domingo, 3 de junio de 2012

Payasos

Messi se lució ayer, era digno de aplaudirlo. La tarde pasada la selección de mi país fue ridiculizada por el combinado de argentino, encabezado por el ganador del balón de oro, en un partido de fútbol jugado en suelo gaucho. Y es que con un delantero como el del Barcelona de España jugando en el equipo contrario no hay mucho que hacer. Cada jugada que emprendía era un espectáculo y, aunque era 'mi equipo' el que estaba siendo masacrado, era imposible no disfrutar de sus habilidades (las del argentino, digo).

De todas formas el partido fue un show, uno en el que la selección ecuatoriana fue la víctima, pero show al fin. Que el equipo pierda no influye en nada, no mejora la economía, no disminuye el racismo; ese no es su rol. La selección nacional no está aquí para resolver de los problemas de desigualdad social del país, está ahí para entretenerla (a la sociedad). No importa que ganemos el mundial de fútbol, seguiremos siendo un país de mierda, sino miren a Brasil: cinco títulos mundiales y unas cinco matanzas anuales en las fabelas de sus ciudades más importantes. Sí, el fútbol no hace la diferencia.

Es realmente enternecedor cuando le gente en realidad cree que el deporte une a los países, tal y como en Las Filipinas, cuando Manny Pacciano pelea y el país vitorea el nombre de un tipo al unísono, olvidando por instantes la miseria en la que viven. Porque de eso se trata el entretenimiento: sacarnos por unos instantes de nuestros cabales para llevarnos a una ilusión de superación colectiva. No, no nos hemos superado.

En este sentido me encanta, me fascina, me deslumbra el trabajo que han hecho las grandes empresas para mantenernos idiotizados. Es asqueroso pero admirable como hipnotizan a las personas, como les han dado un emblema, ya sea un equipo de futbol, un peleador, un atleta, que lleva el estandarte de un país en su espalda; que si él se supera es porque el país se supera. Nos entretienen en medio de toda la pomposidad del espectáculo, los colores, los cambios de ángulos de las cámaras, la música inspiradora de fondo y esa sensación de realización una vez que termina el evento. No les conviene que dejemos de ser entretenidos.

Porque los espectáculos deportivos son eso, entretenimiento; eso y marketing. A la Speedo no le importa si es un compatriota gringo o un turco el que se lleva la medalla, con tal de que vista una tanga con su marca para que la gente necesite comprarla, verse como ese 'ídolo'. Usain Bolt corre a toda velocidad como caballo dopado en medio de una multitud de jamaiquinos hambrientos, esos que aplauden la 'hazaña' de un tipo que corre 100 metros en menos de 10 segundos. Aplauden entretenidos a ese payaso moderno, a ese motor de ventas de Puma.

Los deportistas no son sino payasos de la actualidad, seres que entretienen a las masas pero que no aportan con nada positivo a la humanidad. Reúnen a 22 jugadores en un estadio a romperse las canillas intentando llevar un balón de un arco al otro y 88 mil almas gritan, sufren y se exasperan, tal y como en un circo los espectadores sufren cuando sueltan a un león en medio de los payasos. Los futbolistas no hacen sino entretener a pobres y ricos, solo que los segundos se aprovechan de ellos, utilizándolos como pancartas publicitarias para generar una necesidad en una audiencia que, idiotizada por la adrenalina del entretenimiento, es incapaz de razonar si en realidad necesita zapatos de 250 dólares.

Pero yo no digo que esté mal ver a esta gente lucirse, necesitamos ser entretenidos. A mi me encanta ver como Anderson Silva revienta tabiques a diestra y siniestra en la jaula de la UFC; lo que está mal es que yo no sea capaz de ver que eso es un show, un programa que fue creado para desviar mi atención de la realidad, para venderme un producto, para crearme una idea y sueños de superación absurdos; está mal que yo sueñe ser como él. Nada de lo que está ahí detrás de la jaula es la vida real: es una fantasía mediática para los analfabetas visuales. Eso es el show del deporte.

Y aunque nadie quita que ellos, los deportistas, tienen vida 'sacrificadas', no importa cuanto entrenen o perfeccionen una patada, un golpe o una jugada, ninguna de ellas curará el cáncer o equiparará las economías del mundo. Alexandra Escobar podrá levantar mil kilos sobre sus hombros y en Esmeraldas, su provincia, las niñas seguirán teniendo una edad promedio de maternidad de 14 años. Ella tampoco es capaz de ver que está siendo utilizada para entretener a un público.

Porque aunque Escobar sea una titán en el mundo de las pesas, ella no hará nada más que entrtener. Igual Messi, que es un genio con el balón, pero en la sociedad él cumple el mismo rol de un payaso en medio del circo, o el de un mono bailarín sobre una caja musical; Messi está ahí para que lo aplaudan, nada más. 

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