jueves, 7 de junio de 2012

Si te me casas

Yo creo que todos los que renegamos del matrimonio es porque no lo hemos vivido. De todas formas son más de 2000 años y tiene que haber algún motivo para que la gente se siga casando. Imagino que antes era más fácil, el matrimonio digo, porque la gente no tenía las libertades amorosas de hoy en día e iban directo a la horca con quien creía era la persona indicada. Hoy pasamos de persona en persona, timando, tasando, experimentando, equivocándonos. Lo último es lo que más hacemos.

Cuando hablo de esto último es porque, por estas libertades amorosas, uno tiene la posibilidad de departir su tiempo con personas a las que llegas a estimar; hablemos claro, pasas tiempo con personas que te enamoras, te mueven el piso y te sacuden la cama. Por eso mismo, cuando te alejas de las mismas ya sea por cachos, porque te cansaste o porque encontraste alguien mejor, algo de esa relación queda ahí, latente, jodiéndote el cerebro en cada borrachera que te pegas. Algunos lo llaman "extrañar a esa persona", yo lo llamo, "encabronamiento porque ya no están juntos". 

Lo crítico del asunto es cuando años después, cuando el hígado pudo regenerarse de todos los tragos que te tomaste en su nombre, sabes que ella, con la que algún día fuiste feliz (y luego un alcohólico en potencia), se casa. 

No me pasó a mi, pero le paso a un 'conocido', uno de los tuitero más bacanes a los que sigo y que tuvo la desfachatez de enterarse a través de esta red social de mierda que una de sus ex se casaba. No me quiero poner en su plano porque él fue capaz de tomarlo con gracia, yo no lo haría. Puedes estar feliz con alguien, pero hay que admitir que de solo imaginarlo uno se deprime. 

Porque luego de separarse de alguien nadie espera que al otro le vaya mejor. Uno es 'el padre de la hipocresía' cuando dice: "te deseo lo mejor", porque no es así. Cuando una pareja termina uno lo que quiere es que ella se engorde, se le caiga el pelo, se le llene la cara de granos; que se convierte en un puto monstruo asusta niños para que se quede sola en este puto mundo. Eso no pasa, pero uno lo desea. Es normal, estás herido y ella es la causa de tu metamorfosis emo. 

La inmadurez apremia estos momentos de tu vida y, aparte de ese cuadro deprimente del que sufres, la bloqueas de ti, de las redes sociales y de tu celular. De nada sirve, te sabes el número de memoria pero tienes que engañarte de alguna forma. Uno sabe que ha superado a su ex cuando finalmente olvida su número de teléfono (haga la prueba). Lo insensato del asunto es que, lo más seguro, tus amigos la hayan agregado a las redes sociales y aproveches los ratos en los que ellos van al baño para agarrar sus smartphone y ver el perfil de Facebook de tu amor pasado. "¡Maldita puta!", pensarás cual machista herido, despechado, superado por un nuevo hombre que acompaña a tu ex en su foto principal. Así de mierda somos. 

Porque las redes sociales están ahí para jodernos la vida, si no miren al tuitero que tuvo que enterarse de este fatal hecho a través de la red de microbloggin. Mierda de páginas web. 

Y es que aunque yo se que fue gracioso/trágico el tema de conversación en Twitter, con cada tweet que  escribíamos le recordamos el hecho que dio inicio a todo ese parloteo: ella se va a casar.

Yo no se que haría, como reaccionaría si me enterase de tal manera o siquiera me enterase de que te me casas. Maldita. 

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