lunes, 11 de abril de 2011

Contra los premios

El flaco Spineta esta en Buenos Aires. En su libreta escribe un par de versos, poesía que luego se convertirían en esa melodía: "los libros de la buena memoria". Melómanos escuchamos la canción y, por un instante, celebramos el arte.

Los premios que Spineta a recibido son modestos, nada estrambótico ni burlesco como un Grammy, tamposo ha estado en la cartelera de los Bilboard; solo ha recibido premios discretos y menciones de honor. Por otro lado tenemos a Arjona, con una vitrina de trofeos que podría competir con la de un deportista. Arjona: o mejor conocido como "la peste guatemalteca", ha recibido Grammys hasta el cansancio, comprobando así, que los premios, diplomas y demás, no son de fiar.

Es esa manía, esa enfermedad humana que llamamos "instinto de competencia", la que nos lleva a entregar galardones a todo el mundo: por eso existe el libro de los records Guinnes, que premia a cosas tan absurdas como "el hombre con las uñas mas largas del mundo". Créalo o no, el no cortarse las uñas es algo para enorgullecerse. (Pensar que mi mama me castigaba por eso)

Premios hay para todos los gustos: están los Nobel de la Paz, que por cierto en 1935 le fue otorgado a Hitler; el Oscar (los premios de la academia), que en una ocasión le fue entregado a esa novela venezolana de gran presupuesto titulada: Titanic; o para pasar a un plano más nacional, el Pichón (Cóndor) de Oro, una palmadita en la espalda que se dan las agencias de publicidad nacionales, aun a sabiendas de que todas los "geniales" comerciales que lanzan, son copias de publicidades argentinas (al menos en concepto).

Los galardones son una bazofia, una farsa creada por un puñado de personas que les gustan ser aduladas: la cámara de comercio premia las mejores empresas del pais, eso si es que se puede hablar empresas productivas aquí; el gremio de profesores condecora maestros cada año, tutores que son mas odiados que Lasie; y el gremio de periodistas regala menciones a sus miembros. No se cuantos se me olvida, porque son demasiados.


Antes hubiese pensado que el publico era el unico capaz de premiar a sus artistas, empresarios, comunicadores y demas, pero la audiencia, los oyentes y consumidores, esta perdidos.

Es por eso que Luis Fonsi puede llevar meses en los primeros lugares de la radio; o como Paulo Coello vende mas libros que Andrés Caicedo. Así mismo, las personas prefieren leer el Extra (el diario sensacionalista) antes que una crónica elaborada del diario El País.


La popularidad no es un premio, no es sinónimo de calidad. Si así lo fuera, Justin Bieber debería ser el artista más grande de la historia, y no, Biber es un feto que aun no decide si es hombre o mujer.


Borges nunca recibió un Nobel, y fue el mejor de todos los escritores de su generación, y de las generaciones siguientes. Por eso no creo en los premios, porque recibir un premio se ha convertido en una burla. No nos asombremos que de aquí en unos años, los otorgadores de premios creen la “Asociación Otorgadora de Premios”, y así se premien entre ellos, dándose galardón al mejor de los premios (perdón la redundancia).

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