martes, 27 de marzo de 2012

100

Max Brod pasó a la historia como el hijo de puta más grande, pero todos se lo agradecemos. Él fue el amigo de Franz Kafka, ese al que le pidió que, después de su muerto, quemase todas sus obras. No lo hizo y por eso tenemos los escritos del checo.

No puedo entender ni justificar a Kafka, no entiendo como alguien puede escribir si no quiere que lo lean. Al menos yo no escribo para mi, si no para que alguien, así sea una persona, ojee estas palabras.

Como periodista me toca escribir a diario pero sé, a ciencia cierta, que no todos los días me leen, he ahí alguna de las frustraciones personales. Pero fue el periodismo mismo fue el que me inculcó esta vaga manía de conjurar sílabas en palabras, esas que forman oraciones, párrafos, columnas, escritos.

Así fue como hace poco más de un año que empecé a escribir este blog, había quedado desempleado y no podía perder el hábito de escribir. Ya no podía dejar de escribir. De alguna forma en las letras uno encuentra cierta paz, cierta forma de deslindarse de todo lo que agobia y atormenta.

Empecé a creer en los blogs después de leer los posts de Adolfo Zableh, un periodista colombiano que tenía una columna mensual en la revista Soho del país cafetero. La Copa del Burro, el blog de Zableh, era exactamente el espacio que yo quería tener. Él dice que odia lo que escribe, y no sé porque.

La dinámica de este espacio la fui adoptando poquito a poquito, el blog se llama Diatribas y por ende es una quejadera de todo lo que me molesta y de todo lo que encuentro estúpido. Pero el blog se fue transformando hasta, sin perder su miserable esencia, tornarse en un espacio en el que, luego de 100 entradas, he encontrado "un estilo".

Desde acá he dicho lo que me tocaba decir, he mando a la mierda a quien he deseado y he alabado a quien  he querido; desde acá he criticado y he analizado, me he politizado y anonado; solo una vez lo utilicé para defenderme, y me arrepiento.

No tengo credenciales profesionales que avalen este espacio ni mucho menos una fama que oficialice este  lugar, no tengo motivos ideológicos que me movilicen a plasmar una epopeya y tampoco tengo traumas ni dramas dignos de ser contados; solo soy, desde el fondo y la forma, lo contrario de Kafka: he querido que me lean.

Y a los que hasta ahora han leído, gracias.


miércoles, 21 de marzo de 2012

En espera

Uno hace fila en el banco para que lo atiendan y se para durante horas en una columna en el consulado gringo a ver si les da la gana de darte Visa. Uno aguanta meses para irse de viaje, hace planes y demás, pero lo que a uno lo angustia es la espera. Al menos cuando viajas tienes una fecha y sabes que tal día y a tal hora tomas un avión con rumbo fijo.

Esperas: aguantas bajo sombra a que pase la lluvia, miras al techo mientras pasan los minutos y se baja el último CD de Red Hot Chilli Peppers. Uno espera mientras la cafetera se da su tiempo para filtrar el café, y se desespera mientras se tarda en llegar el taxi.

Haces fila para entrar al cine, esperas en la cola de la matriculación del carro y te quieres suicidar mientras al "servidor público" le da la gana de atenderte. Uno se sienta frente al computador rogando que le llegue una idea para plasmar en la hoja en blanco; uno espera años hasta que le suban el sueldo.

Uno cuenta el centavo y hace matemáticas mientras dilata el tiempo hasta que resuelve el acertijo de lo mucho que le tocará ahorrar para poder comprar un carro. Esperas meses para dar la cuota inicial y de repente el valor sube.

Esperas tácitamente a que te llegue el día, el de tu suerte, el final, pero tu día; aguardas los aplausos después de cada proeza individual, esperas a que la gente descubra algo que admirar en ti.

Uno espera que te dejes convencer con las palabras, esperas a que tus acciones hagan sentido, esperas justo hoy haberte puesto el atuendo indicado para que te encuentren atractivo, ruegas por ser el próximo de la fila y así, de una vez por todas, dejar de esperar a que te de la puta gana de quererme.

lunes, 19 de marzo de 2012

Los modales

A las reuniones llego temprano porque no me gusta saludar a la gente. También me voy sin avisar y así no tengo que despedirme de nadie. No me gusta dedicarle un segundo de mi vida a cada persona por cumplir un protocolo social. No, no me gusta, especialmente porque un simpe "buenas", como saludo, sirve de igual forma para hacerle notar a un conglomerado de gente, conocidos o desconocidos, que estoy presente. Y es que el saludo no es más que eso, una forma que creamos los seres menos importantes para que la gente se de cuenta que llegamos a un lugar. A la gente importante la saludan, los demás mortales saludamos.

Saludar es "tener buenos modales", y a los modales yo los veo como una forma de sometimiento: quien conoce de modales puede renegar de quien no los sabe y por ende llamarlo inculto. Ofendido, el "inculto" se siente inferior y así el conocedor de los protocolos se vuelve alguien superior. ¿Absurdo? Quizás, pero piénselo ¿a caso sus padres no desarrollaron toda un aura de superioridad ante usted cuando le jalaban los pelos por poner los codos sobre la mesa? 

En realidad los modales no cumplen una función primordial en la existencia: alimentarse con cuchara, tenedor o con las manos no cambia el hecho de que uno se está alimentado (eso si, lávate las manos antes de comer con ellas, sino te cae salmonelosis). Decir "salud" después de un estornudo, por más buena intención que se tenga, no mejorará tu salud o tampoco evitará que hayas regado un virus a todos los presentes durante "el exabrupto". A nosotros nos atormentan con los modales, nos obligan a tenerlos, a saber que hacer en tal o cual ocasión: que si abrirle la puerta a una dama, como si ella no pudiese abrirla por si sola. Ojo que no digo que este mal hacerlo, yo lo hago (lo de abrir las puertas), pero solo le veo lo incoherente y sexista al asunto.

En realidad uno no quiere cederle el puesto a un mayor en un lugar abarrotado, si me senté es porque quería estar cómodo y al darle el sitio a alguien que no conozco, voy a pasar incómodo. Yo no quiero darle la chompa a una amiga solo porque hace frío, si la tengo puesta es porque también se me están helando los huesos; además no es mi culpa que ella haya dejado su abrigo en casa. Tampoco quiero esperar a que todos tengan el plato en la mesa para empezar a comer, si me senté en el comedor es porque ya tengo hambre y quiero almorzar. No quiero hacer nada de esto, pero a veces lo hago.

Lo curioso está en la incomodidad que generamos al no cumplir los protocolos: la gente se asquea cuando ve a alguien comiendo con la boca abierta y siente repudio ante quien no le da el asiento a una anciana en la Metrovía, porque a la larga hacerlo significa que no nos interesan los demás. El protocolo social es la forma que nos inculcaron para obligarnos a que nos importen las personas, y viceversa.

Los modales son absurdos, antinaturales, van en contra de todo impulso, nos limitan como individuos y nos amoldan al colectivo; nos fomentan a "ser parte de la sociedad". Pero hay que ser sinceros, no siempre nos nace ser decente con todas las personas, en especial cuando parte del protocolo reside en tener que saludar a un familiar que no soportas o limitarte en las respuestas ante alguien a quien quieres mandar a la mierda. Los modales nos obligaron a que dejemos de solucionar las cosas a golpes y bueno, ustedes ven la calidad de personas e hipócritas que tenemos ahora.

Yo la verdad e intentado desprenderme de todo protocolo y solo me comporto "como la gente" con las personas que se merecen mi respeto, como mi señora madre, mi veterano y una que otra persona a las que estimo. Al hacer esto me siento más sincero, más libre, más frontal, me siento más un individuo y quizás un poquito más independiente.

Bueno en realidad solo me comporto como un completo idiota (porque así me han llegado a catalogar) con los miembros de mi mismo género, al fin y al cabo, a las señoritas aún les gusta que uno tenga uno que otro modal. Y créame, nosotros solo nos comportamos bien ante ustedes damas porque no queremos pasar solos toda la vida.

lunes, 12 de marzo de 2012

Causas perdidas

Cuando la ley SOPA llegó, venía a destruir el mundo tal como lo conocíamos. La enorme comunidad de las redes sociales se volcó al internet, su campo de batalla, para reclamar su derecho a bajarse cosas gratis. La indignación llevó a crear un hashtag (#stopSOPA) que saturó la paciencia de todos. Su compromiso parecía indoblegable, incansable, destinado a frenar la infamia de la SOPA. Pero ya pasó más de un mes y listo, el fervor SOPA terminó; ahora un nuevo supervillano se perfila en el horizonte del desktop del monitor: ¡Joseph Kony is in da´house bro! (y ahora los pajeros digitales siguen bajándose gratis el porno)

Nuevamente creamos un HT (#Kony2012) con el que volvimos a comprometernos con la causa justa: capturar al genocida de Uganda, el torturador de niños, el lider de un ejército infame del que ni siquiera sabíamos que existía antes de un video de 29 minutos. Pero nuestra indignación nos llevó a hacer algo para detener esto: hacer un copy-paste del link del video y ponerlo en nuestros perfiles, TL junto con el HT #Kony2012 (tal y como el video nos ordena). Con esta acción, el copy-paste, hicimos nuestra parte; no cogimos un avión a Uganda, menos un rifle y no nos metimos a buscar a Josehp Kony en África, hicimos algo mejor: un hashtag. Eso si hace la diferencia.

A mi en realidad me encanta ese fervor fugaz que las personas le meten a esas causas perdidas. Hay que ser sinceros, lo de Kony es una causa perdida. Nos encanta pensar que comprando banditas amarillas Livestrong curamos el cancer. Así mismo nos imaginamos que los hashtag cambian al mundo y que estamos siendo parte de una transgresión que no sucederá. Si las marchas y cadenas de oraciones cambiasen al mundo, hace rato tendríamos un planeta mejor, pero no, hasta hoy el AK47 sigue siendo mejor herramienta de cambio, cambio negativo pero cambio al fin.

Pero ese no es el punto. A mi lo que me emputa es el esnobismo pasajero. Todos esos acongojado por los niños de África, son los mismos a los que usted le pregunta: "¿dónde queda Uganda?", y no tienen la más puta idea. Esta gente es la misma que pone cara de asco a los negritos que hacen acrobacias en los semáforos. Claro, también son los mismos que lloraron de la emoción al ver Slumdog Millionaire.

Nosotros jamás lucharemos por niguna causa, al menos que esta sea perdida. En los colegios, en mi colegio, debatimos con pasión juvenil sobre los dramas de los niños mineros en África, sobre los infantes trabajadores de China; nos peleamos a muerte por nuestra posición sobre los casos de eutanasia en EE.UU., pero jamás nos detuvimos a ver que este pedacito de tierra al que llamamos país, también tiene su problemas y estamos igual o más jodidos que los anteriomente mencionados.

A veces el quedarse quieto es más sensato que el reclamar en las calles. El activismo siempre ha sido una mierda. Desde la época de los hippies las marchas han demostrado una sola cosa: hay millones de personas que estan dispuestas a caminar en la calle a favor de que ALGUIEN haga algo para mejorar las cosas, pero que ninguno de los zombies protestantes hará algo para cambiar eso que tanto le molesta.

Lo enfermizo llega hoy en la era de las comunicaciones digitales en donde el ciberactivismo se convierte en una moda, una obligación pasajera en la que todos deben participar porque creemos que somos una comunidad global que debe acongojarse por cada mal que afecta en un ricón del mundo que no sabemos ni pronunciar. Pero no, no somos una comunidad global, porque al menos a mi aún me piden visa para visitar esos paises civilizados que me piden que me conmueva con sus dramas.

Lo más trsite de todo es que los ciberactivistas pasan tanto tiempo mirando a sus pantallas, a sus teléfonos y tablets que se olvidan que ellos viven en paises igual de jodidos que Uganda. Acá los niños también son víctimas de la desnutrición, la falta de educación, el maltrato y del incierto futuro que les espera. Pero eso en verdad no les importa, al menos no hasta que alguien haga un hastag al respecto. Ahí sí todos los problemas termianrán. 

jueves, 8 de marzo de 2012

No celebre el día de la mujer

En Nigeria, Senegal, Sudán, Egipto, Etiopía, Pakistán, Indonesia y Malasia, en pleno siglo XXI, a las mujeres se aún se les arranca el clítoris. No es una práctica religiosa, es una tradición. En sudamérica aún una trabajadora gana 70% menos que un hombre en su mismo cargo, y eso es el pequeño porcentaje de féminas en cargos de mando.

Hay quienes se alegran porque cada vez se logra equiparar a los dos sexo en igual condiciones y oportunidades, pero lo cierto es que no estamos ni cerca de conseguir ese objetivo. Hay que también considerar que no somos iguales biologicamente, ustedes son superiores. 

En pleno siglo XXI aún celebramos el Miss Universo, aún nos emborrachamos viendo el Miss Reef y tachamos de machonas a cualquier mujer que practique un deporte "tradicionalmente masculino".

Aún los hombres se levantan de la mesa sin ayudar a recoger los platos y jamás aparecemos como protagonistas de un comercial de productos de limpieza. Los científicos encontraron una cura para la disfunción eréctil pero no tiene ni puta idea de como suprimir los dolores del síndrome pre-mestrual.

A todo esto le sumamos el maltrato del que la figura femenina a sido víctima desde Constantinopla, la persecución de la que tuvieron que huir durante la inquisición; fueron un mero objeto de reproducción durante la segunda guerra mundial y en sudamérica aún no pueden exorcizarse de este estigma que cargan como ama de casa y ser inferior.

La publicidad les atosiga con esa imagen de seres frágiles, de delicados y de finos cuerpos de modelo de Victoria Secret; les dicen que esa es la figura que deben tener, lo hacen porque en su fragilidad jamás podrán hacerle frente al golpe de un fornido e imbécil hombre. Ya quisiera ver yo que alguien intente pegarle a Seledina Nieves. Ella logró abandonar los cánones del mundo para levantar sobre sus hombros 275 libras, tener una familia y a la vez darse el tiempo de ser una linda mujer.

Por todo este abuso, acá los maricas de los hombres les pedimos perdón (tácitamente) por una historia de maltratos contra su figura. Lo hacemos dándoles un día al año, 24 horas en donde las atiborramos de gestos machistas.

No señorita, no acepte este día, sino usted está diciendo que nos perdona por todo lo que les hemos hecho en más de 2000 años de historia. No acepte que le regalen una rosa, no piense que este día es especial, porque el mero hecho que tengan que dar un día para recordarle al mundo que "deben tratarlas bien" significa que no lo hacemos.

No voy a pasarme de hipócrita diciendo que estoy exorcizado de todo gesto machista porque me criaron en una sociedad patriarcal y arrastro gestos que espero desparezcan con mi generación. Pero yo no celebro el día de la mujer porque a mi nadie tiene que recordarme que hay que respetarla y tampoco comparto el desprestigio que la publicidad y la industria le hacen a su figura. No celebro este día ni felicito a nadie por su género porque hacerlo significa que estoy aceptando la inferioridad de alguien que es madre, hija, hermana, amiga, pero por sobre todo, un ser humano al que le debemos más que un puto día.

Y jamás nos ganaremos su perdón.

martes, 6 de marzo de 2012

Los débiles

Yo me tenía que haber muerto hace mucho. No lo digo con un tono trágico ni mucho menos emo, lo digo porque soy una persona genéticamente inferior: sufro de incontables alergias que son contrarrestadas con un tratamiento médico que tengo que tomar a diario, también tengo fondo asmático, eso aparte de poseer las defensas siempre bajas por lo que el simple hecho de que alguien pronuncie "gripe" puede que ya me la esté contagiando. He sido operado tres veces por males que afectan a mi salud y hace dos años me fue diagnosticado queratocono, un mal que me irá haciendo perder la vista de a poco. Psicológicamente estoy igual de jodido, sufro de paranoia e hipocondría lo que derivan en un complejo de inferioridad solo superado (por lo que descifro en sus escritos) por el genial periodista Adolfo Zableh.

Digo que tenía que haber muerto porque de no existir la medicina ya me hubiese ahogado cuando a los 12 años se me cerraban los bronquios por la flema, o también hubiese sido víctima de alguna de mis alergias. Pero no, la industria farmacéutica y los doctores han logrado dar con mis males y disminuirlos, no desaparecerlos, tampoco hay negocio en curarme porque si lo hacen ya no compraría remedios y tampoco iría al doctor. Pero al fin y al cabo prolongan mi existencia en la tierra. Mi mamá se los agradece, yo no tanto.

El problema conmigo es que yo soy parte de esos seres humanos que jodemos la raza. Probablemente en el futuro alguien que se quiera reproducir conmigo y engendremos un gremlin (entiéndase por bebé) que herede todos mis males, sumados a los de su progenitora, creando así un humano que consumirá los recursos fármacos del mundo. La existencia de este gremlin justificará los programas de investigación de la cura de alguna enfermedad (alergia, asma, cáncer, etc) y continuará debilitando a la raza. Los humanos cada vez necesita más medicamentos, más doctores y soluciones a problemas de salud porque las enfermedades se supone que debían eliminarnos a nosotros, los débiles, para "purgar a la especie". Pero no, el instinto de supervivencia nos obligó a hacernos los suficientemente inteligentes para prolongar nuestra estancia sobre "la Pachamama".

No se que tan cierto era eso de que los espartanos (sí, "This is Sparta"), descartaban a todo bebé que nacía con mal formaciones, así alguna vez me lo contaron en una clase de historia, y lo hacían con el único propósito de hacer una raza de humanos élite, físicamente superiores, libre de toda debilidad. A mi a los 5 años me hubiesen botado a la basura porque de ley no había mamás como la mía que me llevaba corriendo al doctor cada vez que me faltaba el aire por el asma. En Esparta (según lo que les conté) me hubiesen dejado morir ahogado, pero ahora entiendo que hubiese sido lo mejor.

Entiendo que el mundo se está super-poblando, cada vez hay menos recursos alimenticios para dar de comer a tanta gente, y eso se debe a que no se supone que deba haber tantas personas en el mundo. Por ejemplo yo no debería estar acá, por todo lo anteriormente expuesto, y hay otro poco de personas que tampoco. Nosotros seguimos esparciendo esos genes desfigurados, esas defensas bajas; los patuchos siguen procreando patuchos y los escuálidos desabridos siguen difundiendo su debilidad a generaciones futuras.

Pero es esta misma debilidad la que nos ha hecho llegar hasta donde estamos: como los cavernícolas fuertes querían abusar de los délibes, el Pedro Picapiedra flaco tuvo que desarrollar una lanza con la cual herir al fuerte, y así nacieron las armas. Así mismo, el Pablo Marmol que no podía cargar mucho peso durante mucha distancia porque no le daba la raza, tuvo que crear la rueda, los soportes, plataformas y de más para mover con facilidad los objetos, y nació el vehículo. Algún hombre de piedra tiene que haberse muerto de una indigestión por no aguantar las bacterias de la carne cruda y entendió que debía cocinarla, dando inicio a la gastronomía y los Anthony Bourdaine. La debilidad es la madre de todas las invenciones.

Pero todo eso que nos hizo progresar como sociedad nos ha hecho retroceder como raza, cultivando un mundo en que nos beneficiamos nosotros, los débiles. Así nos fuimos "contra natura".

Si bien es cierto que esta forma de pensar ha dado incapié a mentes como la de Einstein, Foucault, Borges, Morrison y Spinetta, también fomento a Hitler, Idi Amin y Arjona, y créame, solo un disco de Arjona vale la pena para pensar en que la sociedad entera es un error.

Así lo veo yo, nuestra sociedad ha detenido la evolución para empezar un retroceso biológico, un estancamiento como raza en donde cada vez nos volvemos más inútiles y dependientes. En lo personal pienso que es el instinto de supervivencia es el que nos condenó a esto: un planeta con más gente de la que puede tolerar, y de paso personas débiles y enfermas.

Quizás el pináculo de la evolución sea ese: desprendernos de todo instinto de supervivencia para ir en pro de un todo, la raza. En ese caso no he evolucionado porque al menos yo quiero vivir lo suficiente como para ver un comercial de productos de limpieza protagonizado por un hombre o un serie de comedia que supere a Seinfeld. Así de mediocre soy.

viernes, 2 de marzo de 2012

La corbata

En China hay fábricas enteras repletas de niños que trabajan por menos de un dolar diario para hacer productos de tecnología como los Iphone, IMac, televisores 3D y demás maravillas que usted y yo queremos tener. No es sino hasta escuchar que la tasa de suicidios de los trabajadores de estas industrias es tan alta que las compañías deben contratar guardias que vigilen que los empleados no se suiciden, que uno siente una ligera culpa por desear estos aparatos. No se preocupe, el próximo comercial del Ipad 3 borrará toda imagen de niños con quemaduras químicas y demás gráficas que usted se mentaliza mientras lee las cifras y datos de las condiciones laborales en estos lugares.

Pero ni a usted ni yo queríamos saber esto, no porque seamos inhumanos sino que queremos disfrutar a plenitud de nuestros gadgets sin apenarnos de las manos que tuvieron que ser cercenadas para que uno pueda maravillarse del cristal inmaculado que brilla en nuestros Ipads. Tampoco es que uno va a ir a fabricar sus propios gadgets porque ese no es el punto de la economía; todo el sistema está engranado para que alguien siempre esté arriba pagándole a otros por lo que no quiere hacer, que es en sí la raíz del mundo laboral.

Sí, la vagancia es lo que da pie a todo el trabajo: uno consigue que alguien limpie la mierda de los baños a cambio de algo, digamos dinero, con lo que podrá adquirir cosas esenciales para vivir. Que nadie me venga a decir que todo trabajo es honorable porque sentarse 8 horas en un puesto de venta de celulares en un centro comercial no solo es aburrido sino denigrante. Pero el dueño de los celulares lo sabe y por eso le paga a alguien para que haga esto por él mientras, atenuado de las ganancias, "hace el favor" de compartirle un poco de lo que vende a ese subordinado que es incapaz de ver que le están viendo las huevas.

En algún momento de la historia un hijo o hija de puta entendió que uno puede darle a las personas algo a cambio por una actividad que no desea realizar. Inumerables años después los jodidos somos nosotros los que heredamos este sistema apadrinado en la vagancia y la habilidad de ciertas personas de descubrir como empecinarnos en hacer ese labor a la que calificaron de "noble" pero que es tan asquerosa que tienen que pagarnos para hacerla.

El trabajo no dignifica, esclaviza. No por nada la historia ha estado llena de esclavos a los que pusieron a hacer millones de pendejadas como las pirámides, la muralla china, Teotihuacan y demás monumentos al ego de algún tipejo con aires de deidad. Los franceses se dieron cuenta que la monarquía les estaba viendo las huevas al mundo y nos inculcaron ese "espíritu independentista" que no era si no un "espíritu de estar emputado porque no soy yo al que le hacen todo lo que pide". De todas formas abolieron la esclavitud no remunerada y tres siglos más tarde, el dinero volvió para hacernos agachar la cabeza a todos. Tanto usted como yo laboramos en "humanizadas" jornadas de ocho horas (que siempre son más y esos minutos no son reconocidos) en las que hacemos el trabajo que alguien más no quiere hacer.

Lo peor es cuando nos creemos ese cuento de que si nos educamos lograremos un mejor futuro. Lo importante es saber tomar las oportunidades y eso nadie te lo enseña. El estudio no nos sirve para un carajo, o si no pregúntenle a Messi y Critiano Rolando, personas cuyas quincenas unidas equiparan o superan al salario mensual que todos lo que los doctores (con ocho o más años de estudio) en los hospitales públicos reciben en un año. Ellos, los futbolistas, ganan lo que ganan y a duras penas con la educación suficiente para amarrarse los zapatos y expresarse como cavernícolas.

Pero quienes hicieron los zapatos de Messi, calzado que cuestan 500 dólares, son personas con igual o menor educación que los futbolistas, solo que hacen el trabajo que el argentino no quiere, que es coser un par de zapatatos que, sumando mano de obra, no llegarán a un precio de 90 dólares. De ese dinero, los que fabrican la indumentaria no van a ver ni el 10%, así que no me vengan con esa excusa de que esos pobres chinos están haciendo una labor que los dignifica como seres humanos.

La peor parte de todo esto nos la llevamos los proletarios, al menos los chinos saben que están condenados a su suerte de esclavos mal remunerados, pero la prole tiene esa ilusión de superación. A punta de ahorros uno puede adquirir todos esos productos, gadgets y alimentos por los que los indígenas y orientales se quemaron los dedos. Nosotros movemos la economía y somos los zombies que se superan a punta de "educación"; somos los que han sido adiestrados para creer que hacer carrera en la empresa de un abusador laboral es algo que a uno lo dignifica como ser humano. No, uno no es más que un esclavo con sueldo.

Lo más cumbre es que mientras más se asciende en la escala social uno va adecuando su forma de vestir, va "necesitando" más de esa vestimenta por la que pagamos mucho pero en realidad fue elaborada, como los zapatos de Messi, por un décimo del precio que pagamos. Cuando se llega a un puesto alto, la etiqueta te obligará a vestir de corbata, una prenda que no es sino el último instrumento de tortura diseñado para que apriete tu cuello lo suficiente como para que no llegue la sangre necesaria a tu cabeza y no te des cuenta de que lo que te están pagando es un miseria.