El sexo debe ser una de la actividades más anti-naturales que existe. No estoy hablando del coito reproductivo, ese es el que cumple la función de mantener poblado el planeta, yo estoy hablando del sexo: deliberado y espontáneo intercambio de fluidos con una o más parejas.
No digo que sea algo malo, de hecho creo que es lo correcto. Logramos sortear los obstáculos de la biología para convertir a esta demandante actividad física en algo placentero. Claro, es placentero siempre y cuando uno recurra a los milagrosos anti y contraconceptivos y no tenga que andar preocupándose por si calculó mal o hizo algo que no debía.
El sexo mueve al mundo, es la necesidad primordial, al menos eso nos han hecho creer, y es fácil creerlo cuando es una actividad que evolucionó de nuestra más básica necesidad (la reproducción) a nuestro más básico deseo (el placer).
Hemos hecho del sexo una industria (el porno), literatura (el kamasutra), lucrativo negocio (condones, juguetes, anticonceptivos, abortivos, moteles, etc), y en el futuro alguien más descubrirá como lucrar del mismo. Todos gastamos dinero para poder terminar en la cama con alguien. Es normal, no creo que nadie en sus cabales no quiera tener sexo, y si no, no sabe de lo que te está perdiendo.
Pero el sexo logra, con los años, elevarse más allá de su mera calidad de placer. Con el tiempo uno encuentra las formas de destacar de los demás gracias al empeño que se vierta en el acto. Uno crea vínculo con sus parejas luego del encuentro, aunque cabe recalcar que un "palo vago", ese que nace del mero y primitivo deseo del "hambre", es normal y hasta saludable.
El sexo domina nuestras vida, se cola en nuestro pensamiento y contamina de morbo a los maniquíes y todas las formas fálicas. El 'coito' irrumpe en el diario vivir haciéndonos la vida insoportable. Es imposible no pensar en el mismo cuando tenemos al Internet recordándonos 10 mil veces al día que tenemos que agrandarnos el pene y que "cerca de tu ciudad" hay mujeres dispuestas a revolcarse contigo. La publicidad recurre a crearnos inseguridades respecto a nuestra forma y tamaño, a nuestras habilidades y demás comportamientos que corresponden a tu desempeño sexual. Uno termina cayendo víctima de lo incierto, convirtiéndose en una especie de consumidor empedernido sin saber el porque de tu necesidad de tener un carro bonito, un cuerpo de infarto, una casa grande, el último celular, la última cámara, todo para suplir el vacío que te han creado al pensar que tu no eres digno de nadie, que eres mucho más pequeño que el promedio y que eres incapaz de satisfacer a aguien.
Literalmente, con el sexo nos tiene cogidos por lo huevos, por eso es que nadie detendrá la industria del intercambio de fluidos. Todos somos víctimas de ella y lo seremos mientras nos evolucionemos lo suficiente para dejar de comportándonos de acuerdo a los que las glándulas endócrinas nos dictan.
Pero lo cierto es que el sexo está sobre valorado. Dejando de lado la calidad del mismo, el hecho de lo bueno o malo que pueda resultar del mismo, no hay que ser un súper humano para tenerlo, cualquier pendejo puede hacerlo, incluso yo.
No digo que sea algo malo, de hecho creo que es lo correcto. Logramos sortear los obstáculos de la biología para convertir a esta demandante actividad física en algo placentero. Claro, es placentero siempre y cuando uno recurra a los milagrosos anti y contraconceptivos y no tenga que andar preocupándose por si calculó mal o hizo algo que no debía.
El sexo mueve al mundo, es la necesidad primordial, al menos eso nos han hecho creer, y es fácil creerlo cuando es una actividad que evolucionó de nuestra más básica necesidad (la reproducción) a nuestro más básico deseo (el placer).
Hemos hecho del sexo una industria (el porno), literatura (el kamasutra), lucrativo negocio (condones, juguetes, anticonceptivos, abortivos, moteles, etc), y en el futuro alguien más descubrirá como lucrar del mismo. Todos gastamos dinero para poder terminar en la cama con alguien. Es normal, no creo que nadie en sus cabales no quiera tener sexo, y si no, no sabe de lo que te está perdiendo.
Pero el sexo logra, con los años, elevarse más allá de su mera calidad de placer. Con el tiempo uno encuentra las formas de destacar de los demás gracias al empeño que se vierta en el acto. Uno crea vínculo con sus parejas luego del encuentro, aunque cabe recalcar que un "palo vago", ese que nace del mero y primitivo deseo del "hambre", es normal y hasta saludable.
El sexo domina nuestras vida, se cola en nuestro pensamiento y contamina de morbo a los maniquíes y todas las formas fálicas. El 'coito' irrumpe en el diario vivir haciéndonos la vida insoportable. Es imposible no pensar en el mismo cuando tenemos al Internet recordándonos 10 mil veces al día que tenemos que agrandarnos el pene y que "cerca de tu ciudad" hay mujeres dispuestas a revolcarse contigo. La publicidad recurre a crearnos inseguridades respecto a nuestra forma y tamaño, a nuestras habilidades y demás comportamientos que corresponden a tu desempeño sexual. Uno termina cayendo víctima de lo incierto, convirtiéndose en una especie de consumidor empedernido sin saber el porque de tu necesidad de tener un carro bonito, un cuerpo de infarto, una casa grande, el último celular, la última cámara, todo para suplir el vacío que te han creado al pensar que tu no eres digno de nadie, que eres mucho más pequeño que el promedio y que eres incapaz de satisfacer a aguien.
Literalmente, con el sexo nos tiene cogidos por lo huevos, por eso es que nadie detendrá la industria del intercambio de fluidos. Todos somos víctimas de ella y lo seremos mientras nos evolucionemos lo suficiente para dejar de comportándonos de acuerdo a los que las glándulas endócrinas nos dictan.
Pero lo cierto es que el sexo está sobre valorado. Dejando de lado la calidad del mismo, el hecho de lo bueno o malo que pueda resultar del mismo, no hay que ser un súper humano para tenerlo, cualquier pendejo puede hacerlo, incluso yo.
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