miércoles, 15 de agosto de 2012

El de al lado

Desde su cuenta en Instagram, Jayden James, la actriz porno, intenta convencer al mundo que es una mujer más del montón; una chica que disfruta del helado de chocolate, pasar un buen rato con sus amigos, que ama a los perros y los niños. Ella intenta convencer al mundo que es más que ese pedazo de carne con el que los adictos al 'cine para adultos' se masturban.

Lo que James ignora es que un quinto de la población del planeta la ha visto en bolas y gimiendo. No importa cuantas fotos ella coloque en esa puerca red social, no importa cuantas gráficas de ella caminando con su perro, jugando con niños o tomando una cerveza con sus gordos amigos coloque, siempre nos la imaginaremos desnuda.

El otro día no más puso una foto de ella caminando de la mano con un niño. El infante era un negrito de Nueva York que ignoraba que a su lado tenía a una mujer que se ha acostado con más parejas de lo que él jamás podrá imaginarse. Uno ve esa clase de imágenes, esa clase de postales, y luego se pregunta ¿de qué vive la persona que tengo al lado? ¿Qué clase de vida tendrá? ¿Será una maniaca sexual? Cosas por el estilo.

Hace años, cuando recién empezaba como periodista, recuerdo que me tocaba ir a buscar boletines a la Policía Judicial de Guayaquil. En aquel entonces, eran mis primeros meses, la gente no me tenía confianza, no como a mis otros compañeros. A mi me tocaba esperar afuera de la sala, sentado junto con las demás personas que iban a rendir versiones por los crímenes que 'presuntamente' había cometido, mientras esperaba a que alguien salga y me atienda. Odiaba esto.

En aquella ocasión, en el lugar solo había un puesto disponible, una silla al lado de un tipo gigante que no tenía pinta de ser local. Al lado de él me tocó sentarme hasta queme den los boletines. Cuando me puse a su lado comprobé que no era ecuatoriano, ese tufo de europeo hippie lo develó al instante. Imaginaba que él había sido víctima de un robo, de algún tipo de secuestro express y que estaba ahí para que lo ayuden. Poco iba yo a saber que me había sentado al lado del dueño de una red de pornografía y prostitución con una oficina clandestina en Huayacanes (norte de la ciudad), lugar donde obligaba a su 'esposa', una boliviana de 35 años, a tener sexo con otras personas mientras la grababa en video. Esa era la clase de persona que tenía al lado. De él escribí una crónica. Así de mierda soy.

Recuerdo ahora ese experimento que hizo el Washington Post con Joshua Bell, uno de los violinistas más renombrados del planeta. Un tipo que cobra 500 dólares por entrada a sus recitales y que toca en un violín Stradivarius de 3,5 millones de dólares.

La tarde siguiente al concierto que el había ofrecido en la Washington Arena, Bell se puso a tocar durante 45 minutos en el metro de la ciudad. Él entonó, disfrazado de mendigo, las mismas piezas que había tocado  la noche de ayer, en frente de un público que ni le prestó atención. Por ahí hubo quién le arrojara un par de monedas. Al final del 'recital' recogió 32 dólares.

Uno no sabe quien tiene al lado, jamás sabremos a que se dedica en realidad la persona que ingresa por la puerta de la oficina, que clase de talento tendrá, cómo trata a la gente, a cuantas personas se habrá comido. Yo no creo que a nosotros no nos interese saber sobre las personas que tenemos al lado, quizás él de al lado no quiere que sepamos de él.

Yo no sé con cuantos ladrones me habré cruzado en la calle, con cuantas sexópatas me habré encontrado y habré dejado ir. Yo no tengo un Instagram en el ojo para verle la vida a todo el mundo, pero aunque lo tuviese la gente en esta clase de redes sociales solo trata de mostrar lo mejor de si, eso que a nosotros no nos importa saber. Como James, que le enseña al mundo que además de atragantarse con barraganetes en las amígdalas y vivir de orgía en orgía, también disfruta del helado de chocolate. 

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