viernes, 21 de octubre de 2011

Plazos

Todos los meses me llama una mujer a mi teléfono, ella me explica paso a paso lo que quiere que haga y a donde tengo que ir. Ella es la que me cobra el saldo pendiente de la tarjeta de crédito. Sí, todos los meses me llama; quizás ya sea hora de hacerme amigo de ella.

El plazo que tengo para pagar mi tarjeta vence justo unos días antes de mi quincena, casi como una advertencia tácita: “no te gastes la plata que tienes deudas que pagar”. La cancelación de esa deuda también tiene un plazo porque si no la pago los hijos de puta del banco agregarán un valor más (el interés) a los que tan elegantemente llaman “saldo pendiente”.

Vivimos de plazo en plazo, cumpliendo con nuestro deber de responder a quien tengamos que responder en el momento exacto que ellos esperan que respondamos: el banco añora que los 15 pague mis deudas, los profesores esperan que entregue los trabajos en la fecha que estipularon; tu pareja espera que cada mes recuerdes el aniversario de su relación para así recibir un regalo; tu jefe espera que entregues sus encomiendas en la fecha exacta que el estipuló como límite exacto para que la compañía, (medio de comunicación, empresa) siga funcionando a ritmo continuo. Plazos.

Uno debe llegar a tiempo al trabajo, eso sí, no hay hora de salida, pero si no cumples con lo estipulado (8 horas), te descuentan el sueldo. Tu hijo, hermano y/o entenado debe llegar todos los días a tiempo al colegio y deberás recogerlo a una hora específica también. Si no lo haces tal cual está indicado en el horario, eres un mal padre, padrastro y/o hermano.

Y llegamos a mi punto: el problema de no poder cumplir con los plazos es el convertirte en esa tiránica, incumplida e irresponsable persona que nadie quiere tener a su lado. Nadie quiere contratar a un tipo que no entrega sus encomiendas a tiempo ni graduará a alguien que no presenta los deberes; nadie querrá estar junto a un novio que no entrega regalos cada 15 del mes y ninguna tarjeta dará crédito a alguien que no paga sus deudas a tiempo.

Aquí, en este mundo de plazos, nadie tiene tiempo a ver él porque uno no pudo cumplir con la fecha establecida, tampoco es que alguien le importe. Si fueras alguien importante no deberías cumplir los plazos sino que los establecerías a tu gusto.

Plazos: ese invento macabro con el que nos distraen a diario para que no tengamos tiempo de detenernos de pensar lo absurdo que es tener que revisar casa 15 minutos ese aparatito que llevamos en la muñeca, el reloj, para saber si estamos tarde para ir a algún lugar a hacer algo que no queremos hacer. La vida es sencilla, nosotros nos complicamos inventando esa cosa llamada tiempo (les cuento un secreto: no existe).

Ahora, sí hay un plazo que se debe cumplir a raja tabla, que se debe respetar como si fuese (y lo es) sagrado; estoy hablando de ese plazo que se cumple mensualmente cada 28 días y que nos asegura que podemos seguir siendo los cabrones irresponsables que somos ya que no habrá una boca más que alimentar. Recuérdalo.

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