Hay joyas escondidas en las páginas de los diarios nacionales. Hay pequeños destellos de una genialidad oscura en las cuentas de twitter de los funcionarios, ex legistas, personajes de la farándula nacional e individuos que en un arranque de poetas logran hacer el más valioso aporte de sus vidas: un chiste camuflado de comentario y/o poesía.
Lo que le preocupa a uno después de observar tales genialidades es: ¿está es la gente que dirige, dirigió y seguirá dirigiendo el país? No basta si no con detenerse un instante en la cuenta de twitter de un octagenario ex funcionario y leer las joyas que emite. Quizás él esté justificado porque el señor ya esta viejito y no entiende bien el uso de la tecnología; aun así me asusta pensar que una mente que pueda generar poetuits de tal calibre estuvo al frente de uno de los ministerios más importantes del país.
El verdadero problema no son los políticos y sus genialidades lingüísticas, el problema tampoco reside en el hecho que ahora existen decenas de formas de expresar su genial dominio del idioma (y la sintaxis) a sus miles de seguidores; el problema somos nosotros.
Lo que digo no es descabellado, no es algo desquiciado mucho menos; el problema somos nosotros porque nos hacemos expectativas enormes de nuestros líderes patrios: los hacemos ídolos, intocables, seres que están sobre el promedio intelectual. En realidad, el nivel de intelecto que se necesita para estar a la cabeza de un ministerio, secretaría u otro buró del estado; la clase de requisitos, la calidad moral e inteligencia que se necesitan son tales que si a mí me ofrecieran dirigir uno, me sentiría ofendido.
Tengo que admitir que no soy ningún genio y que soy un imbécil. En realidad (al menos en twitter) yo no publico nada a menos que esté seguro que sea una completa estudipez. Lo que me diferencia de lo genio patrios es que yo estoy conciente tanto de mis limitantes como de mi seriedad: por eso no se confía de mí para emitir opiniones constructivas.
El verdadero problema es cuando un personas con las mismas cualidades que yo, en lo que a limitantes intelectuales y lingüísticas concierne, se toma enserio esto de la opinión y las redes sociales.
Cuando Ketty RomoLeroux escribió en Diario El Telegrado la columan titulada: “La doble moral del neoliberalismo”, redactó un texto que yo en mis peores borracheras no hubiese podido escribir.
La opinión es algo tan delicado, algo tan poderoso que no meceré estar en manos de personas como RomoLeroux, quien da a entender que el FMI es el responsable de los bailes más eróticos del siglo XXI, ni de individuos como Emilio Palacio quien vocifera de la libertad de expresión y le niega la palabra a otros periodistas. La mentes dignas de plasmar su opinión en el papel de un diario están trabajando para mejorar un poquito mejorar las artes de nuestro país o burlándose de quienes arruinan a la nación.
Ahora un consejo para todos (incluso para mí): la próxima vez que piense algo, que desee opinar respecto a un tema polémico, analícelo, medítelo, reflexiones y luego CÁLLESE. De nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario