Lo que más me extrañó de Miguel Rosado fue que no tenía cara de fiestero. La única oportunidad que tuve de verlo fue ahí, en la mitad del Centro de Convenciones Mitad del Mundo (Cemexpo), durante la primera noche del Campus Party. Él estaba sentado en un puff con la cabeza para atrás, cansado, agotado a muerte por el esfuerzo de haber cargado sus equipos, un CPU y monitor pantalla plana, hasta el lugar donde pasaría las próximas 96 horas en la fiesta más grande de su vida.
Lo repito, Rosado no tenía pinta de fiestero. Desde sus lentes hasta su mórbida barriga, él difiere mucho de cualquier tipo que aparece en Jersey Shore, esos que buscan cualquier motivo para quitarse la camiseta y enseñar el torso, que es su única arma de conquista. Rosado y todos los asistentes al Campus Party no eran así, por eso fueron hasta Quito, a hacer alarde de sus cerebros, de sus creaciones y de su infinita capacidad de entendimiento.
Porque el Campus Party parecía estar lleno de un enorme elenco de The Big Bang Theory, lleno de jóvenes incapaces de hacer contacto visual con las curvilíneas attachés, niños que fabrican diminutos y lúdicos robots de combate, y adultos que pasan el días, sin bañarse, atrapados en las arenas virtuales de los juegos en línea. Pero todo esto sucede en medio de charlas de personas que han moldeado el mundo de la informática contemporánea, personas como John 'Mad Dog' Hall, Didac Lee, Imogen Hammond e incluso la genial Rahaf Harfoush. Y si no sabe quienes son, googléelos, porque vale la pena.
En si, el Campus Party vale la pena. Y no importa lo que me digan, que se trata del evento de innovadores más grande del mundo, que la tecnología es la protagonista y que se viene a buscar la 'oportunidad de sus vidas'; el Campus Party es la fiesta más grande del mundo.
En medio de adultos insultándose por haberse 'asesinado' en juegos en línea y de attachés ignoradas por mareas humanas que están más concentradas en ver como dos pedazos de metal a los que le llaman robots se sacan la madre, acá, un adolescente con el rostro lleno de acné o una gordita experta en juegos en linea son el rey y reina de la fiesta. De una celebración al conocimiento (así sea conocimiento informático).
Porque así es, cuando el reloj marca las 12, como en cuento de hadas, nadie se transforma en princesa o príncipe. En lugar de eso, los parlantes del lugar suenan a todo volumen, congregando a los miles de curiosos geek al centro del Cemexpo. Ahí, siete jóvenes y un adulto gordito llamado Miguel Rosado, se preparan para bailar una canción del coreano PSY, el Gangnam Style, canción que no entienden un carajo de lo que dice pero cuyos pasos se los saben de memoria. Allí, en medio de esa marea humana, desprovista de todo prejuicio, albergada en un frenesí de dopamina y endorofina, solo ahí un gordito como Rosado puede sacarse la camiseta para bailar, mover las lonjas con total felicidad mientras canta 'I`m sexy and i know it' y ser vitoreado por todo lo alto.
¡Arriba Campus Party!
Lo repito, Rosado no tenía pinta de fiestero. Desde sus lentes hasta su mórbida barriga, él difiere mucho de cualquier tipo que aparece en Jersey Shore, esos que buscan cualquier motivo para quitarse la camiseta y enseñar el torso, que es su única arma de conquista. Rosado y todos los asistentes al Campus Party no eran así, por eso fueron hasta Quito, a hacer alarde de sus cerebros, de sus creaciones y de su infinita capacidad de entendimiento.
Porque el Campus Party parecía estar lleno de un enorme elenco de The Big Bang Theory, lleno de jóvenes incapaces de hacer contacto visual con las curvilíneas attachés, niños que fabrican diminutos y lúdicos robots de combate, y adultos que pasan el días, sin bañarse, atrapados en las arenas virtuales de los juegos en línea. Pero todo esto sucede en medio de charlas de personas que han moldeado el mundo de la informática contemporánea, personas como John 'Mad Dog' Hall, Didac Lee, Imogen Hammond e incluso la genial Rahaf Harfoush. Y si no sabe quienes son, googléelos, porque vale la pena.
En si, el Campus Party vale la pena. Y no importa lo que me digan, que se trata del evento de innovadores más grande del mundo, que la tecnología es la protagonista y que se viene a buscar la 'oportunidad de sus vidas'; el Campus Party es la fiesta más grande del mundo.
En medio de adultos insultándose por haberse 'asesinado' en juegos en línea y de attachés ignoradas por mareas humanas que están más concentradas en ver como dos pedazos de metal a los que le llaman robots se sacan la madre, acá, un adolescente con el rostro lleno de acné o una gordita experta en juegos en linea son el rey y reina de la fiesta. De una celebración al conocimiento (así sea conocimiento informático).
Porque así es, cuando el reloj marca las 12, como en cuento de hadas, nadie se transforma en princesa o príncipe. En lugar de eso, los parlantes del lugar suenan a todo volumen, congregando a los miles de curiosos geek al centro del Cemexpo. Ahí, siete jóvenes y un adulto gordito llamado Miguel Rosado, se preparan para bailar una canción del coreano PSY, el Gangnam Style, canción que no entienden un carajo de lo que dice pero cuyos pasos se los saben de memoria. Allí, en medio de esa marea humana, desprovista de todo prejuicio, albergada en un frenesí de dopamina y endorofina, solo ahí un gordito como Rosado puede sacarse la camiseta para bailar, mover las lonjas con total felicidad mientras canta 'I`m sexy and i know it' y ser vitoreado por todo lo alto.
¡Arriba Campus Party!
En esa fiesta hubo tanta perdicion que yo llegue con mi virginidad y regrese sin ella. Donde puedo ir a quejarme?
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