El español Alberto Contador fue sancionado ayer por las autoridades del ciclismo mundial por el escándalo que protagonizó luego de dar positivo en el test de doping durante su campaña en el Tour de Francia del 2010. El ciclista argumentó que había ingerido carne contaminada, tal como y como la selección mexicana sub 20 de fútbol se excusó cuando presentaron el mismo problema. Las autoridades mundiales del deporte de la bicicleta dijeron: "en el caso de Contador, España no es un país con tradición de presentar casos de carne contaminada México sí, por eso su excusa es válida".
Una vez más el folclore latinoamericano se hace presente en los prejuicios internacionales de los que deberían ser las personas menos estereotipadoras e inclusivas del planeta. Cuando leí lo anteriormente mencionado no sabía si reírme o apenarme, pero sé que es verdad, acá en latinoamérica aún vivimos una especie de existencia precaria, sorteando obstáculos tan primitivos como el cólera, Shakira y La Tigresa del Oriente.
Al sur del hemisferio uno vive historias que en realidad parecen sacadas de una comedia gringa de los 80, personajes pintorescos y refritos de estereotipos que por más que un reducido grupo de personas deseemos, no podemos librarnos.
Somos una burla internacional, somos los bulliciosos en las mesas internacionales de debates, los de bigote prominente y misóginos "macho latino castigador". Alguna vez recuerdo haber leído una sentencia española en el caso de un par de migrantes peruanos en España en el que el esposo mató a su mujer a golpes pero el juez lo excusó de la pena máxima porque "ellos (los latinoamericanos) viven así su cultura salvaje".
Ante los ojos del ario clasista seguimos siendo una raza inferior, a veces no los culpo porque mientras ellos recuerdan las melodías de los Betales y Morrissey, nuestros padres se alegran al escuchar las viejas canciones de Menudo y Sandro.
Uno intenta buscarle lo lúdico al asunto diciendo que todos esos detalles son parte del folclore mágico de un pedazo de contienen en el que las carreteras están a medio terminar porque el gobierno de turno se rifó el dinero en asesores juridicos del estado, y en el que los baños permanecen sucios todo el día porque los conserjes los limpian una vez al día ya que "se va a seguir ensuciando".
Somos parte de la raza latina, una "secta" de individuos que produce a las "mujeres más hermosas del mundo" y (entre todos los países latinos) dueños de más coronas de Miss Universo que cualquier otra "raza"; eso si, sumando todos los países americanos de lengua materna latina, no sumamos la cantidad de premios Nobel que Rusia tiene, y eso que este es un premio político, pero que al fin y al cabo creo que vale más que una corona a la anoréxica con menos conocimientos de geografía e historia universal.
Nuestros países figuran entre los más corruptos del mundo pero no importa, bailamos bien salsa, reguetón, bachata y merengue y esos nos justifica como "seres de sangre caliente", impulsivos y vivaces; tenemos una tasa de analfabetismo que solo es superada por Africa, pero no importa, Argentina, Brasil y Uruguay nos indultan con cada gol que meten en una copa del mundo; somos económicamente explotados por los arios, chinos y gringos de segunda generación, pero no importa, tenemos pintorescos presidentes que defienden una democracia fundada a punta de tarimasos, canciones y discursos de 6 horas que exsasperaían al mismísmo Dalai Lama.
George Carlin dijo alguna vez: "nacer en este planeta es como asistir al mejor de los 'freak-shows', pero nacer en EE.UU. es sentarse en primera fila". Quizás el maestro tuvo razón, los gringos han tenido una loca historia, pero Carlin no vivió en la Latinoamérica del siglo XXI, un pedazo de continente en el que las familias de los presidentes entran pobres y salen millonarias, un lugar en el que los presidentes se hacen bendecir por los shamanes antes de comenzar su mandato y en donde un país en el que las cortes dejan libres a todos los criminales, sus legistas ocupan el tiempo condenando la muerte de un "honorable revolucionario" que fue asesinado en un país ajeno hace 44 años. Esa es mi raza.
Una vez más el folclore latinoamericano se hace presente en los prejuicios internacionales de los que deberían ser las personas menos estereotipadoras e inclusivas del planeta. Cuando leí lo anteriormente mencionado no sabía si reírme o apenarme, pero sé que es verdad, acá en latinoamérica aún vivimos una especie de existencia precaria, sorteando obstáculos tan primitivos como el cólera, Shakira y La Tigresa del Oriente.
Al sur del hemisferio uno vive historias que en realidad parecen sacadas de una comedia gringa de los 80, personajes pintorescos y refritos de estereotipos que por más que un reducido grupo de personas deseemos, no podemos librarnos.
Somos una burla internacional, somos los bulliciosos en las mesas internacionales de debates, los de bigote prominente y misóginos "macho latino castigador". Alguna vez recuerdo haber leído una sentencia española en el caso de un par de migrantes peruanos en España en el que el esposo mató a su mujer a golpes pero el juez lo excusó de la pena máxima porque "ellos (los latinoamericanos) viven así su cultura salvaje".
Ante los ojos del ario clasista seguimos siendo una raza inferior, a veces no los culpo porque mientras ellos recuerdan las melodías de los Betales y Morrissey, nuestros padres se alegran al escuchar las viejas canciones de Menudo y Sandro.
Uno intenta buscarle lo lúdico al asunto diciendo que todos esos detalles son parte del folclore mágico de un pedazo de contienen en el que las carreteras están a medio terminar porque el gobierno de turno se rifó el dinero en asesores juridicos del estado, y en el que los baños permanecen sucios todo el día porque los conserjes los limpian una vez al día ya que "se va a seguir ensuciando".
Somos parte de la raza latina, una "secta" de individuos que produce a las "mujeres más hermosas del mundo" y (entre todos los países latinos) dueños de más coronas de Miss Universo que cualquier otra "raza"; eso si, sumando todos los países americanos de lengua materna latina, no sumamos la cantidad de premios Nobel que Rusia tiene, y eso que este es un premio político, pero que al fin y al cabo creo que vale más que una corona a la anoréxica con menos conocimientos de geografía e historia universal.
Nuestros países figuran entre los más corruptos del mundo pero no importa, bailamos bien salsa, reguetón, bachata y merengue y esos nos justifica como "seres de sangre caliente", impulsivos y vivaces; tenemos una tasa de analfabetismo que solo es superada por Africa, pero no importa, Argentina, Brasil y Uruguay nos indultan con cada gol que meten en una copa del mundo; somos económicamente explotados por los arios, chinos y gringos de segunda generación, pero no importa, tenemos pintorescos presidentes que defienden una democracia fundada a punta de tarimasos, canciones y discursos de 6 horas que exsasperaían al mismísmo Dalai Lama.
George Carlin dijo alguna vez: "nacer en este planeta es como asistir al mejor de los 'freak-shows', pero nacer en EE.UU. es sentarse en primera fila". Quizás el maestro tuvo razón, los gringos han tenido una loca historia, pero Carlin no vivió en la Latinoamérica del siglo XXI, un pedazo de continente en el que las familias de los presidentes entran pobres y salen millonarias, un lugar en el que los presidentes se hacen bendecir por los shamanes antes de comenzar su mandato y en donde un país en el que las cortes dejan libres a todos los criminales, sus legistas ocupan el tiempo condenando la muerte de un "honorable revolucionario" que fue asesinado en un país ajeno hace 44 años. Esa es mi raza.
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