Nadie crece, estudia o invierte con las ganas de ser recolector de basura. Nadie, ni los recolectores. Son esas profesiones que están ahí porque alguien debe hacerlas; son ese último eslabón en la cadena de profesiones, sin glamour, sin beneficios y sin anécdotas que se convierten en best sellers ni éxitos de taquilla.
Nadie sueña con ser cajero de supermercado. Ni los cajeros del supermercado. Es una de esas profesiones que está ahí, como pausa mientras algo más llega. Como peaje entre el desempleo y un trabajo del que puedas alardear en reuniones sociales.
No creo que el sueño de un niño sea ponerse una tienda de barrio, levantarse cada madrugada a los mercados mayoristas a surtirse de productos con los que ganas centavos y que, en cada transacción de venta, el vecino que te las compra, te pide rebaja.
Hay unos pocos que quieren ser policías, militares y/o agentes de tránsito; carreras que suenan más bonito en guiones de películas que en la vida real. Son esas profesiones que todo niño de papi odia, porque imponen el orden; que detestan cada que le piden papeles pero a quien le reclaman si es que no les dan soluciones a su seguridad. Ellos, los agentes del orden, ganan más del sueldo básico, pero lo hacen poniendo su vida en juego todos los días, no solo en las crisis humanitarias.
Ahora que el mundo pareciera que está llegando al su fin, de nada sirve tener una maestría en diseño, ni ser influencer de moda y mucho menos reguetonero, que todos ganan bien; y el defensor de la humanidad es una personas con uniforme, detrás de un mostrador, que hubiese querido estudiar diseño.
Ahora que el mundo pareciera que está llegando al su fin, de nada sirve tener una maestría en diseño, ni ser influencer de moda y mucho menos reguetonero, que todos ganan bien; y el defensor de la humanidad es una personas con uniforme, detrás de un mostrador, que hubiese querido estudiar diseño.
Lo increíble es que todos los que soñábamos con profesiones pomposas, de las que te permiten ser invitado VIP a cocteles sin sentido de revistas de mierda, estamos varados en nuestras casas (los que tenemos el privilegio de hacerlo), rogando porque todo mejore, y porque no dejen de recoger la basura los días que toca, clamando porque los supermercados no cierren, implorando que en las tiendas de barrio haya la comida necesaria, y que de paso, sea seguro, porque hay un agente del orden cerca, brindándote el alivio.
La mayoría de profesiones que mantienen nuestro micro-ecosistema en pie, son las que ganan el básico. Esa profesiones de quienes todos los días cogen transporte público para llegar hasta su puesto de trabajo, esos trabajos que nadie sueña tener, son los que no mantienen cuerdos.
Si es que esto acaba, y esperemos que sí, habrá que reflexionar sobre, a la larga y en los momentos más difíciles, quien realemente es básico para la sociedad.
SPOILER ALTER: no lo son los atletas profesionales que ganan decenas de "básicos", y que se negaron a que, en época de emergencia, les reduzcan el sueldo.
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