viernes, 29 de abril de 2011

Placeres inconfesos

Lo más seguro es que usted se ha masturbado. No lo va a aceptar, jamás lo confesará, pero lo ha hecho. No lo acepte, está bien, nadie lo obliga a confesar las cosas que lo deleitan. Usted no es diferente de quien disfruta de andar por la vida ilusionando a jovencitas para después dejarlas; eso, sin jamás perder la cara de imbécil que lleva puesta. Todos, absolutamente todos, tenemos placeres que negamos confesar, y mucho peor, aceptar.

Lo más seguro es que usted esté en contra de la tauromaquia, en contra de las peleas de gallos; pero más de una vez se ha atragantado hasta decir basta con un buen lomo, o ha ido al KFC más cercano a pedir una cubeta llena de alitas de pollo. Usted jamás va a aceptar que los sentimientos de un animal no le pueden importar menos; al menos no lo va aceptar con un pedazo de bife chorizo en la boca.

Las prendas de marca que tiene en su guardarropa, esas Ralph Lauren, Tommy Hilfiger, Nike y Adidas, son las mismas que usted viste cuando va a esos cocteles y reuniones en los que, fervientemente, condena a muerte el trabajo infantil y la explotación laboral. Pero usted sabe que esas prendas que viste fueron hechas en Bolivia, en Vietnam y en China, pagándole a niños 18 centavos por un día de trabajo de 18 horas. Póngase la mano en el pecho, a usted no le importa lo que le pase a esos niños siempre y cuando usted se vea bonito en el espejo.

A nosotros no nos interesa el proceso, si no el resultado: que las cosas nos salgan bien a nosotros. Es por eso que nos empecinamos en hacer que la personas que nos guste termine con su pareja actual: lo que nos interesa es que se quede con nosotros. Es por eso que convencen a menores de edad para que dejen de ser vírgenes; lo que uno quiere es quitarse las ganas que le tiene. Es por eso que decimos que la camisa que llevaos puesta era la última de la percha, porque uno no quiere ver que alguien más la cargue puesta. Es por eso que siempre decimos que no hemos desayunado, para así, no tener que compartir con nadie, ese postre que tanto nos gustas.

Pero jamás confesaremos que de verdad disfrutamos que las cosas nos salgan bien solo a nosotros; ese es un secreto que nos llevaremos a la tumba.

martes, 26 de abril de 2011

Maldito Futbol

La humanidad debería abolir cada religión, debería sustituir a las deidades y a los dioses por un balón de Futbol. No hay mandamiento más universal, no hay ley mas acatada, ni refrutada, que una tarjeta roja.

El futbol ha hecho lo que la religión no: las personas olvidan el hambre que sienten, olvidan todo sufrimiento, todo problema que alguna vez los aquejo. Ecuador se va por la borda pero si la selección gana, este pedacito de tierra que llamamos país, es el mejor lugar del mundo. Claro que si pierde, que es lo más común, pasa todo lo contrario.

El futbol es el opio del pueblo, es ese sedante maldito que nos hace (me incluyo) olvidar que mal estamos. Hay más gente hablando del Barcelona Sporting Club, que de política, filosofía, y la telenovela de las ocho.

El futbol es alegría, es talento, es felicidad, es adicción: es pasión. El futbol es esa oportunidad que los pobres tienen para abandonar la pobreza. El futbol superó las barreras de la comunicaion. La palabra “gol” es una expresión tan universal como el gesto del dedo índice. El gol es ese instante de éxtasis que todos hemos sido capaces de experimentar; es un orgasmo de multitudes. En realidad, los hombres, podemos experimentar la alegría de un gol mucho antes de lo que podemos perder la virginidad.

Por eso el futbol es el futbol, por eso está en la televisión, y por eso el mundial es el evento más visto. El balón nos embriaga en su alegría, nos hipnotiza hasta el punto de hacernos olvidar todo lo que esconde:

Hay más niños intentando ser el próximo Messi, que jóvenes estudiando para curar el cáncer. Igualmente, Messi gana, en un año, lo que un investigador de genético alemán ganará en toda su vida.

Con el valor del pase de Cristiano Ronaldo, hubiésemos podido hacer un segundo piso a cada casa de cada pueblo de la serranía ecuatoriana; hubiésemos podido pagar la educación universitaria de 50.000 jóvenes aspirantes a científicos, periodistas, ingenieros industriales y maestros.

Cristiano Ronaldo se puede dar el lujo de chocar carros de 500.00 dólares, mientras que usted y yo, no podemos comprarnos uno propio.

Pero el problema del futbol no esta en lo que significa y simboliza, si no en lo que opaca. Este juego es una de esas metáforas que tiene la vida para enseñarnos de que estan hechas las personas. El mismo Albert Camus decía: "todo lo que se de moral, lo aprendí del futbol". Es solo cuestión de ver un partido de futbol. Solo así entenderas mejor a las personas.

Estoy seguro que, si usted pone un balón de futbol en medio de 22 hombres cada uno de distinta nacionalidad y que hablen distintos idiomas, en 15 minutos, ya hayan armado un partido de futbol. Diferente seria la historia si, en lugar de un balón, pusiéramos un buffet de comida: pues todos se sacarían los ojos por conseguir el pedazo de carne más grande.

lunes, 25 de abril de 2011

Curriculum

Dos años después, 135 artículos y 5 fotos de portada más tarde, aun no me consideran periodista: no tengo un puerco cartón universitario. Estoy seguro que si no tuviera cedula, tampoco me consideraría ciudadano.

A donde vayamos nos piden documentos, papeles y hojas. No hay lugar en el que uno se vea exento de llenar un maldito formulario: el banco, el registro civil, la solicitud de la visa, o cuando llenas un contrato.

Usted entra a la universidad, siguiendo con el orden natural de las cosas: casa, guardería, escuela, colegio, universidad, trabajo, asilo y cementerio; pero entra con la ilusión, con ese ímpetu de hacer con su vía algo importante. Yo he visto a mucha gente con potencial, con ideas capaces de conmocionar al mundo, pero entran a un centro de estudios superiores, y su creatividad muere; ¿y aun así nos exigen un titulo?

¿Qué es un título?: un pedazo de cartón que certifica que uno pasó X años detrás de un pupitre, mermando la inteligencia, socavando creatividad, uniformando el pensamiento.

Usted sigue el orden natural de las cosas, lo sigue hasta dejar de convertirse en el hijo de su madre, hasta olvidar que usted es un ser de carne y hueso. Usted se convierte en un sobre de manila: en un curriculum.

Ya no somos personas, somos documentos: la cantidad de dinero que tienes en el banco, el número de cursos que hayas tomado, los años que hayas pasado detrás de un maldito pupitre sin aprender nada; somos una carpeta, un par de hojas y cartas de recomendación.: nuestras vida se resume en una carpeta, ¿hay algo más triste que eso?

viernes, 22 de abril de 2011

Este mundo no es para cojudos

Bill Gates se hizo millonario robando el trabajo de Steve Jobs. Todos los sabemos y aun así, usamos Windows.

Cada vez que usted prende su computar (y yo también), trabajamos bajo un sistema operativo que no es más que una copia mal hecha del trabajo de los ingenieros de Apple. Cada vez que encendemos el computador, enriquecemos un poco más a Bill Gates.

La segunda fortuna más grande del planeta –la de Gates-, es producto de un robo. Yo estoy seguro que su enorme patrimonio no es el único que fue adquirido con artimañas. Estoy más que seguro.

Lo que pasa es que este mundo no fue hecho para los cojudos. Usted y yo, proletarios promedio, personas que esperamos un sueldo, que ahorramos y gastamos más de lo que percibimos; somos lo que se conoce como “personas honestas”.

Hay que dejar bien en claro que no somos santos: esquivamos multas de transito (siempre y cuando no nos vean los agentes de tránsito); de seguro más de uno habrá engañado a su novia/o, e intentamos siempre pagar menos del precio establecido en los productos del supermercado (sin éxito al regatear).

Nuestros errores, los de usted y los míos, las fallas de quienes somos cojudos, son cosas que nos suceden por eso mismo, por cojudos: yo no soborno a vigilantes de tránsito, me peleo con ellos y me termino ganando una multa; nunca le he besado el culo a un jefe, por eso nunca asiendo rápido en el puesto de trabajo; nunca he robado nada de nadie, por eso mis celulares, hasta antes de empezar a trabajar, eran los más feo que existían. Uno, el cojudo, no consigue lo que quiere, ni lo que se merece.

Al parecer, ser honesto, un hombre (o mujer) de bien, dejo de ser una virtud y paso a convertirse en defecto. Es cuestión de observar a su alrededor (sin irnos muy lejos): la mujer que coquetea a su jefe es a la que le suben el sueldo y tiene todas las consideraciones; el pillo que se escapa de las horas para hacer “cachuelos”, es el que tiene dinero para cambiar de carro; el empleado que adula a los jefes, ese que no tiene carácter ni talento, es el que llega a jefe de los demás plebeyos; el deportistas que usa esteroides es el que se lleva las medallas; el hombre que emborracha a las mujeres es el que se las lleva a la cama.

Este mundo no fue hecho para los cojudos que trabajamos más de ocho horas al día sin recibir un “gracias”, ni “felicitaciones” por lo bien que se hace el trabajo; no es un mundo para los cojudos deportistas que hace ejercicio a la antigua, porque jamás conocerán el pódium; no es mundo para la mujer que se respeta a si misma, esa que prefiere conquistar a un hombre conversando antes que bailando; no es un mundo para los cojudos que respetamos la fila del banco, ni para los que nos negamos a estafar, ni para los que respetamos a las mujeres.

Son los inescrupulosos los que hace fortuna; son las mujeres en minifalda y lengua larga las que se llevan a los hombres que las demás quieren; son los tramposos los que se llevan las copas y premios; son los narcotraficantes los que andan en carros 4x4 y con aire acondicionado mientras que el obrero y el oficinista, andan en bus, esperando la próxima quincena para poder pagar un viaje en taxi.

Definitivamente este mundo no fue hecho para los cojudos, pero yo estoy orgulloso de serlo.

(dedicado a Giannella Espinoza @GiaEspinoza)

jueves, 21 de abril de 2011

Siga participando

No le ha pasado que, en ocasiones, tiene un dólar en el bolsillo, se muere de la sed y aunque esta a escasos 10 metros de un puesto donde venden refrescos de naranja, un lotero se le cruza en el camino. En ese instante, nuestras prioridades cambian. La sed pasa a segundo plano y, aunque ya no lleve la cuenta de cuantas veces ha perdido dinero comprando la lotería, piensa que, el hecho de que este lotero se le haya atravesado en el camino, tiene que ser “una señal” de que su suerte va a cambiar.


El dólar se va, y con el, toda posibilidad de comprar ese juguito de naranja que tan cerca suyo estaba. Usted piensa: “que idiota que soy”, pero no pierde la esperanza.

Llega el miércoles, día del sorteo. No tiene tiempo de prender la televisión y sintonizar cuando anuncian el ganador. Usted espera hasta el jueves para ver el resultado en el diario. Con ansias abre el periódico, sortea todas las noticias de muertes, choques; nada importa. Usted en la cabeza ya ha preparado esa celebración, sabe como va a brincar de la emoción cuando lea que sus números fueron favorecidos; pero no. Otra vez, no se saco la lotería.

El instante viene acompañado de un tácito “siga participando”, que en realidad es un “no deje de comprar lotería”, pero que para el proletariado como usted y yo es “siga con su vida”.

En realidad no nos queda de otra más que “seguir con nuestras vidas”. La lotería no es mas que otra de esas tantas crueles metáforas que nos obliga a “seguir participando”.

Todos intentamos millones de cosas en la vida: unos tratan de convertirse en jugadores profesionales de futbol, pero solo pueden seguir intentando a ver si los cogen para las menores de Barcelona; otros intentan reunir el suficiente dinero como para ver si algún día compran esa casa que tanto quieren; para otros como a una queridísima amiga mía, se trata de intentar conseguir una beca para un taller en Cartagena, Colombia. Pero todos “siguen participando”: quizás no sea tan buen futbolista, por eso no lo cogen; las casa suben tanto deprecio que, por más que reúna dinero, nunca alcanza; y en el caso de mi amiga, Colombia siempre va a preferir a los suyos antes que un extranjero.

“Siga participando”: en eso se resume la vida. Seguimos intentando sacarnos la lotería, seguimos intentando irnos a cursos a Colombia; seguimos intentando conseguir ese campeonato mundial; seguimos intentando, de persona en persona, hasta que llegue la indicada con la que quieras hacer una familia; toda la vida seguimos intentando.

Para el proletario, como usted y como yo, para todo este tumulto que conformamos los seres normales, la vida es una puta cadena de intensiones. Uno siempre se pregunta, que sentirán las personas que consiguen lo que quieren en la vida? La verdad?: no sienten nada.

Para el que consigue lo que quiere, intentar no es mas que un espejismo, una palabra que jamás lograra entender por completo; afortunado ellos que jamás experimentaran lo que usted o yo: esa desesperación e impotencia que se siente después de escuchar el tácito: “siga participando”.

Puede que, en ocasiones, logremos solo una pequeña fracción de todo eso que queremos: nos sacamos el reintegro de la lotería; ganamos una medalla de plata en un camponato deportivo; recibimos la felicitación de los organizadores de un curso en Colombia (pero aun asi no nos seleccionan); finalmente, esa persona que tanto deseábamos, nos da un beso (pero nada mas). Esas pigricias de “éxito”, son las peores, porque nos incitan a seguir esperanzados en que, algún día, conseguiremos lo que tanto deseamos.

miércoles, 20 de abril de 2011

Maldito derby

El Barcelona S.C. y el Club Sport Emelec juegan el clásico del astillero, y en España el hecho no les puede importar menos. Ni siquiera a las cadenas deportivas internacionales les interesa: yo nunca he visto el resumen de un clásico en ESPN ni en Fox Sport.

El partido más importante del futbol ecuatoriano es tan relevante a nivel internacional, como lo es la final del campeonato senegalés de futbol: a nadie más que a los locales le interesa.

Pero llega un día como hoy (20 de abril del 2011) y se juega la final de la Copa del Rey en España. Una vez más, el Barcelona F.C. Y el Real Madrid se disputan la corona, y los comentaristas deportivos del Ecuador no paran de hablar del hecho. Los titulares deportivos de los periódicos se atiborran de fotos de Cristiano Ronaldo y Messi; y en las radio cuentan los minutos para que se juegue el maldito Derby español.

Que nos sucede? Porque celebramos con tanto ímpetu este partido internacional? Donde carajo quedo el orgullo? Porque no somos capaces de ignorar este partido tal y como los españoles ignoran nuestro futbol?... Es lo mínimo que deberíamos hacer. Es cuestión de principios.

Quizás pueda entender (no justificar) el hecho de que los medios de comunicación den importancia al juego, al fin y al cabo, es noticia. Lo que no puedo soportar, es ver como mis cholos guayaquileños celebran este acontecimiento.

De la nada podemos ver a personas en la calle vistiendo la camiseta azul grana del Barcelona FC, o la merengue del Real Madrid. Veo como en el Twitter y el Facebook empiezan a escribir en catalán: "vizca barca". No hay gesto que me empute más...

Este partido no nos debería importar. Deberiamos esperar a ver el resumen en las noticias, y no ir a un bar para gritar los goles de clubes españoles que, estoy más que seguro, ni siquiera saben de la existencia del futbol ecuatoriano.


No entiendo el porque nos encanta celebrar el futbol internacional. Yo odio cuando veo a dos personas discutiendo sobre el clásico Boca vs River, o Fluminese vs Flamengo. Yo quisiera ver a un hincha argentino o brasileño emocionándose con el clásico Barcelona vs Emelec.

Somos tan esnobistas, tan carentes de carácter que tenemos que sufrir por partidos ajenos para sentirnos parte del universo futbolístico, y lo hacen sin darse cuenta lo idiotas que se ven gritando los goles de un equipo como el Barcelona FC.

Yo gritare los goles de España el día que la cadena Televisión Española (Tve) le de la misma cantidad de espacio al campeonato ecuatoriano de futbol, que el tiempo que, Ecuavisa, le da a los resultados de la Copa del Rey. Es cuestión de orgullo.

martes, 19 de abril de 2011

En este preciso momento

Todos los días me pregunto mil cosas a la vez. Alguna interrogantes son realmente estúpidas, otras, en más de una ocasión, me han quitado el sueño.

Mientras usted lee, suceden tantas cosas, cosas que casi nunca nos percatamos.
En este preciso instante:

¿Cuántas personas estarán naciendo?

¿Cuántas estarán muriendo?

¿Cuántas personas estaránC haciendo el amor?

¿Cuántas personas estarán perdiendo la virginidad en este instante?

¿Cuántas personas se estarán masturbando?

¿Cuántas películas porno se estarán filmando?

¿Cuántas personas estarán falleciendo?

¿A cuántos habrán estafado?

¿Cuántos estarán siendo atropellados?

¿Quién estará haciendo el próximo gran descubrimiento?

¿Cuántas personas se estarán contagiándose de VIH?

¿Cuántos crímenes se estarán cometiendo en este momento?

¿Cuántas balas estarán siendo disparadas?

¿Cuántas personas descubrirán que están enamoradas?

¿Cuántas personas descubrirán que ya no aguantan a su esposo/a?

¿Cuántos se estarán divorciando?

¿Cuántos se habrán emborrachado por primera vez?

¿Cuántos hijos estarán siendo engendrados?

¿Cuántos estarán perdiendo su trabajo?

¿Cuántos estarán siendo empleados?

¿Cuántos estarán siendo engañados?

¿Quién estará besando a la pareja de la que tanto te enamoraste?

¿Quién le estará haciéndole el amor a la pareja de la que tanto te enamoraste?

lunes, 18 de abril de 2011

Respete la fila

Alguna vez conversaba con la lavandera de mi barrio: una señora pobre, sin educación ni cultura; mulata y de dócil carácter. Ella vivía un drama a diario: gastaba mucho en detergentes porque no le duraban.

La lavandera hacia todo lo que decía en la funda: ponga la ropa y agregue el detergente; las instrucciones más sencillas del mundo, según ella. Pero la pobre, que aduras penas sabía leer, nunca echaba la medida correcta. El empaque claramente decía: una medida; pero mi queridísima lavandera, en su afán de hacer mejor las cosas, no comprendía como una sola medida de jabón para ropa, podía limpiar 10 libras de ropa. Ella siempre echaba 4 medidas en cada lavada. Jamás le iba a alcanzar el detergente.

Ella es una ecuatoriana (y entiéndase latinoamericana). Mi querida lavandera representa el espíritu mismo de estas cálidas tierras, acá donde las instrucciones están demás.

Es de observar a nuestro alrededor: ¿cuántos taxistas respetan las señales de pare? ¿Cuántos buses se detienen en una luz roja, o recogen pasajeros en las respectivas paradas? ¿Cuántas lavanderas agregan las medidas exactas de detergente a la lavadora? ¿Cuántos tenderos respetan el precio oficial de la botella de coca cola? ¿la respuesta?: ninguno.

Son cosas tan sencillas, cosas que parecen insignificantes pero que, a la larga, son lo que hace la diferencia entre nosotros, y el primer mundo.

Ayer cometí el error de ir al banco (banco un lunes, solo un imbécil como yo). Había tanta gente en la agencia bancaria a la que asistí, que la cola se salía del lugar. Resignado tuve que hacer fila para poder pagar mis deudas, si no la señorita del “call center de morosos” iba a seguir atormentándome con su vocecita de "meteriza de linea para adultos".

Una hora después de estar parado esperando mi turno, cuando ya solo faltaban 4 personas para que me atiendan, un imbécil llego a la fila, se puso delante mío y empezó a sacar sus papeles para hacer sus pagos.

Con la mayor compostura que pude, le pedí amablemente que se retirara de la fila, que ese era mi puesto, “el señor me había guardado el puesto”, respondió.

Lo único que puedo decirles es que después de la “señora puteada” que le metí, el guardia de la agencia me pidió que me retirara del lugar. Me negué. Tuve que calarme al imbécil de enfrente, insultarlo los siguientes 15 minutos que estuvimos en la fila (solo para ver si se animaba a pelear, de alguna manera tenía que desquitarme), para ver si se iba. Pero no. El engendro ese pago sus deudas antes que mi, y salió corriendo del banco.

Es algo tan sencillo: respetar la fila, hacer lo que dicen las instrucciones, respetar las señales. Son cosas que mejoran la calidad de vida, acciones minúsculas que generan cambios gigantescos en nuestro diario vivir.

Pero no se puede cambiar la forma de pensar de las personas, no después de 500 años hacer lo que nos viene en gana. No importa cuánto yo le explique a mi lavandera acerca de partículas, oxigeno y jabón en el detergente, para ella una medida, jamás será suficiente.

sábado, 16 de abril de 2011

El pecado de ser normal

Mírese al espejo. Lo más seguro es que no le guste lo que ve. Le ha pasado a todos; es algo normal: somos personas normales.

Usted y yo vivimos en el completo anonimato. No nos conoce nadie fuera de nuestro circulo social, y, lo más seguro, es que tengamos un trabajo mediocre, una casa mediocre, un auto mediocre, aspiraciones mediocres; en fin, una vida mediocre.

Podrá engañarse a si mismo diciendo que usted ha logrado lo que se propone: ser el gerente de una compañía, editor de un diario, campeón nacional de algún deporte que ni siquiera sale en los diarios; podrá engañarse diciendo que usted consiguió un masterado y que cumplió el sueño de su vida, pero en realidad no ha hecho nada en su existencia

Le pregunto ¿Usted sabe cómo se llama el gerente de la Bananera Noboa? ¿Sabe usted como se llama el editor del diario el País (de España)? ¿Quién es el campeón nacional de bicicrós? Y dígame usted ¿Cómo se llama el mejor egresado del masterado en ciencias de la comunicación de la Universidad Católica de Guayaquil? ¿No sabe las respuestas? No se alarme. Es normal que no lo sepa: ellos no son nadie. Usted y yo, no somos nadie.

El aporte más grande que haremos a la humanidad, ese único logro que nos llenará de orgullo, será haber formado parte de una generación que acabo con el arte, que consumió mas dióxido de carbono que cualquier otra hasta el momento; ser parte de un infinito conglomerado de estadísticas; usted es un numero, es la cantidad de impuestos que paga; es solo una variante en el producto interno bruto de un país.

No importa que usted sea uno de los cinco mejores escritores de su país; no importar que usted sea uno de los mejores deportistas del mundo; peor, ni siquiera importará si usted es uno de los mejores científicos en su rama. Si usted no fue el mejor, nadie se acordara de usted. Solo dígame, ¿cómo se llama el nadador que quedo en cuarto puesto en la prueba de 200 mariposa en la olimpiada de Múnich en 1972?

Si usted no es Leonel Messi, si su nombre no es Briggite Bardot, si usted no se llama Julio Cortazar, Pablo Nerudo o Fedor Dostoyevski ; lo más seguro es que, el día que muera, su presencia sobre la tierra cese por completo. Nadie se acordara de usted, ni de mi. Quizás su familia lo llore un par de meses, que es normal, pero la humanidad continuara su curso y jamás habrá una sola prueba de su existencia. Usted, ni yo, jamás hicimos un solo aporte a la raza; ningún aporte más que consumrir los agotables recursos de este planeta.

Ese es nuestro pecado: ser normales e insignificantes; no escribimos los versos más bellos del mundo, no curamos el cáncer; ni siquiera hicimos algo tan efímero y estúpido como ser goleadores de la Champions League; no descubrimos como hacer de la economía un sistema equitativo; no erradicamos la pobreza. Nosotros nos sentamos todos los días del año a esperar que llegue el 15 de cada mes, y así, cuando hayamos reunido el dinero suficiente, poder cumplir ese sueño mediocre que es comprar un carro de segunda mano...

miércoles, 13 de abril de 2011

Carta a mis maestros

Queridos profesores:

Hoy en su día solo les quiero agradecer, quiero hacer un homenaje a todos ustedes por haberme forjado como persona y profesional:

Quiero agradecer a mi profesora de música, esa que me lanzaba baquetazos y flautas cuando no le ponía atención; a mis innumerables profesores de matemáticas, los mismo que, año tras año repetían su discurso motivacional: "si se metió a soldado, aguante como varón"; a mis profesores de deportes, esos que, sabiendo que soy pie plano y tengo las rodillas chuecas, me obligaron a correr 10 vueltas a la pista atlética; a mis profesores de lenguas extranjeras, los mismo que, después de unos años, cuando ya pude entenderlos, vine a deducir que me insultaban en alemán e inglés; a mis maestros de química, física, álgebra, aritmética (etc, etc), por haberme hecho amanecer estudiando tantas noches, romperme la cabeza estudiando mil y un cosas que hoy, ni utilizo.

Quiero mandar un caluroso abrazo a todos los tutores que le cobraron a mi mama 14 dólares la hora de clases particulares para luego, cuando me quede supletorio, le dijeran a mi mama: "es que justo eso no repazamos"; un cálido abrazo tambien a los directores que, durante mi vida escolar, no encontraron mejor cosa que decirle a mis padres que yo era un "desadaptado social". Quiero felicitar a todos mis maestros que se comieron mi cuento de "genio incomprendido" y asi justificaron mi vagancia de clase mundial.

Deseo también felicitar a todos los profesores que golpean a los niños, a los que les gritan, a los que jamás cedieron un punto a pesar de todo el esfuerzo que se hizo por mejorar en un año de clase; quiero abrazar a todos esos maestros que nunca tienen ganas de dar clases, a los que escriben lección con "X", a los que creen que mientras mas molestos se pongan y mas niños y jóvenes dejen supletorio, mejor le haran a la patria.

Hoy en su dia señores maestros, quiero darles las gracias por todas las frustraciones, amarguras, malas noches, repeladas, baquetazos, inseguridades y traumas que, con tanta dedicación, ustedes forjaron en mi vida!

Saludos

Yo

lunes, 11 de abril de 2011

Contra los premios

El flaco Spineta esta en Buenos Aires. En su libreta escribe un par de versos, poesía que luego se convertirían en esa melodía: "los libros de la buena memoria". Melómanos escuchamos la canción y, por un instante, celebramos el arte.

Los premios que Spineta a recibido son modestos, nada estrambótico ni burlesco como un Grammy, tamposo ha estado en la cartelera de los Bilboard; solo ha recibido premios discretos y menciones de honor. Por otro lado tenemos a Arjona, con una vitrina de trofeos que podría competir con la de un deportista. Arjona: o mejor conocido como "la peste guatemalteca", ha recibido Grammys hasta el cansancio, comprobando así, que los premios, diplomas y demás, no son de fiar.

Es esa manía, esa enfermedad humana que llamamos "instinto de competencia", la que nos lleva a entregar galardones a todo el mundo: por eso existe el libro de los records Guinnes, que premia a cosas tan absurdas como "el hombre con las uñas mas largas del mundo". Créalo o no, el no cortarse las uñas es algo para enorgullecerse. (Pensar que mi mama me castigaba por eso)

Premios hay para todos los gustos: están los Nobel de la Paz, que por cierto en 1935 le fue otorgado a Hitler; el Oscar (los premios de la academia), que en una ocasión le fue entregado a esa novela venezolana de gran presupuesto titulada: Titanic; o para pasar a un plano más nacional, el Pichón (Cóndor) de Oro, una palmadita en la espalda que se dan las agencias de publicidad nacionales, aun a sabiendas de que todas los "geniales" comerciales que lanzan, son copias de publicidades argentinas (al menos en concepto).

Los galardones son una bazofia, una farsa creada por un puñado de personas que les gustan ser aduladas: la cámara de comercio premia las mejores empresas del pais, eso si es que se puede hablar empresas productivas aquí; el gremio de profesores condecora maestros cada año, tutores que son mas odiados que Lasie; y el gremio de periodistas regala menciones a sus miembros. No se cuantos se me olvida, porque son demasiados.


Antes hubiese pensado que el publico era el unico capaz de premiar a sus artistas, empresarios, comunicadores y demas, pero la audiencia, los oyentes y consumidores, esta perdidos.

Es por eso que Luis Fonsi puede llevar meses en los primeros lugares de la radio; o como Paulo Coello vende mas libros que Andrés Caicedo. Así mismo, las personas prefieren leer el Extra (el diario sensacionalista) antes que una crónica elaborada del diario El País.


La popularidad no es un premio, no es sinónimo de calidad. Si así lo fuera, Justin Bieber debería ser el artista más grande de la historia, y no, Biber es un feto que aun no decide si es hombre o mujer.


Borges nunca recibió un Nobel, y fue el mejor de todos los escritores de su generación, y de las generaciones siguientes. Por eso no creo en los premios, porque recibir un premio se ha convertido en una burla. No nos asombremos que de aquí en unos años, los otorgadores de premios creen la “Asociación Otorgadora de Premios”, y así se premien entre ellos, dándose galardón al mejor de los premios (perdón la redundancia).

sábado, 9 de abril de 2011

Quisiera

Todos nacimos en el lugar, en el tiempo y con las características equivocadas…

Yo quisiera haber visto a Hendrix quemar su guitarra, a Morrison bailar sobre los escenarios y a Mercury vocalizando hasta el cansancio. Quisiera haber visto a Zappa y a su bigote, yo hubiera querido ser uno de los amantes que Joplin nunca tuvo; y hubiera sido el que le trascribía los poemas de Gingsberg. Yo quisiera haber escuchado cantar a Lavoe, quisiera haber reído con la comedia de Carlin y quisiera haberme subido a las torres gemelas. Yo quisiera haber disparado junto al Che, quisiera haber manifestado junto a Neruda en el estadio de Santiago, quisiera haber asistido a los cine foros de Andres Caicedo, lo hubiese convencido de que su vida valía más de 25 años. Yo quisiera saber quien es Banksy, quisiera haber reído con Belushi en vivo, un sábado por la noche en Nueva York; quisiera haber participado en Woodstock, y quisiera haber escuchado a las estrellas de la Fania; yo quisiera haber pintado las plumillas de Rembrand.

Quisiera ser más alto, ser más flaco, ser mejor persona; quisiera ser un ser humano. Yo quisiera tener seguridad de mi mismo, quisiera ser bueno para algo; yo quisiera haber ganado un campeonato mundial y quisiera haber escrito “Rayuela”.

Quisiera respirar bajo el agua, yo quisiera poder volar, quisiera ser solo un poquito más fuerte. Quisiera aprende a no llorar, aprender a sonreír más seguido: quisiera prender a olvidar. Yo quisiera que mi mama nunca se muera; y como quisiera aprender a quererte.

viernes, 8 de abril de 2011

Hablando de jefes

A Francisco Quintero nunca lo considere mi jefe. Pacho (como le decimos) fue mi mentor.

Él nunca lo supo, pero yo estaba pendiente de cada indicación y corrección que hacía a mis textos. Antes de él, de sus correcciones, yo no sabía escribir. Como nunca he ido a una universidad (al menos no a recibir clases), fue lo más cercano que tuve a un maestro. Eso si, tengo que eximirlo de toda culpa en lo que a faltas ortográficas concierne, esos son mis errores. (Recuerdo la frase de Pacho: "marica, ¿usted como se graduó de la primaria?" - todavía me río)

Pero Pacho era mi jefe (en lo que autoridad concierne). Yo tenía que responderle a él por mi trabajo. Fue buen mandamás y por ende, sus dirigidos, eran buenos profesionales. (Con las excepciones del caso)

Buenos jefes nos llevan a cosas buenas, y si son malos... bueno, la historia habla por si sola: Hitler destruyó Alemania; Idi Amin llevó a Uganda al genocidio y, el peor de todos, Eduardo Maruri, quien hundió a Barcelona.

Ahora, mire a su jefe, obsérvelo bien. Pregúntese, ¿cómo mierda llego a ese puesto?

La mayoría de mandamases, aquí en el Ecuador y en casi todo el territorio latinoamericano, son unos incompetentes. Póngase la mano en el pecho, admítalo: usted odia a su jefe.

Ser "cabeza de equipo", debería ser cuestión de méritos y talento (los títulos no cuentan como méritos...), pero nosotros hemos prostituido el cargo. Al frente de una compañía, empresa, medio (o lo que sea), esta un incompetente con una cara de cojudo bien administrada.

Ser jefe se ha reducido a tres cualidades:

1) Ser hijo del dueño (yo caigo por mi propia lengua)

2) Adular las partes nobles de los hijos de los dueños

3) Tener palanca (un contacto)


Es por eso que las empresas del país no progresan: están a cargo de incompetentes. Cuando existe un talento, alguien capaz de hacerle sombra a los "todo poderosos y conocedores” jefes, ellos mismos se encargan de hacerles la vida imposible.

Para mandar, no hay ordenar, hay que guiar (como Pacho). No necesitamos jefes, si no orientadores. El guía es parte de un equipo, parte de un conglomerado que apunta hacia el mismo objetivo. Decir que el jefe esta sobre su grupo de trabajo, es como decir que un director técnico no forma parte de futbol.

Por eso es que nuestros trabajos están llenos de jefes, no de guías, y proletario que se respete, tiene ganas de matar a su jefe.

Ahora, preocúpese, que si algún día llega a ser un mandamás, habrá aprendido también a administrar esa cara de cojudo que lleva dentro...

miércoles, 6 de abril de 2011

Ni usted, ni yo, hacemos la diferencia

Nunca voy a Solca (hospital especializado en tratamientos contra el cáncer), y las pocas veces que me ha tocado ir, he salido deprimido. Odio que me recuerden que hay gente sufriendo. Es una de las cosas que más me emputa. No lo digo por inhumano, lo digo porque no hay nada que podamos hacer al respecto. El único capaz de solucionar sus problema, es Álvaro Noboa, y eso si es que algún día decide a donar dinero para tratamientos de cáncer. Y no creo que lo haga.


El problema es que existen personas empecinadas en recordarnos estas cosas todos los días. ¿No? No le ha pasado que de la nada, estas almorzando y, sin previo aviso, suena el Balckberry. Llego un mail: una puerca cadena. “Oremos por las vidas de los muertos en es tsunami del 2004”. El estomago se te revuelve imaginando lo que sucedió aquel entonces, la miles de vidas perdidas y usted, almorzando. El mail termina con una frase “Envíasela a todos tus contactos para así hacer más fuerza”.

No sé que es más absurdo: la persona que le da el foward, o quien piensa que un mail puede cambiar las cosas.

Es esa manía de tratar de salvar el mundo haciendo foward. “FW: Salvemos a los niños”. Si enviando un mail voy a salvar a un niño, entonces tirándome un pedo impido maremotos. Las dos ideas siguen la misma idea lógica. O ilógica, en el mejor de los casos.

En realidad, hacer foward es un acto de desesperación. Estamos tan consientes de que no hacemos nada por mejorar el mundo, que re-enviamos mail, a diestra y siniestra, intentando limpiar nuestras conciencias, intentando engañarnos de que, en realidad, hacemos algo por mejorar el mundo. Noticia: no es así.

Es por eso que también asistimos marchas por la paz. La avenida 9 de Octubre se llena de personas vestidas de blanco que “reclaman” justicia. Lo cierto es que, tres marchas más tarde, nos siguen llenando de plomo. Marchar no sirve, ni usted, ni yo, hacemos la diferencia.

Compramos pulseras de látex, esas multicolores que, supuestamente, simbolizan nuestro compromiso por una causa. Todo comenzó con Lance Armstrong y su campaña “livestrong”. De la nada, mieles de personas portaban ese pedazo de caucho amarillo en sus mulecas. Yo fui uno de esos snobs (tenia 14 años), que se dejo convencer con ese cuento de que el dinero de las ventas, sería destinada a la fundación Armstrong para la lucha contra el cáncer. Siete años después, la gente se sigue muriendo de cáncer. Ahora Nike impulsa la campaña del “hilito rojo”, una supuesta ayuda para los enfermos de VIH. Porque mejor no dona parte de sus utilidades para comprar retrovirales y donarlos. Solo digo.

Lo último: calendarios. Ahora cualquier famosillo posa junto a su perro, y ya esta haciendo algo por la humanidad: su foto será vendida y los fondos destinados a proyectos sociales, ¿Qué proyectos? ¿Cuánto costó imprimir esos calendarios?... más de lo que la campaña recaudó.

Ni los mails, ni los calendarios, ni las pulseritas mejoraran el mundo. Usted envía mails para convocar a una marcha en la 9 de Octubre, en donde compraran camisetas y pulseras cuyos fondos serán destinados para mejorar la calidad de vida de los niños y los más pobres.

Lo más probable es que el látex del que estén hechos los brazalete, haya sido fabricado en china, donde miles de niños trabajan por 18 centavos al día, en la elaboración de pulseras plásticas.

Una vez que termine la marcha, la calle 9 de Octubre quedara tan sucia que los trabajadores de Puerto Limpio (compañía encargada de la limpieza de Guayaquil), tendrán que trabajar a doble turno. Fue un incidente aislado por lo que no tendrán derecho a reclamar sobre tiempo y trabajarán más tiempo por la misma miseria de sueldo.

Eso si, todo fue por una buena causa.

lunes, 4 de abril de 2011

La calidez del ecuatoriano

Durante mi visita a Colombia, hubo un momento en el que la amabilidad de sus habitantes me resulto repulsiva. Llega un momento en que tanta amabilidad, ya cansa.

Para un ecuatoriano, la cordialidad es algo tan extraño. Es sencillo, vea a su alrededor y se dara cuenta de lo que estoy diciendo. Por eso la amabilidad en excelso, nos fastidia.

Lo que pasa en el país de la mitad del mundo, es que es muy raro encontrar a alguien sonriendo. Aun más raro es encontrar a un trabajador que sonría. Todo proletario, labora de mala gana. En cierta forma, los entiendo. Lo que no comprendo es, ¿porqué el conserje del hotel que me hospedé en Colombia, ese que limpia tanta o más mierda que el "janitor" de mi país; puede hacer su trabajo con una sonrisa en el rostro y mis paisanos no?

Incluso yo, el mismo que critica y calza, tengo una cara de pocos amigos durante todo el día. ¿Qué hace que los ecuatorianos tengamos esa cara de pocos amigos? (Y el que diga que no, mejor consígase otro espejo)
Durante 21, casi 22 años de existencia he meditado este problema, y estas son unas de las cuantas respuestas que he encontrado:

- Estamos en la mitad de todo, no somos ni desarrollados, ni tercermundistas. En el primer mundo, las sonrisas apuntan para arriba, en el tercer mundo, las caras largas apuntan para abajo. En la mitad, los labios permanecen parcos, sin dirección aparente.

- No tenemos inventiva. Los mismos "padres de la patria” robaron el nombre "Ecuador", del estudio que realizaron los franceses para determinar la línea equinoxial. Equinoxial = Equidad = Ecuador. (Un poco irónico en un país con las más altas tasas de desigualdad social en la región)

- Somos los seres más ignorados de la región. En las películas gringas, las aventuras sudamericanas siempre toman lugar en Colombia, Perú y, en el peor de los casos, Bolivia. Ni siquiera las mismas cadenas latinoamericanas que reproducen programas gringos, cadenas como Sony, no nos toman en cuenta. Nótese como se refieren a los horarios: "19 horas Peru - Colombia, por Sony Entertaiment Television". A menos que esa puerca rayita (-) sea sinónimo de ecuador, se olvidaron que en medio HAY UN PAIS!

- Cuando hablamos de Ecuador, a los europeos solo se les viene a la cabeza la imagen de una raya en medio del mapa mundi. Una línea que de paso, ni existe.

- Como en los colegios no se enseña historia nacional, somos incapaces de sentirnos orgullosos de la poca historia que tenemos. Los símbolos patrios que mi generación invoca, son al Loco, Abdala Bucaran, comiendo guatita en tarrina mientras cantaba en una tarima, las canciones de los iracundos. Por ende, el acto más patriota que un ecuatoriano puede realizar, es pedir un Yapingacho (plato típico nacional) en un restaurante gourmet.

- No tenemos nada que ver en la televisión. David Reinoso dejo de ser gracioso hace años. No hemos cansado de ver como le crecer la boca de Alfonso Espinoza de los Monteros después de cada cirugía de estiramiento de piel. Rostros nuevo no hay en la TV. No hay un solo programa de televisión que nos identifique como ecuatoriano. (Y que paso con "La Televisión", me pregunto mi hermano). "La Televisión" pasa viajando a Egipto a ver las pirámides y, de paso, lleva enseñando los mismos monos de la Amazonía, desde hace décadas.

- El único símbolo nacional que se me viene a la cabeza en este momento de pensar en algo que haya nacido en el país, es el ecua-volley

- Después de Julio Jaramillo, ¿quién se supone que sea el interprete ecuatoriano más famoso, que tenemos? ¿Fausto Miño? (No me vengan a joder!).

Cuando el colombiano sonríe, es porque disfruta su país. Disfruta de la arepa, del aguardientico y del vallenato; goza con su salsa de los 80, y se enorgullece de sus ya famosos autores y literatos cuyas letras, dieron la vuelta al mundo. Por eso mismo, acá no sonreímos.

No estoy diciendo que Colombia sea un paraíso. Hay cientos de miles de colombianos que reniegan de su país y de los cientos de problemas que tiene (y eso que tiene muchos más problemas que nosotrsos). Hay más paisas, costeños, caleños y rolos que se quejan de su país, antes que ecuatorianos. Nosotros, sin saberlos, con esa expresión de indiferencia, renegamos.

El ecuatoriano se sigue engañando con esa frase: el calor de su gente. Quizás el famoso publicista que ingenio esa mentira, confundió la palabra “gente” con la de tierras. Al fin y al cabo, lo único cálido del Ecuador, es su clima. Y en eso si, no hay nadie mas cálido que nosotros.

sábado, 2 de abril de 2011

Una galleta

Comunicar no solo me apasiona si no que no deja de impresionarme. El lenguaje nos permite relacionarnos los unos con los otros, emocionarnos; nos permite darnos a conocer, a entender.

De todos los "fenómenos" comunicativos, la gratitud es el que más me conmueve. Una simple palabra, "gracias", simboliza todo universo de acciones, engrana una serie de experiencias que permiten a las personas sentirse tomadas en cuenta, y por sobre todas las cosas, que sus acciones no solo significaron algo, si no que hicieron la diferencia, así sea mínima, en la vida de otro persona.

GRACIAS! No es una expresión común, tampoco podemos andarla buscando en la boca de todos. En realidad, puedo contar con las dos manos a las personas de mi círculo social que lo dicen.

Ahora, si los más allegados a nosotros son incapaces de agradecer, ¿qué podemos esperar del resto?
Cuando eres periodista, "gracias" es la segunda palabra que menos escucharas en tu vida (felicitaciones es la primera). No sé porque dije "cuando eres periodista", mejor debería de decir: cuando trabajas, nadie te agradecerá por nada. Yo me refiero al ámbito periodístico por es el que me desenvolví.

Desde mi pupitre de trabajo, personalmente redacte una centena de artículos. Trabaje dos años en un medio escrito y nunca recibí una llamada de agradecimiento por algo que publiqué. Mentiría si digo que no esperaba una llamada (una simple llamada), porque más de una vez me esforcé de sobremanera en relatar, apelativamente, una historia. Eso sí, perdí la cuenta de las veces que me llamaron a reclamar porque no les gustaba el hecho de que haya relatado detalles íntimos de sus vidas. Entienda usted a las personas.

El otro día, hablando con una amiga, discutíamos acerca de un curso en el que ella estaba participando. Ella es de las pocas a las que yo puedo señalar con el dedo, y decir: ella agradece.
Como ella hay pocos periodistas: dedica más del tiempo que debe a sus notas. Más de una vez trabajamos juntos y nunca nos dieron las gracias.

El curso en el que ella participa es dictado por un español (catalán con una característica en particular: sabe reconocer el trabajo bien hecho). El europeo se refirió al trabajo de mi ex compañera como "excelente de principio a fin". Desde el otro lado de mi blackberry, no pude ocultra la satisfacción por ella: tuvo que venir alguien de otro continente para que reconozca su trabajo. Aquí en nuestro medio, los eruditos de las letras son incapaces de percibir la calidad, incapaces de descubrir el talento.

Mi amiga no solo tiene talento, tiene las ganas de ser alguien. Nunca nadie reconoció su trabajo, y las palabras de español, imagino le han de haber resultado al más delicioso bocado de chocolate. (Entiéndase por palabras deliciosas).

Al finalizar el curso, el europeo reconoció a mi amiga al frente de todos los presentes. El galardón al esfuerzo fue una galleta dulce. Una galleta redonda que, en el mejor de los casos, no duraría dos mordiscos. Una galleta por 14 horas de trabajo.

Pero una galleta puede significar el mundo. En el globo terráqueo cientos de millones de personas comen cada domingo una hostia y sienten que tocaron el cielo con las manos. En el caso de ella, mi ex compañera, se trato de una galleta.

Cuando se trabaja en el total anonimato, cuando tu rostro no se ve: cuando las paginas que escribes todos los días terminan siendo material para madurar aguacates y papel para recoger la mierda de los perros, una galleta, tres simple palabras de agradecimiento, significan el mundo.

Gracias por leer.

viernes, 1 de abril de 2011

Muletas

De pequeño uno se conmueve con las cosas más estupidas. Cuando niño se llora facilmente, pero con el paso del tiempo, perdemos esa habilidad. Mejor, llorar solo nos deshidrata.

Cuando uno crece debe perder la capacidad de conmoverse, el privilegio de soprenderse, si no, uno sera constantemente estafado. En el argot de nuestra tierra "te veran las huevas".

Al guayaquileño lo estafan todos los dias. En la calle, muejres y niños con muletas piden caridad. Su cara de sufrimiento es digna de un Oscar (tampoco es dificl poner cara de sufrido en este calor). Casí nadie les da caridad hoy en día, no es por crueles, solo que ya sabemos que, cuando llega la madrugada, guardan las muletas y se van caminando para su casa, cagandose de la risa por haberse unos 40 dolares (más que un albañil, y mucho mas de lo que yo hacia a diario en mi último empleo). Por eso yo no doy caridad. No porque quiero erradicar la mendicidad, si no porque me da coraje que ellos ganan más que yo.

Un par de muletas (cuestan unos 60 doalres usadas) supone que despierten lástima en nosotros. ¿Discapacitados? Bueno, ellos tiene de discapacitados lo que yo tengo de actor porno: nada.

Ahora, que pasa cuando un familiar las usa? Bueno, toca ayudar. El verdadero problema reside en que tu familiar usara la misma cara de sufrido que los mendigos y sacara lo peor de ti: como hay ese obligatorio vínculo de sangre, deberás responder a todos sus caprichos.

Mi papá se quebro el pie, lo quiero mucho, pero desde hace alguno días, me siento estafado. ¿entienden lo que digo? Es por eso que, el estoicismo es un metodo de autoconcervación, la pena, la capacidad de conmoverse, nos degrada. Qué pena que sea verdad.

Empezando de Cero

Este blog tenía 5 entradas. Las borre todas. Antes no sabía que escribir, tampoco sabía como, pero creo que he madurado lo suficiente, como escritor no como persona, como para ahora si, redactarles.

Escribir es un oficio complicado. Hay que hacerlo todos los días, hay que leer todos los días (y leer cosas buenas), para no perder el hábito. Leer para no perder la cordura, creo que es algo más acertado.

Como todo blog, y este es la excepción, escribo porque tengo el ego inflado. Creo que tengo cosas importantes que decirle al mundo, cosas que al fin y al cabo, a nadie le interesan. De todas formas, quejarse es uno de esos placeres que todos podemos disfrutar.

El mundo se va por la borda, se cae a pedazos por terremotos, se calcina por la radiación de reactores a punto de estallar, pero de alguna forma, encuentro incomoda mi comodidad.

Cuando se vive en un país como Ecuador, en una ciudad (mitad urbe, mitad horno) como Guayaquil, uno tiene derecho a renegar de "cosas mínimas", de detalles inescrupulosos de nuestras vidas. Ahora me siento lo suficiente maduro como para escribir al respecto. Pero madurar es empezar a podrirse.