Lo raro de llegar a la edad que tengo es que ya no sé si referirme a mis contemporáneas como chicas o mujeres. Ya dejaron la pubertad, ahora solo les sale acné antes de que les llegue la regla, pero aún no superan del todo ese complejo de adolescencia. Al menos no en lo sentimental. Es normal. Creo.
En lo personal me refiero a ellas como mujeres.
El otro día fui al recital de una mujer que conozco. Frecuentaba con ella en los entrenamientos hasta que tuve 17 y me volví a topar ahora a los 23. Me la encontré, sin necesidad de coincidencia, sobre un escenario. Ella tocaba el violín y a mi me obligaron a ir a verla. No me emocionaba la idea de asistir, pero no me gusta que la gente se presente con escenario vacíos. Iluso yo, el lugar estuvo repleto y me quede afuera. No la escuché.
A la salida no me quedó más que saludarla con esa sonrisa de político, felicitarla por la notas que entonó y yo no había escuchado. La gente dijo que estuvo espectacular, pero yo no confío en la gente. Para las personas todo es espectacular. Incluso Titanic.
El punto es que la saludé y le pregunté de su vida. Le va bien, estudia música en Ucrania, y ya habla ese feo idioma de forma fluida. Apenas termine la carrera piensa empezar una maestría. Me sentí tan mal. No por ella, sino por mi. Sin importar cuantas veces reniegue del estudio, no voy a mentirles que si me he imaginado con la sotana recibiendo el cartoncito ese de mierda que odio. Lo odio porque no lo tengo. La mujer de la que les hablo tampoco lo tiene, aún le faltan dos años para terminar esa carrera que la verdad no entiendo que futuro tiene. Soy latinoamericano y me es imposible imaginarme a alguien que pueda ganarse la vida tocando un instrumento, al menos de la forma seria, tal y como esta mujer.
De todas formas me sentí bien por ella. Vive en Europa y hace lo que le gusta. De una extraña manera siento que está haciendo algo grande, algo para embellecer un poco este feo mundo: música.
Sus progenitores, los de la violinista, también lo sienten. No se si era justo porque ella había terminado con éxito la presentación que yo no había visto, que sus padres se veían orgullosos. El ego no les cabía en el cuerpo. Ellos, después de la tocada, estaban seguros de que no se habían equivocado, que su hija estaba destinada para cosas grandes. Soñar no cuesta nada y con los párpados en reposo la sinfónica de New York no esta a más de un suspiro de distancia.
Yo también he soñado con New York, con el Times si hablamos específicamente. No soñar con 'La Gran Manzana' es imposible, los gringos se han encargado de hacérnosla ver tal cual un niño gordo vería una torta de chocolate. Así de apetitosa se ve la urbe. Allá, donde las cosas pasan y donde uno corrobora o no si está destinado a grandes cosas.
Pero el problema es que con el pasar del tiempo el sueño se va haciendo más ligero. 'Nuevayor' (como le dicen los taxistas) ya no está a un suspiro de distancia. Los kilómetros se alargan cuando lees que Sara Ganim, la ganadora del premio Pulitzer 2012, tiene 24 años. Ella está destinada para cosas más grandes.
Mi viejita me da ánimos con esa frase de que aún estoy joven, pero Caicedo nos puso la sentencia en su genial 'Que viva la música': "La vida no vale la pena vivirla más de 25 años". Y quizás no estemos hablando de suicidio ni cosas por el estilo, no como él que sí se mató; simplemente de un límite. Si hasta los 25 no has conseguido lo que quieres, más allá es imposible. Así lo veo yo.
Pero la culpa la tengo yo por no haber escuchado a mi mamá cuando era niño y me aconsejaba que no sueñe tan alto. No lo hizo para mermar las aspiraciones de alguien, simplemente para ahorrarle al mundo aburridas entradas en blog.
No sé si las mujeres a veces se sienten igual, como que el aspirar para grandes cosas es una pérdida de tiempo. Al menos la mujer del recital sigue viendo alto. Por mi parte yo me conformo con trabajar en El Tiempo de Bogotá, porque soy mediocre.
Para cuando la violinista termine su carrera tendrá 25, 27 si coge la maestría. A esa edad recién ingresará al mundo real. En verdad espero no le vaya mal. Se lo deseo de bien, como muy pocas veces; lo hago porque al hablar con ella me di cuenta que en lo sentimental ella ya no era ninguna adolescente. Ella ya era una mujer completa, enfocada su carrera y no es novios que le ven la cara. Que orgullo. Y eso no es normal. Creo.
Yдачі (ahí dice buena suerte en ucraniano, según Google Translator)
Sr. JD dejeme decirle que usted es un prejuicioso y recordarle q toda generalizacion es una falacia..todos somos diferentes, y depende de como tomemos la vida nuestra perspectiva y proyeccion a futuro.
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