sábado, 10 de septiembre de 2011

Lo que no entiendo de las farras...

La cerveza, en una tienda de barrio, en una esquina cualquiera, cuesta 0,60 centavos de dólar. Una botella de Wisky (del no tan exquisito pero bueno) está al rededor de los 50 dólares. Se dice que existe una medida especifica de decibeles que no afecta la salud de las personas, pero estoy seguro que es mucho menor al volumen musical que colocan en los centros de diversión; entonces, no entiendo como alguien intenta ir a uno de estos lugares a conocer a alguien, si para conocer lo necesitan conversar y en esos lugares no se puede. Tampoco te puede embriagar, no, es prohibitivo pagar 3,50 dólares por una cerveza o 125 dóalres por una botella de wisky de 40.

Es oficial, detesto, aborrezco las discotecas, aborrezco a la clase de gente que va a las discotecas y puede decir que se divierte.

Cometí ayer el error de ir a uno de estos lugares, acepté la invitación porque quería relajarme un rato, des estresarme, conversar un momento y tomarme un trago después de una mala (pésima) semana. Salí peor de ese lugar.

Empecemos:

1) No entiendo el hecho de ir a un lugar a bailar como idiotas, ¿qué estamos celebrando? El problema es que ni siquiera se baila, se brinca en un mismo sitio al ritmo de un estúpido sintetizador (entiéndase música electrónica). No entiendo.

2) No comprendo eso de que un grupo de niñas y mujeres que gritan al unísono SEXO cada vez que la canción lo amerita, son las mismas que se horrizan si un desconocido las saca a bailar. ¿Para que mierda van a uno de esto lugares si no van abiertas a la posibilidad de conocer gente?... Lo que me lleva a mi siguiente punto.

3) Las niñas se arreglan, se ponen vestidos que poco dejan a la imaginación, se pintan con rubor los cachetes y se alisan el pelo, se perfuman el cuellos y la raja de escote ¿para qué? Al final no van a dejar oler ninguna de las partes perfumadas, no entiendo cual es el punto de arreglarse tanto para bailar entre mujeres solas.

Entiendo que el punto de salir a “joder” sea el cortejo, ese juego de coqueteo entre dos personas que, eventualmente, terminarán copulando, pero no, aquí no pasa eso.

Es que al final de cuentas ese es el punto de la tan conocida “farra”, al menos en el fondo no en la forma: una actividad que la han camuflado en entretenimiento cuando la única razón de su existencia es el cortejo, un cortejo que comienza con un baile y termina en la cama, pero no, acá, en esta puerca ciudad, están convencido de que el punto es divertirse, que salir a bailar por el mero hecho de salir a bailar es algo bueno, algo aceptable, algo indispensable en la vida de todo adolescente que espere a convertirse en adulto.

Si usted está pensando que las discotecas son esas que salen en los videos de reggaetón, esos lugares donde los hombres están reventados de músculos y las mujeres están dispuestas a bailar “pegao”, déjeme decirle que no. Allá va a encontrar un poco de gordos que no pueden bailar debido a que pasan fumando en una esquina mientras un grupo de mujeres grita “Sexo, sexo” pero jamás pensará en practicarlo, al menos hasta el matrimonio.

Así que mi consejo pendejo es: si usted quiere torturase tal y como es en las discotecas, súbale el volumen a la radio al máximo, rente una porno, encienda 10 cigarrillos y deje que se consuman (para crear el ambiente de discoteca), valla y pague 100 dólares por una botella de trago que cuesta 30 y no espere el vuelto. Respire el humo, vea la porno (jamás tendrá ese sexo que está viendo porque ninguna de las mujeres saldrá de la pantalla), siéntese cerca del parlante para quede bien sordo y reniegue del hecho de que la botella de trago se terminará antes que usted se embriague. Le aseguro que esa una experiencia similar a la farra.

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