viernes, 18 de mayo de 2012

El fantasma de mi perro salchicha

Para el día de las madres mi abuela me pidió que la acompañe al culto religioso al que ella asiste. ¿Cómo iba que decirle que no a mi viejita mayor? No se puede, en especial cuando en reiteradas ocasiones he esquivado acompañarla a tal sitio con excusas como "no abuelita, hoy me toca ir al estadio a tomar fotos", en días en lo que ni siquiera hay partido. Era su fecha, y aunque para mi todo templo de adoración a un ser invisible en el cielo debe ser dinamitado, me tocó ir.

No quiero entrar en detalles de lo incómodo, incongruente, absurdo, fanático, políticamente incorrecto y despectivo de la situación que me tocó vivir frente a un tipo que afirmaba que en un día X, el pueblo elegido de Dios iba a ser raptado (en una especie de "secuestro express divino"), para ser salvado. No voy a entrar en detalles porque a mi lo que me interesa escribir es sobre mi abuela.

La mamá de mi mamá, quien cada fin de semana tuvo la paciencia de recibirme en su casa cuando yo era un infante; esa que crecí teniendo como ejemplo de lo que una mujer mayor es, estaba sumida en una especie de hipnosis colectiva. En su templo, decenas de personas incapaces de entender lo apelativo e inducivo del discurso que se les propinaban a través de canciones y rezos con carácter de meditación, se dejaban hacer un examen proctológico espiritual del que me daba vergüenza ser parte. Y ahí estaba mi abuelita. Que miedo. Ella estaba convencida de que alguna forma el hombre invisible del cielo estaba ahí.

Tan solo cuatro días después una avioneta con cinco millones de dólares en efectivo se estrelló en la provincia de Manabí. Cuarenta y ocho horas después del accidente, un laboratorio de coca es encontrado a 50 kilómetros del lugar del siniestro. Los tripulantes de la avioneta eran mexicanos, eran del país donde se vive el proceso narco-delictivo más salvaje de las últimas décadas. Pero estos hechos no guardaban relación entre si, al menos eso es lo que nos dice el gobierno. "En el Ecuador no hay narcotráfico", o algo parecido fue lo que dijo el presi en una rueda de prensa sobre este "hecho aislado". De alguna forma había que creer que en el país no hay droga.

La noche del hallazgo del laboratorio en Manabí a mi me dio una gripe que podría haber tumbado a Godzilla: 40 grados de fiebre y una producción de mocos que se equiparaba con una fábrica de gel de cabello (por la contextura, digo). Postrado en la cama, en la noche, la sed me invadió y baje, tambaleante, a tomar un vaso con agua.

En la penumbra uno siempre anda viendo formas, en especial porque las películas de terror han abusado del factor sorpresa que regala la oscuridad, y uno, ateo y escéptico, se caga del miedo esperando a que le salte un puto fantasma desde la oscuridad (sí, la doble moral).

No se si habrá sido la fiebre y la sed, combinados con la penumbra que me hicieron ver una forma en la oscuridad, la forma de un can, un salchicha (dakel en alemán, de donde es originaria la raza). ¿Seria Dino, el pequeño perro salchicha que nos acompañó a mi y a mi familia durante tantos años? ¿El fantasma de Dino? Yo quería creer que sí, en especial porque durante los años que vivió, el pobre pasó la mayor parte del tiempo solo (porque la familia y yo pasábamos todo el día en el trabajo), y al llegar tarde a la noche a la casa cansados, nadie quería jugar con él. Yo sé que no existen los fantasmas, pero por el momento deseaba creer que sí y así poderle pedir perdón todo el tiempo que lo dejamos solo.

Tener convicción en lo que no se ve da cierto confort, un confort y paz ingenua, dañina, pero paz al fin. Mi abuela estaba feliz creyendo que hay una presencia que vendrá a raptarla un día para su salvación eterna, el presi está feliz convenciéndose que en el país todo es color de rosa y que la violencia de los buses bomba y las orcas multitudinarias jamás nos alcanzarán. Por mi parte, en mi delirio de 40 grados, en mi completa falta de sentido común y razonamiento lógico, yo fui feliz hablándole al vacío, a la idea de que de alguna forma el espíritu de mi perro salchicha había venido a perdonarme por todo el tiempo que lo ignoré. Ingenuos todos. 

1 comentario:

  1. Un articulo que a simple vista fue escrito con la inocente excusa de contar una pequeña experiencia por el dia de las madres, que termina involucrando en un pequeño y sencillo ejemplo el poder de engaño de los politicos todos queriendo esconder el sol detras de un dedo (despues de todo solo depende de la perspectiva), lo irrazonable que puede ser la religion y sus rituales, la ingenuidad y hasta el ppropio engaño en el que nos vemos todos involucrados debido a la union la realidad conciente con la imaginacion y creatividad del inconciente. Genial!

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