Lo que más asombra del caso del Quicentro Sur es la reacción de las personas durante la balacera que se dio durante el robo; esa reacción está grabada en video. No digo que liberar a los siete posibles implicados en el caso sea poca cosa, pero acá la liberación de detenidos por 'falta de pruebas' se ha hecho tan común que uno solo lo espera. Este hecho solo corrobora una cosa: el que se queda preso en el Ecuador es un idiota.
En los medios se abusa de la palabra zozobra para describir la condición en la que los ecuatorianos vivimos, olvidando que uno tiene este sentido de supervivencia que lo conduce a desarrollar una apatia frente a todos los hecho reportados. Imagino como una balacera en un mall de Suecia sería no solo noticia internacional, sería también una ruptura en la normalidad de su aburrida vida. Acá es una más que se le suma a los tiroteos del paradero en la Metrovía el mes pasado, a la del Hospital Militar hace unos años y a la que ayer se registró en el hogar de un policía en el sur de Guayaquil. Esas son las últimas que recuerdo.
Mi vieja sigue horrorizada con todas las cosas que suceden. Ella, acostumbrada a vivir en un país decadente pero "teóricamente seguro, delira al ver que uno tienen que trabajar a pie en una ciudad dónde se atropellan una promedio de 5 personas al día. Yo camino todos los días por las calles y voy siempre con mi cámara al hombro, lo que me convierte no solo en una posible estadística de personas arrolladas por los carros sino también en una posible víctima del hampa (otra de esas puercas muletillas de las que los periodistas abusamos). Por mi parte, intento convencerme que me da igual.
A veces siento envidia por mis compañeros de estudio, a ellos no les interesan las noticias (lo que me hace preguntarme ¿para qué carajo sigo escribiendo?). Ayer, mientras la redacción para la que trabajo sufría porque, estando próximos a cerrar la edición del diario, a Julian Assange se le ocurrió pedirle asilo a la embajada de este puerco país en Londres. Digo que siento envidia de mis compañeros porque cuando me excusé con ellos ya que no iba a poder asistir a la sesión de fotos que habíamos programado para esa hora, ellos ni siquiera tenían idea de quien es Assange, ahorrándose toda la vergüenza, indignación y frustración que los que algo sabemos de política internacional, sufríamos.
Porque a la final creo que la única forma de hacer tolerable la estancia en este país es no estar al tanto de lo que aquí sucede. Uno la tiene jodido porque vive de estar pendiente de las noticias. Quizás por eso es que la mayoría de mis colegas que conozco manejan la ironía muy bien, es ese mecanismo de defensa que usamos para reírnos de la desgracia de vivir acá; y aunque no estamos tan jodidos como en México, al menos allá a los comunicadores no los tildan de sensacionalistas, tergiversadores de la información ni desestabilizadores de la patria por reportar lo que está sucediendo. Allá es peor: son degollados por los mismos protagonistas de las historias que escriben.
En México, como acá, hay cientos de balaceras grabadas por cámaras de seguridad como las que registraron el tiroteo del Quicentro. Quizás esos videos son los que hay que enseñarle a Assange, para ver si se asusta y se queda por allá. Quizás a el lo que lo atrae es el hecho de venir a cumplir su condena a las prisiones de acá, dónde, como los del Quicentro, cualquiera evade la ley. Si a él se le ocurre pedir asilo en el país, luego de utilizar por primera vez uno de los lindo baños de las gasolineras de por acá, de ley se regresa. Si eso no funciona, después de que lo lleven al primer mitin político a comer hornado, le da tifoidea y ahí si no tiene opción más que regresarse. Él entenderá que 'no atenderse' en los hospitales del seguro también es un mecanismo defensa.
En los medios se abusa de la palabra zozobra para describir la condición en la que los ecuatorianos vivimos, olvidando que uno tiene este sentido de supervivencia que lo conduce a desarrollar una apatia frente a todos los hecho reportados. Imagino como una balacera en un mall de Suecia sería no solo noticia internacional, sería también una ruptura en la normalidad de su aburrida vida. Acá es una más que se le suma a los tiroteos del paradero en la Metrovía el mes pasado, a la del Hospital Militar hace unos años y a la que ayer se registró en el hogar de un policía en el sur de Guayaquil. Esas son las últimas que recuerdo.
Mi vieja sigue horrorizada con todas las cosas que suceden. Ella, acostumbrada a vivir en un país decadente pero "teóricamente seguro, delira al ver que uno tienen que trabajar a pie en una ciudad dónde se atropellan una promedio de 5 personas al día. Yo camino todos los días por las calles y voy siempre con mi cámara al hombro, lo que me convierte no solo en una posible estadística de personas arrolladas por los carros sino también en una posible víctima del hampa (otra de esas puercas muletillas de las que los periodistas abusamos). Por mi parte, intento convencerme que me da igual.
A veces siento envidia por mis compañeros de estudio, a ellos no les interesan las noticias (lo que me hace preguntarme ¿para qué carajo sigo escribiendo?). Ayer, mientras la redacción para la que trabajo sufría porque, estando próximos a cerrar la edición del diario, a Julian Assange se le ocurrió pedirle asilo a la embajada de este puerco país en Londres. Digo que siento envidia de mis compañeros porque cuando me excusé con ellos ya que no iba a poder asistir a la sesión de fotos que habíamos programado para esa hora, ellos ni siquiera tenían idea de quien es Assange, ahorrándose toda la vergüenza, indignación y frustración que los que algo sabemos de política internacional, sufríamos.
Porque a la final creo que la única forma de hacer tolerable la estancia en este país es no estar al tanto de lo que aquí sucede. Uno la tiene jodido porque vive de estar pendiente de las noticias. Quizás por eso es que la mayoría de mis colegas que conozco manejan la ironía muy bien, es ese mecanismo de defensa que usamos para reírnos de la desgracia de vivir acá; y aunque no estamos tan jodidos como en México, al menos allá a los comunicadores no los tildan de sensacionalistas, tergiversadores de la información ni desestabilizadores de la patria por reportar lo que está sucediendo. Allá es peor: son degollados por los mismos protagonistas de las historias que escriben.
En México, como acá, hay cientos de balaceras grabadas por cámaras de seguridad como las que registraron el tiroteo del Quicentro. Quizás esos videos son los que hay que enseñarle a Assange, para ver si se asusta y se queda por allá. Quizás a el lo que lo atrae es el hecho de venir a cumplir su condena a las prisiones de acá, dónde, como los del Quicentro, cualquiera evade la ley. Si a él se le ocurre pedir asilo en el país, luego de utilizar por primera vez uno de los lindo baños de las gasolineras de por acá, de ley se regresa. Si eso no funciona, después de que lo lleven al primer mitin político a comer hornado, le da tifoidea y ahí si no tiene opción más que regresarse. Él entenderá que 'no atenderse' en los hospitales del seguro también es un mecanismo defensa.
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