Hoy leí algo interesante: Facebook dejó obsoleta esa teoría que las personas estamos a 6 grados de separación unos de los otros; la red social, esa que es odiada y adorada, nos ha acercado 4.47 grados entre nosotros, es decir, estamos a cuatro seres humanos de quien siempre quisimos conocer (al menos en teoría).
Curiosamente el día anterior había leído la historia de un chico que cumplió su fantasía sexual -ser parte de una orgía- gracias unas “amigas” que hizo a través de Facebook. Él contactó a dos jóvenes que le prometían lo que el tanto deseaba. Poco iba a saber este adolescente que esa experiencia sicomorboarrechoafectiva se iba a convertir en las peores 48 horas de su vida: pasó dos días maniatado y siendo lacerado porque las jóvenes promiscuas que resultaron ser parte de un culto satánico-sexual.
La gente está bien jodida de la cabeza y en realidad cada vez le veo menos positivismo a esto de estar “más cerca”. En teoría lo estamos, digitalmente al menos, porque una vez que apagamos el ordenador, una vez que esas fotos que vemos se convierten en experiencias, somos inválidos emocionales incapaces de saber cómo reaccionar si alguien de verdad se nos acerca; eso sí, para aquel instante ya habrás pensado unos tres tweets irónicos sobre ese encuentro casual.
Las redes sociales nos han juntado a los sínicos, amargados, fresas, yuppies, hippies, hipster, concainómanos y cómicos, nos han enfrascado en especie de condón digital, una barrera que más vale no romper porque si no seremos maniatados y cortados por un par de locas satánicas, o algo peor.
Cuando pienso en esas experiencias que no me sucedieron a mí, pero que pudieron, recuerdo con cierta nostalgia el tiempo en que éramos pequeños teníamos que luchar para sortear el miedo y aproximarnos a alguien y, aunque parezca prehistórico, entablar una conversación que no requiera un tiempo de espera para la réplica. Al menos antes la gente te dejaba de hablar o simplemente no te daba la palabra y uno entendía “sí, no quieren acercárceme”, pero hoy no es así. Hoy cualquiera te acepta una solicitud de amistad y sin más preámbulos se convierte indirectamente en parte de tu vida; indirectamente también, en teoría, se acerca un grado más a ti, eso muy a sabiendas de que tu jamás tendrás intenciones de conocer al contacto en persona.
Esos dos grados que Facebook se jacta en haber acercado a las personas son para mí a la inversa: Mark Zuckerberg logró aislarnos dos grados más. Las personas (y me incluyo) pasamos más tiempo viendo lo que nuestros contactos en el celular hacen, que viendo lo que sucede a nuestro alrededor; cada vez más la polio verbal se acentúa en nosotros y nos vamos convirtiendo en una especie de inválidos sociales incapaces de hacer contacto visual con alguna persona.
De pequeño recuerdo que la gente se citaba a pelar en alguna calle cuando había lago de que discutir, hoy debaten en Twitter sin siquiera darse la cara; antes había que inventarse una excusa para salir con alguien que te agradaba y ver si tendrías la oportunidad de verla de nuevo, hoy pedimos el pin y acosamos en Facebook (hay incluso personas que mantienen relaciones vía internet).
No sé de qué grados de acercamiento nos estará hablando el señor Zuckerberg porque él mismo es incapaz de relacionarse con el mundo exterior sin antes ponerle a sus experiencias un filtro de instgram. Síi bien ahora dialogamos más con personas afines a nosotros, dialogamos con fantasmas, espectros e ideas que creamos de quien esperamos esté del otro lado del mensaje pixeleado; sorpresa que nos hemos de llevar cuando descubramos que del otro lado del ordenador esos mensaje sexis que hablaban de la promiscuidad de una joven de cintura de 45 cm y busto de 95, vienen en realidad de una gorda que no se pude ni parar de la cama, y eso en el mejor de los casos porque también puede que sea un hombre.
Así de cerca estamos los unos de los otros….
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