jueves, 16 de febrero de 2012

El país de las maravillas

El examen proctológico colectivo que nos aplicaron a quienes vivimos en el país de la linea ecuatorial, no tiene precedentes; los sentará, sí, pero nunca se había visto nada como esto. Nunca antes la expresión de "meter la mano" había significado tanto, y en tantos sentidos, como en estos tiempos. A mi, el recto de la conciencia ya me lo trastocaron al engañarme que en realidad existe una equitativa balanza que se inclina ante el lado más justo, y no la hay; no me van a venir a engañar de nuevo con esto de la violación de libertad de expresión y sus ahora desertores defensores. 

Lo que nos indigna a la mayoría de los que estamos ardidos es esta imposibilidad de justicia, de que en realidad existe una manipulación de los dictámenes y que responden a la voluntad de alguien que conquisto al pueblo con una sonrisa. 

No se trata de ser de derecha o de izquierda, se trata de ver que el estado de derecho es ahora solo un mito que nos lo meten por cada orificio del cuerpo hasta que lo creamos. Lo peligroso es ahora que la democracia se ha convertido en un tablero de ajedrez en el que un tipo con la suficiente visión y poder puede mover las fichas a su conveniencia, respetando todas las reglas, y así abusar de la voluntad de uno pocos, porque hay que ver que los sensatos somos pocos; la mayoría celebra el hecho de que el oligarca y sus plebeyos, los dueños de medios, esos millonarios que emplean a los que ahora somos tildados de peones de la burguesía (los periodistas), son derrotados por quien se alza como amo y señor de un hacienda de 14 millones de empleados. 

Lo más penoso es que nuestra reacción, la de los que encontramos en todo esto un mamotreto de argumentos; es que no hacemos más que indignarnos. Salimos a las calles a pararnos en las vías a a espera de que una opinión colectiva, la desaprobación de un grupo de personas, conmueva al tipo que tiene las riendas de la patria. Ya lo dije una vez: las revoluciones no son colectivas, son procesos violentos en los que la voluntad de unos pocos se impone ante la de millones; porque son millones los que en sus casa de caña celebran como el adinerado se doblega antes un "ciudadano", ese con el que se identifican porque guarda los mismos resentimientos que ellos. 

La nación se vuelve un país de las maravillas, un lugar en donde los más bizarros personajes encuentran su lugar; un espacio en donde el hecho de llevar la rubrica de "Ecuador" es sinónimo de que las cosas no funcionarán: la linea aérea del Ecuador tiene una de las tasas más altas de retraso de vuelos del país; "ama la vida", una nación que registró en el 2011 una cifra superior a los 19.000 asesinatos; y todos los gabinetes que llevan en su insignia la palabra nacional, empezando por las cortes que no son si no el instrumento que justifica cada abuso y exabrupto de quien confiamos, porque me incluyo, sería el indultador de la nación, pero el que solo ha conseguido ponerle la correa al cuello de una nación que, dopada a punta de bonos, morira de asfixia auto-erótica mientras el ejecutivo le dice lo linda que tiene la próstata.

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