viernes, 31 de octubre de 2014

Párenle a la farra

Como todos los viernes, llega la happy hour, el 2x1 hasta las 10 de la noche y la única razón de vida de millares de personas: farrear.

Que actividad para más estúpida, que cosa para más horrenda. Sí, entiendo que como la mayoría de personas vive una existencia reprimida, amargada, trabajando en lo primero que encontraron cuando salieron del colegio/universidad, y en donde forjaron una carrera que no les complace, vivan añorando esa felicidad sin descontrol y explicación que genera la música a todo volumen combinada con trago barato vendido muy caro. Todo un coctel malas elecciones que se convierten en buenas cada que, como loro, se repite, en modo de hipnosis: 'bailando soy feliz'.

Es que farrear apela a la mentalidad de los bobos, de los débiles de caracter, de la gente sin criterio. ¿Cómo más explica el hecho de que alguien pague 20 dólares para entrar a un lugar incómodo lleno de desconocidos, intoxicados en alcohol, y sea capaz de pagar 5 dólares por una cerveza que cuesta $1?

Farrear en la máxima expresión del bobo hijueputa, del descerebrado sin vida que debe autoinflingirse felicidad a punta de pasos de baile enérgicos que le produzcan endorofinas suficientes para olvidar lo miserables que son sus días.

Hay que estar realmente mal de la cabeza para disfrutar 'farrear': para encerrarse en diminutos cuartos con música a todo volumen que no deja entablar conversación, arreglarse al 100% para luego brincar y sudar para borrar todo vestigio de descencia junto a otra caterva de desconocido con los que, en el mejor de los casos, terminarán fornicando. No le veo otra función a este bobo ritual. Sino ¿para qué mierda hacerlo?

Ya sé lo que me dirán, '¿qué tiene de malo querer salir a divertirse una rato?', y yo les contesto: tiene todo de malo. No hay justificación ni acción positiva al otro lado de la ecuación. Celebrar, la euforia, son recompensas para los momentos sublimes de la vida en los que se alcanzan cosas, y acá el único que celebra es el dueño del local en el que usted gasta 200 dólares en una botella que cuesta 60. BINGO.

Farrear es imbécil, pero hay que entender porqué la gente lo hace. Más allá de salir a desaforar toda esa depresión comprimida en cada día de trabajo, el mover el cuerpo, rozar las partes intimas con las de otra persona, produce una reacción química en el cuerpo que semeja un estado de placer. La libertad de vivir una tapiñada sexualidad a través de misóginas letras y ese incipiente sentido de 'solo se vive una vez' que se tiene mientras de ingiere trago barato, todo eso forma es industria del falso placer que es 'el entretenimiento para adultos'. Y sí, es una industria en la que usted, bobo hijueputa, es el producto.

Sí tantas ganas tiene de 'vivir una noche como si fuera la última', vayan a Siria. Allá eso si es más acertado.

Bailar es una acción bonita, un arte, beber, el trago, es una brebaje hermoso, en parte saludable y exquisito, resultado de ardua investigación para el deleite, y ambos deben emplearse/injerirse en momentos de suprema celebración, no todos los viernes y sábado, como rutina hipnótica en búsqueda de un placer inalcanzable.

No importa cuanto me jodan con 'ay, que amargado... ay, a mi me gusta divertirme', el deleite personal no tiene absolutamente nada de positivo en la vida en general y lo único que haces es salir a destruirte las neuronas pagando sobre precio mientras dejas que te modifique el pensamiento una canción misógina a la vez.

Párenle a esta mierda. Me molesta en serio la incipiente y sin sentido de las acciones de la población porque a la larga me joden mi vida.

La gente que farrea es la misma clase de hijueputa cuya meta más grande en la vida es casarse, que no es otra cosa más que una mega farra; la misma clase de idiota que creen que los embarazos no planeados son 'bendiciones', y la misma clase de caterva que cree en seres todopoderosos a los que no pueden ver. Me menerva porque quizás hoy yo me meto en sus vidas, pero ellos siempre se andan metiendo en la mía. Imbéciles. 

jueves, 23 de octubre de 2014

Planes futuros

Creo que el periodismo agoniza, se muere, se nos va. Esto no por falta de calidad y profesionales, de los que también hay una crisis, pero más porque ya no hay nadie que los veo o lea. 

Muchos culpan al internet, y en parte tienen razón, porque los medios sufren de los mismo que la indutria del porno: regalaron su trabajo en la web y ahora nadie está dispuesto a pagar por consumirlos. Nunca nadie se ocupó de educar a los consumidores hacia el hecho de que si quieren información de calidad, hay alguien al otro lado de la pantalla que debe trabajar mucho por conseguirla, y por ende recibir un sueldo a la par de sus esfuerzos, de su riesgo. Y eso no pasa. 

Ya no queda si no un grupo diminuto de personas que abren un diario y en la web nadie ve una noticia que no sea viral. Alguna de esas vainas tan feas, polémicas de mierda que copan la web, y de las que todos los que alguna vez tuvimos el gusto de ver nuestras palabras plasmadas en el papel de un rotativo, hemos sido partícipes. 

No vivimos una época de cambio sino el cambio mismo. De aquí en 5 años, no creo que queden suficientes suscriptores de medios impresos y por ende van a perecer. Los diarios web no se podrán mantener a punta de publicidad de banners y se volcarán a la publicidad nativa, que no es otra cosa que vender las letras al mejor postor. Y eso no es periodismo. 

Ya nadie lee, y por eso creo que es hora, antes de percer, de empezar a considerar ponerle una pausa a las letras. Es difícil, porque no se puede abandonar de buenas a primeras algo a lo que se le tuvo una pasión devota, y ahora solo se lo ve con resentimiento y desprecio. 

Hay que empezar a hacer planes futuros, empezar a dosificar el dolor que será ver lo que algún día fue la industria de la información, en un pasquín de anuncios camuflados en noticias; a profesionales de la investigación en meras cheerleaders de las marcas que les pagan por hacer lo único para lo que los educaron: escribir.

martes, 7 de octubre de 2014

El fin de las guapas

Dicen que no hay nada más feo que la guerra, pero si no hubiese sido por el conflitco global de 1914, no habría cirugías plásticas (tal y como hoy las conocemos). Y bueno, a las mujeres les encanta la cirugía, y se retocan el rostro, para lucir más bonitas.

Hay que ser sinceros: sí, la mayoría quedan más lindas o buenas después de que el bisturí les rasga el cuerpo, pero eso es sólo porque estamos obsesionados con una sola forma de belleza: tetas y nalgas; narices repingadas y cabello kilométrico; Kate Upton y la Meg Ryan de los 80. Pero, ¿es esa la clase de mujeres que de verdad queremos?

David Foster Wallace decía: 'la publicidad se basa en el concepto de crear una ansiedad que sólo puede ser saciada con la obtención de algo'.

Si por un lado tengo a Sport Ilustrated poniendome las tetas de la Upton todo el día en la cara, y por el otro lado tengo a Levi's atiborrándome la vista con nalgonas por el otro lado, es lógico que mi única necesidad a saciarse sea la de poseer una mujer así. Y eso, de hecho, no es verdad.

Ahora, si uno como hombre siente la presión de tener una mujer así, ¿cómo se siente la mujer a la que todos los días el medio les dice que no es bonita? Que cosa de miedo.

Es por eso que el concepto de belleza está tan perdido: por esa necesidad de la mujer de caber en un jean, de llenar una blusa, de lucir tal y como el producto que le dicen todo el puto día que debe ser. Y es entonces cuando meten su cuerpo al molde, cuando le permiten al bisturí imponerse sobre su naturaleza, sobre ese culito bonito y no voluminoso, o escabullirse por debajo de la grasa de su busto y crear montañas de silicona, todo por lucir tal y como el estandar de belleza dictamina.

Así es como hemos llegado al fin de las guapas. Ya las mujeres no son sino una producto más de la publicidad, fabricadas a punta de bisturí, kilos de maquillaje y medidas estandar. Ya esa cosa bonita de la hembra que resaltaba por ser un individuo no existe y en su lugar lo que ha quedado es producto que los hombres debemos consumir y las mujeres deben obtener. Horrible.

No por esto venga a decirme que estoy en contra de la cirugía plástica porque también tiene sus beneficios, pero todos terapéuticos.

No creo en el estandar de belleza y a diario peleo para recordármelo, porque sé que a penas me descuido, habrá un comercial que lo ponga de nuevo en el mate. Me recuerdo que lo importante es estar lo más sano posible, y en este caso cada cuerpo tiene su forma. Hay mujeres a las que la salud las llevará a tener un cuerpo voluminoso, y está bien, así como el mismo hecho de estar en forma, llevará a hombres a una forma de Atlas. Y eso está bien.

Mientras escribo busco referencias sobre los diferentes tipos de cuerpos, para mostrar que lo que hablo tiene su base científica y, en el transcurso del googleo, me aparecen promociones para liposucciones, descuentos en pastillas para bajar de peso y, como era de esperarse, las tetas de Kate Upton. Ahí todo este discurse se me va la mierda, y solo pienso en que yo se las quiero tocar.

Pero bueno, ya se me ha de pasar la ansiedad.