jueves, 27 de septiembre de 2012

La fiesta más grande del mundo

Lo que más me extrañó de Miguel Rosado fue que no tenía cara de fiestero. La única oportunidad que tuve de verlo fue ahí, en la mitad del Centro de Convenciones Mitad del Mundo (Cemexpo), durante la primera noche del Campus Party. Él estaba sentado en un puff con la cabeza para atrás, cansado, agotado a muerte por el esfuerzo de haber cargado sus equipos, un CPU y monitor pantalla plana, hasta el lugar donde pasaría las próximas 96 horas en la fiesta más grande de su vida.

Lo repito, Rosado no tenía pinta de fiestero. Desde sus lentes hasta su mórbida barriga, él difiere mucho de cualquier tipo que aparece en Jersey Shore, esos que buscan cualquier motivo para quitarse la camiseta y enseñar el torso, que es su única arma de conquista. Rosado y todos los asistentes al Campus Party no eran así, por eso fueron hasta Quito, a hacer alarde de sus cerebros, de sus creaciones y de su infinita capacidad de entendimiento.

Porque el Campus Party parecía estar lleno de un enorme elenco de The Big Bang Theory, lleno de jóvenes incapaces de hacer contacto visual con las curvilíneas attachés, niños que fabrican diminutos y lúdicos robots de combate, y adultos que pasan el días, sin bañarse, atrapados en las arenas virtuales de los juegos en línea. Pero todo esto sucede en medio de charlas de personas que han moldeado el mundo de la informática contemporánea, personas como John 'Mad Dog' Hall, Didac Lee, Imogen Hammond e incluso la genial Rahaf Harfoush. Y si no sabe quienes son, googléelos, porque vale la pena.

En si, el Campus Party vale la pena. Y no importa lo que me digan, que se trata del evento de innovadores más grande del mundo, que la tecnología es la protagonista y que se viene a buscar la 'oportunidad de sus vidas'; el Campus Party es la fiesta más grande del mundo.

En medio de adultos insultándose por haberse 'asesinado' en juegos en línea y de attachés ignoradas por mareas humanas que están más concentradas en ver como dos pedazos de metal a los que le llaman robots se sacan la madre, acá, un adolescente con el rostro lleno de acné o una gordita experta en juegos en linea son el rey y reina de la fiesta. De una celebración al conocimiento (así sea conocimiento informático).

Porque así es, cuando el reloj marca las 12, como en cuento de hadas, nadie se transforma en princesa o príncipe. En lugar de eso, los parlantes del lugar suenan a todo volumen, congregando a los miles de curiosos geek al centro del Cemexpo. Ahí, siete jóvenes y un adulto gordito llamado Miguel Rosado, se preparan para bailar una canción del coreano PSY, el Gangnam Style, canción que no entienden un carajo de lo que dice pero cuyos pasos se los saben de memoria. Allí, en medio de esa marea humana, desprovista de todo prejuicio, albergada en un frenesí de dopamina y endorofina, solo ahí un gordito como Rosado puede sacarse la camiseta para bailar, mover las lonjas con total felicidad mientras canta 'I`m sexy and i know it' y ser vitoreado por todo lo alto.

¡Arriba Campus Party!

viernes, 21 de septiembre de 2012

Inservibles

Hoy, el término tuitero es oficial en la Real Academia de la Lengua Española (RAE). El otro día yo escribí un artículo donde comentaba que rocanrol también estaba admitido. Por ahí escuché que 'aiga' también fue regularizado. Esa última no tengo idea si es verdad.

Después de leer todo lo anterior, lo único que yo pude imaginarme es a Vargas Llosa reventándose la cabeza contra la máquina de escribir mientras reniega de como se le da riendas sueltas las personas para que escriban como simios. Da risa.

A mí en realidad lo que me encanta ver es como una entidad tan caduca como la RAE debe ceder terreno ante las personas para no desaparecer. Su don regularizador es tan 'absoluto' que se doblega así de sencillo, adoptando los modismos de las personas para justificar su existencia. ¿Qué clase de vida puede tener alguien que se dedica a ver cómo es que escriben las personas? Trabajo para miserable.

Imagino que la gente de esta entidad ha de tener aires de que su existencia es indispensable para el idioma; que el sueldo que perciben es una recompensa a su titánica labor de mantener el español bajo cánones reguladores que conservarán el idioma para generaciones futuras. Bueno, déjeme decirle, señor 'real académico', que cuando mi hermano y yo hablamos mi abuelita no entiende un carajo. En su labor fallaron.

No es culpa de los de la RAE, el mundo está lleno de gente que cree que su actividad es indispensable para la correcta funcionalidad de la humanidad, y no es así. Los que controlan el idioma, los reporteros de farándula, los futbolistas idiotamente sobre remunerados, las modelos, y los creadores de carreras universitarias; tanta gente que podría desaparecer y el mundo seguiría su rumbo sin pena ni gloria.

Lo más bonito de esto es cuando vemos como no admiten que son inservibles y lo que hacen es adopta el papel de líderes de la democracia, entidades vanguardistas en busca de la inclusión. Así como cuando la RAE incluye nuevos modismos y nosotros aplaudimos. Las modelos, para evitar críticas, crean las modelos talla plus, los reporteros de farándula se ponen a cubrir otros eventos, culturales por ejemplo, y todo les sale mal; los futbolistas donan miseria de su sueldo a la caridad y justifican todo la remuneración exagerada, las universidades crean carreras tan absurdas como 'Licenciado en Relaciones Publicas', y no es que esa gente no sea indispensable, los relacionistas públicos, solo que como carrera universitaria es absurda. Como si para llamar por teléfono y coordinar entrevistas y tener carisma se necesita estudiar cuatros años. Lo más cumbre es que las personas se inscriben en carreras por el estilo.

Yo sé que de aquí en unos años todas las universidades se darán cuenta que hay gente que maneja el internet y es indispensable para la correcta imagen de las compañías por lo que ofrecerán algún tipo de licenciatura para ser Comunity Manager, nuevamente, esto se trata de atención a las redes sociales y carisma, y eso no se aprende en las universidades. Pero los centro de estudio dirán que si lo pueden enseñar, y, por su lado, la RAE dejará que las personas escriban esa carrera 'comiuniti manayer', todo en pro de la inclusión, no porque tienen miedo a que las personas se den cuenta que nadie pero absolutamente nadie las necesita a estas entidades reguladoras.

Por lo pronto, este tuitero se va a escuchar rocanrol mientras no aiga nada que hacer. Chao. 

martes, 18 de septiembre de 2012

La cicatriz

Hoy me vestí con una camiseta que está manchada. Tiene un pequeño rastro de una salpicadura de pintura amarilla en la parte derecha del cuello que está ahí por culpa de una mujer que ahora me odia. El hecho no me produce melancolía, pero hoy vi la mancha y lo recordé. Me he puesto una y mil veces la camiseta, porque me gusta, pero no fue sino hasta hoy que la vi y me vino el recuerdo de ese momento en el que la camiseta fue manchada.

De alguna forma ella, la chica que me odia, no consiguió lacerarme de ninguna forma sentimental, pero encontró, quizás inconscientemente, la forma de colarse de nuevo en mi pensamiento con esa mancha, esa cicatriz que impregnó a mi camiseta.

A ella yo le produje lo que un choque con contusión severa le produce a un peatón atropellado. Sí, así de mal quedó de la cabeza después de estar conmigo. Creo que así ha sido siempre. No es que me eche flores, pero ella si se enamoró de mi (la chica que manchó mi camiseta) y en su psiquis quedó un cicatriz. Lo sé. Los hombres podemos ser idiotas y todo pero bien sabemos cuando una mujer está enamorada. Por eso señoritas, no lo muestre, que saldrá mal parada.

Uno siempre saldrá mal de las experiencias más fuertes que hay. Es normal. Es obligación, creo.

Las cicatrices estarán presentes en las cosas que más nos apasionan. El ejemplo más palpable son las orejas de los luchadores grecoromanos, los judocas y los practicantes de jiujitsu. Ahí, en ese cartílago deformado está la prueba de todo lo que han tenido que vivir y pasar antes de poder vencer a alguien en la lona o en el tatame. En esa oreja que ya no parece oreja está el compendio de su pasión por lo que realizan.

Los callos en los dedos de un guitarristas, las corneas destruidas de los nadadores (o su calvicie prematura, en el peor de los casos); las rodilla irreconocibles de un patinador y las espalda encorvada de un periodista. Todas son cicatrices. Y esas cicatrices se disfrutan.

Tampoco es que digo que todo es bueno, no. No crea que le voy a hacer una oda a los Marines gringos que pierden sus extremidades pisando minas antipersonales, ni celebraré las deformidades que los animales le ocasionan a los inocentes; mucho menos aplaudiré a las personas que quedan inválidas por accidente. Esas son tragedias. Yo de lo que hablo son las cicatrices.

Yo hablo de las marcas diminutas que tu dejas en la piel de una mujer cuando tienes sexo, esas que al siguiente día la harán sonrojarse cuando las ve. Evoco a ese corte en el dedo de siete puntos quirúrgicos que te recuerda a la más sublime de las borracheras con los amigos de toda la vida. Las cicatrices son los souvenirs de la vida.

Lo más rico es cuando uno empieza a recordar. Uno ve las marcas, en el cuerpo o en la ropa, y enseguida se transporta a ese instante. Ya sea feliz o triste, a la cicatriz hay que disfrutarla, porqué si sanó es porque ya estás bien. Seguiste adelante con tu vida y no pasó nada, y estás vivo para probarlo.

Diferente es cuando dejas mal a alguien del mate, como la mujer de la que les hablaba al principio.

Eso que ustedes llaman amor no hace más que joderle la vida a las personas haciéndoles creer que la gente vale la pena, cuando no es así. Eso le pasó a ella conmigo y por eso me odia. No la culpo. Yo siempre creeré que es culpa de la comedias románticas hollywoodenses.

Porque las cicatrices de la cabeza, y no hablo de las que se pueden coser, no sanan del todo. A una mancha en la camiseta la lavas una y mil veces y poco a poco va perdiendo el color hasta casi hacerse imperceptible, invisible para quien no vivió el hecho. La paranoia de una mujer a la que la traicionaron, para eso no hay curitas suficientes en todo el mundo. 

viernes, 14 de septiembre de 2012

Los esclavos

Una vez me propusieron trabajar de mesero en un hotel lujoso de la ciudad. No lo acepté. Me lo propusieron una temporada que estuve sin empleo. No me gusta ese trabajo porque, seamos sinceros, no todo trabajo dignifica a la persona. ¿Usted acaso considera digno limpiarle la nalga a viejitos seniles a los que ni la familia los quiere?

Porque hay empleos bien feos. Ser estibador, por ejemplo, ha de ser un suplicio. No digamos ser albañil, porque eso de andar construyéndole mansiones a gente que paga miseria de sueldos no tiene nada de bonito.

Imagine lo feo que ha de ser andar recogiendo basura. Usted y yo somos ases, maestros de la elaboración de desperdicios, esos que, tres días la semana y por la noches, son recolectados por hombres a bordo de un camión con musiquita de carrito gringo de helados. Y ni hablemos de los que recogen y cultivan comida en el campo.

No imagino lo miserable que debe de sentirse el recolector de bandejas en los patios de comida de los centros comerciales. Ellos, que ganan tan poco y que jamás podrán costear una comida para sus familias en eso lugares, deben de resignarse a recoger los platos a medio comer de los infantes obesos y malcriados.

Yo no creo que el se sienta útil, el recolector de bandejas. El trabajo no dignifica a nadie. Esa es una idea que nos han metido en la cabeza los que pagan el sueldo para que nos sintamos dignos. ¿Qué de bueno puede ser vivir de los sueltos y la caridad que un comensal pueda tener con un mesero? Nada.

No se engañe, usted no tiene una vida digna: se rompe la espalda trabajando por las sobras de dinero de alguien más. Su trabajo es el que hace que el dueño de la empresa para que labora, se enriquezca. Sí eso es usted.

El trabajo nació de la vangancia de algún tipo que podía abusar de su poder y puso a hacer a los demás lo que el no quería: cocinar, lavar, cultivar, mamar, etc. Nuestros ante pasados tiene la culpa de no haber corregido esto, porque nosotros solo lo heredamos.

A usted y para mi nos vendieron  la idea de que la esclavitud fue abolida pero lo cierto es que usted es eso, un esclavo, alguien que trabaja para enriquecer a alguien más. Sí, tiene su sueldo, un horario, acceso a inmueble y muebles, aparatos y gadgets, todos adquiridos a plazos insoportablemente largos que no hacen más que aferrarlo más a ese cubículo al que usted está anclado. Ya no tiene definición en el ano de tanto que ha estado sentado pero a usted lo han convencido de que eso es felicidad. Lo felicito.

La gente con el dinero cría sus hijos como personas superiores, les heredan toda su fortuna pero no la capacidad. La más probable es que usted trabaje para un incapaz. O, si es maestro, 'eduque' a los hijos de los incapaces. Porque ellos no quieren gastar su tiempo adiestrando criaturas, para eso está alguien a quien le pueden pagar. Ellos mientras tanto se dedican a vivir la vida que a usted y a mi nos gustaría vivir.

Mientras que Anthony Bourdaine gana millones por viajar al rededor del mundo usted gana un 17mo del sueldo de él. Usted en cambio gasta su dinero en productos que él, Bourdaine, patrocina, esos que hacen parte de los millones de su fortuna. Esa es la horrible paradoja.

No importan sus títulos, sus habilidades ni nada, a usted y a mi nos pagan por el trabajo que alguien más no quiere hacer. Y aunque usted lo disfrute, que es lo que le metieron en la cabeza, usted y yo no somos nada diferentes a los orientales suicidas de las fábricas de Apple en China. Feliz día. 

lunes, 10 de septiembre de 2012

Mi ortografía

Yo sé que Berlín queda en Alemania y que es una ciudad estado. Sé que Stuttgart queda en Baden-Wurtenberg y que Münich está ubicada al sur del país teutón, en el estado de Baviera. Eso sí, para saber en que provincia queda Quevedo tengo que googlear. Lo mismo me pasó con el Coca, esa ciudad  enana que queda en la provincia de Orellana y a la que fui a principios de este año a entrevistar un grupo de cineastas alemanes.

A esa urbe del Oriente ecuatoriano pude ir porque estudié en el colegio Alemán Humboldt de Guayaquil y sé hablar el idioma de los teutones, esos que vinieron al país a grabar. Claro, la gente que vino a la selva es mucho más amable que la sarta de personas que en mi colegio me 'educó'. Estudié en esa institución, el Alemán Humboldt, y la odio. Sí, ahí aprendí mucho de lo que sé, pero me topé con mil y un profesores cagones y tan solo con tres dedos enumero a los únicos que puedo dar testimonio que fueron buenos maestros. Igual, la institución que me enseñó tanto me cagó la vida mucho más.

Gracias ellos puedo dar testimonio del 'pluscuanperfetc' pero no sé cómo carajo conjugar el pluscuamperfecto en español. ¿Saben el dilema de identidad que le forjan a uno con este tipo de cosas? Uno no lo entiende hasta que después de mucho le toca vivir de la escritura y, 5 años más tarde, después de la incorporación, sigues cometiendo faltas ortográficas.

Recuerdo aquella vez cuando comenzó mi incipiente corrección de estilo que el colombiano Francisco Quintero, a quien yo considero mi maestro de periodismo, me dijo con esa cara de indignación: "Marica, ¿cómo fue que usted se graduó de la primaria?". Lo dijo allá por el 2009, cuando empezaba en los medios y yo preguntaba si 'había' se tildaba o no. De ahí en adelante comenzaron las clases de ortografía. La mayoría de veces terminaba con Quintero frustrado. Soy una mierda.

Yo me odio por esto, pero más odio al colegio que nunca me enseñó a escribir mi idioma de la forma correcta. Yo no sé de puntuaciones ni de tildes, todo lo que sé lo aprendí después de constantes elganto-puteadas de Quintero y otro centenar de correcciones. He evolucionado mucho desde que abandoné esa institución que jamás me enseñó mi propio idioma ni la geografía de mi país. De hecho en mi colegio estaban más enfocados en que aprendamos bien el idioma europeo antes que el nuestro. No lo decían, eso uno lo entiende cuando en retrospectiva ve el horario y 'descubres' que recibías más clases en alemán que en español.

A mi me metieron el alemán por la orejas y me impregnaron en las manos. Yo sé más de la historia de la guerra europeas que de las campañas libertadoras latinoamericanas. Sé que el 3 de octubre de 1989 fue la reunificación alemana pero tengo que googlear para saber que el 5 de junio de 1895 inició la Revolución Liberal ecuatoriana. Y aquí la única razón por la que, siendo las preguntas más fáciles de la humanidad, no voy a concursar a Quien quiere ser millonario, alta tensión: no sé un carajo de historia y geografía nacional. Y no soy el único, así son la mayoría de profesionales. ¿Acaso eso es una excusa?

Porque la educación de hoy en día es así, un asco. Los infantes reciben historia, geografía gringa e inglés desde que entran al kinder, pero el castellano es dejado de lado. Usted hágale un dictado a un niño de 12 años y verá la cantidad de faltas ortográficas que comete. Da miedo.

Mi hermano tiene 18 y no sabe escribir onomatopeya, pero tampoco sabe que significa. Para el es más fácil comunicarse con un gringo que con un boliviano. El acento y los modismos hacen del español un idioma cada vez más ajeno a nosotros. Yo le doy cinco años más al castellano para que empiece a ser inentendible entre los países. Los argentinos nos llevan la ventaja en este asunto.

El castellano está tan menospreciado que hoy en día los modismos anglosajones forman parte del idioma al punto en que conozco gente que prefiere hablar en inglés que en su idioma natal. Así nos educaron, yo tenía clases de debate en inglés, pero no en español.

Esa incapacidad de configurar pensamientos en español hace que la ortografía quede de lado. La riqueza del idioma reside en esa individualidad que la correcta acentuación y escritura dan a las palabras y a su vez le aportan al pensamiento. Dejando todo de lado, menospreciando la importancia de este hecho, nos alejamos cada vez más de los fines de la comunicación.

Lo preocupante es que la culpa no es del todo de la gente de hoy. Sí, ellos tienen parte del error por no interesarse en la correcta forma de empleamiento del idioma, pero más culpa tiene esas empresas hambrientas de ganancia que equivocadamente llamamos 'colegios', que ponen el capital sobre la correcta educación de sus alumnos. Por eso nos venden el inglés como ese plus que es necesario para el correcto desenvolvimiento de los niños en el mundo globalizado. Lo que no entienden es que en siete años el idioma anglosajón no servirá de nada porque los chinos y su mandarín dictarán los negocios del mundo. ¿Y a esa gente llamamos educadores? No me jodan.

Por lo pronto y saco ventaja de ese idioma tan feo que me enseñaron. Berlín se perfila como el nuevo 'Silicon Valley' y yo hablo el idioma de esa gente. Al menos eso creo. Ya se me hace difícil recordar muchas cosas.

La vez que fui a Orellana, al Coca, mi alemán estaba tan oxidado que daba vergüenza. Ellos me entendían y respondían a mis interrogantes, pero sé que mí alemán tiene que haberse entendido como: "yo chita, tu Tarzán".

Y pensar que 14 años de mi vida gasté para hablar y escribir como primate en dos idiomas. Que mierda. 

martes, 4 de septiembre de 2012

No saber bailar

Pecaría de idiota si digo que no me gusta bailar. Pero hablo de bailar, de salsa, de tango, a veces el merengue, pero me quedo con los dos primeros. El problema es que para ninguno de los dos soy bueno. Me cohibo en las festividades por eso. No soy buen bailarín. 

Con los tragos me va mejor en la pista de baile. Aún no sé si es que de verdad mis movimientos mejoran, como si es que el whisky lubricara mis rodillas de abuelo, o que simplemente ya no me importa el hecho que tengo plomo en los pies. No sé. 

Lo cierto es que yo creo que el baile es una de las formas de cortejo más complejas que existen. Es todo un ritual del saber como desenlvolverte, provocativa pero no sexualmente,con el cuerpo de una mujer sobre una palestra llena de personas que están intentando lo mismo. Creo que el baile es una celebración de lo elaborada que pueden llegar a ser la conquista de una pareja. Bueno, pero para todo eso yo soy malo. Malo es poco, soy pésimo. 

El baile debe estar reservado para ocasiones especiales, creo yo, no para las discotecas, a las que públicamente les he manifestado mi odio. Esos antros, deliberadamente, acaban con todo ese ritual tan exquisito que es tener la música en volumen exacto, el espacio preciso para moverte en la pista y, sobre todo, la luz indicada para que sepas que a quien estás sacando a bailar no es un bagre que se camufla en la titilante luz de un antro que cobra 20 dólares por banalizar una actividad tan bonita. Que se jodan las discotecas. 

También quiero de una vez por todas bajar de la nube a todos esos 'bailarines de género urbano'. No, ustedes no bailan, ustedes lo que hace es brincar y gesticular, gritar idioteces y lanzarse al piso como muñecas de trapo. Lo de ustedes tiene más que ver con los rituales de cortejo de las tribus africanas, esas en donde una pareja de raza negra, en bolas, grita mientras salta al rededor de una fogata como parte de una actividad estancada en la evolución. Eso hacen ustedes. No se digan artistas, que no lo son. 

Bailar reguetón (con este 'género urbano' me desquito aparte) también tiene más ritual africano que nada. Señorita, menear rico las nalgas mientras usted sonríe porque un tipo le roza el pene en la espalda y por el parlante se vocifera "muévete lento, cabrona", no hace más que mermar en décadas de trabajo que mujeres progresista tuvieron que luchar para que la figura de la mujer se respete. Sépalo. No le digo que no lo disfrute, está en su derecho siempre y cuando sepa que lo está haciendo y se haga valorar. El problema es cuando usted, inconscientemente, disfruta de que la traten como 'perra'. Carajo. 

Bailar es más que rosar nalgas con penes, eso es de animales. Danzar es eso que el coronel Frank Slade hace en la mitad de ese restaurante de New York en Perfume de Mujer; o esa compaginación de movimientos tan complicada que forman dos cuerpos que se sincronizan al tiempo de los timbales de la salsa. Eso es bailar. 

Cualquier idiota le sirve de poste a una mujer en una discoteca para que le menee las nalgas, pero hay que saber tratar a una señorita para, como se debe, sacarla a bailar. 

Pero yo no sé ni de lo uno ni lo otro. Mi principal problema es que a mi el whisky no solo me hace aflojar las rodillas para 'bailar bonito' sino que también me afloja la boca. Con un par de tragos en la cabeza uno difícilmente oculta su plan y las 'malas intenciones' con esa señorita que tiene en frente. Ahí es cuando te quedas bailando solo. 

sábado, 1 de septiembre de 2012

21 preguntas que no tienen respuesta

1) ¿Por qué los reguetoneros necesitan gesticular tanto al 'cantar'?

2) ¿Por qué creen que aplastando millón veces el botón del ascensor este bajará más rápido?

3) ¿Por qué los futbolistas tiene la necesidad de sacarse la camiseta para celebrar un gol?

4) ¿Por qué la gente cree que cerrando los ojos va a estar protegida de todo daño?

5) ¿Por qué hay 15 ventanillas en los bancos pero solo atienden 2?

6) ¿Por qué existen personas que odian a los gatos?

7) ¿Qué le pasa a los perros de las tiendas de animales que no los venden?

8) ¿Quién es el sobrino, primo, amigo, pariente de nuestras madres que 'se quedó tieso' por haber entrado al 'aire acondicionado' sudado?

9) ¿Cuál es el punto de las capas en los súper héroes?

10) ¿Por qué se estudia para ser relacionista público?

11) ¿Aún existe gente, nacida después del 90, que quiera ser presidente?

12 ¿Habrá algún día un comercial de toallas sanitarias que muestre la realidad anímica de una mujer 'en los días difíciles' y no chicas sonriendo?

13) ¿Por qué Fanny Lu tiene fans?

14) ¿Por qué la gente cree que el tráfico de los embotellamientos avanzará si ellos pitan?

15) ¿Cuál es el fin de la corbata?

16) ¿Cuál es la necesidad de algunos periodistas por saber cual es el plato favorito de un artista?

17) ¿Tener sexo con tu alma gemela cuenta como endogamia espiritual?

18) ¿Es necesario tener un bajo IQ para participar en certámenes de belleza?

19) ¿Habrá algún día un comercial de productos de limpieza protagonizado por un hombre?

20) ¿Pitbull habla español?

21) ¿Por qué me pongo a pensar estas estupideces?