Bill Gates se hizo millonario robando el trabajo de Steve Jobs. Todos los sabemos y aun así, usamos Windows.
Cada vez que usted prende su computar (y yo también), trabajamos bajo un sistema operativo que no es más que una copia mal hecha del trabajo de los ingenieros de Apple. Cada vez que encendemos el computador, enriquecemos un poco más a Bill Gates.
La segunda fortuna más grande del planeta –la de Gates-, es producto de un robo. Yo estoy seguro que su enorme patrimonio no es el único que fue adquirido con artimañas. Estoy más que seguro.
Lo que pasa es que este mundo no fue hecho para los cojudos. Usted y yo, proletarios promedio, personas que esperamos un sueldo, que ahorramos y gastamos más de lo que percibimos; somos lo que se conoce como “personas honestas”.
Hay que dejar bien en claro que no somos santos: esquivamos multas de transito (siempre y cuando no nos vean los agentes de tránsito); de seguro más de uno habrá engañado a su novia/o, e intentamos siempre pagar menos del precio establecido en los productos del supermercado (sin éxito al regatear).
Nuestros errores, los de usted y los míos, las fallas de quienes somos cojudos, son cosas que nos suceden por eso mismo, por cojudos: yo no soborno a vigilantes de tránsito, me peleo con ellos y me termino ganando una multa; nunca le he besado el culo a un jefe, por eso nunca asiendo rápido en el puesto de trabajo; nunca he robado nada de nadie, por eso mis celulares, hasta antes de empezar a trabajar, eran los más feo que existían. Uno, el cojudo, no consigue lo que quiere, ni lo que se merece.
Al parecer, ser honesto, un hombre (o mujer) de bien, dejo de ser una virtud y paso a convertirse en defecto. Es cuestión de observar a su alrededor (sin irnos muy lejos): la mujer que coquetea a su jefe es a la que le suben el sueldo y tiene todas las consideraciones; el pillo que se escapa de las horas para hacer “cachuelos”, es el que tiene dinero para cambiar de carro; el empleado que adula a los jefes, ese que no tiene carácter ni talento, es el que llega a jefe de los demás plebeyos; el deportistas que usa esteroides es el que se lleva las medallas; el hombre que emborracha a las mujeres es el que se las lleva a la cama.
Este mundo no fue hecho para los cojudos que trabajamos más de ocho horas al día sin recibir un “gracias”, ni “felicitaciones” por lo bien que se hace el trabajo; no es un mundo para los cojudos deportistas que hace ejercicio a la antigua, porque jamás conocerán el pódium; no es mundo para la mujer que se respeta a si misma, esa que prefiere conquistar a un hombre conversando antes que bailando; no es un mundo para los cojudos que respetamos la fila del banco, ni para los que nos negamos a estafar, ni para los que respetamos a las mujeres.
Son los inescrupulosos los que hace fortuna; son las mujeres en minifalda y lengua larga las que se llevan a los hombres que las demás quieren; son los tramposos los que se llevan las copas y premios; son los narcotraficantes los que andan en carros 4x4 y con aire acondicionado mientras que el obrero y el oficinista, andan en bus, esperando la próxima quincena para poder pagar un viaje en taxi.
Definitivamente este mundo no fue hecho para los cojudos, pero yo estoy orgulloso de serlo.
(dedicado a Giannella Espinoza @GiaEspinoza)
Cada vez que usted prende su computar (y yo también), trabajamos bajo un sistema operativo que no es más que una copia mal hecha del trabajo de los ingenieros de Apple. Cada vez que encendemos el computador, enriquecemos un poco más a Bill Gates.
La segunda fortuna más grande del planeta –la de Gates-, es producto de un robo. Yo estoy seguro que su enorme patrimonio no es el único que fue adquirido con artimañas. Estoy más que seguro.
Lo que pasa es que este mundo no fue hecho para los cojudos. Usted y yo, proletarios promedio, personas que esperamos un sueldo, que ahorramos y gastamos más de lo que percibimos; somos lo que se conoce como “personas honestas”.
Hay que dejar bien en claro que no somos santos: esquivamos multas de transito (siempre y cuando no nos vean los agentes de tránsito); de seguro más de uno habrá engañado a su novia/o, e intentamos siempre pagar menos del precio establecido en los productos del supermercado (sin éxito al regatear).
Nuestros errores, los de usted y los míos, las fallas de quienes somos cojudos, son cosas que nos suceden por eso mismo, por cojudos: yo no soborno a vigilantes de tránsito, me peleo con ellos y me termino ganando una multa; nunca le he besado el culo a un jefe, por eso nunca asiendo rápido en el puesto de trabajo; nunca he robado nada de nadie, por eso mis celulares, hasta antes de empezar a trabajar, eran los más feo que existían. Uno, el cojudo, no consigue lo que quiere, ni lo que se merece.
Al parecer, ser honesto, un hombre (o mujer) de bien, dejo de ser una virtud y paso a convertirse en defecto. Es cuestión de observar a su alrededor (sin irnos muy lejos): la mujer que coquetea a su jefe es a la que le suben el sueldo y tiene todas las consideraciones; el pillo que se escapa de las horas para hacer “cachuelos”, es el que tiene dinero para cambiar de carro; el empleado que adula a los jefes, ese que no tiene carácter ni talento, es el que llega a jefe de los demás plebeyos; el deportistas que usa esteroides es el que se lleva las medallas; el hombre que emborracha a las mujeres es el que se las lleva a la cama.
Este mundo no fue hecho para los cojudos que trabajamos más de ocho horas al día sin recibir un “gracias”, ni “felicitaciones” por lo bien que se hace el trabajo; no es un mundo para los cojudos deportistas que hace ejercicio a la antigua, porque jamás conocerán el pódium; no es mundo para la mujer que se respeta a si misma, esa que prefiere conquistar a un hombre conversando antes que bailando; no es un mundo para los cojudos que respetamos la fila del banco, ni para los que nos negamos a estafar, ni para los que respetamos a las mujeres.
Son los inescrupulosos los que hace fortuna; son las mujeres en minifalda y lengua larga las que se llevan a los hombres que las demás quieren; son los tramposos los que se llevan las copas y premios; son los narcotraficantes los que andan en carros 4x4 y con aire acondicionado mientras que el obrero y el oficinista, andan en bus, esperando la próxima quincena para poder pagar un viaje en taxi.
Definitivamente este mundo no fue hecho para los cojudos, pero yo estoy orgulloso de serlo.
(dedicado a Giannella Espinoza @GiaEspinoza)
ya escribí mi comentario pero este cuadro me lo robó, asi que chau!
ResponderEliminar