viernes, 8 de abril de 2011

Hablando de jefes

A Francisco Quintero nunca lo considere mi jefe. Pacho (como le decimos) fue mi mentor.

Él nunca lo supo, pero yo estaba pendiente de cada indicación y corrección que hacía a mis textos. Antes de él, de sus correcciones, yo no sabía escribir. Como nunca he ido a una universidad (al menos no a recibir clases), fue lo más cercano que tuve a un maestro. Eso si, tengo que eximirlo de toda culpa en lo que a faltas ortográficas concierne, esos son mis errores. (Recuerdo la frase de Pacho: "marica, ¿usted como se graduó de la primaria?" - todavía me río)

Pero Pacho era mi jefe (en lo que autoridad concierne). Yo tenía que responderle a él por mi trabajo. Fue buen mandamás y por ende, sus dirigidos, eran buenos profesionales. (Con las excepciones del caso)

Buenos jefes nos llevan a cosas buenas, y si son malos... bueno, la historia habla por si sola: Hitler destruyó Alemania; Idi Amin llevó a Uganda al genocidio y, el peor de todos, Eduardo Maruri, quien hundió a Barcelona.

Ahora, mire a su jefe, obsérvelo bien. Pregúntese, ¿cómo mierda llego a ese puesto?

La mayoría de mandamases, aquí en el Ecuador y en casi todo el territorio latinoamericano, son unos incompetentes. Póngase la mano en el pecho, admítalo: usted odia a su jefe.

Ser "cabeza de equipo", debería ser cuestión de méritos y talento (los títulos no cuentan como méritos...), pero nosotros hemos prostituido el cargo. Al frente de una compañía, empresa, medio (o lo que sea), esta un incompetente con una cara de cojudo bien administrada.

Ser jefe se ha reducido a tres cualidades:

1) Ser hijo del dueño (yo caigo por mi propia lengua)

2) Adular las partes nobles de los hijos de los dueños

3) Tener palanca (un contacto)


Es por eso que las empresas del país no progresan: están a cargo de incompetentes. Cuando existe un talento, alguien capaz de hacerle sombra a los "todo poderosos y conocedores” jefes, ellos mismos se encargan de hacerles la vida imposible.

Para mandar, no hay ordenar, hay que guiar (como Pacho). No necesitamos jefes, si no orientadores. El guía es parte de un equipo, parte de un conglomerado que apunta hacia el mismo objetivo. Decir que el jefe esta sobre su grupo de trabajo, es como decir que un director técnico no forma parte de futbol.

Por eso es que nuestros trabajos están llenos de jefes, no de guías, y proletario que se respete, tiene ganas de matar a su jefe.

Ahora, preocúpese, que si algún día llega a ser un mandamás, habrá aprendido también a administrar esa cara de cojudo que lleva dentro...

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