jueves, 29 de noviembre de 2012

14 años


Michael Murillo debía haber venido ayer a Guayaquil, pero no, él se adelantó dos semanas porque sabía que si el Barcelona Sporting Club ganaba el Clásico del Astillero contra el Emelec, el 4 de noviembre, su equipo era prácticamente campeón del torneo nacional de fútbol. Ayer, miércoles 26 de noviembre, ese pronóstico se cumplió. Después de una década y cuatro años, el equipo de Murillo, ese que había sido víctima de burlas, crisis y demás plagas, finalmente, y sin poner un pie en la cancha, se coronaba con una fecha de anticipación, y por decimocuarta ocasión, campeón del Ecuador.

Fue un traspié del eterno rival del Equipo Canario, el Emelec, el que lo consolidó en la cima. El némesis de los campeones jugó en la capital de la república contra el Deportivo Quito, equipo que por cosas de la vida es dirigido por Ruben Dario Insua, técnico que en 1997 dirigió al Barcelona a su título número trece y el que hasta hace unas horas había sido el último obtenido.

El gol del encuentro vino en el minuto 9 cuando Maximiliano Penilla, del Quito, venció al portero Christian Arana y puso el partido a favor de Barcelona. No del Deportivo Quito, de Barcelona. Cada hincha del equipo amarillo coreó el acierto de Penilla como si hubiese sido un tanto de los suyos. Algunos decían que el gol se escuchó hasta el Perú, y pudo ser porque en Trujillo también hay fanáticos del Barcelona.

Pero la sentencia vino en el minuto 91 del tiempo complementario. Christian Bevacua, del Quito, convierte el segundo tanto, descartando toda fórmula matemática que acumulara puntos para que el Emelec llegue a una final. Así Barcelona era campeón del torneo 2012 y no había quien le arrebate el título.

En la banca técnica del Quito, Insua brincaba de la emoción. Nunca se sabrá si lo hacía por el equipo que dirigía o por el que dirigió. En Guayaquil, la ciudad sede del ahora campeón, la histeria colectiva de se hizo esperar y ese grito enardecido que durante 14 años estuvo trabado en la garganta de cada hincha que tuvo que tragarse las burlas de los contrarios, finalmente vio la luz. "¡Barcelona Campeón!", se gritaba en cada esquina no solo de Guayaquil, sino en todo el país.

Aún quedaba un minuto en el marcador y en Quito los hinchas del equipo amarillo se tomaron las calles tal cual lo hicieran los fanáticos de la Liga de Quito en el 2006 cuando ganaran la Libertadores. En Los Ríos, el comandante general de la Policía de los Rios, Patrio Franco, tuvo que enviar un contingente de uniformados a la cárcel de Quevedo para evitar desmanes entre los reclusos que también festejaban. En Portoviejo, provincia de Manabí, no había como circular porque la avenida principal de la ciudad había sido colapsada por cada uno de los fanáticos del equipo que habían ido a hacer una caravana que terminó en plantón de agradecimiento al Ídolo del Ecuador.

Barcelona era campeón y Guayaquil estaba de fiesta. El transito vehicular colapsó a las 9:30, apenas 20 minutos después de que el partido Emelec - Deportivo Quito finalizara.

En la Victor Emlio Estrada, la calle principal del barrio Urdesa, decenas de miles de hinchas del club torero se citaron tácitamente, tal cual lo hicieron en 8 de julio de este año, cuando el equipo ganase la primera etapa del torneo. Pero esta vez ya no era para celebrar estar en la final. Esta vez era gritar ese título que durante tanto tiempo se les había escapado.

"¡Ahora sí, que se acabe el mundo!", gritaba un hincha que en medio de un tumulto de personas que hace media hora había perdido la cordura y hace 20 el control. Esto segundo por toda la cerveza que se bebió y hasta hoy se sigue bebiendo en nombre del título.

Niños de 10 años, esos que nacieron en el peor periodo de la historia de Barcelona, esos que hubiesen tenido los argumentos suficientes como para declararse fanáticos de cualquier otro equipo, celebraban en medio de adolescentes que crecieron sin poder gritar un título del equipo y de adultos que había extrañado ese fervor absurdo por el equipo que tanto los había hecho sonreír.

Incluso el mismo Isidro Romero, ex presidente del Barcelona y quien organizara la gestión para construir el estadio que hoy poseen, fue a la Victor Emilio Estrada a celebrar. Claro, lo hizo desde el balcón de uno de los restaurantes más exclusivos del sector. Romero celebró a salvo del tumulto y de los borrachos, agasajó al equipo lejos de Dalo Bucaram, el asambleísta e hijo del expresidente Abdalá Bucaram que recorrió las calles a bordo de uno de sus vehículos. Él, no se sabe si por hincha o proselitismo, salió a las calles a gritar el título del equipo en el que durante un corto plazo jugó como profesional. En la calle estaban todos, todos lo que querían y debían estar.



Había tanta gente celebrando al equipo que, al ritmo de cada canción, la marea humana que saltaba hacía que los adoquines de las calles vibraran. La calle temblaba porque Barcelona había quedado campeón, literalmente.

El fervor se vivía en cada calle de la urbe y avanzaba lento hasta la catedral del Barcelona SC, el estadio Monumental, ahora llamado Banco del Pichincha, en donde las barras empezaran, con cánticos, a gritar el título 14. El escenario, la palestra en la que los 11 artistas del gol hicieron esta hazaña posible era el lugar donde los fanáticos querían celebrar, aparentemente.

Pero esa aura mística que el dios del fútbol, Edson Arantes do Nacsimento, alias Pelé, le impregnase ala catedral barcelonista en 1988, cuando el estadio fue inaugurado, fue profanada por sus mismos feligreses.

La noche del miércoles, ya cuando la cordura había abandonado por completo a los hinchas, los fanáticos ingresaron al Monumental, tumbando puertas, destrozando paredes, saqueando camerinos, robándose los equipos de entrenamiento y hasta los balones de fútbol. El estadio quedó inservible hasta el punto de dudar que la final del Campeonato Nacional de Fútbol, se realice ahí.

Con el Monumental profanado, ¿qué podía esperarse del trato que le darían a la sede de su eterno rival y el averno de todo fan del Barcelona, el estadio George Capwell del Emelec?

Una guerra campal se armó a las 23:15 en las afueras del estadio rival. Una marea de emeleccistas enardecidos, de ls que viven cerca del estadio y que son fanáticos a muerte, salieron a defender la integridad de la estructura, haciendo una gresca que hasta el momento sigue en boca de todos.

Del conflicto afuera del Capwell incluso se rumoreó que hubo un muerto. No fue así, pero un medio local lo reportó como tal, todo en nombre de la primicia. Igual herido hubo, y al estadio lo dejaron lleno de grafiti y meado. Porque para el fan no valía solo con ganar el campeonato, había que humillar al contrario.

"¡Liga, te voy a dar una cosa que empieza con V...!", decía todos los hinchas del equipo ya en avanzadas horas de la noche, lo decían mientras pateaban a los carros que no se querían unir al festejo o empujando a los motociclistas que solo querían pasar hasta el otro lado de la calle. A las 1:00 del 27 de noviembre ya no había ley que valiera más que la del hincha emborrachado.

En las copas de los árboles de la Víctor Emilio Estrada había adolescentes embriagados que sin camiseta cantaban los himnos de un equipo del que más de una vez renegaron. El centro de Urdesa tenía más habitante descamisado por metro cuadrado que la amazonia nacional entera, y de poco el comportamiento del fanático se iba pareciendo al de los aborígenes estereotipados por los cronistas de las indias.

Guayaquil fue la capital de caos. El claxon daba la pauta y, en un grito de histeria colectiva, el pueblo se olvidaba que lo que estaban era celebrando.

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La mañana del 27 el país amaneció igual: la misma deuda externa, exactamente la misma tasa de mortalidad y el mismo producto interno bruto. Lo que sí ha cambió fue que las calles rechinaban por los cristales de las botellas rotas la noche de ayer. Lo que también incrementó fueron los números de venta de las compañías cerveceras y la cantidad de adjetivos positivos que en los comentaristas deportivos le segmentaban a la estrella número 14 del Barcelona.



En las frecuencias radiales pocos recordaron que tan solo un día antes, el miércoles, 24 horas antes que el equipo quedase campeón, Roberto Mesa, uno de sus colegas de micrófono y gestor de lo que sería la continuación del museo del 'Ídolo del Astillero', falleció. Él murió sin ver campeonar al equipo de su pasión. Lo sabía, pero no lo vio.

También le pasó a Michael Murillo, que tan solo hace dos semanas, viniendo a ver a su equipo, le dispararon en su cabeza en una gresca entre barcelonistas y emeleccistas en medio del puente de la unidad nacional. Aún no se sabe a ciencia cierta quién ocasionó su muerte. Lo que sí se sabe es que ese disparo le frustró todo cántico de victoria d el partido en el que los amarillos golearon 5 a 0 a Emelec.

Ese día, el de la muerte de Murillo, en el estadio no se hizo ni un momento de silencio. Lo que si hubo fueron los gritos histéricos de lo  que gritaron cada gol que sentenció el campeonato nacional de fútbol. Ayer lo volvieron a gritar. Hoy lo siguen gritando y lo hacen porque, entiendo, es hora de celebrar.

Este sábado, el Barcelona Sporting Club, pierda, empate o gane, dará la vuelta olímpica en el estadio que sus mismos fans, esos que ese día aplaudirán, saquearon. Pero igual habrá dos sitios vacíos, tanto en la gradería como en el palco de prensa. Y no importa cuanto campeonato se gane, esos curules jamás se van a llenar.

-continuará- 

sábado, 24 de noviembre de 2012

Saber contar

Yo siempre he sido de la idea de que las matemáticas se inventaron solo para que sepamos contar los días en los que se puede tener sexo y en los que no. ¿Por qué más iba uno a estar rompiéndose la cabeza si no para no tener que andar haciéndose responsable de tanta criatura que nazca por culpa de un carvenícola que le cogió gusto al acto reproductivo?

Acá no venga a pensar usted que los greñudos de las cavernas inventaron los números para buscar formas equitativas de distribución de alimentos ni ninguna de esas vainas. Las matemáticas no se crearon para andar encontrando puntos de tensión en represas que después sirvieron para germinar los campos ni mucho menos. El hombre de cromañón lo que quería era culear sin tener que hacerse responsable de ningún niño. Lo que nos dice que eso de a evolución puede estar un poquito equivocado. ¿O acaso usted no anda buscando lo mismo que el tipo de las cavernas?

Para bien o para mal, ese ímpetu por el placer ha hecho que avancemos mucho como raza; es más la raza humana no sabe todo lo que le debe al sexo. Desde las matemáticas hasta la medicina. Porque toda la sociedad es una respuesta sexual.

Uno va por la vida sin entender que los doctores nacieron gracias a que un tipo andaba muerto de ganas por una mujer que no le daba bola y que tuvo que buscar la forma de extender su vida lo suficiente para tener la oportunidad de comérsela. Después vino todo eso del juramento hipocrático y la misión esa de curar dolores. No se engañe.

Uno no entiende que la mecánica automotriz se creó porque había una tipilla por la que un sujeto moría. La señorita vivía muy lejos por lo que hubo que buscar la forma de ir hasta donde ella estaba, llegar fresco, no cansado por la caminata porque después 'no poder rendir la hora de la hora' a. Así fue que hubo que inventar carros.

No entiendes que antes hubo un tipo descontento con su cuerpo y que debía tapar sus defectos con algún tipo de aditamento que lo haga verse bien. Así nació la ropa, la moda y toda esa mierda que le encanta a la gente.

Uno puede encontrarle la 'raíz sexual' a toda actividad del mundo. Es solo cuestión de abrir y los ojos.

Las rutas marítimas se trazaron porque los europeos se cansaron de la carne de nalga blanca y se fueron a buscar la piel trigueña de la mulata caribeña. Lo de la colonización vino después.

Pero antes de que piense mal de mi, no crea que yo soy un machista que anda diciendo que todo lo bueno que ha dado la humanidad es responsabilidad de los hombres. Lo que yo quiero que usted razone es que, es obvio, el género masculino, por sexo, se desespera y hace lo impensable por conseguirlo, incluso ir a la luna. Y esto es verdad, hay más hombres que mujeres indagando en cada rama de la sociedad presionando para seguir consiguiendo sexo. Y ¿sabe cómo yo sé que esto es cierto? Porque la cura para la impotencia se encontró mucho antes que la del cólico menstrual.

Usted recuerde, piense no más que es lo más desesperado que ha hecho por llevarse alguien a la cama. Y esta reflexión la invito a hacerla a ambos géneros. Esto es porque el sexo mueve al mundo.

El coito se nos ha subido tanto a la cabeza que nos olvidamos que para conseguirlo de formas responsables y seguras hubo que avanzar mucho como raza (si no mire todos los ejemplos arriba mencionados). La cópula, el placer, se nos perfila hoy como la única meta, olvidando que, por ejemplo, todo nació de saber como contar los día para entender cuando es que se puede ir a culear en paz.

Pero ya nada de esto importa, es más, de que se lo haya dicho a un buen amigo mío que, la semana pasada, descubrió que hubiese sido bueno prestar atención en las clases de matemáticas y así ahorrarse los próximos 18 años de deudas paternales. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Feliz día del falo

De días bobos nos hemos librado, de San Valentín, Halloween, y el del Sida, pero tenía que llegar el nuestro, las 24 horas dedicadas a nosotros, a todos los que representamos la sociedad patriarcal, el día del los que nacimos con gónadas, el lunes de los que, durante el hundimiento del barco, tenemos que quedarnos resolviendo las cosas: los hombres. Que vaina.

Lo que algunos suponían sería una especie de 'canto a tener pene' pasó sin mayores sobresaltos. Nada de pomposo tuvieron estas horas, no como ese agasajo que se hace quienes poseen trompas de falopio. El día del hombre pasa desapercibido, sin regalito ni festejo tarado, y eso es porque de a poco la figura del macho alfa se degrada, sucumbe y se convierte en una leyenda; en el mito de una voz de mando a la que en el hogar clásico, ese que su abuelita y la mía vivieron, se le temía. 

Pero de eso no queda casi nada, lo que es bueno. Lo malo es que hoy en día ser hombre no tiene muchos beneficios del caso. Con las excusas de la igualdad de género, la figura masculina se queda sin curules, obligaciones y costumbres, que no está del todo mal. 

A lo que yo me refiero es que en nuestros tiempos, el ser hombre representa desventajas: la entrada a casi todo lugar nos cuesta el doble, en los juzgados de la familia uno siempre será el ogro, y los vigilantes de tránsito nunca nos dejarán seguir con una advertencia, no como a las damiselas (y esto porque los buitres no son si no machistas hijueputas).

Ser hombre en estos tiempos es jodido porque vivimos una etapa de transición,  una época en donde la figura de macho que nuestro padre nos inculcó con el ejemplo es la incorrecta, y el ejemplo al que se busca emular nace de una fantasía sexo-paterno-femenina que las guionistas de comedias románticas nos han inculcado en cada película que pueden. Uno intenta ser ese hombre que se describe en los filmes, eso mientras se intenta no ser una vergüenza para su padre. Porque acéptelo ¿a qué papá le parece chistosa la figura de When Harry met Sally o Juno? 

Por eso es que celebrar a la figura masculina que usted y yo representamos, me parece absurdo. Elogiar a el ejemplo de John Wayne es estúpido pero tampoco le encuentro sentido a celebrar este esperpento de personas que a usted y a mi nos toca ser. San Valentín, Halooween y el día del Sida todos tiene motivaciones, algunas un poco más romáticas, tradicionales o cívicas, pero esta es solo una respuesta de un grupo de testículos reprimidos que sentían, en ese instinto de competencia, que si las mujeres tenían su día, nosotros también debíamos. Y no es así. 

¿Dónde mierda quedó la equidad de género a la hora de cancelar para entrar a un lugar de diversión? o ¿acaso uno debe despojarse de todo instinto de supervivencia a penas un barco se hunde por el ero hecho de tener huevos? No me joda con sus felicitaciones. 

jueves, 15 de noviembre de 2012

El sueño del ecuatoriano

Yo también le dije a mi mamá, una y mil veces, que me quería ir del país para alcanzar el sueño ajeno. Lo dije y no lo hice, porque justo a los gringos les da por caer en crisis, igual o pero que la de nosotros. Pero de igual forma, eso del ´sueño americano´ hace mucho más sentido que 'el sueño ecuatoriano´. Porque acá lo que la gente tiene es sueño, no sueños. Y si bien, como todos los proles de todas las nacionalidades del mundo, acá también tenemos una que otra aspiración (normalmente copiada de otra parte del mundo):

El sueño de todo ecuatoriano es que algún día la propaganda  nacionalista deje de ser copia (en fondo) de lo que hacen los argentinos. Porque en la pantalla nacional lo único que hay es mierda. La esperanza de todo cholo, serrano, amazónico e insular es que en la televisión algún día se proyecte algo que no necesite de escotes y sostenes, o misoginia disfrazada de estereotipo, para ganar rating.

El anhelo de toda mujer y hombre que nació cobijado bajo el tricolor patrio es dejar de morirse de miedo al llegar a donde un agente de aduanas de un país del primer mundo, y no creer que lo van a regresar deportado por X motivo. Uno será libre el día que el escudo con el pájaro gigante, ese que va impreso en el cuero del documento de viajero, represente algún tipo de autoridad global. Como el águila de los gringos.

El sueño de todo ecuatoriano es ser de la generación que vea a Alfonoso Espinoza de los Monteros retirarse de la televisión; es ser parte de ese grupo de personas que deje de escuchar a los comentaristas deportivos referirse al césped como el gramaje o que al menos le encuentren uno o dos sinónimos más. (También nos conformamos con que Bonafont hable como la gente)

El sueño ecuatoriano es que el voto deje de ser obligatorio, que le dejen de pedir cédula cuando entregue la tarjeta de crédito y que al perder el documento de identidad no le clonen el nombre. Los habitantes de este pedazo de tierra se esperanzan en que algún día el único motivo para renovar lo papeles de identidad sea que se le haya perdido la billetera y no que se la hayan robado.

El sueño ecuatoriano es ver a Barcelona campeonar una vez más, ver a la selección alzar la copa del mundo y tener aunque sea que aparezca otro tipo que le salve el pellejo a todos los deportistas que van a las olimpiadas a exhibir el buche.

El sueño de toda ecuatoriana es poder ponerse falda y que no le anden tocando las piernas en el bus, es poder caminar por la calle sin que el busetero, taxista u obrero promedio le haga un papanicolau visual; es dejar de ser la protagonista de los comerciales de productos para e hogar.

El sueño ecuatoriano es terminar trabajando para lo que estudió, o que al menos termine la carrera que está cursando; no vaya a ser que aprendió el oficio en un centro de estudios que lo tumban de un día para el otro.

El sueño ecuatoriano es ver a una película 'made in Ecuador' ganándose un Oscar (más que sea), un Nobel (aunque un tipo ya se lo ganó en grupo), una Palma de Oro o un Cervantes. A mi que no me vengan con Grammys y esas vainas que si Pitbull, Fanny Lu y Juanes se los ganan, cualquier bestia puede. Y en eso no hay mérito.

El sueño de todo ecuatoriano es ver a los artistas más famosos del mundo comiendo guatita o encebollado. Es vestir de poncho a cualquier ser, diabólico o cristiano, que venga y pise esta, la tierra del nunca jamás.

El sueño ecuatoriano nada tiene que ver con el gringo. A mi en lo personal me gustaría que, de una vez por todas, a la máquina de propaganda nacional se le ocurra algo original en vez de darle la vuelta a toda campaña propagandista que le llega del extranjero. No vaya a ser que, sin darnos cuenta, nos caguen otra canción de los Beatles.

*inspirado por este video: http://www.youtube.com/watch?v=ZGDicJYxX1s

domingo, 11 de noviembre de 2012

Puerca

Hay una mujer a la que encuentro exquisita. Ella no lo sabe, no se lo he dicho y jamás se lo diré. No está en mis planes hacérselo saber. No quiero conquistarla pero igual, me parece deliciosa.

Alguna vez hablamos y de ahí todo ha sido virtual. Casi platónico pero sin opción a nada. Esto no por falta de ímpetu, solo porque fuera de todo pronóstico, no me nace cortejarla. No intente comprender esto que ni yo lo hago.

Ella es mal genio, como las que me gustan. Se le nota en el rostro y en la forma que se expresa. Ella es ella, así, incompleta, casi fea, desabrida y un potencial zombie sin el rimel que ocasionalmente se pone. Pero así me fascina.

No soy el único que sucumbe ante su singulares rasgos. Lo sé con certeza. Es más, escribo esto por celos.

Le escribo esto porque es una puerca.

Ella podría doblegar a quien le de la gana y hacer rechinar del dolor sentimental a cualquier pendejo, pero escogió al pendejo más feo que encontró sobre la faz del planeta y decidió hacerlo feliz.

Nunca he entendido a las mujeres. Mucho menos a las atractivas. Esas van ahí por la vida, buscando causarle dolor de huevos a tanto idiota como puedan, pero no se le entregan sino al pendejo más grande que encuentran. Por ese tipo que las hace moquear por no cumplir tanto capricho que se les antoja o por el simple hecho de que no quieren, estos tipos, entenderlas.

Hasta a Zooey Deschanel, la mamá de las mujeres puercas, la dejaron botada. Eso creo que lo resume todo.

Pero el punto no el Deschanel sino ella, a quien la vi feliz y me emputé. Me encabroné porque la vi suspirando por un pendejo más feo que yo. Y eso que yo soy bastante desgarbado. Igual, pareciera que ser guapa es sinónimo de ser puerca. Incluso la mujer que a mi me quiere, esa que yo adoro y que, ocasionalmente por su mal genio y lindo rostro, peleamos cada vez que podemos; a ella también la han de tildar de puerca por estar conmigo.

Pero nada de lo que yo escriba le quitará lo puercas a las guapas. A uno no le queda más que renegar, resignarse e imaginar lo que ellas están haciendo en la habitación con ese otro imbécil.

Igual, yo jamás diré nada. 

lunes, 5 de noviembre de 2012

Pastillas

Desde que recuerdo me medico. Tomo pastillas para la alergia y he tomado mil más para otras tantas enfermedades. Incluso, hace algún tiempo, tomé píldoras para bajar de peso. La medicina es ese milagro pendejo que nos permite a los más débiles, a usted y a mi, darnos esa ilusión de continuidad en nuestras vidas. Claro, cese el tratamiento y vaya vea usted como reniega de la existencia.

Vivir sin pastillas no es absurdo, es imposible. Lo demás, esa vida sin fármacos, eso supervivencia. Y yo no hablo de los retrovirales ni nada de esas vainas, hablo de los analgésicos, o ¿aguantaría usted sin ellos un dolor de muelas sin querer arrojarse del primer edificio que encuentre?

Yo amo a las pastillas. Las amo pero las odio. Las adoro porque solucionan no solo mi moqueadera rinítica sino que también me dan más energía, me ayudan a concentrarme; las odio porque sé que vivo una mentira. Yo no tengo esa vitalidad ni soy capaz de enforcarme más de 20 minutos en una actividad sin encontrarla aburrida. Eso sin mencionar que sin medicamentos lo único que soy es una máquina de producir mocos.

Pero esos son problemas idiotas comparados con los que otros sufren. David Foster Wallace, por ejemplo, y según lo que he leído, terminó ahorcándose porque tras cambiarle su medicación contra la depresión, esta no le sentó, por lo que el mundo se quedó sin un genio. Y todo por unas malas pastillas.

Vaya uno a saber que es lo que se está metiendo al ingerir un fármaco. Uno confía mucho en los médicos y acepta cada uno de sus consejos sin titubear. Lo hacemos a sabiendas que se trata de una persona que, en secreto e inconsciente, festeja cada una de nuestras dolencias. No se trata de algo insensible. Ese es su trabajo.

Igual, los médicos no tienen toda la culpa. Ellos hacen lo que pueden con los fármacos que se producen. Aunque también ganan por recomendarlos. Malditas paradojas.

En fin, yo no me le quiero cargar a las personas que me han quitado lo dolores de panza, más bien quiero ensalzar a las píldoras, pastillas y remedios.

¿Qué fuera de esos viejos verdes hambrientos de jovencitas oportunistas sin el viagra? ¿Qué hubiese sido de la liberación sexual sin los anticonceptivos? ¿Cómo bombardearían los soldados gringos las poblaciones indefensas del medio oriente sin los beta-blokers? ¿Cuánto niño más nacería sin la pastilla del día después?

Ahora que escribo este post tengo ya tres semanas sin tomar mis anti-alérgicos. A duras penas percibo el sabor de la comida y ruego por captar flatulencias ajenas para poder reclamarles y burlarme.

En algún momento de este mes volveré al tratamiento. De las pastillas no se huye, es más, se las busca. Yo sigo buscando una, solo una píldoras que (con suerte y mucho trabajo la ciencia fabricará) y así quitarle lo pendejo, así sea por horas, a las mayoría de las personas.