martes, 27 de marzo de 2012

100

Max Brod pasó a la historia como el hijo de puta más grande, pero todos se lo agradecemos. Él fue el amigo de Franz Kafka, ese al que le pidió que, después de su muerto, quemase todas sus obras. No lo hizo y por eso tenemos los escritos del checo.

No puedo entender ni justificar a Kafka, no entiendo como alguien puede escribir si no quiere que lo lean. Al menos yo no escribo para mi, si no para que alguien, así sea una persona, ojee estas palabras.

Como periodista me toca escribir a diario pero sé, a ciencia cierta, que no todos los días me leen, he ahí alguna de las frustraciones personales. Pero fue el periodismo mismo fue el que me inculcó esta vaga manía de conjurar sílabas en palabras, esas que forman oraciones, párrafos, columnas, escritos.

Así fue como hace poco más de un año que empecé a escribir este blog, había quedado desempleado y no podía perder el hábito de escribir. Ya no podía dejar de escribir. De alguna forma en las letras uno encuentra cierta paz, cierta forma de deslindarse de todo lo que agobia y atormenta.

Empecé a creer en los blogs después de leer los posts de Adolfo Zableh, un periodista colombiano que tenía una columna mensual en la revista Soho del país cafetero. La Copa del Burro, el blog de Zableh, era exactamente el espacio que yo quería tener. Él dice que odia lo que escribe, y no sé porque.

La dinámica de este espacio la fui adoptando poquito a poquito, el blog se llama Diatribas y por ende es una quejadera de todo lo que me molesta y de todo lo que encuentro estúpido. Pero el blog se fue transformando hasta, sin perder su miserable esencia, tornarse en un espacio en el que, luego de 100 entradas, he encontrado "un estilo".

Desde acá he dicho lo que me tocaba decir, he mando a la mierda a quien he deseado y he alabado a quien  he querido; desde acá he criticado y he analizado, me he politizado y anonado; solo una vez lo utilicé para defenderme, y me arrepiento.

No tengo credenciales profesionales que avalen este espacio ni mucho menos una fama que oficialice este  lugar, no tengo motivos ideológicos que me movilicen a plasmar una epopeya y tampoco tengo traumas ni dramas dignos de ser contados; solo soy, desde el fondo y la forma, lo contrario de Kafka: he querido que me lean.

Y a los que hasta ahora han leído, gracias.


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