En China hay fábricas enteras repletas de niños que trabajan por menos de un dolar diario para hacer productos de tecnología como los Iphone, IMac, televisores 3D y demás maravillas que usted y yo queremos tener. No es sino hasta escuchar que la tasa de suicidios de los trabajadores de estas industrias es tan alta que las compañías deben contratar guardias que vigilen que los empleados no se suiciden, que uno siente una ligera culpa por desear estos aparatos. No se preocupe, el próximo comercial del Ipad 3 borrará toda imagen de niños con quemaduras químicas y demás gráficas que usted se mentaliza mientras lee las cifras y datos de las condiciones laborales en estos lugares.
Pero ni a usted ni yo queríamos saber esto, no porque seamos inhumanos sino que queremos disfrutar a plenitud de nuestros gadgets sin apenarnos de las manos que tuvieron que ser cercenadas para que uno pueda maravillarse del cristal inmaculado que brilla en nuestros Ipads. Tampoco es que uno va a ir a fabricar sus propios gadgets porque ese no es el punto de la economía; todo el sistema está engranado para que alguien siempre esté arriba pagándole a otros por lo que no quiere hacer, que es en sí la raíz del mundo laboral.
Sí, la vagancia es lo que da pie a todo el trabajo: uno consigue que alguien limpie la mierda de los baños a cambio de algo, digamos dinero, con lo que podrá adquirir cosas esenciales para vivir. Que nadie me venga a decir que todo trabajo es honorable porque sentarse 8 horas en un puesto de venta de celulares en un centro comercial no solo es aburrido sino denigrante. Pero el dueño de los celulares lo sabe y por eso le paga a alguien para que haga esto por él mientras, atenuado de las ganancias, "hace el favor" de compartirle un poco de lo que vende a ese subordinado que es incapaz de ver que le están viendo las huevas.
En algún momento de la historia un hijo o hija de puta entendió que uno puede darle a las personas algo a cambio por una actividad que no desea realizar. Inumerables años después los jodidos somos nosotros los que heredamos este sistema apadrinado en la vagancia y la habilidad de ciertas personas de descubrir como empecinarnos en hacer ese labor a la que calificaron de "noble" pero que es tan asquerosa que tienen que pagarnos para hacerla.
El trabajo no dignifica, esclaviza. No por nada la historia ha estado llena de esclavos a los que pusieron a hacer millones de pendejadas como las pirámides, la muralla china, Teotihuacan y demás monumentos al ego de algún tipejo con aires de deidad. Los franceses se dieron cuenta que la monarquía les estaba viendo las huevas al mundo y nos inculcaron ese "espíritu independentista" que no era si no un "espíritu de estar emputado porque no soy yo al que le hacen todo lo que pide". De todas formas abolieron la esclavitud no remunerada y tres siglos más tarde, el dinero volvió para hacernos agachar la cabeza a todos. Tanto usted como yo laboramos en "humanizadas" jornadas de ocho horas (que siempre son más y esos minutos no son reconocidos) en las que hacemos el trabajo que alguien más no quiere hacer.
Lo peor es cuando nos creemos ese cuento de que si nos educamos lograremos un mejor futuro. Lo importante es saber tomar las oportunidades y eso nadie te lo enseña. El estudio no nos sirve para un carajo, o si no pregúntenle a Messi y Critiano Rolando, personas cuyas quincenas unidas equiparan o superan al salario mensual que todos lo que los doctores (con ocho o más años de estudio) en los hospitales públicos reciben en un año. Ellos, los futbolistas, ganan lo que ganan y a duras penas con la educación suficiente para amarrarse los zapatos y expresarse como cavernícolas.
Pero quienes hicieron los zapatos de Messi, calzado que cuestan 500 dólares, son personas con igual o menor educación que los futbolistas, solo que hacen el trabajo que el argentino no quiere, que es coser un par de zapatatos que, sumando mano de obra, no llegarán a un precio de 90 dólares. De ese dinero, los que fabrican la indumentaria no van a ver ni el 10%, así que no me vengan con esa excusa de que esos pobres chinos están haciendo una labor que los dignifica como seres humanos.
La peor parte de todo esto nos la llevamos los proletarios, al menos los chinos saben que están condenados a su suerte de esclavos mal remunerados, pero la prole tiene esa ilusión de superación. A punta de ahorros uno puede adquirir todos esos productos, gadgets y alimentos por los que los indígenas y orientales se quemaron los dedos. Nosotros movemos la economía y somos los zombies que se superan a punta de "educación"; somos los que han sido adiestrados para creer que hacer carrera en la empresa de un abusador laboral es algo que a uno lo dignifica como ser humano. No, uno no es más que un esclavo con sueldo.
Lo más cumbre es que mientras más se asciende en la escala social uno va adecuando su forma de vestir, va "necesitando" más de esa vestimenta por la que pagamos mucho pero en realidad fue elaborada, como los zapatos de Messi, por un décimo del precio que pagamos. Cuando se llega a un puesto alto, la etiqueta te obligará a vestir de corbata, una prenda que no es sino el último instrumento de tortura diseñado para que apriete tu cuello lo suficiente como para que no llegue la sangre necesaria a tu cabeza y no te des cuenta de que lo que te están pagando es un miseria.
Pero ni a usted ni yo queríamos saber esto, no porque seamos inhumanos sino que queremos disfrutar a plenitud de nuestros gadgets sin apenarnos de las manos que tuvieron que ser cercenadas para que uno pueda maravillarse del cristal inmaculado que brilla en nuestros Ipads. Tampoco es que uno va a ir a fabricar sus propios gadgets porque ese no es el punto de la economía; todo el sistema está engranado para que alguien siempre esté arriba pagándole a otros por lo que no quiere hacer, que es en sí la raíz del mundo laboral.
Sí, la vagancia es lo que da pie a todo el trabajo: uno consigue que alguien limpie la mierda de los baños a cambio de algo, digamos dinero, con lo que podrá adquirir cosas esenciales para vivir. Que nadie me venga a decir que todo trabajo es honorable porque sentarse 8 horas en un puesto de venta de celulares en un centro comercial no solo es aburrido sino denigrante. Pero el dueño de los celulares lo sabe y por eso le paga a alguien para que haga esto por él mientras, atenuado de las ganancias, "hace el favor" de compartirle un poco de lo que vende a ese subordinado que es incapaz de ver que le están viendo las huevas.
En algún momento de la historia un hijo o hija de puta entendió que uno puede darle a las personas algo a cambio por una actividad que no desea realizar. Inumerables años después los jodidos somos nosotros los que heredamos este sistema apadrinado en la vagancia y la habilidad de ciertas personas de descubrir como empecinarnos en hacer ese labor a la que calificaron de "noble" pero que es tan asquerosa que tienen que pagarnos para hacerla.
El trabajo no dignifica, esclaviza. No por nada la historia ha estado llena de esclavos a los que pusieron a hacer millones de pendejadas como las pirámides, la muralla china, Teotihuacan y demás monumentos al ego de algún tipejo con aires de deidad. Los franceses se dieron cuenta que la monarquía les estaba viendo las huevas al mundo y nos inculcaron ese "espíritu independentista" que no era si no un "espíritu de estar emputado porque no soy yo al que le hacen todo lo que pide". De todas formas abolieron la esclavitud no remunerada y tres siglos más tarde, el dinero volvió para hacernos agachar la cabeza a todos. Tanto usted como yo laboramos en "humanizadas" jornadas de ocho horas (que siempre son más y esos minutos no son reconocidos) en las que hacemos el trabajo que alguien más no quiere hacer.
Lo peor es cuando nos creemos ese cuento de que si nos educamos lograremos un mejor futuro. Lo importante es saber tomar las oportunidades y eso nadie te lo enseña. El estudio no nos sirve para un carajo, o si no pregúntenle a Messi y Critiano Rolando, personas cuyas quincenas unidas equiparan o superan al salario mensual que todos lo que los doctores (con ocho o más años de estudio) en los hospitales públicos reciben en un año. Ellos, los futbolistas, ganan lo que ganan y a duras penas con la educación suficiente para amarrarse los zapatos y expresarse como cavernícolas.
Pero quienes hicieron los zapatos de Messi, calzado que cuestan 500 dólares, son personas con igual o menor educación que los futbolistas, solo que hacen el trabajo que el argentino no quiere, que es coser un par de zapatatos que, sumando mano de obra, no llegarán a un precio de 90 dólares. De ese dinero, los que fabrican la indumentaria no van a ver ni el 10%, así que no me vengan con esa excusa de que esos pobres chinos están haciendo una labor que los dignifica como seres humanos.
La peor parte de todo esto nos la llevamos los proletarios, al menos los chinos saben que están condenados a su suerte de esclavos mal remunerados, pero la prole tiene esa ilusión de superación. A punta de ahorros uno puede adquirir todos esos productos, gadgets y alimentos por los que los indígenas y orientales se quemaron los dedos. Nosotros movemos la economía y somos los zombies que se superan a punta de "educación"; somos los que han sido adiestrados para creer que hacer carrera en la empresa de un abusador laboral es algo que a uno lo dignifica como ser humano. No, uno no es más que un esclavo con sueldo.
Lo más cumbre es que mientras más se asciende en la escala social uno va adecuando su forma de vestir, va "necesitando" más de esa vestimenta por la que pagamos mucho pero en realidad fue elaborada, como los zapatos de Messi, por un décimo del precio que pagamos. Cuando se llega a un puesto alto, la etiqueta te obligará a vestir de corbata, una prenda que no es sino el último instrumento de tortura diseñado para que apriete tu cuello lo suficiente como para que no llegue la sangre necesaria a tu cabeza y no te des cuenta de que lo que te están pagando es un miseria.
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