domingo, 29 de julio de 2012

El éxito ajeno

Yo no celebré el triunfo de Rigoberto Urán. La medalla de plata del ciclista colombiano no es de nosotros, no nos la adjudiquemos. Que seamos vecinos y hablemos el mismo idioma no nos da el derecho de adquirir la gloria de los otros. Esa medalla es solo de Colombia. Nuestro ciclista quedó puesto 109 de 116, esa es nuestra realidad.

Me encantaría existiese algún recurso legal para obligar a los comentaristas deportivos a dejar de hablar de los logros de Latinoamérica. La medalla de oro de la judoca Sarah Menezes es solo de los brasileños. Ellos ni siquiera hablan nuestro mismo idioma, no tenemos porque ponernos contentos por ellos. ¿Acaso los verdeamarelo gritaron las medallas de Jefferson Pérez?

Pero es que uno como ecuatoriano está tan acostumbrado al fracaso que, en nuestra necesidad de sentir la alegría del triunfo nos agarramos de lo que podemos para celebrar. Ya lo hicimos en el fútbol durante años con Boca o River, y esto lo traspasamos a toda disciplina.

En el mundial de fútbol todos, me incluyo, gritamos los goles de Uruguay, país que se ubicó tercero, pero en realidad, cuando la caminata de la victoria les tocó a los sudamericanos, ellos la hicieron solos, no de la mano de los ecuatorianos porque, adivinen que, el triunfo es solo de ellos.

Incluso cuando ganó España en el mundial nos pusimos contentos, felices por el triunfo de una nación que ni queda en el mismo continente. Así de idiotas somos.

Es la naturaleza humana, siempre tomamos partidos de una lado, del que nos identificamos, pero la naturaleza humana por estos lares agarra un tinte de estupidez fanática que raya en lo absurdo, en la vergüenza. Como rara vez ganamos algo, el ecuatoriano es esa clase de persona que se siente más latinoamericano que ningún otro. Bueno, en realidad creo que los bolivianos nos ganan en espíritu latinoamericano, ellos en realidad están más jodidos que nosotros.

Como nuestros autores no ganan premios internacionales nos alegramos cada que un colombiano o un peruanos se lleva un premio; lo mismo en la música, y como ya lo he dicho arriba, en el deporte siempre lo hacemos.

Lo peor es cuando recordamos que nuestros deportistas compitieron contra los "hermanos latinoamericanos" y perdieron, ahí es cuando empiezan con la cantaleta de "lo importante es participar". Déjeme decirle algo, sacarlo de esa burbuja: ganar no es lo importante, es lo único. Por eso hay medallas que premian al mejor, puntos que los diferencian.

Uno tiene que empezar a despertar, aceptar esta condición de miserable que uno vive para avergonzarse de la misma y buscar superación. Nunca vamos a poder hacerlo si seguimos conformándonos con logros mediocres y palmaditas en la espalda.

Yo recuerdo de joven cuando competía y mi equipo de natación ganaba gracias a los logros de mis compañeros, no los míos, yo rara vez contribuía a la victoria. Pero sobre mi pecho no había medallas, yo no había ganado, no tenía porque estar feliz. Eso mismo pasa con nuestros atletas, sobre los que no hay preseas. Nosotros no hemos ganado, no hay porque estar felices.

Los olímpicos recién empiezan. El país tiene opciones de medalla en halterofilia y remo, por ahí una que otra en boxeo. Si no ganamos en estas disciplinas, yo no me voy a contentar por nadie, por ningún venezolano, brasileño, boliviano o chileno. Ojalá que venzan, que ganen al menos una medalla, porque sino quiero que me devuelvan toda la plata de mis impuestos, esos con los que se mantienen los programas deportivos y con los que se costean los pasajes para las olimpiadas. Si no ganan pagué por gusto.

Aunque pensándolo bien, mejor que no ganen, porque típico a Bonafont le da por narrar la premiación y arruinaría cuanlquier solembnidad del asunto. Y Bonafont es uno de los expertos en ponerse feliz por el éxito ajeno. 

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