jueves, 28 de julio de 2011

Zombies

En los 80 se habló de una enfermedad fatal que estaba contagiando a todos los homosexuales y que se transmitía, decían, incluso por estornudos. Hoy sabemos que hablaban del Sida y que no solo afecta a homosexuales, ataca a cualquiera que en un arranque hormonal olvide ponerse un condón.

Lo cierto es que al rededor del sida hay muchos mitos: no porque tengas sexo con una persona infectada, vas a adquirir el virus; no todo coito es una certeza de contagio, deben haber muchos factores que jueguen al momento de tener sexo con un/a Cero Positivo.

El problema de los mitos es ese: desinforman, atemorizan, intimidan y nos complican la existencia; nos hacen permanecer pasivos, temerosos ante un potencial y omnipresente peligro absoluto.

Existe una ley que promete ser una hemorroide en la punta del ano: la ley de comunicación. El ecuatoriano, fiel a esa tradición de orgullo de la "no lectura", escucha todo lo que se dice de ese puerco documento y se atemoriza, se intimida de que le vallan a privar de su "derecho a opinar", cuando en realidad, el ecuatoriano nunca opina; y si lo hace, opina estupideces.

Aun no entendemos bien en que carajo consiste la ley de comunicación y ya estamos temblando de miedo (ojo que se hay que cagarse del miedo), pero nos pase lo mismo que con el VIH: sabemos que existe peligro latente pero no entendemos bien en que consiste, no sabemos bien como nos afecta, pero tampoco nos interesa enterarnos.

Si bien hay muchas cosas que me molesta sobre la actitud que tenemos respecto a esto, lo que más me emputa de todo es que, muy a pesar que hay personas empecidas en captar la atención de la gente y tratar de ver como hacemos para frenar el asunto, el común denominador se queja, vocifera su derecho a la liberta de expresión y todas esas maricadas, pero no hace nada al respecto. La idea de defensa de sus derechos es realizar un original y transgresor plantón: miles de personas paradas en un lugar con pitos y pancartas; efectivamente una "forma de mostrar su descontento".

Pero enseñar que algo nos emputa no sirve de nada. Quejarse es un ejercicio que los ecuatorianos realizamos de la mejor manera pero nada mas. Desgraciadamente, la gente parada y con pitos no hace la diferencia; distinto es lo que pasa con las bombas molotov que, para bien o para mal, si hacen la diferencia. Normalmente lo hacen para mal, pero lo hacen.

Lo difícil es transformar esa mentalidad pasiva, mentalidad que no va a cambiar. Este pedacito de tierra que llamamos país está lleno de zombies, una marea de seres que se arrastra con las tendencia, zombies fanáticos que repiten una y mil veces los versos que el fanático mayor, desde un balcón, vocifera sobre un país que avanza; quizás hacia el barranco, pero avanza.

Somos zombies, muertos en vida, muertos de miedo por cosas que no entendemos, atemorizados por fenómenos que nos exceden, seres estóicos ante las cosas más trascendentales de la vida. Si bien es cierto somos incapaces de leer un texto sobre los peligros de una ley que puede complicarnos la vida, nos encanta devorar los fofos escritos sobre el último video porno de alguna de las famocillas del medio. Entonces ¿para que carajo nos quejamos tanto? Al fin y al cabo, esa libertad de expresión que reclamamos, esa liberta que reclamamos para redactar textos sobre las verdades de la patria, sobre la corrupción del medio, sobre esas historias desgarradoras y dramas humanos, jamás serán leídas y, más que seguro, el papel sobre el que fueron escritos servirá para madurar los aguacates de la tienda de la esquina. Eso siendo positivo y optimista de que no quedará como recurso auxiliar en un baño de mala muerte. 

1 comentario:

  1. Excelente texto. Totalmente de acuerdo. Qquejarnos servía, cuando mamita nos hacía caso. Ahora de "adultos" nadie nos hace caso, pero sigue sin importarnos. The ugly truth.

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