jueves, 13 de febrero de 2014

Quedarse solo

Mi ídolo se casó. Yo solía pensar que nunca lo iba a hacer, pero hoy me enteré que lo hizo; le pidió la mano a su prima, porque lo contó en su blog, y se casará. Así muere un mito. Al menos para mí.

Lo leía y empezaba a entender que era cierto lo que el tipo estaba diciendo. Por un momento sentí lo mismo que sentí el día que descubrí que Dios no existía. Porque si algo empiezo a entender es que no hay credo que pueda mantenerse en pie.

Bien en el fondo lo entiendo al tipo. Soy de los mismos, de los que toma decisiones sin pensar lo que pasará. Una vez casi hago lo mismo que él y me embarco el matrimonio así, de la nada, en la pobreza absoluta, en el hastío completo. Hubiera sido la decisión más imbécil de mi vida, y lo digo a ciencia cierta.

Me gusta vivir en ese perpetuo '¿qué hubiese pasado si?', porque vivo con la agonizante idea de no haber hecho lo que me proponía, pero sin tener que acarrear las consecuencias de los que hubiera pasado si me embarcaba en dichas aventuras. Lo hago porque sé que soy un cobarde.

De a poco mis miedos me van dejando solo. Todos mis amigos, que también decían huir del compromiso, están casados y tienen sus familias en camino. Yo sigo con mi blog, mi trabajo y mis gatos, intentando no amargarme porque en realidad me estoy quedando solo. No hablo en el sentido de compañía, sino en lo ideológico.

No conozco a nadie que crea que el matrimonio es un error. Nadie.

La última persona que lo decía, hoy, escribió una entrada a sus seguidores para decirnos que estaba dispuesto a meterse todas sus diatribas al amor por el culo, porque había decido ser feliz. Lo felicito y todo, me uno al protocolo del abrazo, la sonrisa y la fiesta, y luego me retraeré para empezar con la rehabilitación que pasa uno para recobrarse del shock que significa la muerte de Dios. 

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