viernes, 8 de julio de 2011

Morbo

El otro día salí tarde de casa y me tocó desayunar en una gasolinera cerca de mi hogar. Mientras buscaba con que calmar el hambre, llegué a la estantería de revistas. En medio de todas las gacetas resaltaba mi favorita: Soho (con Sara Corrales en la portada). El desayuno pasó a segundo plano (a pesar de mi gastritis), y compre un café expreso con una barra de granola, lo más barato con tal de que el billete de 10 dólares que cargaba, alcance para saciar mi hambre y mi morbo.

Compro Soho desde hace 1 año y sueño con algún día publicar en ella. Existen textos excelentes en sus páginas, otros que también dejan mucho que desear; pero sin lugar a dudas, el que no se considere lector de crónicas periodisticas y diatribas, puede comprar la revista y disfrutar de todas las hembras que aglutinan sus páginas.

Cuando lleve mis compras al mostrador, la chica de la caja, la que recibió mi pedido, me miró como si de un degenerado sexual se tratara; “son 5,60”, me dijo justo antes de preguntarme si deseaba una funda para llevar la revista. Le dije que no.

Mientras esperaba mi café empecé a ojear la revista, me detuve en el especial de crónica roja (que me pareció le faltó fuerza). Seguí leyendo, ojeando, hasta que me interrumpió el barista de la cafetería: “con azúcar”, me preguntó sin quitar la mirada de la portada de la mi revista. “Sí”, le contesté. Teniendo las tetas de Sara Corrales en la cara, nadie puede permanecer indiferente, el barista lo sabía, yo lo sabía.

Cuando me retiraba del mostrador, la mirada del cafetero acompañó a mi revisa hasta que el mismo se dio cuenta que yo lo estaba observando. Se sonrojó, dio al media vuelta y se puso a barrer. Yo empecé a comer, me senté junto a un par de señoras que discutían del cumpleaños de una conocida que, por lo que entendí, no era de su total agrado.

Mientras leía y tomaba mi café, avance un poco más en la revista; fue entonces cuando llegué a ver el desnudo de Sarah Corrales: una figura perfecta, casi un dibujo; curvas definidas que deambulaban por toda su silueta hasta formar una mujer de carne, hueso y silicón.

“Morboso”, escuché de la nada. Un grito vino desde la izquierda, especificamente de una de las señoras que estaban a mi lado. Ella estaba roja, indignada porque el joven que desayunaba a su lado, veía un desnudo mientras comía. A los reclamos se le sumo la otra señora, la que empezó a darme un sermón de puritanismo. “¿Y si fuera su hermana?”, dijo.

Por un momento me pregunté, ¿qué sentirán los hermanos de las que posan desnudas en una revista?, luego retomé el tema y me di cuenta que en realidad yo no estaba haciendo nada malo. “Aunque no lo vea acá, la veré solo en mi casa”, le contesté a la dama, antes que empezara la magistral puteada.

Pelear con mujeres de avanzada edad, mujeres que son incapaces e ver otros puntos de vista, no es lo mío. Por eso me callé, cogí mis cosas y me marché.

Lo que ellas no entienden es que todos sufrimos de ese mal que llaman “morbo”. A todos (mujeres y hombres) nos encanta disfrutar de las cualidades de los demás. Vemos un buen par de nalgas y reaccionamos; vemos un buen par de senos y no sabemos cómo zambullirnos en los mismos. Imagino que lo mismo sucede con las mujeres, solo que no todas son capaces de darlo a conocer.

Negar que poseemos un cuerpo, una anatomía de la que podemos disfrutar y gozar, es antinatural; y la única forma de la que accedes a este placer inconfeso es a través de la mirada, observando esos atributos que deseamos y, lo más probable, no conseguiremos poseer.

Por eso le agradezco a Soho poner mujeres en sus portadas, mujeres que me muestren un poquito de carne, aunque no me la conviden, sin exigirme dinero, ni un poco de cariño a cambio.

1 comentario:

  1. LoL :D a lo mejor las viejas eran parientes de melvin hoyos

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