Viene Edward Snowden a decir que los gringos nos espían, que andan metiendo sus narices en la vida de todos sus ciudadanos y ellos se indignan, se aterran como lo hace un bígamo cuando lee piden el celular. Tienen miedo a lo que el gobierno pueda descubrir de las personas porque, no es noticia, todos tenemos secretos.
Por eso le ponemos clave al celular, escondemos cosas y metimos, porque tenemos algo que sabemos perjudica a alguien más, no a nosotros, somos los beneficiados y por eso queremos que las cosas sigan en secreto, pero daña a alguna persona. La privacidad que tanto demandamos no es el espacio que tanto reclamamos para sentirnos bien con nosotros mismos, es esa maña ideada para maquinar un plan a espaldas de alguien, ya sea enemigo o cachudo, y así arruinarlo como es debido.
Europa se emputa de que los gringos estén vijilándolos de cerca tal y como un hombre con tres mujeres se encabrona cuando una le cuestiona la fidelidad. Peor es la persona que le contó a la pareja en cuestión la infidelidad, ese queda como chismoso, que es el caso del señor Snowden, repudiado por la política internacional tal cual se repele a la chismosa del barrio.
Uno piensa que mientras más alto el cargo más noble la persona, más decente y pulcra, pero lo cierto es que la política no es sino un drama de telenovela venezolana de los 90', eso de infidelidades, cachos, mentiras, traiciones e inválidos, llevado a escala global, con millones de dólares de por medio y muchas más vida en juego.
Uno ve a nuestros presidentes reclamando por su privacidad y soberanía, emputados a más no poder porque andan que le espían los correos que se envían entre autoridades. Me pregunto ¿cuántos mails porno no habrán encontrado en medio de esas conversaciones?
Lo tierno es ver a este grupo de líderes, todos intentando estar de tu a tu con sus homónimos internacionales, tal cual galán de telenovela que intenta quedar como el macho alfa de la pantalla, pero haciéndo el ridículo, olvidado que uno no debe pelear si no es para ganar. Una nación no puede ponerse belicosa con una potencia bélica si no está preparada para defenderse. Porque, diplomacia de lado, acá lo que manda es quien tiene el ejército más grande. Ese es el que pone las reglas del juego.
No ve usted a Evo Morales, varado en la mitad de Austria hace unos días porque se quiso hacer el bravo, el presidente soberano que aterriza donde se le plazca, y PUM, métase su soberanía por donde más le quepa.
El lío se da porque, según la versión oficial, la vieja chismosa más grande el mundo, Wikileaks, filtró información de que Edward Snowden, otro de los chismosos famosos, andaba escondido en la avioneta/avión presidencial boliviano. Eso es lo que dicen, pero lo cierto es que, no es secreto, los europeos solo querían enseñar quien es que manda en el panorama mundial.
Eso tampoco es un secreto, que latinoamérica, bravucona y todo, sigue siendo insignificante al mundo. Somos el hijo bastardo de la pareja divorciada, esa que es la protagonista de la novela que es la política internacional.
Mamá Europa y papá USA se insultan y el reciente adulto, Latinoamérica, se cree con derecho a meter cuchara en pelea de grandes.
Indignado, el hijo bastardo se entera, gracias a la vieja chismosa de Snowden, que el papá le ha estado revisando los cajones del cuarto, viendo como piropeaba a Cristinita Kirchner, y leyéndole los mails, por lo que arma tremendo escándalo, reclamando su espacio personal.
Pero papá USA puede hacer lo que le da la gana porque tiene como hacerlo, los millones y la fuerza bélica; uno acá es pobre y desarmado. Papá USA es campeón mundial de Box y acá uno lleva años sin desempolvar el kimono que uso en Tiwinza.
Acá los políticos latinoamericanos se olvidan que la política internacional se trata de quién tiene el huevo más grande, y Obama es negro. 'So, fuck you'.
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