A Muamar Al Gadafi lo mataron de un tiro en la cabeza después de recibir una paliza en público. A mi no me importa en lo más mínimo lo que le pasó a este señor, no por insensible si no que no representa ninguna puerca influencia en mi vida ni en los que me rodean. De hecho, el único motivo por el que lo nombro es porque en el medio para el que trabajo me tocó escribir una página entera de él y recoger reacciones de las personas que criticaron la forma en que este caudillo murió. Hay quienes se horrorizaron con la forma en que los rebeldes libios acabaron con el ex dictador pero yo de verdad los entiendo, yo hubiese hecho lo mismo.
Pocas cosas me emputan tanto como el puritanismo de la gente. Esos que criticaron la paliza que le metieron al señor con pinta de reguetonero chiro eran los mismos que celebraran la incursion de la OTAN (entiéndase bombardeos) a Libia. Sí, así de incoherentes son: celebran la masacre que ocurrió en ese horrible país pero condenan la "brutalidad" de un grupo de personas contra un hombre que socavó a un país por más de 40 años.
Coincidencia o no, este ha sido el año de las "célebres muertes". En los últimos meses hemos sido testigos de las defunciones de algunos "personajes": ahora fue Gadafi, también lo mataron a Bin Laden, Steve Jobs corrió con la mala suerte de morir en el año que más tiranos fueron ejecutados (aunque hay quienes dicen que Jobs no era ningun santo. Nunca lo sabremos). Ahora, muchas personas toman posturas con estas defunciones incluso sabiendo que no representan en sus vidas lo más mínimo (incluso la de Jobs).
Es como un mecanismo de defensa que usamos: debemos siempre cuestionar la muerte y siempre cuestionar a los muertos ajenos, de alguna forma tener un opinión sobre un drama ajeno nos hace olvidar lo problemas personales.
Recuerdo en el colegio discutíamos sobre eutanasia y sobre lo mal que tratan a los ancianos en los asilos de Alemania, pero nunca nos obligaron a cuestionarnos si era normal que tanto niño pida caridad en nuestras calles, o si era necesario indignarnos por la impunidad del sistema legal ecuatoriano.
No se cual es la fascinación de las personas por los fallecido, no la entiendo en realidad. Yo he fotografiado y escrito sobre muertos porque es lo que la gente lee (o al menos ojea), eso y sobre los videos porno de los famosillos.
Ver fotos de Gadafi desagrandose mientras un par de libios bailan de alegría nos parece inhumano, leemos la noticia el diario de camino al trabajo sin observar que fuera de la ventana hay un niño de 8 años pidiendo caridad y que no tendrá futuro. Indignarse por el enturbado muerto está bien, la indiferencia por el futuro del infante también está bien.
Somos mojigatos que nos tildamos de moralistas siempre que el problema no nos concierna a nosotros. El aborto les produce repulsión: ¿como una madre va a acabar con la vida de un indefenso feto?, dicen todos esos que llevan denarios y crucifijos pero ninguno de ellos va a donar un puerco centavo para la crianza, educación y alimentación de ese niño que en el peor de los casos tendrá una vida miserable. Cuando el problema es ajeno toda decisión es cruel. Así de incoherentes son.
Mientras en los hogares más opulentos siguen retorciendose de las nauseas y el asco que le produce ver a un grupo de personas celebrando la muerte de un genocida, les es indiferente el hecho que la paga que le dan a sus sirvientas no le alcance para costear la correcta alimentación de su hijo (el de la sirvienta me refiero). Ese niño que tuvo que parirlo porque un grupo de puritanos no la apoyó en la decisión más coherente, es el mismo niño que desnutrido por no tener alimentos ingresará a un hospital que su madre (una sirvienta) no puede costear. Ese niño fallecerá (hay muchos casos así), pero nosotros seguimos horrorizandonos por esos otros muertos de los que si vale la pena discutir.
Pocas cosas me emputan tanto como el puritanismo de la gente. Esos que criticaron la paliza que le metieron al señor con pinta de reguetonero chiro eran los mismos que celebraran la incursion de la OTAN (entiéndase bombardeos) a Libia. Sí, así de incoherentes son: celebran la masacre que ocurrió en ese horrible país pero condenan la "brutalidad" de un grupo de personas contra un hombre que socavó a un país por más de 40 años.
Coincidencia o no, este ha sido el año de las "célebres muertes". En los últimos meses hemos sido testigos de las defunciones de algunos "personajes": ahora fue Gadafi, también lo mataron a Bin Laden, Steve Jobs corrió con la mala suerte de morir en el año que más tiranos fueron ejecutados (aunque hay quienes dicen que Jobs no era ningun santo. Nunca lo sabremos). Ahora, muchas personas toman posturas con estas defunciones incluso sabiendo que no representan en sus vidas lo más mínimo (incluso la de Jobs).
Es como un mecanismo de defensa que usamos: debemos siempre cuestionar la muerte y siempre cuestionar a los muertos ajenos, de alguna forma tener un opinión sobre un drama ajeno nos hace olvidar lo problemas personales.
Recuerdo en el colegio discutíamos sobre eutanasia y sobre lo mal que tratan a los ancianos en los asilos de Alemania, pero nunca nos obligaron a cuestionarnos si era normal que tanto niño pida caridad en nuestras calles, o si era necesario indignarnos por la impunidad del sistema legal ecuatoriano.
No se cual es la fascinación de las personas por los fallecido, no la entiendo en realidad. Yo he fotografiado y escrito sobre muertos porque es lo que la gente lee (o al menos ojea), eso y sobre los videos porno de los famosillos.
Ver fotos de Gadafi desagrandose mientras un par de libios bailan de alegría nos parece inhumano, leemos la noticia el diario de camino al trabajo sin observar que fuera de la ventana hay un niño de 8 años pidiendo caridad y que no tendrá futuro. Indignarse por el enturbado muerto está bien, la indiferencia por el futuro del infante también está bien.
Somos mojigatos que nos tildamos de moralistas siempre que el problema no nos concierna a nosotros. El aborto les produce repulsión: ¿como una madre va a acabar con la vida de un indefenso feto?, dicen todos esos que llevan denarios y crucifijos pero ninguno de ellos va a donar un puerco centavo para la crianza, educación y alimentación de ese niño que en el peor de los casos tendrá una vida miserable. Cuando el problema es ajeno toda decisión es cruel. Así de incoherentes son.
Mientras en los hogares más opulentos siguen retorciendose de las nauseas y el asco que le produce ver a un grupo de personas celebrando la muerte de un genocida, les es indiferente el hecho que la paga que le dan a sus sirvientas no le alcance para costear la correcta alimentación de su hijo (el de la sirvienta me refiero). Ese niño que tuvo que parirlo porque un grupo de puritanos no la apoyó en la decisión más coherente, es el mismo niño que desnutrido por no tener alimentos ingresará a un hospital que su madre (una sirvienta) no puede costear. Ese niño fallecerá (hay muchos casos así), pero nosotros seguimos horrorizandonos por esos otros muertos de los que si vale la pena discutir.
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