El mundo seguirá rumbo al fracaso mientras la publicidad y la prensa, los canales de televisión y los padres de familia se vean obligados a encontrarle sinónimos a la palabra "tetas". Nadie quiere aceptarlo, pero el mundo entero está obsesionado con las tetas.
Dígale chichis, busto, mama, pecho, 'bubis' (para los más imbéciles), lo que usted quiere decir es tetas: acumulaciones de grasa sobre la cavidad torácica de la anatomía femenina que han sido responsables de más discusiones de pareja, choques e impúdicos pensamientos que cualquier otra parte de la anatomía.
Irónicamente, las mujeres se toman el tamaño del busto a pecho. Para ellas hablar de tetas es casi tan complejo como para los varones hablar de su pene. Las mujeres se acomplejan por el tamaño de sus pechos, sufren por no tener más o por no tener dinero para ponerse más. Lo que ellas no entienden es que, pequeñas o grandes, y aunque haya algunos hombres que digan tener preferencia, tetas son tetas y para nada sirven.
Sí, hay pocas cosas ta bonitas en este mundo como un par de 'chichis' (discúlpenme la grosería), que ven la luz a través de un escote. No lo digo como morboso, machista o nada por el estilo, solo digo lo que todos pensamos. De hecho, no importa que frente a usted, señorita, se encuentre el caballero más cabelloroso que conozca, si usted va con un buen escote, nada decente cruzará por la mente de tal hombre. Se lo garantizo.
Pero volvamos al punto: las tetas son inútiles (al menos socialmente). Las hay planas e inexistentes, con algo de relieve pero incapaces de hacer sombra, hay de las que hacen sombra y de las (favoritas de García Marquez) que caben la palma de la mano; las hay de las medianas y firmes (pero también las hay aguadas), así como grandes y bien puestas (como también aguadas); las hay gordas y enormes, caídas y viejas; incluso hay amorfas.Tetas hay para todos los gustos pero sin ningún propósito.
Alguna vez escribi sobre la fascinación mórbida de los hombres por las nalgas femeninas, en este caso, no así como con las tetas, llegué a la conclusión de que su función era el de proteger la cavidad anal; hablemos claro, la nalga sirve para defecar pero que increíblemente nosotros le habíamos encontrado el gusto a la carne que se acumula debajo de la cintura. Con las tetas es distinto, ellas están ahí para ser aprovechadas por la cría que la portadora de las mismas engendre; esa cría succionará la leche materna de aquellos pechos, son para él, no para nosotros, lo que lo hace aún más bizarro. Las tetas sirven para un propósito completamente distinto que para el que la sociedad les ha dado.
Lo que emputa del asunto es nuestra respuesta animal ante estos bultos de grasa sobre el pecho de una mujer: bajamos la velocidad en el tráfico para poder contemplarlas, tomamos fotos al 'lindo paisaje' para poder después hacer zoom en la gráfica donde aparecía esa chica de pechos grandes; somos incapaces de configurar pensamientos coherentes cuando tenemos un par de estas adelantes. Somos unos idiotas. Andrés Borbor lleva años poniéndonos a voluminosas mujeres de amplio pecho en la publicidad para seamos incapaces de cuestionarnos lo exorbitante de los precios que nos toca pagar por cada llanta que le compramos; las tetas son el recurso más bajo de la publicidad subliminal. Aún así caemos.
Yo entiendo que nuestro fanatismo por los pechos nace de una necesidad biológica por encontrar una pareja que sea mucho más capaz de reproducirse que otra (tal cual comportamiento animal), pero tanto la publicidad como las mujeres han encontrado la forma de utilizarlas para hacer lo que desean: los unos para vendernos un producto, las otras para hacer lo que deseen de nosotros. ¿No me cree? Analíselo y recuerde cuantas veces le ha cedido el puesto, comprado una cerveza y se ha reído de los malos chistes de una mujer con tetas grandes. Haga el mismo cálculo para las de busto pequeño. De nada.
Pero aunque uno analice, razone y le de mil vueltas al asunto; por más que entiendas y comprendas que las tetas son para los bebés y no para los adultos; sin importar cuanto discurso feminista, charlas anti acoso sexual y\o discurso de pudor nos dicten, acá, hombres y mujeres reaccionaremos siempre de la misma forma: las damas envidiarán a esas señoritas que a los 60 años tendrán problemas de columna, las llamaran perras por haberse ganado la lotería genética y ellas no; los hombres, por nuestro lado, nos idiotizaremos y nos reiremos de sus malos chistes con tal de tener un par de segundos más para contemplarlas, a las tetas digo, no a las mujeres. Así de imbéciles somos.
Y aquí la desgracia más grande de una mujer de senos grandes: ella nunca sabrá si es que los hombres la encuentra interesante para conversar o simplemente la están morboseando. De nada.
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