Una vez me propusieron trabajar de mesero en un hotel lujoso de la ciudad. No lo acepté. Me lo propusieron una temporada que estuve sin empleo. No me gusta ese trabajo porque, seamos sinceros, no todo trabajo dignifica a la persona. ¿Usted acaso considera digno limpiarle la nalga a viejitos seniles a los que ni la familia los quiere?
Porque hay empleos bien feos. Ser estibador, por ejemplo, ha de ser un suplicio. No digamos ser albañil, porque eso de andar construyéndole mansiones a gente que paga miseria de sueldos no tiene nada de bonito.
Imagine lo feo que ha de ser andar recogiendo basura. Usted y yo somos ases, maestros de la elaboración de desperdicios, esos que, tres días la semana y por la noches, son recolectados por hombres a bordo de un camión con musiquita de carrito gringo de helados. Y ni hablemos de los que recogen y cultivan comida en el campo.
No imagino lo miserable que debe de sentirse el recolector de bandejas en los patios de comida de los centros comerciales. Ellos, que ganan tan poco y que jamás podrán costear una comida para sus familias en eso lugares, deben de resignarse a recoger los platos a medio comer de los infantes obesos y malcriados.
Yo no creo que el se sienta útil, el recolector de bandejas. El trabajo no dignifica a nadie. Esa es una idea que nos han metido en la cabeza los que pagan el sueldo para que nos sintamos dignos. ¿Qué de bueno puede ser vivir de los sueltos y la caridad que un comensal pueda tener con un mesero? Nada.
No se engañe, usted no tiene una vida digna: se rompe la espalda trabajando por las sobras de dinero de alguien más. Su trabajo es el que hace que el dueño de la empresa para que labora, se enriquezca. Sí eso es usted.
El trabajo nació de la vangancia de algún tipo que podía abusar de su poder y puso a hacer a los demás lo que el no quería: cocinar, lavar, cultivar, mamar, etc. Nuestros ante pasados tiene la culpa de no haber corregido esto, porque nosotros solo lo heredamos.
A usted y para mi nos vendieron la idea de que la esclavitud fue abolida pero lo cierto es que usted es eso, un esclavo, alguien que trabaja para enriquecer a alguien más. Sí, tiene su sueldo, un horario, acceso a inmueble y muebles, aparatos y gadgets, todos adquiridos a plazos insoportablemente largos que no hacen más que aferrarlo más a ese cubículo al que usted está anclado. Ya no tiene definición en el ano de tanto que ha estado sentado pero a usted lo han convencido de que eso es felicidad. Lo felicito.
La gente con el dinero cría sus hijos como personas superiores, les heredan toda su fortuna pero no la capacidad. La más probable es que usted trabaje para un incapaz. O, si es maestro, 'eduque' a los hijos de los incapaces. Porque ellos no quieren gastar su tiempo adiestrando criaturas, para eso está alguien a quien le pueden pagar. Ellos mientras tanto se dedican a vivir la vida que a usted y a mi nos gustaría vivir.
Mientras que Anthony Bourdaine gana millones por viajar al rededor del mundo usted gana un 17mo del sueldo de él. Usted en cambio gasta su dinero en productos que él, Bourdaine, patrocina, esos que hacen parte de los millones de su fortuna. Esa es la horrible paradoja.
No importan sus títulos, sus habilidades ni nada, a usted y a mi nos pagan por el trabajo que alguien más no quiere hacer. Y aunque usted lo disfrute, que es lo que le metieron en la cabeza, usted y yo no somos nada diferentes a los orientales suicidas de las fábricas de Apple en China. Feliz día.
Porque hay empleos bien feos. Ser estibador, por ejemplo, ha de ser un suplicio. No digamos ser albañil, porque eso de andar construyéndole mansiones a gente que paga miseria de sueldos no tiene nada de bonito.
Imagine lo feo que ha de ser andar recogiendo basura. Usted y yo somos ases, maestros de la elaboración de desperdicios, esos que, tres días la semana y por la noches, son recolectados por hombres a bordo de un camión con musiquita de carrito gringo de helados. Y ni hablemos de los que recogen y cultivan comida en el campo.
No imagino lo miserable que debe de sentirse el recolector de bandejas en los patios de comida de los centros comerciales. Ellos, que ganan tan poco y que jamás podrán costear una comida para sus familias en eso lugares, deben de resignarse a recoger los platos a medio comer de los infantes obesos y malcriados.
Yo no creo que el se sienta útil, el recolector de bandejas. El trabajo no dignifica a nadie. Esa es una idea que nos han metido en la cabeza los que pagan el sueldo para que nos sintamos dignos. ¿Qué de bueno puede ser vivir de los sueltos y la caridad que un comensal pueda tener con un mesero? Nada.
No se engañe, usted no tiene una vida digna: se rompe la espalda trabajando por las sobras de dinero de alguien más. Su trabajo es el que hace que el dueño de la empresa para que labora, se enriquezca. Sí eso es usted.
El trabajo nació de la vangancia de algún tipo que podía abusar de su poder y puso a hacer a los demás lo que el no quería: cocinar, lavar, cultivar, mamar, etc. Nuestros ante pasados tiene la culpa de no haber corregido esto, porque nosotros solo lo heredamos.
A usted y para mi nos vendieron la idea de que la esclavitud fue abolida pero lo cierto es que usted es eso, un esclavo, alguien que trabaja para enriquecer a alguien más. Sí, tiene su sueldo, un horario, acceso a inmueble y muebles, aparatos y gadgets, todos adquiridos a plazos insoportablemente largos que no hacen más que aferrarlo más a ese cubículo al que usted está anclado. Ya no tiene definición en el ano de tanto que ha estado sentado pero a usted lo han convencido de que eso es felicidad. Lo felicito.
La gente con el dinero cría sus hijos como personas superiores, les heredan toda su fortuna pero no la capacidad. La más probable es que usted trabaje para un incapaz. O, si es maestro, 'eduque' a los hijos de los incapaces. Porque ellos no quieren gastar su tiempo adiestrando criaturas, para eso está alguien a quien le pueden pagar. Ellos mientras tanto se dedican a vivir la vida que a usted y a mi nos gustaría vivir.
Mientras que Anthony Bourdaine gana millones por viajar al rededor del mundo usted gana un 17mo del sueldo de él. Usted en cambio gasta su dinero en productos que él, Bourdaine, patrocina, esos que hacen parte de los millones de su fortuna. Esa es la horrible paradoja.
No importan sus títulos, sus habilidades ni nada, a usted y a mi nos pagan por el trabajo que alguien más no quiere hacer. Y aunque usted lo disfrute, que es lo que le metieron en la cabeza, usted y yo no somos nada diferentes a los orientales suicidas de las fábricas de Apple en China. Feliz día.
Has leído Atlas Shrugged, de Ayn Rand?
ResponderEliminarNo, para nada, recién me estoy enterando de ese escrito. Suena muy interesante, ¿por qué lo sacaste a colación?
Eliminarpero que pesismita su entrada verá parece que a usté le pesa la vida. No lo conozco en la vida real pero puedo suponer que usté no es negro. Imaginese cuanto mas dura fuera su vida si fuera hijo del cacao como yo.
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