No, no nos basta con que la vida ya sea complicada, necesitamos de cosas que nos la compliquen más, detalles que la hagan insoportable: necesitamos instrumentos de tortura.
De niños y adolecentes, te obligan a vestir un uniforme: en los colegios no pueden tolerar la individualidad, el raciocinio y por ende, todos deben vestir la misma mierda para sentirse iguales; es esa primera herramienta que usan para unificar el pensamiento…
No les basta a los planteles educativos con su uniforme que obligan a las personas a cargar una mochila llena de libros: ese es el peso de la educación; a tus espaldas llevas un instrumento capaz de doblegar tu voluntad; en su interior están todos los deberes que consumirán el tiempo que podías haber usado para divertirte.
Cuando creces, vas a la universidad: dejaste de ser un ente pensante; ahora ere un memorista de textos, una persona que ve a las clases como una obligación, ve a la universidad como o “el siguiente paso en la vida”. El colegio cumplió con su cometido: creó un ser incapaz de ver que todo lo que le van a enseñar en la universidad, no le va a servir de nada…
Las universidades son campos de concentración del conocimiento: reclutan a las pocas y ávidas mentes que quedan para terminar destruyéndolas; atiborran sus cabezas de conceptos, pero jamás los analizan; inmiscuyen hasta lo más profundo de los ideales de los jóvenes, derrumban las cimientos de sus convicciones e instalan, sin ellos darse cuenta, esa semilla del conformismo en sus mentes: sales de la universidad con el único propósito de cobrar un sueldo…
Luego viene tu trabajo: de 8 a 14 horas de tortura diaria para que cada 15 puedas sacar del banco dinero y poder comprar ese ipod que tanto deseabas. Los propósitos de tu vida cambian: en el colegio alguna vez pensaste que podías luchar para cambiar el mundo, pero el mundo terminó cambiándote; hoy eres parte del engranaje que mueve la economía:
Usas corbata, ese lazo que impide que llegue suficiente sangre al cerebro y así quedas tonto, incapaz de darte cuenta que el sueldo que percibes, es una miseria,
Si trabajas en el ámbito corporativo, seguirás usando uniforme…
Tu vida se medirá por horarios: 2 horas para hacer ejercicio, 8 para trabajar, 4 para estudiar, 6 para dormir (todos los días “copy paste”)
El sistema, que bien quisiera yo saber quien lo rige, porque no tengo idea; encuentra la forma de hacernos parte de él; usa sus instrumentos de tortura para que le rindamos pleitesía...
Al menos en la inquisición, la iglesia utilizaba orcas, fogatas y guillotinas con el propósito de que todos se rindan antes un dios (mejor dicho ante una iglesia), pero tenían la delicadeza al menos decir lo que estaban haciendo... Acá, en nuestros tiempos, los propósitos son silenciosos: nadie sabe quién es el que mueve las cuerdas, pero todos nos movemos al ritmo de su compas…
De niños y adolecentes, te obligan a vestir un uniforme: en los colegios no pueden tolerar la individualidad, el raciocinio y por ende, todos deben vestir la misma mierda para sentirse iguales; es esa primera herramienta que usan para unificar el pensamiento…
No les basta a los planteles educativos con su uniforme que obligan a las personas a cargar una mochila llena de libros: ese es el peso de la educación; a tus espaldas llevas un instrumento capaz de doblegar tu voluntad; en su interior están todos los deberes que consumirán el tiempo que podías haber usado para divertirte.
Cuando creces, vas a la universidad: dejaste de ser un ente pensante; ahora ere un memorista de textos, una persona que ve a las clases como una obligación, ve a la universidad como o “el siguiente paso en la vida”. El colegio cumplió con su cometido: creó un ser incapaz de ver que todo lo que le van a enseñar en la universidad, no le va a servir de nada…
Las universidades son campos de concentración del conocimiento: reclutan a las pocas y ávidas mentes que quedan para terminar destruyéndolas; atiborran sus cabezas de conceptos, pero jamás los analizan; inmiscuyen hasta lo más profundo de los ideales de los jóvenes, derrumban las cimientos de sus convicciones e instalan, sin ellos darse cuenta, esa semilla del conformismo en sus mentes: sales de la universidad con el único propósito de cobrar un sueldo…
Luego viene tu trabajo: de 8 a 14 horas de tortura diaria para que cada 15 puedas sacar del banco dinero y poder comprar ese ipod que tanto deseabas. Los propósitos de tu vida cambian: en el colegio alguna vez pensaste que podías luchar para cambiar el mundo, pero el mundo terminó cambiándote; hoy eres parte del engranaje que mueve la economía:
Usas corbata, ese lazo que impide que llegue suficiente sangre al cerebro y así quedas tonto, incapaz de darte cuenta que el sueldo que percibes, es una miseria,
Si trabajas en el ámbito corporativo, seguirás usando uniforme…
Tu vida se medirá por horarios: 2 horas para hacer ejercicio, 8 para trabajar, 4 para estudiar, 6 para dormir (todos los días “copy paste”)
El sistema, que bien quisiera yo saber quien lo rige, porque no tengo idea; encuentra la forma de hacernos parte de él; usa sus instrumentos de tortura para que le rindamos pleitesía...
Al menos en la inquisición, la iglesia utilizaba orcas, fogatas y guillotinas con el propósito de que todos se rindan antes un dios (mejor dicho ante una iglesia), pero tenían la delicadeza al menos decir lo que estaban haciendo... Acá, en nuestros tiempos, los propósitos son silenciosos: nadie sabe quién es el que mueve las cuerdas, pero todos nos movemos al ritmo de su compas…
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