondían en el tumulto de familiares, abordarán a la celebridad de décadas pasadas con las mismas preguntas que laguna vez le hicieron en su época de oro; pero será rescatado por el ejecutivo de ventas de la compañía de tarjetas de crédito que lo trajo al país. De ahí lo llevará directo al anexo del Tenis Club de Samborondón donde después de demorarse 50 minutos en el tráfico de las 18:00, arribarán. Allí nuestros hijos (porque para entonces la mayoría de nosotros habrá metido la pata) se acercarán para tomarse fotos con él. Ellos no saben quién es. Como buen aniñado e ignorante solo conocerán a las estrellas de turno. Ellos se tomarán fotos con él porque sus padres les dicen que algún día fue importante. Nadal sonreirá. 

Luego del brunch, las fotos, el parloteo y más fotos, el tenista irá a la cancha a medirse con Julio Campuzano, el mismo que para entonces tendrá las rodillas más jodidas que el español. El fue lo mejorcito de nuestra época. Aunque el tenista local jamás tuvo esta oportunidad (jugar contra el español) en sus 'años de gloria', ese día se medirá con Nadal en una cancha de arcilla. Claro que parecerá tenis de campo porque ambos vejetes lucirán árboles clavados al piso ya que no se podrán mover mucho durante el juego (por sus rodillas). 

Tras dos horas de sets y matchs, ambos tenistas se saludarán y Nadal habrá perdido no porque Campuzano sea mejor, sino que el español se volverá a joder lo meniscos durante el encuentro. Así de cagado deberá estar para que venga al Ecuador. Después del abrazo formal irán al camerino a cambiarse, a bañarse, y dejaran sus pertenencias en sus maletas. Es un club privado y nada debe pasar. Pero Nadal se olvidará que estaba en el país de la linea ecuatorial. 

Después de la ducha, el ex tenista buscará su reloj de 350,000 euros en el bolso pero no lo encontrará. Tras del quinto intento de búsqueda, se rendirá: se lo han robado.

Nadal saldrá semidesnudo a avisarle a las autoridades del club que se le robaron la prenda. Como se olvido poner los dientes no le entenderán. Regresará al camerino por su placa y utilizará el celular que la compañía de tarjeta de crédito le prestó para su estancia en el país y así poder contactarlos. 

Tras la indignación, los ejecutivos de la empresa de crédito movilizaran a toda la fuerza policial guayaquileña para que rodeen el club y encuentren ese puerco reloj. Nadal se quedará más tranquilo, así fue en Paris, en el 2012, cuando tras movilizar a todos los gendarmes de la Ciudad Luz, su Richarld Millie personalizado aprecio a las 24 horas de búsqueda. Ese mismo día, el del operativo en Guayaquil, pero en la noche, los policías citarán a una rueda de prensa para decir que pese al amplio despliegue de uniformados, no pudieron dar con el paradero del antisocial. El alcalde de turno saldrá a dar declaraciones de lo insegura que es la ciudad y que la culpa es de la revolución ciudadana (que tal y como parece hoy, aún estará vigente para aquel entonces). El tenista se retorcerá de la irás al saber que ese pedazo de historia de sus días de gloria se quedará en el Ecuador.
El ladrón del reloj ni sabrá lo que tiene (no ve noticias) y se irá a la Bahía a vender la prenda en alguno de los puestos. El comprador pensará que es una replica y le dará 25 dólares. Dos semanas después lo venderá en 100 a algún tipejo que llegó por regalo para su papá, esos que se compran regalos a última hora. Así será como algún viejo guayaquileño portará 350,000 dólares en su muñeca y ni siquiera estará enterado. 

Lo cierto es que después del robo Nadal regresará a su natal España. Lo hará la misma noche del robo. Molesto, el tenista no quiso esperar al carro de la empresa que lo contrató y se montó en el primer taxi que encontró en las afueras del Tenis Club. Sabido el taxista, al escuchar el acento de su pasajero duplicará la tarifa y cobrará 50 dólares en una carrera de 20 minutos. El tenista indignado pagará, todo con tal de irse rápido. 

En inmigración, Nadal se topará con otro agente de aduana que no lo reconoce y que lo atenderá con esa amabilidad característica del ecuatoriano. 'Mierda de país', pensará el español mientras que por segunda vez en el día lo hacen pasar por un escáner para ver si no lleva drogas pegadas al cuerpo. 'Mierda de país', volverá a pensar, descubriendo lo que usted y yo entendimos sin tener que pagar 350,000 dólares. 

lunes, 11 de junio de 2012

El elegido

Los cajeros automáticos debitan 0,50 centavos de dólar (en promedio) por cada transacción, consulta de saldo y/o transferencia que se realice en ellos. Uno analiza y dice que ese es el valor que hay que pagar por no tener que hacer la fila en el banco, pero luego te das cuenta que no, ese es tu dinero y el banco te lo está robando.

De alguna forma, que me pongan una pistola en la cara y me pidan mis ahorros me parece más sincero. Los bancos son expertos en hacernos creer que cada decisión que toman y nos involucra, beneficia a los consumidores, es decir nosotros, y no es así. Las entidades bancarias nos roban la plata y nosotros nos creemos iluminados con cada uno de los centavitos que ellos mensual, semanal o diariamente nos debitan de las cuentas luego de habernos escogido para gozar de servicios como 'pañitos húmedos en caso de un accidente', o alguna de esas estupideces que ellos ofrecen. Como no estamos acostumbrados a leer más de 140 caracteres, ni entendemos que sucede; comprendemos lo que pasó cuando al siguiente mes tu cuenta de ahorros tiene un significativo desfaz de dólares.

El otro día no más mi banco me llamó para besarme la nalga: ellos me habían elegido de un selecto grupo de jóvenes entre los 21 y 35 años (el 30% de la población económicamente activa del país) y había sido 'premiado' con una nueva tarjeta de crédito; es decir, me había ganado una deuda. Ellos no me preguntaron si yo la quería, asumieron que siendo una persona de mi edad, compradores compulsivos que no miden su sueldo, necesitaba otra tarjeta más.

Ese mismo día, el de la llamada del banco, visité la Policía Judicial por una rueda de prensa en la que enseñaban a una banda de ladrones. Al menor de los delincuentes lo mostraron de espaldas porque aún no cumplía la mayoría de edad. El líder de la banda era tipo de solo un año menor a mi. En teoría, según la hipótesis del banco que guarda mi dinero, ellos también son parte de la generación elegida, de ese selecto y privilegiado grupo de consumidores; ellos son el futuro de la patria. 

Es por eso que me parece una ternura cuando los publicistas abusan de ese discurso que apela al público joven, a mi generación, a la que suponen tiene capacidad de discernimiento pero que lee a Jodorowsky como si fuera el profeta más grande que hay, incapaces de ver la mierda que es. Me cago de risa cuando nosotros, los que comprendemos la audiencia entre los 20 y 30 años, usamos ese discurso oficialista de como somos el futuro de la humanidad, porque nos tragamos el cuento. El discurso lo utiliza Guillermo Lasso, ese que aspira a presidente y que dice que se ve a si mismo en los jóvenes de la patria. Si es así me preocupa. ¿Acaso este tipo ha visto la clase de gente en la que se ve reflejado?

Lasso, como buen banquero, no hace más que apelar a nuestro ego. Su estrategia de campaña no es más que una tergiversación de los verbos que utilizan cuando llaman a decirte que has sido premiado con una tarjeta de crédito. Tu has sido escogido para votar por él. Pobre tipo.

Pero Guillermito fue el de la idea del descuento de 50 centavos de dólar por cada transacción, y si no fue su idea, cuando era cabeza de un banco no hizo nada en contra de este robo. Eso me emputa, me emputa tanto como si ese par de criminales que colocaron en la palestra mediática hubiesen venido a ponerme una pistola en el rostro, a elegirme de entre 4 millones de guayaquileños para ser asaltado. Al menos ellos me lo dicen, que me están asaltado, y no me adulan con ese comlejo de Neo (el elegido) para hacerme creer que lo que me están haciendo es un favor.

El otro día ya usé la tarjeta que me dieron. Ellos ganan, siempre ganan.

jueves, 7 de junio de 2012

Si te me casas

Yo creo que todos los que renegamos del matrimonio es porque no lo hemos vivido. De todas formas son más de 2000 años y tiene que haber algún motivo para que la gente se siga casando. Imagino que antes era más fácil, el matrimonio digo, porque la gente no tenía las libertades amorosas de hoy en día e iban directo a la horca con quien creía era la persona indicada. Hoy pasamos de persona en persona, timando, tasando, experimentando, equivocándonos. Lo último es lo que más hacemos.

Cuando hablo de esto último es porque, por estas libertades amorosas, uno tiene la posibilidad de departir su tiempo con personas a las que llegas a estimar; hablemos claro, pasas tiempo con personas que te enamoras, te mueven el piso y te sacuden la cama. Por eso mismo, cuando te alejas de las mismas ya sea por cachos, porque te cansaste o porque encontraste alguien mejor, algo de esa relación queda ahí, latente, jodiéndote el cerebro en cada borrachera que te pegas. Algunos lo llaman "extrañar a esa persona", yo lo llamo, "encabronamiento porque ya no están juntos". 

Lo crítico del asunto es cuando años después, cuando el hígado pudo regenerarse de todos los tragos que te tomaste en su nombre, sabes que ella, con la que algún día fuiste feliz (y luego un alcohólico en potencia), se casa. 

No me pasó a mi, pero le paso a un 'conocido', uno de los tuitero más bacanes a los que sigo y que tuvo la desfachatez de enterarse a través de esta red social de mierda que una de sus ex se casaba. No me quiero poner en su plano porque él fue capaz de tomarlo con gracia, yo no lo haría. Puedes estar feliz con alguien, pero hay que admitir que de solo imaginarlo uno se deprime. 

Porque luego de separarse de alguien nadie espera que al otro le vaya mejor. Uno es 'el padre de la hipocresía' cuando dice: "te deseo lo mejor", porque no es así. Cuando una pareja termina uno lo que quiere es que ella se engorde, se le caiga el pelo, se le llene la cara de granos; que se convierte en un puto monstruo asusta niños para que se quede sola en este puto mundo. Eso no pasa, pero uno lo desea. Es normal, estás herido y ella es la causa de tu metamorfosis emo. 

La inmadurez apremia estos momentos de tu vida y, aparte de ese cuadro deprimente del que sufres, la bloqueas de ti, de las redes sociales y de tu celular. De nada sirve, te sabes el número de memoria pero tienes que engañarte de alguna forma. Uno sabe que ha superado a su ex cuando finalmente olvida su número de teléfono (haga la prueba). Lo insensato del asunto es que, lo más seguro, tus amigos la hayan agregado a las redes sociales y aproveches los ratos en los que ellos van al baño para agarrar sus smartphone y ver el perfil de Facebook de tu amor pasado. "¡Maldita puta!", pensarás cual machista herido, despechado, superado por un nuevo hombre que acompaña a tu ex en su foto principal. Así de mierda somos. 

Porque las redes sociales están ahí para jodernos la vida, si no miren al tuitero que tuvo que enterarse de este fatal hecho a través de la red de microbloggin. Mierda de páginas web. 

Y es que aunque yo se que fue gracioso/trágico el tema de conversación en Twitter, con cada tweet que  escribíamos le recordamos el hecho que dio inicio a todo ese parloteo: ella se va a casar.

Yo no se que haría, como reaccionaría si me enterase de tal manera o siquiera me enterase de que te me casas. Maldita. 

domingo, 3 de junio de 2012

Payasos

Messi se lució ayer, era digno de aplaudirlo. La tarde pasada la selección de mi país fue ridiculizada por el combinado de argentino, encabezado por el ganador del balón de oro, en un partido de fútbol jugado en suelo gaucho. Y es que con un delantero como el del Barcelona de España jugando en el equipo contrario no hay mucho que hacer. Cada jugada que emprendía era un espectáculo y, aunque era 'mi equipo' el que estaba siendo masacrado, era imposible no disfrutar de sus habilidades (las del argentino, digo).

De todas formas el partido fue un show, uno en el que la selección ecuatoriana fue la víctima, pero show al fin. Que el equipo pierda no influye en nada, no mejora la economía, no disminuye el racismo; ese no es su rol. La selección nacional no está aquí para resolver de los problemas de desigualdad social del país, está ahí para entretenerla (a la sociedad). No importa que ganemos el mundial de fútbol, seguiremos siendo un país de mierda, sino miren a Brasil: cinco títulos mundiales y unas cinco matanzas anuales en las fabelas de sus ciudades más importantes. Sí, el fútbol no hace la diferencia.

Es realmente enternecedor cuando le gente en realidad cree que el deporte une a los países, tal y como en Las Filipinas, cuando Manny Pacciano pelea y el país vitorea el nombre de un tipo al unísono, olvidando por instantes la miseria en la que viven. Porque de eso se trata el entretenimiento: sacarnos por unos instantes de nuestros cabales para llevarnos a una ilusión de superación colectiva. No, no nos hemos superado.

En este sentido me encanta, me fascina, me deslumbra el trabajo que han hecho las grandes empresas para mantenernos idiotizados. Es asqueroso pero admirable como hipnotizan a las personas, como les han dado un emblema, ya sea un equipo de futbol, un peleador, un atleta, que lleva el estandarte de un país en su espalda; que si él se supera es porque el país se supera. Nos entretienen en medio de toda la pomposidad del espectáculo, los colores, los cambios de ángulos de las cámaras, la música inspiradora de fondo y esa sensación de realización una vez que termina el evento. No les conviene que dejemos de ser entretenidos.

Porque los espectáculos deportivos son eso, entretenimiento; eso y marketing. A la Speedo no le importa si es un compatriota gringo o un turco el que se lleva la medalla, con tal de que vista una tanga con su marca para que la gente necesite comprarla, verse como ese 'ídolo'. Usain Bolt corre a toda velocidad como caballo dopado en medio de una multitud de jamaiquinos hambrientos, esos que aplauden la 'hazaña' de un tipo que corre 100 metros en menos de 10 segundos. Aplauden entretenidos a ese payaso moderno, a ese motor de ventas de Puma.

Los deportistas no son sino payasos de la actualidad, seres que entretienen a las masas pero que no aportan con nada positivo a la humanidad. Reúnen a 22 jugadores en un estadio a romperse las canillas intentando llevar un balón de un arco al otro y 88 mil almas gritan, sufren y se exasperan, tal y como en un circo los espectadores sufren cuando sueltan a un león en medio de los payasos. Los futbolistas no hacen sino entretener a pobres y ricos, solo que los segundos se aprovechan de ellos, utilizándolos como pancartas publicitarias para generar una necesidad en una audiencia que, idiotizada por la adrenalina del entretenimiento, es incapaz de razonar si en realidad necesita zapatos de 250 dólares.

Pero yo no digo que esté mal ver a esta gente lucirse, necesitamos ser entretenidos. A mi me encanta ver como Anderson Silva revienta tabiques a diestra y siniestra en la jaula de la UFC; lo que está mal es que yo no sea capaz de ver que eso es un show, un programa que fue creado para desviar mi atención de la realidad, para venderme un producto, para crearme una idea y sueños de superación absurdos; está mal que yo sueñe ser como él. Nada de lo que está ahí detrás de la jaula es la vida real: es una fantasía mediática para los analfabetas visuales. Eso es el show del deporte.

Y aunque nadie quita que ellos, los deportistas, tienen vida 'sacrificadas', no importa cuanto entrenen o perfeccionen una patada, un golpe o una jugada, ninguna de ellas curará el cáncer o equiparará las economías del mundo. Alexandra Escobar podrá levantar mil kilos sobre sus hombros y en Esmeraldas, su provincia, las niñas seguirán teniendo una edad promedio de maternidad de 14 años. Ella tampoco es capaz de ver que está siendo utilizada para entretener a un público.

Porque aunque Escobar sea una titán en el mundo de las pesas, ella no hará nada más que entrtener. Igual Messi, que es un genio con el balón, pero en la sociedad él cumple el mismo rol de un payaso en medio del circo, o el de un mono bailarín sobre una caja musical; Messi está ahí para que lo aplaudan, nada más.