lunes, 28 de noviembre de 2011

El discurso

*ACLARACIÓN: la tauromaquia la detesto, me repugna, pero solo trato de ver la incongruencia de los discursos. 

Es difícil hablar de forma coherente. El otro día discutía con personas en mi puesto de trabajo sobre la tauromaquia, tema que llegó hasta nuestro lugar de labores por al fiestas de Quito, fiestas en las que se la practica. Colegas renegaban de la crueldad del espectáculo que significa torturar a un animal mientras vitorean a un hombre que perfora la piel del animal hasta matarlo. Cuando terminó la conversación fuimos a almorzar: todo pidieron un pedazo de carne asada de almuerzo. El matadero del que vino la carne es un lugar en el que cientos de vaca escuchan una tras otra como perforan el cráneo de sus similares, la adrenalina corre por sus cuerpos contaminando la carne ingerimos. "Esto es diferente, comemos carne para alimentarnos", me dicen luego que yo mencionara esto con la intensión de reavivar el debate; pero de alguna manera que le perforen el cráneo una vaca (que se muere) no les parece tan cruel como el hecho de matarla a estocadas (donde también se muere), y eso que al menos en la segunda muerte tiene el chance de asesinar a su verdugo. 

La tauromaquia siempre ha sido un tema muy ambiguo para mi porque me parece tan hipócrita de mi parte protestar en contra este acto si igual sigo comiendo carne; en una fiesta taurina no muere ni la quinta parte de vacas que mueren en nombre de la alimentación, una verdadera masacre, pero no veo a nadie quejándose al respecto, eso sí, las parrilladas están llenas de personas que se lavan las manos diciendo que "es diferente", sólo porque se esta alimentando. Sólo a un vegetariano podría aceptarle una puteada al respecto, pero ni tanto, porque si tanto a favor de la vida están (y ojo que esos son sus argumentos) no debería comer pan. El pan está hecho con huevo, que es la vida truncada de un pollo en crecimiento: "pero no matamos al pollo, simplemente impedimos que se desarrolle", me dicen. Hay otra acción similar: el aborto. 

"El aborto es diferente porque estamos hablando de la vida de un ser humano. Estás truncando la vida de un ser humano", me dijeron una vez que mencioné lo del pollo, así como mostrando cierta superioridad de la raza humana sobre los pobre e indefensas aves, ovíparos que en primer lugar se reprodujeron porque teníamos ganas de pan y huevo y los pusimos a parir como locas a las gallinas. ¿De repente el ser humano es mejor que un pollo? Yo no he visto a ningún pollo golpear a sus gallina y a sus polluelos porque llego borracho en la noche a la casa; tampoco he visto a un pollo ordenar el fusilamiento de un grupo de pollitos y mucho menos los he visto apuñalando a gallinas por el hecho de irse a reproducir con otros. No, eso sólo lo hacemos los "decentes humanos", la raza superior.

"Hay que respetar la vida", nos dicen todos en todos lados, nos lo dicen a través de mensajes de televisión que son grabados en casettes de videos (o cd) que son elaborados en china, en fábricas en las que las personas trabajan a 18 centavos de dólar al día, dinero que no le alcanza para comprar un plato de comida y con lo que se fabrica una muerte lenta, pero aún así no se dejará de grabar el mensaje. 

Los defensores de la naturaleza hacen protestas y pancartas para pedir que salvemos los bosques, escriben mensajes en gigantescas cartulinas que adquieren gracias a que se talan arboles para fabricar la cartulina. 

Somos los jueces, redentores y verdugos nuestras acciones, dueños de un discurso incoherente pero incoherencia a la que defendemos con esa ímpetu con la que nos sentimos decentes, gente que se preocupa, que no permanece indiferente ante la destrucción de los bosques, antes el hambre de las personas ni ante la matanza indiscriminada de los animales; pero tampoco paramos de escribir carteles, comprar productos a bajo precio hechos en países sub empleadores ni dejamos de comer carne. Usted y yo somos los culpables de toda esta mierda, no piense lo contrario.  

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