El otro día entregaban el Nobel de literatura a una canadience que, les soy sincero, me enteré que existía al saber del galardón que le entregaban. Hace mucho que no me pongo a ahondar en las librería a ver que es lo que hay, y mucho menos a leer un libro extenso, no por vago, que sí lo soy, pero por falta de tiempo. Lo curioso de esto es que me he vuelto más consumidor de la cultura pop, de la 'literatura menor que son los cómics y el manga. Les juro, hay genios por esta parte de las artes. Genios de peso.
Ahora último estoy obsesionado con las historias de Mark Millar, que entre sus títulos más 'destacados', están las historietas de Kick Ass, ya en la pantalla, pero que tiene (y enfatizo en su grandeza) como Red Son, un distopía del universo de Superman, mi cómic favorito, Old Man Logan, que relata los sucesos finales del Universo Marvel y, la que puede ser, después de Watchmen, el arco de historietas más grande, Marvel: Civil War. ¿Cuándo íbamos a pensar que los héroes iba a terminar luchando a muerte entre ellos por escalrecer o guardar su identidad secreta? Y eso es solo el inicio.
Porque Civil War (2006 - 2007) es más que una historieta, es una radiografía de una sociedad (spoilers)
La historia empieza con una reality show de superhéroes mediocres en búsqueda de la fama. Su aventura los lleva a enfrentarse a villanos más allá de su alcance, lo que resulta en la masacre de niños en un colegio. ¿Reality de personas mediocres? ¿Matanzas escolares? Millar es un genio que engloba los dramas de un país y los llena de personas con súper poderes tan solo para llevar todo a figuras poéticas. Y esto lo pongo de preámbulo para que entienda la capacidad metafórica de este señor. Porque, en realidad, la historia que más disfrute, fue lo que engloba a Civil Wars.
Tras la vergüenza de la guerra en Irak, toda la fe que los americanos depositaba en su gobierno se desplomó. Muchos empezaron a ver como todas esas figuras que durante años creían se levantaban en nombre del bien y de lo correcto, no era más que intereses de un estado y un ejército que solo respondía a intereses económicos. El pueblo, en su derecho, empezó a querer saber quienes eran las personas detrás del gobierno que movían los hilos que manejan al estado. Esa nación, EEUU, la gran nación por la que millones de personas han muerto, llevaba una máscara y todos querían saber quien la portaba.
Civil War inicia con la premisa de que el daño causado por esos seres que alguna vez las personas idolatraban, debía tener responsables. Así es como el gobierno dispone la 'Ley de registro de súper humanos', un acta que obligaba a todos los superhéroes a revelar su identidad y trabajar para el estado, para y por sus intereses. Así, los héroes se dividen en dos bandos: Tony Star, el empresario, el representante del capital, que esta del lado del estado, que, está de más decir, lo apoya; y el Capitán América, que representa a las personas, al pueblo que quiere seguir en el anonimato (y ojo que esto toma mayor relevancia con el escándalo del espionaje).
Pero de alguna forma, el pueblo en general, esa fracción de la población a la que no representa el Capitán América, está desencantada con los que alguna vez fueron sus ídolos, los aborrecen, los consideran, tanto al capital como a sus soldados (y ojo que el Capitán América es un soldado), sus enemigos. Les temen.
Millar engloba una situación en la que los alguna vez ídolos, son ahora los enemigos del pueblo; de la masa que, descontenta, oscurece la figura de los héroes al punto de aborrecerlos. ¿No es eso lo que está pasando en el mundo?
En el 2007, Millar planteaba un drama de la lucha de la privacidad, del desencanto de los ídolos, de una lucha de poderes llena de traidores en la que, como en el cómic se explica, no hace más que destruir el país y a la población a la que alguna vez los héroes juraron prometer.
Curiosamente, el penúltimo tomo de esta gran historia, contada en casi 300 páginas, Narra una historia muy lenta, en donde vemos a un Tony Stark, el percursor de esta normal, la ley del registro, y el multimillonario, figura primordial del capital estadounidense, arrepentido. El le habla a la nada, al vacío y le pide perdón a alguien, a quien en principio fuera su amigo: el Capitán América, muerto. El símbolo de un país destruido por su capital. El símbolo de soldados entregados a la muerte en pie de los intereses creados; el símbolo de cómo el paternalísmo social puede llegar a ser tan peligroso. Y todo esto en un cómic.
Millar ha creado una historia salvajemente compleja, llena de matices que me siguen apareciendo cada que repaso las hojas (PDF) del cómic. Un retrato de una sociedad que se cae a pedazos porque los ídolos que ellos admiraban, las personas y entidades a las que deben seguir, se están matando las unas a las otras.
Y quien me venga a decir que Millar no escribe tan bien como Alice Munro (Nobel 2013), se puede ir al carajo.
Los comics siempre han sido vistos como lectura de poco contenido (digamos, B-Literature) porque hay quienes piensan que si un libro tiene menos de 300 páginas no puede decir nada serio. Además que, admitamoslo, es fácil prejuiciar de poco serio a un montón de tipos en mallas volando por la vida.
ResponderEliminarBueno, Civil War me pareció un evento interesante, porque la Ley de registro de super humanos (hola, registro de judíos, holocausto, alguien?) es una violación a los derechos (super)humanos y recurre al espionaje y a la persecución dentro de una misma comunidad.
Lo que me gusta es que, aunque el Captain America siempre ha sido el personaje ultra-americano, correctito y obediente del Marvel Universe, cuando se trata de invadir la privacidad toma una postura distante y se va en contra del estado capitalista que lo creó.
No es eso lo suficientemente serio? Aparte de eso, todo lo que tú mencionas, obvio. Pero es verdad, los comics no se tratan sólo de héroes rescatando damiselas en peligro.
Otro ejemplo de eso podría ser Marvels (escrito por Kurt Busiek), donde se explora un tema que mencionas también acá: el desencanto de los ídolos y la persecución hacia quienes en algún momento fueron admirados; todo basado en el miedo a lo desconocido (representado por una máscara).