Sigo sin entender la muecas en las fotos. Tampoco entiendo las sonrisas y mucho menos esa manía hereditaria de en una época en donde el flash y el obturador se mueven hasta en un 36,000avo de segundo, siguir posando. Pero concentremos en la mueca.
En Internet existe incluso un término (la duckface) para esta infame protuberancia labial que las mujeres hacen cuando posan para la cámara. Me repugna, me enferma, me emputa. Normalmente la mujer que hace esto tiene algo que ocultar: un rostro amorfo, su inseguridad, los cachetes y resagos de una gordura no deseada, y otro poco de condiciones femeninas. Porque las mujeres son expertas en ocultarnos las cosas.
El otro día, el de las madres, caminaba por un mall y de lejos cruce mirada con una ex, no una ex de esas a las que uno llama borracho cuando está despechado, sino una de esas ex fugaces a las que no les vuelves a dirigir la palabra porque simplemente viven en un perpetuo estado premestrual. Ella andaba con una nueva víctima de su sistema endocrino, y para que, hasta antes del cruce de miradas se la veía feliz.
No fue sino hasta que ella alcanzó a divisar que yo la estaba viendo que forzó para que la felicidad le brote por el rostro. Apercolló por el pescuezo a su pareja mientras posaba su cabeza en esa cuenca que se forma entre el hombro y el cuello de las personas. Luego volvió a alzar la mirada y le dio un pequeño beso en el cachete al tipo que la acompañaba. Ella quería decirme, de forma obvia pero no verbal, que estaba bien y que mi fugaz paso por su vida hace tantos años no la afectó. No le creo, en especial cuando casi me vi obligado a cambiar de número por la insistencia de sus llamadas.
De alguna forma sus gestos eran una mueca que disfrazaba todo ese odio que ella siente por mi. Ella deseaba que la vea feliz, que la vea sonriendo porque es verdad, de todas las frases trilladas que rondan el universo de los seudo poetas de las redes sociales la única que tiene casi tiene la razón es: "no hay mejor venganza que tener una buena vida".
"Estoy bien", nos repetimos una y más veces después de pasar por un exabrupto amoroso. Se lo decimos a nuestros amigos, conocidos; lo vitoreamos en las redes sociales y si pudiésemos pagásemos para poner un cartel en plena avenida 9 de Octubre con una cara sonriente y un mensaje "estoy bien", para que todo el mundo se crea lo que nosotros no.
Las expertas en este asunto son esas adolescente reguetoneras que descubrieron el Twitter y envían indirectas a todos sus ex y conocidos de como cada tres meses superan al "amor de su vida" de turno. Las "más maduritas" en cambio se toman fotos en cada discoteca, antro o bar al que van con sus amigas y pegan el grito al aire por la superación de tal o cual fulano del que cada fin de semana descubren no debían haberse enamorado. Ya cuando pasan de los 25, solo las cortas de cerebro (normalmente amplias de maquillaje y silicona) siguen con estas practicas de "superación auto infringida" a través de indirectas. Lo malo es que son demasiadas.
Quizás este post suene muy sexista por el hecho de que me le cargo al genero femenino pero ellas tienen también que darse cuenta que cuando de inmadurez sentimental se trata, las hormonas las hacen cometer una serie de cagadas que la mayoría de hombres no hacemos (acá es donde brindo por nuestro primitivo sistema endocrino). El problema es que uno sufre, directa o indirectamente, por todos estos cambios de ánimo y peyorativos a la raza.
De alguna forma hay que aprender a dejar de poner esa "duckface" social, dejar de convencer al mundo de que el "estoy bien" es verdad. Que se cuelguen del cuello de un desconocido, que pongan fotos en los perfiles de lo feliz que están con el nuevo que encontraron, que escriban lo felices que son y nos lo obliguen a saberlo solo dice una cosa: aún se te mueve el piso por ese que tanto odias, y no engañas a nadie. Carajo.
La verdad es q por mas precario q sea el sistema endicrino masculino yo he visto el mismo comportamiento "duckface" en mas de un hombre
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