lunes, 1 de julio de 2013

Ya me peino

Un gran amigo decía que cada que iba de camisa a la oficina la gente lo trata con respeto. Él decía que incluso el portero le sonreía; eso en vez de abrirle la puerta con indiferencia, tal y como sucedía cuando iba de camiseta y jean. Porque, es verdad, la imagen manda. 

No debería ser así, pero lo es, y esto responde a que, bien en el fondo, la 'buena vestimenta' habla por nosotros. La ropa y la forma en la que cuidas de tu persona, en apariencia, es lo que deseas proyectar de ti para el mundo; lo que me deja perturbado al ver a Fanny Lu. 

De alguna forma, esa cualidad de la persona de combinar bien los colores, tener los zapatos pulcros y el cabello inmaculado, con cada hebra en su lugar gracias al gel, dice que es una persona que le gusta tener todo bajo control: desde el doblez del pantalón hasta el último cabello de la cabeza, ese que según los cristianos es del que Dios siempre anda pendiente. (Refrán: Dios conoce hasta el último de los pelos sobre tu cabeza) 

Tan absurdo pensar que nace de una idea tan vaga como lo que vistes, pero de así se origina. Y es por eso que a mi jamás me tomaron en serio cuando salí del colegio. 

Yo cuando estudiante tenia la melena de Mufasa, pero con la voz de Simba. Una malgama de cabello desilachado que les juro no entiendo como aguantaba, en especial en una ciudad tan calurosa como Guayaquil. Creo que solo tenía el pelo largo porque a esa edad a uno le encanta hacerle la vida imposible a los adultos y, en mi caso, no había profesor que no hiciera mueca al verme. 

A esa edad usaba pantalones de hippie, zapatos Kit, en un arranque de amor nacionalista por todos los productos y marcas nacionales (revelación que tuve en el 2010 al enterarme que era marca colombiana), y leía al 'Che'; me negaba a la idea de trabajar y me refería a EEUU como el imperio; mi persona colegial hubiese sido el militante más ferviente de Alianza País. 

Cada que mi abuela me veía rezaba para que yo entrara en mis cabales, esto porque amenazaba con irme a fundar una guerrilla en el amazonas, pero que nunca sucedió. Quizás los rezos de la abuela funcioanron o simplemente sucedió lo que mi papá decía: 'ya te quiero ver de aquí en uno años, trabajando'. 

El otro día pude vestirme de terno sin tener que alquilarlo porque en mi closet ya hay dos trajes completos. Alguna vez me juré nunca tener siquiera uno, y ahora tengo dos. 

A los 24 años ya no reniego a la hora de peinarme, y eso que antes prefería despeinarme más antes de salir de casa. Quizás es porque ahora si me gusta estar en control de las cosas, empezando por mi. No vaya a ser que termino como Fanny Lu. 

Así como mi amigo que se pone camisa, yo me peino, y funciona. 

Si mi yo del colegio se viera hoy en día, se moriría de vergüenza. Igual, yo también lo odio a ese hippie-emo-sentimentaloide de mierda. 

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