viernes, 9 de septiembre de 2011

Cada vez las cosas son más fáciles y sencillas. El mundo está lleno de imbéciles y de incapaces, ellos triunfaron. Triunfamos.

Ya no es necesario que un experto memorice las constelaciones y trace rutas invisibles sobre el mar para que un barco llegue con su carga al destino indicado. Ahora hay una computadora operada por un tarado que a lo mejor no sabe deletrear su nombre, pero que se puede llamar a si mismo capitán.

Los escritores ya no necesitan conocer cada una de las reglas gramaticales, no necesitan saber de la existencia del pluscuamperfecto ni porque se usa, uno escribe y cuando la palabra está mal, el corrector ortográfico la señala y uno aplica el clic derecho del mouse donde de paso están todas las opciones de palabras correctamente escritas.

Incluso ahora las personas tiene GPS en los vehículos que les avisan por donde ir para llegar a un destino, tal y como si hubiésemos perdido ese gusto por perdernos (valga la redundancia).

Cada vez el mundo se acopla a los nuevos idiotas. Es sencillo, muy sencillo, tan sencillo que resulta delicioso regocijarse en la simpleza de las facilidades, del no esforzarse.

Ya no necesito salir a caminar en busca de una manzana cuando la quiero, puedo ir al supermercado y sacarla de la percha, al igual que los demás alimentos.

Ya no hace falta esforzarse por nada, no vale la pena tampoco, tanto así que cuando buenas oportunidades llegan a la puerta no las aprovechamos, no sabemos cómo, porque si no está ahí en la percha en donde es fácil tomarla, debe estar mal, nada puede ser así de bueno, así de sencillo. Nada es gratis en la vida.

Por eso soy incapaz de pelear por las cosas que quiero, soy incapaz de mostrarme vulnerable, soy incapaz de aceptar que por más que algo me saque de quicio, que sea algo que desee poseer, un tomate por ejemplo, no lo voy a hacer. No por respeto, no por decencia, simplemente porque no puedo.

El mundo está hecho para idiotas como usted y como yo, idiotas incapaces de hacer nada por iniciativa propia ni necesidad, simplemente por la acción motora de seguir viviendo. Pues déjeme decirle, vivir está sobrevalorado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario