Enamorarse tiene el mismo patrón psicológico que el trastorno obsesivo compulsivo. Es más una enfermedad que un sentimiento, pero todos alguna vez, nos contagiamos.
Pasamos viendo aventuras en el cine, desamores en la televisión, programas de cocina y películas porno; pero somos incapaces de emprender un viaje, obsecionarte hasta lo enfermizo; prepara un plato exquisito, ese manjar mediterráneo de los programas. Ni siquiera eres capaz de representar una de la escenas eróticas que tanto admiras...
Es fácil soñar despierto, soñar que vas y dices esa frase precisa, los versos exactos para conquistar hasta la más difícil de las mujeres; pero nunca te atreverás a saltar de tu cubículo; nunca iras hasta donde ella para decirle las ganas que le tienes.
¿Cúantas veces hemos celebrado un titulo de fútbol jugando el PlayStation? Pero tu jamás pisarás el Santiago Bernabeu, no jugarás ahí. Eso sí, gritas cada gol televisado como si fueras tú el que anotara.
Más de una vez habrás debatido hasta el cansancio, habrás gastado hasta el último argumento al discutir sobre lo que "el hombre invisible en cielo", cree que es lo correcto. Jamás te detuviste a pensar si siquiera existe.
Habrás defendido tu virginidad, la defendiste con garras y convicción para luego rendirte a los encantos de ver como tus piernas tiemblan luego de ese instante, ese momento tan efímero, tan fugaz y poderoso, que, como imbéciles, resumimos una sola palabra: éxtasis.
Gastarás cientos de dólares en detalles para que aquella persona te tome en cuenta. Solo descubrirás que mal gastaste el dinero cuando la loción, el aroma que pesaste que la encantaría, no es más que un perfume para ella.
Hasta el dia de hoy te habrán ignorado más veces de las que alguna vez te tomaron en cuenta. Te habrán rechazado en más de un trabajo, habrás perdido más de una competencias de las que has ganado; te habrán menospreciado más veces de las que mereces.
Todos hemos sido víctimas de esas idioteces universales, de esos dramas que no llegan a melodrama, pero que nos haces entender y comprender que los detalles que parecen insignificantes, son indispensables.
Pasamos viendo aventuras en el cine, desamores en la televisión, programas de cocina y películas porno; pero somos incapaces de emprender un viaje, obsecionarte hasta lo enfermizo; prepara un plato exquisito, ese manjar mediterráneo de los programas. Ni siquiera eres capaz de representar una de la escenas eróticas que tanto admiras...
Es fácil soñar despierto, soñar que vas y dices esa frase precisa, los versos exactos para conquistar hasta la más difícil de las mujeres; pero nunca te atreverás a saltar de tu cubículo; nunca iras hasta donde ella para decirle las ganas que le tienes.
¿Cúantas veces hemos celebrado un titulo de fútbol jugando el PlayStation? Pero tu jamás pisarás el Santiago Bernabeu, no jugarás ahí. Eso sí, gritas cada gol televisado como si fueras tú el que anotara.
Más de una vez habrás debatido hasta el cansancio, habrás gastado hasta el último argumento al discutir sobre lo que "el hombre invisible en cielo", cree que es lo correcto. Jamás te detuviste a pensar si siquiera existe.
Habrás defendido tu virginidad, la defendiste con garras y convicción para luego rendirte a los encantos de ver como tus piernas tiemblan luego de ese instante, ese momento tan efímero, tan fugaz y poderoso, que, como imbéciles, resumimos una sola palabra: éxtasis.
Gastarás cientos de dólares en detalles para que aquella persona te tome en cuenta. Solo descubrirás que mal gastaste el dinero cuando la loción, el aroma que pesaste que la encantaría, no es más que un perfume para ella.
Hasta el dia de hoy te habrán ignorado más veces de las que alguna vez te tomaron en cuenta. Te habrán rechazado en más de un trabajo, habrás perdido más de una competencias de las que has ganado; te habrán menospreciado más veces de las que mereces.
Todos hemos sido víctimas de esas idioteces universales, de esos dramas que no llegan a melodrama, pero que nos haces entender y comprender que los detalles que parecen insignificantes, son indispensables.
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