Jaime "la Bestia" Quiñónez podría ser el Rubin Carter de estos lares. No lo digo por que sea una persona inocente, aún menos debido al hecho de que a él jamás se lo llevaron a la carcel; simplemente Quiñónez podía noquear a cualquier hombre de un solo golpe. Ni los ganchos de 100 kilos del ex boxeador le sirvieron de algo la madrugada del sábado pasado cuando cuatro disparos lo dejaron tendido y sin vida sobre la acera de la intersección de las calles 6 de Diciembre y Veintimilla en Quito.
Si a un tipo como 'La Bestia' lo matan, ¿qué podemos esperar usted y yo? Quiñónez se ganó su apodo porque era un tipo que infringía miedo al verlo, tenía más de mandril que de persona, un sujeto al que jamás se me hubiese ocurrido entablarle un debate porque sé que después del primer golpe terminaría dándole la razón.
Pero a pesar de su bagaje, de su experiencia y refllejos, al excontendiente al título de los pesos pesados, lo mataron. Más de 15 años de entrenamiento no le sirvieron para nada a la hora de defender su vida.
La muerte de Quiñónez me hizo recordar el porque dejé de practicar artes marciales, porque deje de hacer ejercicio: no sirve para nada.
El 11 de noviembre del 2010, tras 365 días de entrenamiento, una de las personas a las que más respeto y admiro, el que fue mi profesor de jiujitsu, me entregó mi cinturón azul que me certificaba como un 'no novato' del 'arte suave'. Yo sentía que podía salir a la calle y vencer a Frank Martin (El Transportador) con una sola llave. De hecho, ante la persona promedio, lo podía hacer, pero no, no se trataba de eso, eso no es lo que a uno le enseñan. A uno lo instruyen para controlarse y evitar a toda costa el conflicto. Aun así, uno secretamente ruega por un gresca de película en que puedas deleitar a las persona con tus conocimientos. Pero eso no sucede.
Uno va por la vida con la confianza de sus conocimientos, inspirado por el hecho de que tiene un aura suprema que lo protege de todo peligro, pero no es así. Tu descubres que el jiujitsu no te sirve de nada cuando siete meses después del ascenso a cinturón azul, durante un viaje a Colombia, te ponen un puñal en frente y en vez de buscar la forma de desarmar al advesario y someterlo, luchas por no cagarte. El cinturón azul me sirvió para que no se me caiga el pantalón
Tras el atraco repasas la situación y empiezas a analizar como podías haber frustrado el asalto, uno lo ve en retrospectiva, como si de una película de Van Dame o Segal se tratase, pero bien sabes que tus heroicas acciones solo quedarán en tu cabeza. Jamás lucharás contra un ladrón armado porque si lo haces te podría pasar lo que a José Cedeño, campeón mundial de tae kwon do en 1982, la pierna izquierda más peligrosa de América y a quien le metieron un tiro durante una gresca y lo dejaron en una silla de ruedas.
Por eso es que ahora me da una ternura cuando yo veo esos cursos de defensa personal, esos que la mayoría de academias de karate ofrecen, para lidiar contra el mundo. Ellos espera que un tipo como usted o como yo, sin mayores conocimientos en artes marciales, desarmemos a un hijo de puta que no dudará en apuñalarnos o dispararnos al menor movimiento que realicemos. Le pasó a un conocido, a un compañero del deporte que el pasado viernes lo asesinaron afuera de la piscina Olímpica de Guayaquil. A él, Freddy Toledo, le metieron un tiro el pecho por pedirle al ladrón que se calme. Ni las 250 libras que el cargaba en 'bech press' le sirvieron de nada durante el atraco.
No hay arte marcial que sirva frente a un tipo con un cuchillo o una pistola y dispuesto a usarlos. No hay.
Incluso a los militares, esos que están integramente entrenados para situaciones como esas, los matan intentando desarmar a los asaltantes. Le pasó a al sargento José Caicedo Quintero, a quien lo asesinaran en un bus intentando cumplir su labor de defender a la comunidad de un asalto. Al militar le dispararon a quema-ropa y lo dejaron botado en una calle de la provincia de Esmeraldas.
Imagino que con Quiñónez debe haber sido igual. Él, un tipo de casi 1,90 y más de 100 kilos, con un golpe que dejaría sentado a un caballo, debe haber querido defenderse, tal cual lo hizo en el cuadrilátero, de quienes llegaron a matarlo. Tantos años de golpes contra el saco y ejercicios en el gimnasio, los cientos de libras que cargó durante tantos años no le sirvieron de coraza contra el plomo. Tanto ejercicio y dedicación no le sirvieron para un carajo.
Por eso es que si usted está queriendo aprender un sistema defensa personal o quiere enseñarle uno a su hijo, le recomiendo lo inscriba en una academia de atletismo, así al primer problema que haya, al primer disparo que oiga o al primer puñal que vea, puede pegar un solo sprint y huir del lugar a toda prisa, a salvo. Porque en estos tiempos el dicho "mejor decir aquí corrió que aquí murió", cobra mucho sentido.
Si a un tipo como 'La Bestia' lo matan, ¿qué podemos esperar usted y yo? Quiñónez se ganó su apodo porque era un tipo que infringía miedo al verlo, tenía más de mandril que de persona, un sujeto al que jamás se me hubiese ocurrido entablarle un debate porque sé que después del primer golpe terminaría dándole la razón.
Pero a pesar de su bagaje, de su experiencia y refllejos, al excontendiente al título de los pesos pesados, lo mataron. Más de 15 años de entrenamiento no le sirvieron para nada a la hora de defender su vida.
La muerte de Quiñónez me hizo recordar el porque dejé de practicar artes marciales, porque deje de hacer ejercicio: no sirve para nada.
El 11 de noviembre del 2010, tras 365 días de entrenamiento, una de las personas a las que más respeto y admiro, el que fue mi profesor de jiujitsu, me entregó mi cinturón azul que me certificaba como un 'no novato' del 'arte suave'. Yo sentía que podía salir a la calle y vencer a Frank Martin (El Transportador) con una sola llave. De hecho, ante la persona promedio, lo podía hacer, pero no, no se trataba de eso, eso no es lo que a uno le enseñan. A uno lo instruyen para controlarse y evitar a toda costa el conflicto. Aun así, uno secretamente ruega por un gresca de película en que puedas deleitar a las persona con tus conocimientos. Pero eso no sucede.
Uno va por la vida con la confianza de sus conocimientos, inspirado por el hecho de que tiene un aura suprema que lo protege de todo peligro, pero no es así. Tu descubres que el jiujitsu no te sirve de nada cuando siete meses después del ascenso a cinturón azul, durante un viaje a Colombia, te ponen un puñal en frente y en vez de buscar la forma de desarmar al advesario y someterlo, luchas por no cagarte. El cinturón azul me sirvió para que no se me caiga el pantalón
Tras el atraco repasas la situación y empiezas a analizar como podías haber frustrado el asalto, uno lo ve en retrospectiva, como si de una película de Van Dame o Segal se tratase, pero bien sabes que tus heroicas acciones solo quedarán en tu cabeza. Jamás lucharás contra un ladrón armado porque si lo haces te podría pasar lo que a José Cedeño, campeón mundial de tae kwon do en 1982, la pierna izquierda más peligrosa de América y a quien le metieron un tiro durante una gresca y lo dejaron en una silla de ruedas.
Por eso es que ahora me da una ternura cuando yo veo esos cursos de defensa personal, esos que la mayoría de academias de karate ofrecen, para lidiar contra el mundo. Ellos espera que un tipo como usted o como yo, sin mayores conocimientos en artes marciales, desarmemos a un hijo de puta que no dudará en apuñalarnos o dispararnos al menor movimiento que realicemos. Le pasó a un conocido, a un compañero del deporte que el pasado viernes lo asesinaron afuera de la piscina Olímpica de Guayaquil. A él, Freddy Toledo, le metieron un tiro el pecho por pedirle al ladrón que se calme. Ni las 250 libras que el cargaba en 'bech press' le sirvieron de nada durante el atraco.
No hay arte marcial que sirva frente a un tipo con un cuchillo o una pistola y dispuesto a usarlos. No hay.
Incluso a los militares, esos que están integramente entrenados para situaciones como esas, los matan intentando desarmar a los asaltantes. Le pasó a al sargento José Caicedo Quintero, a quien lo asesinaran en un bus intentando cumplir su labor de defender a la comunidad de un asalto. Al militar le dispararon a quema-ropa y lo dejaron botado en una calle de la provincia de Esmeraldas.
Imagino que con Quiñónez debe haber sido igual. Él, un tipo de casi 1,90 y más de 100 kilos, con un golpe que dejaría sentado a un caballo, debe haber querido defenderse, tal cual lo hizo en el cuadrilátero, de quienes llegaron a matarlo. Tantos años de golpes contra el saco y ejercicios en el gimnasio, los cientos de libras que cargó durante tantos años no le sirvieron de coraza contra el plomo. Tanto ejercicio y dedicación no le sirvieron para un carajo.
Por eso es que si usted está queriendo aprender un sistema defensa personal o quiere enseñarle uno a su hijo, le recomiendo lo inscriba en una academia de atletismo, así al primer problema que haya, al primer disparo que oiga o al primer puñal que vea, puede pegar un solo sprint y huir del lugar a toda prisa, a salvo. Porque en estos tiempos el dicho "mejor decir aquí corrió que aquí murió", cobra mucho sentido.
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