martes, 18 de febrero de 2014

Adicto

Nicolas Maduro es una bestia. Voy a obviar su miopía, sus decisiones como jefe de estado y sus bigote de actor porno setentero, y simplemente haré énfasis en su discurso. Cada que este señor abre la boca dice una bestialidad. La última fue asumir que las aves son mamíferos; y este tipo es el 'líder' de una nación.

Por lo que me dan a entender los medios, Venezuela está en la mierda: las perchas están vacías de productos básicos, hay un promedio de 17 asesinatos al día y más de la mitad de la población se ha convertido en imperialistas golpistas, enemigos de una revolución de más de 13 años, revolución que la inició un golpista y la que ahora dirige un ornitólogo interpretador de sueños.

Lo que entiendo por las noticias, el pueblo venezolano se ha convertido en el mayor enemigo del estado. ¿Pero no se suponía que los países son las personas? No lo comprendo. Igual, no hay cosa más imbécil que el estado, una idea caduca, una filosofía que se instauró para mantener el estatus quo de los grupos de poder y que, 21 siglos después, 'les salió el tiro por la culata'.

Increíble que la gente respete tanto la idea de país. Cosa para imbécil, más aún cuando toda la maquinaria económica de millones de personas está en manos de un tipo que no sabe la diferencia entre mamíferos y ovíparos. Cosa que enseñan en la primaria.

Hoy en Venezuela la gente a salido a las calles a pedir el fin del mandato de Nicolas Maduro. Llevan tres días aguantando gases, balas y garrote. El poder, la gente a la cabeza, sabe que las personas que les debería estar obedeciendo, se les ha revelado, ya no los quieren, los detentan.

Pero el poder es como una droga, como una sustancia que una vez que pruebas no la quieres dejar porque, seamos sinceros, nada más cómodo y fácil que la servidumbre te sirva. Venzuela está en manos de una adicto, de un dependiente de una autoridad que le fue heredada y que no sabe administrar. Eso es lo que le pasa a los que no leen a Foucault.

Venezuela debe entender que poniendo la otra mejilla no se cambian las cosas. Que más consiguen los golpes que los plantones. La única forma de parar a una autoridad que flagela es deteniéndola antes de que golpee, y eso no se consigue marchando. Que no importa cuanta gente 'rece' por su país, no hay credo que detenga balas, pero si acciones que obstruyen a quien dispara.

Los estados nos adoctrinaron bien, nos convirtieron en estoicos adictos de la paz, entes incapaces de reaccionar como se debe. Y esa es la peor enseñanza de este siglo. 

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